Las nubes de hostilidad, febriles encuestas y temores que acompañan la tormenta electoral norteamericana, han reemplazado el análisis ecuánime sobre el presente y el futuro de las relaciones EE.UU.-Cuba. Con el fin de repensar este conflicto, no como una obra de teatro comentada en las redes, sino en su lógica de funcionamiento e intereses, Temas recupera este debate de Último Jueves realizado hace tres años y pico, entre cinco expertos en este tema. Entre ellos, José Antonio Arbesú, cuya última intervención en público recogemos aquí, con un lúcido aporte a esta reflexión, y a quien le dedicamos este panel.
* Panel celebrado en el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 25 de mayo de 2017. Se publicó en el volumen 10 de Último Jueves. Los debates de Temas (2017).
José Antonio Arbesú. Diplomático y dirigente político. Jefe de la Sección de Intereses de Cuba en los Estados Unidos (1989-1992).
Jesús Arboleya. Historiador, investigador y diplomático. Universidad de La Habana.
Sergio Gómez. Periodista. Jefe de la Redacción Internacional de Granma.
John McAuliff. Director ejecutivo del Fondo para la Reconciliación. Coordinador de Cuba-US People to People Partnership.
Gail Reed. Periodista. Cofundadora de Medical Education Cooperation with Cuba (MEDICC). Editora Ejecutiva de MEDICC Review.
Rafael Hernández. Politólogo. Director de Temas.
Rafael Hernández: En este panel de discusión de la revista Temas tenemos diversidad de género, de edades, y también de trayectorias, de experiencias; todas ellas ligadas, de una manera u otra, al tema que vamos a tratar hoy.
El 25 de mayo de 1787 —hoy se cumple el aniversario 230— los Estados Unidos acordaron tener su primera Constitución como país. También un 25 de mayo, de 1848, James Polk propuso anexar a Cuba a los Estados Unidos. Estas fechas relevantes nos recuerdan que tenemos una historia.
Yo quisiera empezar, como introducción, con una descripción muy sintética de lo que podrían ser dos enfoques opuestos del pasado reciente, del presente y del futuro inmediato de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Según el primer enfoque, el contenido de las relaciones no ha cambiado, sino solo su forma. Los Estados Unidos intentan conseguir el mismo objetivo por otros medios, y Cuba mantiene su misma postura: defender su interés nacional; o sea, en esencia nada ha cambiado. Hasta tanto se mantenga la Ley Helms-Burton y la Base Naval de Guantánamo no habrá ningún progreso considerable en la normalización.
Además, el nuevo presidente de los Estados Unidos es portador de una ideología que clausura toda perspectiva de progreso, más bien sugiere el retroceso de lo poco avanzado bajo la administración Obama; es decir, bajo la administración de Donald Trump va a ser imposible, dada su manera de pensar, su ideología, que se haga absolutamente nada, y que más bien todo se echará para atrás.
La ultraderecha cubanoamericana, según este mismo enfoque, sigue controlando la política hacia Cuba e imponiéndole límites, que son mayores ahora, cuando esa derecha ocupa posiciones claves en esta administración.
Y por último, solo si Cuba hace concesiones en el tema de democracia y derechos humanos, es decir, en el tema de política interna, esta administración podría considerar la probabilidad de continuar adelante con alguna forma de normalización.
Esta es una manera de ver el asunto. Hay otra, que podríamos llamar el enfoque B, que dice lo siguiente; primero, que por primera vez ambas partes han renunciado al enfrentamiento mediante el uso de la fuerza y se han comprometido a utilizar la diplomacia en sus políticas en vez de la confrontación, y que este es un cambio fundamental.
Según este enfoque, se han firmado más de veinte acuerdos que abarcan temas muy sensibles como los de seguridad nacional, la cooperación entre guardacostas, sobre temas de drogas, terrorismo, control de fronteras, medioambiente, aplicación de la ley, migración, etcétera.
Aunque el bloqueo no se ha eliminado, se han flexibilizado restricciones sobre remesas, visitas de norteamericanos a Cuba, el uso del dólar, licencias para que ocho aerolíneas de los Estados Unidos puedan viajar regularmente a Cuba, y para operaciones en telecomunicaciones, administración hotelera, salud.
Y finalmente, que, a pesar de la retórica política, ciento veinticinco días después del inicio de la administración Trump, no ha habido retroceso en ninguno de los acuerdos que se firmaron. Lo que se vaticinaba, no ha ocurrido.
Estos enfoques se pueden encontrar, no necesariamente de la manera como lo estoy diciendo, pero sí presentes en muchos de los análisis de los medios de comunicación fuera y dentro de Cuba, y en muchos de nuestros debates.
Después de esta introducción provocadora, mi primera pregunta es: ¿en qué medida la normalización ha podido avanzar más allá de las diferencias ideológicas y de los diferentes valores de los dos lados?, ¿hasta dónde la normalización ha podido avanzar en construir un puente basado en intereses compartidos?, ¿qué se ha logrado desde que empezó el proyecto de normalización, el 17 de diciembre de 2014?
Jesús Arboleya: Me parece que debo empezar por decir que el término normalización es bastante engañoso. Mucha gente lo entiende como bueno, y en realidad no refleja eso. A mí me parecen absolutamente normales los conflictos que hubo entre Cuba y los Estados Unidos en la década de los 60, que eran los que determinaban los hechos, las circunstancias y el momento concretos en que se estaban desarrollando las relaciones, y también me parece absolutamente normal que llegara un momento en que ese conflicto, que en una época determinada satisfacía intereses no comunes pero sí de ambas partes, se tornara totalmente disfuncional para ambos países, y que por lo tanto, ya era una política absolutamente anormal. A mí me gusta más utilizar el concepto de la normalidad en función precisamente de lo que sugiere la pregunta, ¿en qué medida la política actual satisface los intereses de ambos países?, y creo que el salto que se ha dado en las relaciones de Cuba con los Estados Unidos es muy significativo, si lo comparamos con apenas una década atrás. Quiero recordar que en la época de la invasión a Irak se estaba considerando seriamente la posibilidad de una intervención militar de los Estados Unidos en Cuba.
Y lo que ocurre a partir del gobierno de Obama, sobre todo en los dos últimos años de su mandato, y del 17 de diciembre de 2014, es un cambio radical en ese escenario, y las razones para ello son precisamente los factores objetivos que lo determinaron, y esos no han cambiado, en esencia, durante la administración de Donald Trump. Por lo tanto, si lo que queremos es ubicar el momento actual, debemos decir que estamos en presencia de una política que ha condicionado un escenario inédito en las relaciones de Cuba con los Estados Unidos; que esa política ha estado condicionada por factores objetivos que orientan su tendencia. El hecho de la victoria de Trump en las últimas elecciones norteamericanas plantea cierto nivel de incertidumbre respecto a lo que va a acontecer de aquí en adelante; pero soy de los que creen que ese margen de incertidumbre se va a mover dentro de ciertos límites, que son los que impone la realidad, y me parece que va a ser muy difícil que volvamos a discutir el tema de una potencial invasión de los Estados Unidos a Cuba como lo estábamos discutiendo hace una década.
José Antonio Arbesú: Me voy a referir, concretamente, a los intereses compartidos. En primer lugar, somos vecinos, nos separan solo noventa millas; en segundo lugar, hay una zona común en el golfo, con México, los Estados Unidos y nosotros, y es una zona económica; en tercer lugar, hay cientos de miles de cubanos o de origen cubano que residen en los Estados Unidos, no solo en la Florida, también en Nueva Jersey, Los Ángeles, hasta en Alaska. Todo esto promueve un movimiento, que se ha ido desarrollado últimamente con más fuerza, entre los cubanos de aquí y los de allá. Y como tenemos esa frontera común, por llamarla de alguna forma, es lógico que se llegue a acuerdos que beneficien a ambas partes, como los que mencionó Rafael. Eso que se ha alcanzado en los últimos tiempos, no modifica, por supuesto, la esencia del problema, que para nosotros sigue siendo la misma, pero lo que se ha logrado hasta ahora no es una política que se pueda minimizar.
Efectivamente, la administración Trump no ha modificado esto, y esperemos que no lo modifique, porque ahora no somos una prioridad.
Gail Reed: Estoy muy de acuerdo, por cierto, con lo que dijo Arboleya del término normalización, pero, a la vez, pienso que hay que hablar de intereses compartidos. En general, yo creo que los intereses económicos de ambos lados se han beneficiado de esta apertura, pero sobre todo la gran empresa norteamericana; también, en Cuba, varias áreas de la economía, como el turismo, las telecomunicaciones, el programa antidrogas, resultado de los veintidós acuerdos firmados. Creo que intencionalmente por parte de Washington, se ha beneficiado más el sector privado que el estatal, bien por las remesas familiares o por la inversión de los cubanoamericanos en la pequeña empresa. Vale destacar que tres cuartas partes de los viajeros norteamericanos que vienen a Cuba se hospedan, al menos por unos días, en casas particulares, y 99% optan por restaurantes privados.
Ahora voy a concentrarme un poco más en las esferas de salud y ciencia, que es mi área de trabajo. En estos sectores existe la posibilidad de lograr una cooperación “sana”, con beneficios no solamente económicos sino sociales, para ambos pueblos, y en el caso de los Estados Unidos, especialmente para las poblaciones más marginadas y vulnerables.
El último paquete de medidas adoptado por el presidente Obama [en octubre de 2016] abrió, por primera vez, algunas puertas muy importantes. La primera es la investigación conjunta no solamente con fines no comerciales, sino también comerciales. Esto significa que las entidades médico-científicas de ambos países pueden desarrollar conjuntamente nuevos productos, crear empresas mixtas, etc. Algunas de estas iniciativas están sujetas todavía a licencias específicas, como la lograda por el Centro de Inmunología Molecular de Cuba y el Roswell Park Comprehensive Cancer Center de los Estados Unidos, para varios productos destinados al tratamiento del cáncer, lo que también posibilitó que los ensayos clínicos de uno de ellos empezaran en los Estados Unidos.
Este paquete de medidas también permite, por primera vez, que fármacos cubanos entren en el proceso regulatorio normal de la FDA. Se acaban así las restricciones que torpedearon los primeros intentos de entrar en el mercado norteamericano con el Heberprot-P, el medicamento de la biotecnología cubana que ha reducido en 70% el riesgo de amputación por úlceras del pie diabético. Vale destacar que en los Estados Unidos hay más de setenta mil amputaciones anuales por esa causa. Permite importantes donaciones y hasta financiamientos por norteamericanos y sus centros para apoyar aquellas instituciones públicas estatales cubanas, que proveen servicios directamente a la población —de salud y educación, entre otras. Se firmaron dos memorándums de entendimiento entre el departamento de Health and Human Services y el Ministerio de Salud Pública de Cuba (MINSAP), uno general y otro sobre el cáncer, los que también abren caminos para la colaboración antidesastres y epidemias en terceros países.
Uno de los beneficios que veo como más importantes para Cuba es la posibilidad de lograr, por primera vez, un comercio bilateral sustancial a través de la venta de productos de la biotecnología cubana. Esto implica, por supuesto, en el contexto cubano, que las utilidades no solo beneficien a una empresa como el Centro de Inmunología Molecular, sino a la economía en general y al sector salud en particular, con implicaciones para el bienestar de la población.
Por otra parte, a través del aumento del intercambio científico, ahora permitido, en los Estados Unidos se ha logrado una mayor familiarización con el nivel y los avances de la ciencia cubana. Es lo que apreciamos en nuestro trabajo en MEDICC, pero también se puede apreciar con los trabajos de la Academia de Ciencias de Cuba con la AAAS (American Association for the Advancement of Science), el Environmental Defense Fund con la Agencia de Medioambiente de Cuba.[1]
Algunos círculos salubristas en los Estados Unidos entienden la colaboración con Cuba como una necesidad urgente. Son los que saben que el mosquito Aedes aegypti, portador del dengue, del zika y de otras enfermedades, ya se encuentra en más de treinta estados de ese país, y que en Cuba está el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, único centro especializado en estos tipos de virus en las Américas.
Se ha logrado cooperación entre varias instituciones y universidades, entre la Asociación Americana de Salud Pública (APHA) y la Sociedad Cubana de Salud Pública, entre otros. Se ha logrado también apoyo a los estudiantes y graduados norteamericanos de la Escuela Latinoamericana de Medicina. Vale destacar que 90% de los que ya se encuentran en programas de residencia médica o ejercen en sus especialidades, lo hacen en la atención primaria de salud, y 100% en comunidades pobres. MEDICC ha organizado una red nacional de dirigentes en las comunidades más pobres de doce ciudades, que han decidido aprender de la experiencia cubana para mejorar la equidad en salud de sus poblaciones.
Al mismo tiempo, se crean nuevos desafíos para Cuba. No solamente tenemos un tsunami norteamericano de visitantes —doscientos ochenta y cinco mil en 2016, con pronóstico de dos millones para 2025— sino uno de solicitudes de intercambio y de colaboración de instituciones, fundaciones, ONG, etc. Entonces le toca a Cuba decidir quiénes serían los socios preferidos.[2]
Sergio Gómez: Estoy totalmente de acuerdo con lo de los intereses compartidos que se han enumerado hasta este momento, pero, en mi opinión, esa fórmula no explica por sí sola el 17 de diciembre de 2014, porque si bien están esos y podemos encontrar muchísimos más, tendríamos que pensar en los intereses no compartidos, y que mientras Cuba aspire a construir un tipo de sociedad diferente a la que los Estados Unidos mantienen como ideal, habrá una diferencia insalvable. Entonces, cómo entendemos el 17 de diciembre.
Me parece —es al menos como lo intento explicar— que hay dos estrategias opuestas por su vértice, pero ancladas en un mismo punto: la necesidad de tener relaciones diplomáticas y mayores contactos.
Por un lado, los Estados Unidos consideran que después de cincuenta años de intentar hacer avanzar sus intereses en Cuba por los métodos tradicionales, y no lograrlo, tienen que probar algo distinto. He escuchado decir a varios funcionarios estadounidenses que el bloqueo ha sobredimensionado el papel de Cuba en América Latina, que la ha convertido en un heroína, que le da un peso superior al de su propia realidad y condición económica, que el bloqueo y la confrontación —estoy hablando desde la perspectiva norteamericana— son excusas muy útiles para el gobierno cubano, para justificar sus problemas internos y sus deficiencias, y que después de tanto tiempo se debe cambiar de método.
Dentro de ese cambio de métodos, la directiva de Obama, aunque sea en papel, reconoce, por primera vez, la soberanía de Cuba. Son pasos grandes que se dan, lo que no podemos es perder la perspectiva de que los intereses de los Estados Unidos son irreconciliables con los nuestros.
La estrategia cubana también ha sufrido un cambio, creo yo, aunque habría que ver si en otro momento se hubiera producido. Después de cincuenta años de resistir esta situación y de perder las oportunidades de negocios y ventajas que tiene estar a solo noventa millas de la principal potencia económica mundial, y haber soportado amenazas de invasiones, epidemias y confrontación directa, Cuba está en mejores condiciones de aceptar este combate, en otro nivel, quizás un poco más solapado, que no es menos difícil, porque la capacidad de influencia de los Estados Unidos aumenta, el número de visitantes, etc.
Como dije, estas dos estrategias coinciden en un punto, y por eso se ha podido avanzar, aunque como vemos, la tendencia de ambas es distinta, y hay intereses no compartidos, no se ha abandonado la confrontación, está en otro nivel y en otro escenario.
En cuanto a los intereses compartidos que emanan como consecuencia del cambio de estrategia del 17 de diciembre, Cuba es, por ejemplo, el único país de América Latina que ha cumplido con la estrategia de los Estados Unidos de enfrentamiento al narcotráfico, que es controlar la producción y eliminar el tráfico. En la región hay liberalización de la marihuana en Uruguay, e intentos de hacerlo en otros países, está el desastre que ha sido la lucha contra el narcotráfico en México. En el tema del narcotráfico, los Estados Unidos tienen un aliado en Cuba porque con su método de enfrentamiento, que está totalmente cuestionado en América Latina, porque se habla de liberación, ha logrado resultados; no hay grandes niveles de producción, y se controla el tráfico.
Sobre lo que hablaba el profesor Arbesú, la firma de la delimitación de la dona oriental en el golfo, que es uno de los acuerdos que se logró, es muy importante para la zona económica exclusiva de Cuba.
Otro ejemplo de lo que se ha podido hacer en estos años es que Cuba pasó de estar en la lista de países patrocinadores del terrorismo, a la firma de un memorando de entendimiento para la colaboración en materia de seguridad, que incluye compartir información de inteligencia, luchar contra el terrorismo, contra el narcotráfico, contra el ciberdelito. Creo que es difícil encontrar otro ejemplo de un país que, sin cambio de gobierno ni de sistema, pasa de ser terrorista a ser un aliado en el combate a estos problemas internacionales. Así pudiéramos seguir enumerando esos intereses.
Rafael Hernández: John, ¿hasta dónde piensas tú que se ha avanzado en la construcción de este puente de ambos lados?
John McAuliff: Tengo la perspectiva de un organismo no gubernamental, creo que somos amigos de los dos países, y hasta cierto punto de los dos gobiernos, pero no hablo por ellos.
Para mí, tanto en Vietnam, Laos, Kampuchea, y ahora Cuba, el asunto de normalización es un proceso, una calle de dos direcciones, necesita confianza, la habilidad de tomar riesgos en los dos países. Por supuesto, en los dos lados existe la concepción de que la falta de normalización es culpa del otro. Creo que la posición cubana en esto es más justa, pero dentro de mi propio país hay personas que creen todos los cuentos de que los cubanos complejizan la cosa de la normalización.
El cambio más importante, ahora, es el viaje en las dos direcciones; el intercambio pueblo a pueblo lleva al proceso más allá de los puntos de vista de los gobiernos, y crea condiciones para que estos avancen. No podemos olvidar la restauración de la interacción con los cubanos que están afuera del país, con las generaciones perdidas y con el mainstream de la comunidad cubana en los Estados Unidos, es un cambio de principios de la política de Obama.
Para los norteamericanos estamos viendo ahora viajes por grupos; los cruceros tienen problemas, pero llevan muchas más personas que tocan un pequeño pedazo de la experiencia del país y regresan; pero lo más importante fue la última decisión de Obama de dar el derecho de hacer viajes individuales, es decir, pueblo a pueblo, sin grupo. Ahora es el sector de viajes que crece más rápido. Vienen individuos, familias, amigos, que tienen la posibilidad de aprender con más profundidad y desarrollar relaciones personales que no son posibles en el caso del viaje en grupo, pero en este modelo falta todavía la oportunidad de tener una perspectiva nacional del sistema político y económico de Cuba, de las cosas que han logrado desde hace cincuenta y cinco años, y falta también la introducción de las contrapartes profesionales, y relaciones de cooperación y entendimiento mutuo de largo plazo. Creo que debe ser papel del ICAP.
Los vuelos comerciales tienen un éxito tremendo, pero necesitan extensiones domésticas para ir de La Habana hasta Camagüey, Holguín, Santiago; para ofrecer también el oriente a la gente que viene a la capital.
Sería muy importante entender de manera nueva la historia del pasado antes del conflicto, y aun antes de la independencia comprometida. En el siglo xix, después del anexionismo, vinieron, más o menos, cincuenta expediciones de los Estados Unidos organizadas y pagadas por cubanos en el exilio, pero con ayuda y capitanes norteamericanos para colaborar con la lucha contra España. Esto tenía un sentido de solidaridad humana, no una motivación de crear un imperio. Es un ejemplo de las cosas que debemos abrir en estos años.
Rafael Hernández: Ya que hemos hablado de cómo llegamos hasta aquí, mi segunda pregunta es qué factores están incidiendo ahora mismo sobre la situación de las relaciones entre ambos lados, no solamente dentro de los Estados Unidos, sino también dentro de Cuba, y qué factores internacionales están incidiendo directamente en la dinámica de esas relaciones.
Jesús Arboleya: Me parece que es importante ubicar esta dinámica de las relaciones Cuba-Estados Unidos con una premisa fundamental, para que no haya necesidad de repetirla cada vez que hablamos, y es que ambos países tienen contradicciones antagónicas que no se van a resolver, ni siquiera en el mejor escenario posible. Ahora bien, dentro de esas contradicciones hay diferentes momentos en el ejercicio de las relaciones que están condicionados por factores objetivos concretos, no solo por la voluntad de las personas. Eso puede incidir, así como las características de los gobiernos, las tendencias ideológicas predominantes, pero detrás siempre hay factores objetivos que tienen expresión a través de los métodos; por lo tanto, cuando se habla de que estos cambiaron, cambió la política, la relación, la naturaleza del intercambio.
Creo que sí ha ocurrido algo muy importante, y es que la comunicación se ha impuesto sobre la incomunicación, y que hoy en día existe una serie de canales diplomáticos que eran impensables antes del 17 de diciembre del 2014, que, obviamente, tienen que ser aprovechados por ambos gobiernos. La calidad que tenga ese aprovechamiento determinará que sus políticas sean más o menos certeras y convenientes para sus respectivos países.
En el caso de los Estados Unidos, los factores objetivos que determinaron el cambio de la política hacia Cuba los dijo el propio Obama: “la vieja política ha fracasado, estamos aislados en el concierto hemisférico —yo diría, si nos guiamos por las resoluciones de la ONU, que incluso en la arena internacional—, y estamos desechando las posibilidades económicas que brinda el mercado cubano”. Sin ser el mercado chino, desde la Doctrina Monroe, el de Cuba siempre fue concebido por ellos como apetecible, accesible y complementario. Hay muchas razones que explican esta complementariedad de las relaciones económicas de Cuba con los Estados Unidos.
En el caso de Cuba, sin dudas desde el momento mismo en que desaparece el campo socialista no hay otra alternativa que integrarse en el mercado mundial capitalista, que es lo único que existe. Nos encontramos ahora en un momento muy especial, cuando, por un lado, vemos las crisis de gobernabilidad del sistema capitalista en todas partes, que se expresan en los gobiernos de derecha, de centro, de izquierda, en las grandes potencias, en los países pequeños; sin embargo, desde el punto de vista ideológico estamos viendo un apogeo de la concepción capitalista; y es en esas condiciones que Cuba tiene que enfrentarse a la realidad mundial.
La relación con los Estados Unidos es importante en sí misma porque, indiscutiblemente, potencia la capacidad económica de Cuba, pero lo es también de cara al resto del mercado mundial capitalista. Uno de los efectos más significativos que ha tenido el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y lo que se ha avanzado en el campo de las económicas, con Estados Unidos, ha sido el de demostración. Basta mirar a la Unión Europea: ya se alejó de la posición común y se está hablando de un nuevo modelo de colaboración con Cuba.
Por lo tanto, lo que debemos esperar es que esa sea la tendencia, incluso a partir de un nuevo gobierno como el de Trump, aunque creo para él la relación con Cuba no es lo mismo que para Obama. Fue uno de los legados que recibió, y eso va a afectar los niveles del diálogo, la voluntad de conciliación, la capacidad de comunicación entre las partes; pero, desde mi punto de vista, la tendencia va a continuar aunque no sin accidentes, contratiempos, y otras condiciones.
José Antonio Arbesú: No discrepo de lo que ha dicho Arboleya, pero pienso lo siguiente: en Cuba debe haber una continuidad del proceso interno que se está dando, y eso significa que se seguirá desarrollando la apertura económica, según las posibilidades que tengamos seguiremos pagando la deuda externa, seguirá creciendo el trabajo de pequeños y medianos empresarios privados, y nos moveremos en esa dirección; y si hay inversiones norteamericanas, y si aumenta el turismo desde allá, eso, sin duda alguna, tendrá un peso en las relaciones.
Y en cuanto a la política exterior cubana, se basa, desde hace algún tiempo, en el desarrollo de las relaciones con los gobiernos. Se ha privilegiado esto. Se mantienen contactos con fuerzas de izquierda, progresistas, pero a un nivel más bajo.
Ahora voy a pasar a los Estados Unidos. La actual administración, prácticamente desde el día que tomó posesión, está salpicada de escándalos; a lo que hay que añadir que existen contradicciones entre sectores del Partido Republicano, moderados y conservadores, con el presidente Trump. En mi opinión, eso puede tener algún efecto en la marcha de las relaciones entre los dos países.
En política exterior, Trump tiene que resolver algunos problemas nuevos, además de los que hereda: Medio Oriente, el norte de África y la península coreana. En ese escenario, veo que realmente nosotros no somos una prioridad, ni América Latina lo es.
Gail Reed: Estoy muy de acuerdo con lo que dijo Arbesú, porque en el caso de los Estados Unidos no sé si podemos decir que haya algo probable. Es más bien impredecible la política hacia Cuba del presidente número 45 —al que han llamado, no muy cariñosamente, “el gobernante por Twitter”. Además, encabeza una administración inestable, incompetente y hasta incompleta, por la cantidad de plazas vacantes que todavía tiene, y ahora involucrada, como decía Arbesú, en una ciénaga de escándalos.
Lo bueno es, como también dijo él, que Cuba aún no es prioridad para esta administración o para su política exterior. También es positivo el interés por involucrarse con Cuba expresado por empresarios y políticos estaduales y locales, así como por instituciones de todo tipo. Recomiendo no tanto seguir la cuenta de Twitter de Trump, sino la de José Ramón Cabañas [embajador de Cuba en los Estados Unidos], si quieren ver la ofensiva diplomática de Cuba en los Estados Unidos, la embajada de Cuba se está reuniendo, a todos los niveles, con todo tipo de personas y personalidades. Y hay un reclamo creciente, incluso de terminar con el bloqueo, aunque sea por interés propio.
A la vez, se aprecia que el grupo recalcitrante de cubanoamericanos ya no es tan poderoso (salvo cuando sus votos se estiman imprescindibles para salvar a Trump de los resultados de las investigaciones sobre los múltiples escándalos en que se ha visto envuelto, y entonces el “daño colateral” suele ser Cuba). Por otra parte, nuevas voces se oyen a favor de las relaciones con Cuba. Hay mayor número de norteamericanos que, conscientemente, violan las leyes de su país para venir a Cuba a recibir tratamientos médicos, y sus historias son publicadas en importantes medios de los Estados Unidos y de otros países.
Sin embargo, la propia actuación errática de Trump hace imprevisible su actuación frente a Cuba y crea inseguridad para las instituciones norteamericanas, para las fundaciones, universidades, ONG, sin mencionar las propias agencias de gobierno a la hora de acercarse a la Isla. O sea, no sabemos si el próximo tuit de Trump reflejará al hombre obsesionado con revertir todo lo que hizo el presidente Obama, o al que sueña con una Trump Tower en La Habana. Esto afecta las posibilidades reales de inversión y de creación de empresas mixtas en áreas como la biotecnología y la Zona Especial de Desarrollo del Mariel, así como las de iniciar nuevas investigaciones conjuntas y colaboraciones en salud, tanto en el sector privado como estatal.[3]
Internacionalmente, la situación volátil en América Latina puede aumentar presiones económicas sobre Cuba.
Por otra parte, las agencias multilaterales que apoyan programas en Cuba, como son Naciones Unidas, las organizaciones Panamericana y Mundial de la Salud, pueden verse limitadas en su actividad por los recortes anunciados en las contribuciones que reciben de los Estados Unidos. Por cierto, el Contingente Henry Reeve, la brigada de profesionales de la salud cubanos especializados en atención posdesastre, recibe en este mes de mayo un alto premio de la Organización Mundial de la Salud por su apoyo a los pueblos de Pakistán, Haití y los que sufrieron de la epidemia de ébola.
Para Cuba, en las esferas de salud y ciencias, me parece que la meta es lograr colaboración, y no solamente relaciones. Por tanto, es imprescindible que se precise qué objetivos específicos se persiguen con esta colaboración por parte de la Isla. Estas definiciones, a su vez, permitirían no solamente seleccionar proyectos entre las solicitudes, sino lograr que sea Cuba quien, en más ocasiones, promueva proyectos sobre la base de sus prioridades e intereses.
También, me parece que se impone conocer con mayor profundidad los actores y motivaciones de estos sectores en los Estados Unidos para poder definir con quiénes desea Cuba colaborar. O sea, conocer mejor a sus potenciales socios en los Estados Unidos, su forma de actuar, pensar, trabajar; y distinguir entre aquellos que llevan años con una relación positiva y respetuosa hacia Cuba, y los nuevos, que están por probar sus intenciones y capacidades. Me consta que ya las autoridades cubanas están enfrascadas en este proceso tan importante y reconocen la necesidad de formular procedimientos eficientes, eliminando la excesiva burocracia para que las instituciones y empresas puedan actuar dentro de lo establecido por la ley, pero a la vez ser audaces cuando se requiera; en todo caso, no perder oportunidades por un cuño que falte.
Otro desafío para Cuba es el de lograr el delicado equilibrio entre la satisfacción de los intereses económicos a corto plazo, por un lado, y de los intereses económicos, políticos, y sociales a más largo plazo, que pasan por desarrollar colaboraciones que tengan como prioridad contribuir a poner fin al bloqueo.
Sergio Gómez: Voy a intentar responder la pregunta por la parte de la que habla menos, que es la cubana. He escuchado algunas opiniones sobre que la lentitud o el retroceso en el proceso de actualización cubano, en el ritmo que llevaba, pueda tener algo que ver con esta etapa de incertidumbre en las relaciones con los Estados Unidos.
Concuerdo con el diagnóstico de que va más lento de lo que se necesita, pero pensar que eso pueda tener algo que ver con las relaciones con los Estados Unidos no tiene lógica, porque si Obama tomó la decisión que condujo al 17D, una de las razones es, sin dudas, que Cuba no tendía hacia al fracaso económico, sino que tenía condiciones para evolucionar, porque si un asesor de seguridad nacional le dice que el país va a explotar, hubiera seguido con la misma estrategia. Lo que quiero traer a este análisis es que el desarrollo económico y social de Cuba es clave para continuar con el proceso de normalización con los Estados Unidos.
Ahora hay incertidumbre sobre qué va a hacer Trump en sentido general, cuál va a ser su doctrina de política exterior. Eso no está claro porque va para alante y para atrás con una facilidad tremenda. Como peligro hay que ver dos cosas: uno, su cercanía con algunas figuras específicas; coincido en que esta ultraderecha cubanoamericana que tiene funciones en el gobierno ha perdido fuerza, pero Marcos Rubio está muy cerca del presidente, y si seguimos lo que escribe en su cuenta de Twitter, habla como si tuviera un compromiso del presidente de tomar decisiones hacia Cuba que remuevan las políticas de Obama. Y no sé quién se lo dijo, pero Trump cree que le debe su elección a la comunidad de ultraderecha de Miami. Lo ha dicho en varias ocasiones, si bien la mayoría de los cubanoamericanos apoya la normalización.
John McAuliff: Hemos visto, en cuatro meses de la administración Trump, una confusión grande en relación con China y Rusia; van de enemigos a amigos, y a enemigos otra vez. La línea básica es que el Pentágono va a tener más influencia, porque es el único factor estable en los niveles altos del gobierno. Su prioridad es proteger la seguridad de los Estados Unidos contra algún peligro de afuera, en la frontera, como China con Vietnam, o Rusia con Ucrania. Es la característica de países grandes que quieren seguridad a su lado, más que nada.
Esa inestabilidad por estos cambios dramáticos, y también el creciente interés en Cuba de China y Rusia, necesita que los Estados Unidos den prioridad a una relación positiva con la Isla para evitar el peligro de una repetición de la Guerra Fría.
No voy a hablar de los problemas internos de Cuba, pero creo que la inestabilidad en Venezuela, combinada con la pérdida de amistad con los gobiernos de Argentina y Brasil, pone a Cuba en una situación muy difícil ahora para, basada en sus propios recursos, tratar de hacer fuerza de una manera más grande e independiente.
Por otro lado, Trump tiene el potencial, que no han tenido Obama ni Clinton, de hacer una coalición entre las fuerzas del Partido Republicano, por razones de negocios o por de la teoría neoliberal, al decir que el gobierno no debe intervenir en la vida de la población. Puede combinar esta fuerza con el sentido de no afectar la línea contra el bloqueo en el Partido Demócrata, para terminar todas las restricciones de viaje, y esto puede abrir el turismo normal, es decir, de vacaciones, para utilizar los sitios bien desarrollados en la costa de Cuba, donde van canadienses y europeos ahora, y también los campos de golf. Sería posible determinar esto.
También esta base serviría para terminar las limitaciones en la venta de productos de la agricultura, y el bloqueo entero.
Los viejos exiliados cubanos no tienen ningún impacto en esto; no han dado nada a Trump en la elección. Rubio y Díaz-Balart tienen un punto de vista totalmente distinto, pero los hermanos Fanjul, que han dado medio millón de dólares a la campaña de Trump, tienen un impacto mucho más fuerte en los sentimientos de Trump que las palabras de Rubio. Todos ellos estaban convencidos de que Trump iba a hacer algo el 20 de mayo, y la realidad es que no tenía ninguna disposición a hacer este tipo de cosas. En el presupuesto de Trump, por el Departamento de Estado, no hay un centavo para los programas de “democratización”. Si él dice que la política interna de Filipinas, de Egipto, de China, no es asunto norteamericano, ¿qué va a decir de Cuba?, ¿que sí es asunto nuestro?
Rafael Hernández: Quiero darles la palabra a los que la han pedido, pero antes quisiera comentar un par de gráficos. Uno es la curva de crecimiento de los viajes de norteamericanos a Cuba, que venía creciendo desde antes de 2014, y ha seguido creciendo. El otro compara el primer cuatrimestre del último año de la administración Obama con el primero de la administración Trump.
Arribos en vuelos directos desde los Estados Unidos (2009-2016)
Llegada de visitantes desde los Estados Unidos a Cuba (2016-2017)
Ahí nos vamos a encontrar algo muy interesante: el número de estadounidenses que han visitado Cuba ha crecido 130%. ¿Será que Trump los manda, o que hay otro nivel de relaciones que no está en los discursos ni en las oficinas de gobierno? Ese crecimiento significa nada más y nada menos que 218 000 personas, cifra que está llegando al total de los que vinieron el año pasado completo. El número de cubanoamericanos, que también ha crecido (45%), ahora es menor que el de norteamericanos, según estas cifras. Sumadas ambas nos da que, en los primeros cien días de Trump, las visitas han crecido 88%. Para ser una situación incierta, insegura e impredecible, no está mal.
Juan Carlos Pedroso: Primero quiero hacer una acotación. Generalmente se habla de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, cuando en realidad se está hablando de las relaciones de los respectivos gobiernos, que no siempre representan los intereses de la población. Para mucha gente en Cuba, estos cambios o aperturas, como quiera llamárseles, que ha habido después de la visita de Obama no han pasado de ser más que una especie de farándula. A lo mejor estoy equivocado, pero yo, realmente, no veo esa apertura.
Y en cuanto al gobierno de Donald Trump, por la forma en que se manifiesta, no creo que vaya a ser muy benévolo con Cuba. Quizás no elimine las cosas que se han logrado, pero no necesita eliminarlas, con no darles posibilidades de realizarse le basta. No creo que avance mucho más.
Enrique López Oliva: El Papa Francisco acaba de entrevistarse con Trump, y tocaron una serie de temas de actualidad, y recientemente lo hizo con la Conferencia Episcopal de Cuba, donde se analizó la situación de Cuba. Me gustaría que comentaran un poco sobre la posición del factor religioso en el diferendo entre Cuba y los Estados Unidos.
Ramón García: La apertura de las relaciones de Estados Unidos y Cuba ha sido positiva para ambas sociedades a corto plazo. Lo digo en dos sentidos, a) ayuda a superar ciertos prejuicios y temores comunes; y b) facilita la mejor comprensión de las realidades de estos países.
Preciso dos puntos: ni Cuba va a comunizar a un país de fuerte tradición capitalista ni la Isla va a ser anexada por la Unión. Solo una élite de poder apela a este discurso de odio, y ambas sociedades se mueven hacia un encuentro; lo difícil es precisar en qué momento.
Coincido con Gail en que la relación pueblo a pueblo es el talón de Aquiles de la nueva política; esto la hace de pies cortos. Por otra parte, entiendo que el cambio civilizatorio en curso obliga a los Estados Unidos a adoptar una estrategia que pasa por una relación diferente con el mundo; si no la cambia no va a lograr su reinserción en ese mundo. Asimismo, creo que Cuba debe reinventarse desde cada persona a la nación; la solución está adentro.
Román Espada: Soy educador jubilado. La composición cubano-estadounidense de esta mesa y el modo inteligente, informado, dialogal, comunicativo, que ha tenido, habla con mucha claridad de hacia dónde vamos y por qué camino hay que ir. Mi pregunta es la siguiente: ¿no será que hemos llegado a un agotamiento y a un aburrimiento de la retórica conflictivo-peyorativa de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba?
Ovidio D’Ángelo: Es muy interesante lo que hemos escuchado de los distintos panelistas. Sintonizo mucho con lo que estaban planteando Gail y John, en relación con las perspectivas de lo que pudiera ser el carácter más proactivo de Cuba en esto.
Desconocemos lo que está pasando, igual que desconocimos, cuando las relaciones con Obama, que había conversaciones secretas de Estado; lógicamente tiene que ser así, y ahora no sabemos si hay acercamientos, propuestas, etc., salvo quizás las de Cabañas, que son más públicas.
Pero quisiera tocar dos puntos, específicamente uno de ellos muy enfático en este momento. Dentro del impredecible campo mental, mitomaníaco y esquizofrénico de Trump, se han dado algunas pistas que quizás el panel pudiera analizar: uno es su énfasis en la actividad comercial en política exterior. No olvidemos que Trump es un empresario, y su mentalidad es como tal. Teniendo en cuenta ese interés comercial y ese espíritu empresarial de Trump, que me parece que sobrepasa el interés político, ¿qué podría hacer Cuba para activar, en el sentido de la audacia que estaba reclamando Gail, propuestas contundentes que pudieran tener un enganche con los sectores comerciales, empresariales y políticos norteamericanos? No hay que olvidar que el Secretario de Comercio es favorable al comercio con Cuba.
El otro punto se relaciona con algo que decía el colega John. Recientemente, en el presupuesto propuesto —que no se va a aprobar—, al Congreso de los Estados Unidos, está planteado, creo que por primera vez en sesenta años, la eliminación de todo tipo de apoyo financiero a la oposición cubana, y también a la venezolana. ¿No será ese un indicio de lo que se puede esperar en cuanto a la relación con Cuba?
Ramiro Feijóo: Este es un tema muy sensible para toda la población cubana. La emigración ha sido uno de los factores más trágicos de los que ha impactado este conflicto cubano-americano. La tragedia se ha expandido desde el nivel de Estado, a lo más simple, que es la familia. Toda mi familia está en los Estados Unidos, país al que agradezco las posibilidades que les dieron a mi padre y a mis dos hijos.
Pienso que siempre ha habido un error estratégico en la política de los Estados Unidos hacia Cuba, y la falta de madurez política de esta no dejó que prosperaran otras vías de solución al diferendo cubano-norteamericano, y siempre fue de confrontación. La cordura está toda en Vietnam, que fue capaz, a pesar de la cantidad de atrocidades que cometió ese imperio allí, de buscar soluciones rápidas para ser hoy uno de los pueblos más prósperos del mundo.
José Eduardo Díaz: Soy estudiante de primer año de Historia, en la Universidad de La Habana. Como todos saben, Cuba está excluida de la política actual de la administración Trump, y hasta ahora no ha habido retroceso en las relaciones, pero quisiera saber si esto podría significar un estancamiento de ellas a largo plazo.
Rafael Hernández: Mi última pregunta, que de alguna manera los panelistas empezaron a contestar, es qué circunstancias, aparte de las que están puestas ya sobre la mesa, qué circunstancias nuevas, qué contingencias en los dos lados y en el sistema internacional podrían afectar o favorecer la continuidad de la normalización. La circunstancia que la impedía antes del 17 de diciembre era que Cuba¸ desde el fin de la Guerra Fría, dejó de ser importante, bajó en su nivel de jerarquía en la agenda norteamericana, y que el que no fuera una prioridad era un factor que no contribuye al cambio. Se sucedieron dos años en que la ventana se abrió, hubo un verano de acercamiento, y ahora la puerta está abierta. ¿Eso es un efecto negativo o no? Quisiera que los panelistas se refirieran a esto. El panel ha aportado un número de elementos en esta dirección, pero yo quisiera que, de manera concisa, se refieran exactamente no a un juego de escenarios, de todo lo posible, sino que bajo las condiciones, y las circunstancias reales, y la emergencia de factores que no estaban en los últimos dos años, puedan incidir en el futuro de las relaciones de una manera o de otra. Esa es mi tercera pregunta.
Jesús Arboleya: Yo diría que las dos variables más importantes que se deben tener en cuenta, y que de hecho se están teniendo, respecto al futuro de las relaciones de Cuba con los Estados Unidos, son la elección de Donald Trump y el cambio en la dirección política cubana a partir de 2018. Estos son los dos elementos de cambio que incidieron de una manera directa en los pronósticos que existían durante la administración Obama respecto a las relaciones con Cuba.
Para solo insistir en lo que decían Arbesú y el resto de los panelistas, si analizamos la situación de Donald Trump hoy en día, yo no veo a ningún presidente de los Estados Unidos más cerca de impeachment desde la época de Nixon. No lo festejen, porque lo que viene atrás es peor. Si eso a la larga ocurre, la situación de la política tanto interna como externa de los Estados Unidos, bajo la dirección de un hombre como Mike Pence no sé qué pudiera significar. Ojalá que lo hagan como hicieron con Nixon, que primero botaron a Spiro Agnew y después le fueron arriba a Nixon. Pero si eso fuera tan racional, no estaría ahí.
Ahora bien, yo me resisto a analizar la administración de Donald Trump a partir de que el presidente es un loco ignorante, que no sabe lo que está haciendo. Por lo menos, yo trato de enseñarles a mis estudiantes que analicen los factores objetivos. Eso no niega que muchas veces la lógica de la política los contradiga, pero por lo menos nos sirve de guía. No hay factores objetivos que justifiquen una reversión absoluta de la política hacia Cuba, no tiene que ver ni con los proyectos económicos de Donald Trump, ni con la situación de su Ejecutivo, ni la que hay en el Congreso respecto a esto mismo, la pérdida de una influencia importante de la extrema derecha cubanoamericana, que de hecho es la única fuerza organizada, consistente, que se ha expresado en contra de la política de Obama, y que, en realidad, ni siquiera en su base electoral fundamental, que está en Miami, evade la realidad de que está en un franco deterioro, que probablemente va a ser mucho más concreto en las elecciones parciales de 2018. Eso es en el caso de los Estados Unidos, por lo tanto, yo tengo que asumir que puede haber mañana una decisión totalmente arbitraria, pero a partir de los factores objetivos que pueden explicar la política norteamericana no hay razones para pensar que va a haber un cambio, una reversión absoluta de la política; lo que no quiere decir que no cambie la manera de expresarse, las prioridades que puede tener esa política, los niveles de concertación y colaboración, etcétera.
Desde el punto de vista de Cuba, nadie espera que a partir de 2018 se produzca el ascenso al gobierno de una administración que diga: “Vamos a cambiar la política hacia los Estados Unidos”, pero sí hay un factor importante en la lectura que puede tener ese país en su relación con Cuba, y tiene que ver con la economía cubana. El año pasado fue un año de decrecimiento del Producto Interno Bruto, si este año sucede otra vez, indiscutiblemente estaremos en una fase que no vivíamos desde el año 93; o sea, por lo tanto esa es una realidad económica concreta que va a provocar lecturas distintas no solamente de los enemigos de las relaciones con Cuba, sino incluso de las personas que pueden estar interesadas en Cuba a partir de su estabilidad económica y lo que eso puede implicar en términos sociales. Esos son los factores, y creo que nadie tiene una respuesta absoluta de lo que puede ocurrir, pero a partir de ahí es como debemos analizar los acontecimientos.
José Antonio Arbesú: Esta es una pregunta hipotética. Por ejemplo, ¿qué podría favorecer la continuidad de la normalización? El levantamiento del bloqueo, la eliminación de la Base de Guantánamo. ¿Qué la puede entorpecer? Realmente, no me siento capaz de predecir qué puede suceder en la situación interna de Estados Unidos. Hay un filósofo que se llama George Santayana que dijo: “Aquel que olvida los errores del pasado está condenado a repetirlos”. No olvidemos que las últimas ocho administraciones norteamericanas, de Lyndon B. Johnson hacia acá, cuando tienen graves problemas internos crean un conflicto internacional. Eso está históricamente demostrado.
No es correcto comparar la situación de un país con la de otro. Vietnam está muy lejos de los Estados Unidos, y no solo hay que pensar en la derrota militar que le infligieron los vietnamitas, sino en las gigantescas manifestaciones que había dentro de la Unión, que influyeron mucho en el cambio de política, en no continuar con la confrontación, y pasar a la que han seguido con ese país; aparte de la eficiencia de la economía de Vietnam y de los propios vietnamitas, etc. Nosotros, por ejemplo, los enseñamos a sembrar café, y ahora son el segundo exportador de café del mundo y aquí casi no hay café.
Lo que quiero decir es que quizás no haya ningún tipo de incidente internacional que pueda afectar las relaciones con Cuba. Habría que ver la situación en América Latina, donde hay tres focos complicados: Brasil, Venezuela y México, los cuales pueden incidir no solo en la política de los Estados Unidos sino en la de la región.
Gail Reed: Ya hemos reflexionado sobre algunos temas de Trump, en particular su obsesión con revertir lo que hizo Obama. Si se aplica esta fórmula a Cuba, aun cuando las relaciones con Cuba no constituyen una prioridad para la actual Casa Blanca, puede ser un peligro; pero, por otra parte, está el gran aumento de las visitas, de los contactos con empresarios y otros sectores, etcétera.
Siguiendo lo que dijo Arbesú, hay un factor del que no hemos hablado: los dos pueblos. En el caso de los Estados Unidos —a raíz de los escándalos; los proyectos de ley que dejarían veintitrés millones de personas sin cobertura de salud; las impopulares políticas contra los inmigrantes, los derechos de las mujeres, los afronorteamericanos, los latinos, los minusválidos y de los pobres en general; los ataques de Trump contra la prensa y su evidente desprecio por la voz popular —está creciendo, por primera vez desde mediados de los años 70, un movimiento muy grande, multitemático, multisectorial, aún sin liderazgo concreto, pero que vale la pena mirar. Así que creo que es importante pensar en cómo insertar el tema de Cuba en la agenda de ese movimiento naciente, que ya se autodenomina “la resistencia”.
Por otra parte —en esto tengo que hablar como norteamericana cubanizada— hasta en la cuadra donde vive mi familia en La Habana preguntan por qué yo no voy a votar. Y todas las veces tengo que ir a la circunscripción y decir: “No, yo soy ciudadana norteamericana, yo voto en la Florida, yo no puedo votar aquí en La Habana”. ¿Pero por qué digo esto? Porque me siento en la obligación también de decir que creo que es preciso llegar, bajo el nuevo gobierno de Cuba que tome posesión en 2018, a un consenso firme, con participación pública, sobre el tipo de socialismo que se quiere en este país, y que esto sea la brújula no solo para la política interna, sino también para cómo se van a llevar las futuras relaciones con los Estados Unidos. O sea, creo que ese centrarse la dirección del país en el pueblo es lo que puede dar razón a los próximos pasos, porque, como dijo Arbesú, la historia nos demuestra que el gobierno de los Estados Unidos aprovecharía cualquier debilidad para tratar de imponerse nuevamente, y más un gobierno tan ideológicamente identificado con la extrema derecha, como este.
Sergio Gómez: Voy a tratar de organizar mi intervención a partir de las preguntas del público. Juan Carlos habló de los cambios desde que vino Obama, y a mí me preocupa esa perspectiva, porque esos cambios se iniciaron antes y han continuado, más lentos quizás después de esa visita. Condicionar los cambios en Cuba —lo decía al principio— a las relaciones con los Estados Unidos me preocupa no como analista ni como periodista, sino como cubano, porque tenemos que hacer los que consideremos necesarios, en las condiciones que consideremos necesarias, y por consenso social, y debate, por supuesto. Ver como una condición lo que piden los Estados Unidos puede activar fuerzas reaccionarias dentro de Cuba, y ser un elemento que haga retroceder esos cambios.
Sobre los aspectos que puedan favorecer la normalización, preguntaba Ovidio qué podría hacer Cuba. Mi criterio es que sigamos dando los pasos que creamos necesarios, y si los Estados Unidos los consideran positivos, bienvenidos, y si consideran que no, ya veremos.
Ovidio también habló del tema del presupuesto. En el proyecto de gastos que presentó Trump, él cortó de todos los lugares porque dio más para defensa y para la seguridad de la frontera; pero esa no es la única entrada hacia la contrarrevolución cubana y, además, está por verse si el debate dentro del Congreso va a aceptar una reducción tan drástica, porque Obama intento bajar cinco millones nada más, de veinte millones a quince, y lo que pasó en la Cámara baja fue que duplicaron la propuesta y finalmente se quedó en veinte millones. Así que no es la única fuente de subvención a la contrarrevolución, y no creo que ese monto llegue a cero, porque están parados en la Helms-Burton, y habrá un fuerte debate en el Congreso para no llevarlo a cero.
Quiero terminar con lo de Vietnam y continuar con la idea de Arbesú. Vietnam está, como dijo el profesor, muy lejos, y tiene al lado a China, y utiliza a los Estados Unidos como un contrabalance para el que considera “su” manifestación de imperialismo. Creo que esa es una muy buena lección que podemos aprender de los vietnamitas: los factores internacionales que pueden influir en la relación. Si el mundo tiende, con el crecimiento de Rusia y de China, al regreso de ese decimonónico concepto de balance geoestratégico entre las potencias, a un equilibrio entre ellas, y no vamos a una guerra nuclear, sería muy útil para Cuba utilizar ese equilibrio en su propio beneficio, es decir, que dentro del país haya una competencia sana entre China, Rusia, y los propios Estados Unidos. La experiencia histórica dicta que depender de una sola potencia no es beneficioso. No estoy hablando de que los rusos pongan bases militares ni nada por el estilo, sino de obtener algunos beneficios de estar en el medio.
Y solo para concluir, para eso, para lograr eso, es más necesario que nunca lo que decía el profesor, uno, estabilidad económica, dos, soberanía, soberanía, porque solo un gobierno que sea soberano puede tomar las decisiones que favorezcan al país, y hace falta unidad del pueblo cubano, y hace falta estabilidad política en un proceso en el que Cuba se avecina a un cambio.
John McAuliff: Voy a decir algo sobre Vietnam, para seguir con el tema de hoy: los vietnamitas tienen tres mil años de experiencia de cómo lograr ese balance, pero también cómo decir cosas muy lindas a los líderes de China, para reforzar la relación positiva mientras que hay un equilibrio político.
Tengo algunos puntos muy concretos para hacer este proceso de normalización más avanzado. Uno es la creación de un programa de intercambio profesional y académico de alto nivel, es decir, de escala larga, con una comisión binacional para hacer las prioridades y escoger los candidatos mejores para ir a conferencias en los Estados Unidos, y los que vengan a Cuba. El ejemplo de LASA cien veces más grande.
El problema ahora de los cubanos que quieren ir por razones profesionales o que son estudiantes, es el proceso de la visa norteamericana, pero todavía no es claro que no hay derecho a una visa para los Estados Unidos.
También debemos pensar con creatividad sobre el asunto de la base de Guantánamo. No hay ninguna duda sobre la soberanía cubana de Guantánamo, pero debemos hablar de un proceso de transición, tal vez hacer una free trade zone, un proceso de veinte años, bajo las Naciones Unidas, para recibir inversión norteamericana y de Europa, y vender al mercado norteamericano, o algo así. Hay otras ideas, pero debemos debatir las maneras de resolver este problema práctico de la base, del concepto que es territorio nacional de Cuba y nada más.
También necesitamos un proceso en Cuba para el registro, identificación y entrenamiento de guías privados para los turistas que vienen. Ahora hay un mercado negro de esta profesión. Hay mucha gente que trabaja ahora como guía y el gobierno no recibe impuestos de su trabajo. También se pudiera abrir una puerta a pequeñas y medianas empresas cubanas como agencias de turismo.
Otra cosa muy útil sería ofrecer ideas de lo que van a ser los cambios naturales en Cuba si termina el bloqueo. Cuando estuvo Mariela Castro en los Estados Unidos, hace tres o cuatro años, dijo que el asunto de un solo partido es consecuencia del bloqueo, que quizás después del bloqueo haya más. No es una posición de gobierno sino es idea suya, pero si es verdad que los Estados Unidos suspenden los fondos para “programas de democracia”, o sea, para la oposición, es posible darle un poco más de espacio, pero no con dinero de afuera. Si los Estados Unidos cierran Radio y TV Martí, tal vez Cuba pueda abrir la posibilidad de tener CNN, CBC, Fox News o BBC en los televisores las casas particulares.
Rafael Hernández: Quiero darle las gracias al panel. En Temas hemos comprobado que existe una ecuación entre el número de preguntas e intervenciones del público y la capacidad del panel para tratar una vastedad de problemas. Cuando el panel profundiza y elabora, como este, los problemas, el público tiene menos necesidad de intervenir.
Quisiera llamar la atención sobre un hecho: José Martí, que vivió los últimos trece años de su vida en los Estados Unidos, analizando su política decía, en una de sus frases extraordinarias: “En política, lo real es lo que no se ve”. Yo creo que los cubanos tienen una cultura política, dondequiera que estén, y cualquiera que sea su ideología, en preguntarse qué está pasando realmente; pero eso no se lo aplicamos al gobierno de los Estados Unidos. En este minuto se va más a la psiquiatría que al análisis político de las circunstancias en las cuales el presidente ejerce el poder. En un país donde tanta gente ha estudiado marxismo, eso es raro, porque el marxismo enseña que los intereses de poder reales, y los factores económicos reales —sobre los que han insistido una y otra vez nuestros panelistas— son fundamentales; no son los únicos, pero son básicos para entender la política, y lo que se dice a veces es exactamente lo que niegan las acciones que se están acometiendo.
Cuando Donald Trump, en un tuit, insulta la memoria de Fidel Castro, setenta y dos horas después de su muerte, el gobierno cubano no respondió una palabra. ¿Será que se dejó llevar por la idea de que lo que dice el presidente es política, y a eso se reduce, o será que considera que la política es más acciones reales e intereses reales que la declaración de un presidente?
La Trumpmanía que domina los medios de comunicación es un fenómeno cultural que habría que estudiar, y hago este comentario porque es algo que está al margen de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Creo que hay un soslayamiento del análisis a favor de una especie de fascinación por el monstruo. Analizar eso también tiene que ver con el análisis de la cultura política, y no me refiero solo a la norteamericana, la nuestra no está demasiado lejos.
John ha apuntado algo que independientemente de las grandes diferencias entre el caso vietnamita y el cubano, y las circunstancias geopolíticas, son comparables en el sentido de la geopolítica global. Los dieciséis generales que le escriben a la administración Trump diciéndole que no eche para atrás los acuerdos sobre Cuba”, ¿qué argumentan?, ¿la soberanía cubana? Argumentan que China y Rusia podrían llenar el espacio que Estados Unidos dejará vacío si no sigue caminando en la misma dirección, porque los temas de seguridad nacional con Cuba —que no será un gran mercado, pero es su frontera sur—, están presentes de manera fundamental en los acuerdos que se firmaron con la administración Obama. Eso es lo que dicen los dieciséis generales, ¿importa si son republicanos o demócratas?, ¿importa si respetarían la soberanía cubana o les parecería que el socialismo es una gran idea o no?, ¿o lo que importa son los intereses de seguridad nacional que pueden ser, han sido, y son en este caso, convergentes con los de Cuba?
Por último, quisiera referirme a un punto suscitado de una manera muy clara por Gail, sobre la estrategia de alianzas de Cuba dentro de los Estados Unidos. Creo que esa es una dimensión fundamental.
¿Quiénes son los socios de Cuba en los Estados Unidos?, ¿los amigos? Socio y amigo son dos cosas diferentes; aliados, socios, amigos, partners, interlocutores, todas esas son categorías diferentes en la política internacional. ¿Quiénes son aquellos con los cuales se podría encontrar intereses comunes aunque no haya otras cosas que comer juntos, en un momento de visión estratégica como el que ahora se requiere?
En ningún panel de Último Jueves se resuelven los problemas, sino se plantean de una manera clara y estructurada. Les agradezco mucho a los panelistas por haberlo hecho y al público, no solamente por haber hecho buenos comentarios y preguntas, sino por haber escuchado atentamente.
[1] Este intercambio fluido se ha visto frustrado con la decisión de la administración Trump, a finales de 2017, de cancelar la posibilidad para los cubanos en general —incluyendo académicos y científicos— de solicitar sus visas para viajar a los Estados Unidos en el consulado norteamericano en La Habana, obligándolos a trasladarse a terceros países para realizar este trámite, con las dificultades logísticas y financieras que esto implica.
[2] Después de las nuevas regulaciones emitidas por la administración Trump en noviembre de 2017, han disminuido sustancialmente las llegadas de norteamericanos a Cuba, salvo los cubanoamericanos.
[3] Decisiones más recientes de la administración Trump, “justificadas” por los supuestos problemas de salud descritos por diplomáticos de la embajada de los Estados Unidos en La Habana, han contribuido a enfriar nuevamente la atmósfera entre los norteamericanos, haciéndolos más tímidos a la hora de considerar viajar a la Isla o invertir en ella.
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