A través del grupo de WhatsApp ha comenzado hace unos minutos el debate de este Último Jueves de marzo, dedicado en esta ocasión a ¿qué turismo para qué país?
A continuación Catalejo publica las primeras intervenciones de los panelistas invitados:
Panelistas:
Antonio Diaz Medina. Profesor en Facultad de Turismo, Universidad de La Habana. Trabajó en Havanatur. Acumula veinte años de experiencia en el turismo, y otros veinte como diplomático. Colabora regularmente con la revista Temas.
Tania García Lorenzo. Licenciada en Economía y Doctora en Ciencias Económicas de la Universidad de la Habana. Especialista en dimensiones económicas de la cultura y relaciones económicas internacionales. Profesora invitada del Centro Nacional de Superación Cultural de MINCULT, miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País; de la Cátedra de Estudios del Caribe de la Universidad de la Habana y miembro de la UNEAC.
Yociel Marrero Baez. Ingeniero Ambiental. Director del Programa de Economía y Consumo Responsable de la Fundación Antonio Nuñez Jiménez de La Naturaleza y el Hombre. Hoy se empeña en implementar los conceptos de Gestión Empresarial Socio-Ambientalmente Responsable en el desarrollo de una "nueva economía" en Cuba.
Patricia Ramos Hernández. Economista y profesora universitaria. Co-fundadora de Knocking on Cuba, emprendimiento que aglutina a grupo de jóvenes profesionales, que se han dedicado (hasta la Covid-19) a gestionar itinerarios, transporte, experiencias y recorridos turisticos.
1.¿Qué modelo de turismo es el predominante? ¿El que prevalece en qué países? ¿Diferente a los de la Cuenca del Caribe? ¿Cuáles son sus rasgos? ¿Tiene características peculiares, propias de Cuba?
Antonio Diaz Medina: Nuestro turismo, desde la economía, se define como oligopolio, algo discutible si en él participan dos actores solamente: el MINTUR, cada vez con menor peso y Gaviota, que ocupa una posición dominante al ser la única que invierte y crece desde 2004. El sector privado es minoritario y concentrado en el alojamiento y la restauración.
Desde el producto que se oferta, es un modelo receptivo, donde, como modalidad, predomina la de “sol y playa”, con un turismo de ciudad cada vez con menor peso relativo, aunque con gran potencial no explotado ni concebido como tal. Creo que esto sucede porque Cuba todavía se resiente de prejuicios ¨seudoideológicos¨, atenuados por la necesidad, que anularon al turismo internacional hasta finales de los 80 del pasado siglo y que la crisis de los 90 convirtió en primera fuente de divisas.
Por la misma razón, los destinos de sol y playa, salvo Varadero y algún otro, permanecen aislados de la población circundante, debilitándolos al cercenarles el complemento que el cubano puede, debe y quiere darle.
Es diferente a los del Caribe en este mismo aspecto, mejorado desde 2008, cuando se levantó la prohibición para que los cubanos pudieran visitar los destinos en cayos y los hoteles ofertados en CUC. La otra gran diferencia es la ausencia del principal mercado de nuestra zona, Estados Unidos, lo cual, por un lado, estimula como en ningún otro destino del Caribe la llegada de canadienses y, por el otro, nos priva de un 50% de los ingresos potenciales.
El de sol y playa es un turismo más seguro que el del resto del Caribe, pero al que le falta el vínculo con nuestra sociedad, con el pueblo cubano y su cultura. Estas razones, y otras a establecer, lo vienen haciendo el más barato, el de menos ingresos por visitante del área, con una diferencia de 30% por debajo. El de ciudad, a pesar del encanto imposible de opacar con medidas administrativas, se resiente aún de una oferta más variada, diversa en ofertantes y creadora.
Tania García: Gracias por la invitación a participar en este encuentro virtual. “¿Qué turismo para qué país?” se enfoca con una mirada hacia el futuro. Porque el turismo ha ido transformándose con los cambios ocurridos en las sociedades y las economías. Así ha sido a lo largo de los tiempos. Ha enfrentado grandes pérdidas en los momentos de caída y ha dispuesto de alta capacidad para recuperarse. También la pregunta nos lleva a pensar en un mundo sin pandemia; responderse cuándo será posible es parte del optimismo.
La pandemia ha introducido en ocasiones, y acelerado en otras, cambios relevantes en todas las esferas de la vida de la sociedad, y por ello tendrá un impacto en ese futuro que queremos pensar y en los procesos sociales que tendrán lugar. Las sociedades que emergen de esta pandemia no serán las mismas, ni las motivaciones, las incertidumbres, los temores y las prevenciones serán iguales o parecidos; la desconfianza al consumo distante desplaza la demanda de lugares de esparcimiento hacia las cercanías. Ahora bien, qué modelo de turismo es una pregunta que parte de un concepto polisémico. Incluso, al decir de Miguel Figueras, no hay una definición “universalmente aceptada” de todas las producciones y servicios que conforman la actividad turística. En mi modesta apreciación, en Cuba y muchos países del Caribe, ha predominado el tipo “de sol y playa”, no solo por el resultado, sino por lo que observo en la intención de los diseñadores de políticas, que no han logrado transitar lo suficiente a un turismo fruto de incentivos diversificados y entretenimientos variados. En términos globales, son aún incipientes el turismo cultural, de salud, de naturaleza, de eventos. Por su cantidad y ampliación, ha pasado de ser un turismo de elite a masivo. En el Caribe aprecio mejor el paso de un turismo de descanso, a un turismo de búsqueda y enriquecimiento cultural, no obstante existir muchos “no lugares”. O lugares sin identidad.
Yociel Marrero: Es bien conocido que el modelo de turismo que prevalece en Cuba es el de “sol y playa”, desde instalaciones operadas en régimen de “todo incluido”. Este modelo tiene muchos años de implementación en el mundo, pero ha tenido su mayor arraigo en los grandes polos turísticos del Caribe, aunque en la última década ha comenzado a disminuir un poco su implementación se mantienen como principales centros en la región Punta Cana-Republica Dominicana, Cancún y Acapulco-México, junto a los polos turísticos cubanos. Ya hay muchos otros estados insulares del Caribe que han comenzado a alejarse de ese modelo, sobre todo por los altos consumos de recursos naturales (agua y energía, fundamentalmente), la gran producción de desechos que implica y los bajos márgenes de utilidades que reporta directamente a los países donde se emplaza y, por ende, la limitada contribución que hace al desarrollo socioeconómico de sus comunidades. En el caso de Cuba, se agrava esta situación por la alta dependencia que tiene al importar la mayoría de los recursos necesarios para el sector turístico.
Patricia Ramos: Me gustaría, en primer lugar, agradecer al equipo coordinador del panel la invitación a compartir mi experiencia como emprendedora en el ámbito del sector turístico. Soy Patricia, cofundadora de Knocking on Cuba, un emprendimiento que aglutina (o aglutinaba, siendo rigurosa y considerando la pausa involuntaria que ha significado la COVID-19) a un grupo de jóvenes profesionales, economistas la mayoría, que comenzamos incursionando en el ámbito de la gestión de alojamientos pero luego, en la medida en que crecimos como equipo y nos fuimos consolidando, incorporamos casi todos los servicios complementarios: organización de itinerarios, transporte, experiencias o recorridos, etc. Debo aclarar que no es un tema al que me haya acercado académicamente, por lo tanto, voy a compartirles mayormente mi percepción como emprendedora.
Considero que desde el despunte del sector en los años 90, en Cuba ha prevalecido un modelo extensivo de desarrollo, que se ha basado en la masificación, la incorporación de polos, la ampliación de capacidades y, por lo tanto, la variable clave sobre la que han descansado las campañas televisivas ha sido la cantidad de visitantes internacionales más que otras asociadas a indicadores como ingresos por turista-día, la rentabilidad o costo por peso de ingreso, el componente nacional de los costos del sector (para seguir los encadenamientos del sector hacia la industria nacional).
Este es un modelo típico de países subdesarrollados, que descansa en la ventaja que ofrecen sus recursos naturales, en este caso sol y playa. Por lo tanto, el derrame del sector hacia los territorios es lento, pues como generalidad los visitantes gastan poco y permanecen una parte importante de su tiempo en instalaciones que les garantizan el servicio de todo incluido.
Un elemento que caracteriza este modelo en Cuba es la preponderancia del sector estatal. Aunque desde su despunte en la década de los 90 hubo un espacio para un incipiente sector privado con la autorización para rentar espacios, la apertura de restaurantes, etc., se produjo cierta meseta en términos de personas autorizadas a ejercer el trabajo por cuenta propia, debido a una política de no expandir el sector no estatal de la economía, y no es hasta el año 2010 que progresa cierto estímulo al sector privado, se autoriza la contratación de fuerza de trabajo, y empieza a configurarse desde este sector una oferta mayor de servicios al turismo, que tuvo un impulso adicional significativo a partir del 17 de diciembre de 2014 tras la declaración de los presidentes Obama y Raúl.
2. ¿Cuáles han sido los principales logros del turismo como política económica? ¿Cuáles sus costos?
Antonio Díaz: Como principal logro está haberlo reiniciado y desarrollado. Que se haya convertido en la principal fuente de divisas por varios años no es su resultado, es simplemente la consecuencia del deterioro del resto de los sectores de la economía desde 1990, compensados temporalmente por los servicios de salud al exterior, que ya no logran superarlo en ingresos. El sector turístico ha creado más de cien mil empleos directos y otros cientos de miles indirectos, pero en una medida que no llega ni al 50% del potencial de la oferta cubana. Ha sido ¨una locomotora con muy pocos carros¨.
Pero esto no es responsabilidad total del turismo, la principal causa radica en las políticas económicas aplicadas en el país, analizadas y criticadas por la mayoría de los economistas cubanos, reconocido hace diez años por el Partido y el Estado que han diseñado cambios para revertir la situación, prácticamente congelados hasta hoy, que al fin parecen comenzar a aplicarse.
Algunos economistas cubanos critican, sin fundamento en mi opinión, que el modelo de turismo cubano está mal concebido al depender de los turoperadores, lo que impide tener menos peso en el valor añadido del producto que ofertamos. Pero estos especialistas no parecen conocer las interioridades de este negocio, sobre todo para un destino de sol y playa y algo de ciudad, enclavado en el Caribe. La dependencia de los turoperadores ha sido imprescindible, de hecho, los primeros fueron creados por Cuba a inicios de los 90, cuando Havanatur creó empresas de este tipo en más de diez de los principales mercados emisores de Canadá, Europa y América Latina.
Sus costos ecológicos no han sido significativos en los entornos no humanos, hablo del resto de las especies biológicas y su hábitat. Para la sociedad cubana sí. Primero, de forma muy negativa al negarse el principal producto turístico del país al mercado doméstico, a los cubanos, por casi veinte años, lo que vino a resolverse en 2008. A esto se añaden las limitaciones aún presentes para que el emprendimiento cooperativo y privado, en inteligente y fructífera conexión con el estatal, revolucione la oferta turística cubana, tanto de los destinos de sol y playa, que hay que ensanchar para que integren a toda la sociedad local donde están enclavados, como en las ciudades, donde su posición en el alojamiento y la restauración ya es muy valiosa, y en otras áreas, como la rural, donde apenas tiene presencia en Viñales y Trinidad.
Tania García: El turismo, como sector económico, es de una relevancia indiscutible. Sus virtudes son innegables porque participa con presencia activa en los cuatro fundamentales económicos. A saber, gesta economía para el PIB (un estudio indicó que, en Cuba, en un momento anterior, aportó 7%); genera empleo; influye en la Balanza de Pagos y sus empresas aportan al presupuesto de la nación. Pero hemos de exigirle más, porque demanda un altísimo nivel de inversión, tanto en hoteles como inducida en el resto de los sectores económicos vinculados. Y es que el turismo, en tanto actividad económica, es multisectorial. Pudiera ser una verdadera locomotora de la economía, si los insumos provienen básicamente de la economía interna, claro que con la calidad requerida. Si la economía interna no satisface esos requerimientos, entonces lo hace altamente dependiente del mercado externo, no solo por los clientes que arriben, sino también por los recursos que movilizar para su pleno funcionamiento. O sea, la efectividad de la política económica en este sector depende de su capacidad de arrastrar al resto de los sectores de la economía nacional.
Es cierto que este sector puede aportar liquidez al circuito económico nacional por la velocidad de rotación, pero solo en la medida en que tenga un sistema financiero eficiente y sin atrasos. Sin estadísticas públicas que permitan evaluar la eficiencia del turismo en términos de ingresos netos, es molesto ofrecer consideraciones, pero dos elementos me parecen relevantes. 1) ¿cuál es el nivel de los costos hundidos de este sector, (aquellos incurridos en el pasado y que no han sido recuperados)? y 2) ¿cuál es el nivel de riesgo que sus inversiones pueden soportar? Estos dos elementos son importantes porque las inversiones extranjeras directas tienen una presencia relevante en el sector turístico, en todo el Caribe y pareciera que Cuba no es una excepción. De la misma forma, en la Cartera de Negocios de Cuba, el turismo tiene una importante presencia. Eso hace pensar que la utilización de las capacidades y su rendimiento debe ser parte fundamental de los estudios de factibilidad.
Patricia Ramos: El principal logro está en el efecto multiplicador que generó el sector hacia el resto de los sectores de la economía, en los peores años de la crisis de los 90. El turismo se constituyó en sector pivote, se generaron encadenamientos hacia la agricultura, la construcción, los servicios de mantenimiento, la transportación, la industria manufacturera, entre otros, que lo convirtieron en sector locomotora. Fue un sector que haló vagones. Así, durante muchos años los ingresos asociados al turismo fueron la primera fuente de ingresos por exportaciones de Cuba, hasta que en el año 2005 la exportación de servicios profesionales (médicos fundamentalmente) pasaron a ocupar este escaque.
Ahora bien, considero que el cuestionamiento fundamental en sentido general está en la apuesta sostenida a este sector de manera predominante. El país necesita generar bienes, riqueza material, y no habrá un cambio estructural en el país si no se produce un cambio en el patrón de especialización productiva. Cuba tiene un sector industrial y manufacturero urgido de atención. Por lo tanto, la apuesta a ultranza por este sector introduce una vulnerabilidad que nos ha acompañado por décadas, asociada a la característica de monoproductores, con los riesgos que implica colocar todos los huevos en la misma cesta. Experiencia, en este sentido, acumulamos.
Hay otros elementos que pueden considerarse costos, y que tienen que ver más con el modelo seguido por el sector en lo interno. Podría mencionar aquí tres aspectos:
a) Primero, el énfasis en el producto de sol y playa y su proliferación a través de la variante “todo incluido”. Esta modalidad ha demostrado sus limitaciones para transitar a un modelo intensivo y sus costos para un manejo ambiental responsable.
b) Segundo, la limitada oferta extrahotelera. (Abro un paréntesis: el lanzamiento por la plataforma Airbnb, en 2016, del producto “Experiencias” fue una demostración contundente del potencial creativo dormido, esperando la oportunidad, no para despertar, sino para saltar de la cama. La oferta extrahotelera emergida tras esta oportunidad, de manos del sector privado, abrió un camino que no debería cercenarse. Llegaron a existir más de quinientas experiencias activas oficialmente en el mercado Cuba. Experiencias por oposición a los tours tradicionales. Fue un producto novedoso, personalizado con un espectro que iba desde intentar enseñar sobre la complejidad de los mercados, hasta la pesca responsable en el Malecón, la cultura afro, la comida tradicional, la comunidad masónica, la fotografía, experiencias de baile, tatuajes, recorridos en bicicleta, visitas a familias campesinas... la lista es interminable.
c) Esto último, me lleva al tercer elemento, que tiene que ver con que no hay una concepción integradora de la oferta turística. El fenómeno se continúa enfocando de forma dicotómica. Como si la competencia fuera entre el sector estatal y el privado, en lugar de entre Cuba y el resto de los destinos que se le parecen. Eso no es pensar como país. La inestabilidad del marco regulatorio para la operatoria del sector privado da cuenta de ello.
Un ejemplo, es la resolución que, en el verano de 2017, interrumpió el otorgamiento de 27 tipos de licencias por tiempo indefinido (que llegó a superar el año), incluyendo algunas vinculadas al turismo, directa o indirectamente, como el arrendamiento de habitaciones y viviendas, la gestión de alojamientos, los servicios gastronómicos, y otras, bajo el amparo de las cuales se ofrecían determinados servicios (experiencias, por ejemplo). Esto fue irresponsable y hasta irrespetuoso. Fue una pausa inesperada que dilató la recuperación de inversiones iniciadas, desmembró proyectos que quedaron interrumpidos y, sobre todo, donde yo creo que radica el costo fundamental, laceró la confianza de la población, en tanto fue una demostración de lo fluctuante del marco regulatorio en el que descansan las decisiones de inversión que acometen los privados en Cuba. Yo pregunto que sería del tejido empresarial estatal si cada vez que aparece un funcionario corrupto en una empresa, la decisión fuera cerrar la empresa. No es lo racional.
Por último, en la llamada “lista negativa” de actividades por cuenta propia recientemente publicada –aunque es una medida esperada y bienvenida por el cambio de concepto– sorprende la prohibición, por ejemplo, a organizar determinadas actividades turísticas. En la práctica, esto es una barrera de entrada al sector privado que protege las cuotas de mercado de las agencias que hoy se dedican a ello.
3. ¿En qué medida el turismo ha manejado eficazmente los recursos del medio ambiente? ¿Cómo ha sido su balance sobre el medio natural y el construido? ¿Es posible medir los aportes y los costos del turismo sobre estos ambientes?
Antonio Díaz: Para mí, la diferencia entre el medio natural y el construido no existe. Todo lo construido por el hombre es natural, es parte de su naturaleza, es su aporte como especie, por más que algunos de estos aportes son daños innecesarios a todos los seres vivos, él incluido.
Pude ver en África “rascacielos” hechos por hormigas, que son mil veces más altos que ellas y que, además, destruyen el suelo donde son construidos, haciéndolos inservibles para que crezcan otras plantas o el hombre pueda cultivarlas. Y a nadie se le ocurre decir que estos “edificios” no son naturales. La naturaleza humana de crecimiento y enriquecimiento constantes, afecta al resto de la naturaleza, que se defiende tratando de paliar el desequilibrio ecológico provocado por los seres humanos. Veo la pandemia como una posible muestra de esto. El efecto pandemia se irá diluyendo, pero dejará huellas imperecederas en cómo nos relacionamos y viajamos.
De lo que se trata ahora es de que mutemos hacia el reconocimiento de que, como civilización, pasamos ya la edad en que podíamos seguir creciendo y se impone extender nuestra existencia hasta lo que para un ser humano serían 90 años –tenemos, como civilización, más de 50, según mi estimado. En dos palabras: reconocer que estamos viejos como especie y no vale la pena negar la edad.
El turismo es parte de la naturaleza humana hoy, es una de las miles de mutaciones de la civilización. Pero hay una presión fuerte por que toda la oferta, sobre todo de alojamiento y transporte local, tenga daño cero a la naturaleza. Hay un rechazo a la gentrificación generada por el turismo en varias ciudades. Todo esto ya es medido y denunciado por la ciencia y la sociedad. En Cuba no es significativo el daño, pero algunos destinos ya peligran si continúa el crecimiento incontrolado del turismo: La Habana Vieja, Viñales, Trinidad. Hay que defenderlos de la misma manera que luchamos por la conservación del tigre, los elefantes y los habitantes del mar.
Pretender volver a los niveles de la operación turística de 2019 y seguir creciendo a partir de ahí no puede ser el objetivo. Podemos tener 30% menos de visitantes con los mismos ingresos económicos si mejoramos la oferta. Por aquí está el camino, que no parece tomarse, pues continúa la inversión desmedida en nuevos hoteles y paradójicamente no se reparan y mejoran los ya existentes donde tenemos una ocupación por debajo del 50% y fuera de servicio cerca del 20% de las habitaciones ya existentes.
Tania García: Según una encuesta que conocí, gracias al Dr. José Luis Perelló, 58% de los turistas encuestados priorizan el turismo sustentable, seguro y respetuoso con el medio ambiente. Eso es, al menos, una buena intención, aunque la proporción sea menor que la que debiera, porque la vida ha demostrado que existe una enorme deuda con el medio ambiente. El turismo de cruceros se ha convertido en uno de las modalidades más destacadas en los últimos años. Es, a no dudar, un consumo de prestigio y también de los que más afectación provoca al medio ambiente. Y esto lo destacan Perelló y Rafael Betancourt porque puede ser una amenaza para el patrimonio construido y la infraestructura urbana, debido a la congestión que genera; por el incumplimiento de regulaciones medioambientales para la operación de embarcaciones en áreas marinas protegidas; así como por la falta de indicadores para medir sus impactos y de estándares para aplicar a su gestión.
En Cuba es conocido y reconocido el esfuerzo que se hace, en el contexto de la Tarea Vida, para la protección del medio ambiente; sin embargo, quisiera hacer énfasis en la altísima demanda de recursos energéticos del sector turístico, incluidos los combustibles e hídricos, y en la necesidad de evitar desperdicios y la contaminación de los mismos. Se está muy lejos todavía de alcanzar un uso racional de estos recursos naturales que, si bien son, en parte, renovables, se corre el peligro de que el incremento de su uso y la contaminación superen su capacidad auto regeneradora. Esto está particularmente referido a determinadas ofertas que pueden provocar desbalances de difícil solución como, por ejemplo, los campos de golf.
Yociel Marrero: En la primera etapa del desarrollo turístico en Cuba no se tuvo mucho en cuenta los impactos sobre el medioambiente, la imperiosa necesidad de su expansión lo impidió. Hay que reconocer que en estos últimos diez años las políticas y estrategias del desarrollo turístico han tenido bien presente las interacciones y efectos con los recursos naturales, al promover acciones de conservación y regulaciones apropiadas para las inversiones y la explotación de las zonas turísticas. Pero aún no es suficiente. Para que el turismo en Cuba se acerque al idílico postulado de “industria sin chimeneas”, tiene que concebir sus instalaciones con los requerimientos tecnológicos más actuales de la gestión ambiental, que disminuyan los niveles de consumo de recursos naturales (agua y energía) y con un sistema de manejo de los desechos más eficaz, empezando por la reducción al mínimo posible el uso de plásticos y otras sustancias contaminantes. Hay que aplicar variantes ya probadas en los sistemas de riego de la jardinería, la climatización y las lavanderías, que reduzcan la huella ecológica de la actividad turística. Se debe promover, entre las inversiones del turismo, el apoyo a iniciativas locales de conservación de la biodiversidad que restauren y protejan los hábitats naturales.
Las instalaciones turísticas que se construyan tendrán que ser bioclimáticas, adaptadas a nuestras cada vez más elevadas temperaturas, con un sistema de ventilación que reduzca la necesidad de climatización y el uso de iluminación artificial. Hay nuevos tipos de construcciones, materiales y técnicas, desarrollados en centros universitarios nacionales, que, al mismo tiempo que garantizan la durabilidad de la inversión y no implican el uso de más recursos, pueden hacer que las nuevas instalaciones tengan mejor calidad por su integración a los demás elementos del ecosistema.
El trabajo desarrollado para la protección de las dunas costeras en las principales playas del país es meritorio, acción que garantiza fundamentalmente la belleza y mantenimiento del atractivo de estas áreas turísticas.
Para medir certeramente los aportes y costos del turismo hay que elaborar indicadores propios de nuestra realidad, concretos, y que se enlacen con todos los aspectos socioeconómicos en los que debe influir el desarrollo turístico.
Patricia Ramos: Indiscutiblemente, hay efectos ambientales adversos tras un modelo de crecimiento extensivo. El incremento del turismo de ciudad genera un aumento de la basura del que considero que se podría sacar provecho; sin embargo, siento que las iniciativas que surgen descansan más en los individuos que en una política intencionada desde las autoridades locales. Al menos desde mi percepción como gestora de alojamientos y ciudadana, hay mucho por hacer desde el punto de vista educativo, comunicacional, y luego en la creación de condiciones materiales para la clasificación y procesamiento de la basura. Hoy todo va a un mismo lugar: pomos, envases, botellas, cajas, etc., y esto es como muy básico, es el primer paso, digamos.
Recuerdo haber participado hace algunos años en la conferencia de un exministro de Costa Rica, en los marcos de un evento en la Facultad de Economía, y él contaba cuál era el concepto tras el modelo turístico de Costa Rica. Decía que era un modelo por oposición al de Cancún. La línea de mensaje en campaña que proyectaban era: “Mande sus hijos a Cancún; usted, venga a Costa Rica”. Apostaron por un segmento responsable, con muchos menos visitantes, de poder adquisitivo medio-alto. Creo que ahí deberíamos mirar para buscar aprendizajes tras nuestra experiencia reciente.
4. ¿Hasta qué punto el turismo, en su conjunto, ha valorizado la cultura y el desarrollo social? ¿Los ha puesto al acceso de los visitantes? ¿Los ha favorecido? ¿Dado a conocer? ¿Ha incidido en la imagen del país? ¿Por qué?
Antonio Díaz: En nuestro caso, no se entendió el turismo como lo que es, un fenómeno social, nacido en el siglo XVIII inglés-europeo, devenido principal motivo de los viajes y que genera hoy la mitad de los viajes internacionales y una demanda sólida en destinos que crean una oferta de dimensiones tales, que lo llevan a ser considerado incluso como uno de los primeros sectores de la economía. Cuba lo asumió como esto último, una fuente de ingresos, de exportación de servicios que generan los recursos que el país necesitaba, y necesita hoy, desesperadamente.
El turismo es, en primer lugar, un problema social, y por tanto cultural; no reconocerlo nos lleva al modelo que explicamos en otra respuesta, que intenta desconectar a los visitantes turistas de la sociedad local. Esta desconexión trae aparejados otros problemas para la cultura, pues contribuye a la creación de “productos culturales” solo para turistas, que desnaturalizan nuestra esencia cultural.
Creo que el turismo no ha favorecido la cultura ni el desarrollo social en las localidades donde se practica todo lo que puede y debe, aunque sí ha tenido impacto en toda la sociedad, incluso en las motivaciones de estudios superiores de los jóvenes cubanos, y no solo por el potencial de ingresos que pudieran obtener, sino, sencillamente por ser la “primera industria” nacional.
En los años 90 escuché a un alto jefe militar cubano expresar su preocupación por la imagen que de Cuba se llevaban los turistas que nos visitaban, pues entre los cubanos que se relacionaban con ellos primaban los antisociales. Esto se ha ido superando con los años, con el aumento de las relaciones de los visitantes con la aplastante mayoría sana de la sociedad cubana, no así con la entrada del mercado doméstico a todos los destinos. Y todo esto ha incidido, como es natural, en la imagen del país de forma negativa, como la anécdota anterior califica.
Tania García: El turismo es, ante todo, una industria cultural, porque su contenido es el intercambio pueblo a pueblo, entre visitantes y residentes. Es un encuentro en busca de conocimientos recíprocos. Siendo su riqueza cultural e intelectual el mayor patrimonio atesorado por los pueblos, la creación cultural y los procesos culturales que tienen lugar en cada sitio, brindan la oportunidad de diferentes miradas al turismo y la posibilidad de ofrecer nuevas modalidades de turismo cultural y patrimonial.
No se trata, por tanto, solo de atraer más turistas a visitar los espacios geográficos, sino de que se brinde como motivación principal, la riqueza creativa de sus artistas, intérpretes, escritores, pintores, cineastas, y conocer la leyenda e historia de los bellos lugares, reconocidos algunos de ellos, como Patrimonio de la Humanidad. La producción y los procesos culturales no son solo un valor añadido al producto turístico, debieran ser su esencia misma. Por eso pienso que la proyección nacional del turismo en Cuba aún no ha valorado suficientemente la cultura y el desarrollo social. No se trata de adornar el turismo, de mostrar la cultura en una vitrina, lo que en ocasiones ha terminado siendo una caricatura. Por otra parte, no se puede enclaustrar a millones de turistas en los hoteles, por amplios que estos sean. El turista debe disfrutar de la cultura en los espacios donde se crea, en los teatros, galerías, museos, ferias y exposiciones; participar en las fiestas populares.
Pero ese ha de ser un proceso inducido de común acuerdo entre operadores políticos y promotores culturales. Y esta también es una forma de promover la producción cultural del país, o sea, un proceso donde todos podemos ganar. Esa es la relación cultural de la Agenda 2030. La proliferación de las rutas turísticas, ya practicada en Cuba, tributa a la necesidad de diversificación de la oferta turística y de los beneficios del turismo cultural para el sector. Esto permite operar hacia la desestacionalización de la demanda, impulsar la economía local y contrarrestar el impacto ambiental.
Yociel Marrero: Es innegable que el turismo ha influido en la valorización de algunos aspectos de nuestra cultura y en la mejora de la vida de múltiples sectores sociales. El aumento exponencial en estos años del número de visitantes extranjeros ha propiciado una interacción directa con nuestra población y un conocimiento más veraz de nuestros valores como nación, lo cual influye en la imagen del país. Por supuesto, corremos el riesgo de algunas distorsiones, a partir de que el desarrollo turístico no ha estado sustentado completamente en la amplia diversidad de aspectos culturales de nuestra sociedad y debe ser un propósito, en el proceso de organización y diversificación en que se encuentra el turismo, que sea más notoria su influencia en el desarrollo social.
Patricia Ramos: Pienso que en esto hay pendientes también. De hecho, parte de nuestra motivación de inicio, como emprendimiento, era alejar a los clientes con nuestra propuesta –desde los alojamientos, hasta las charlas organizadas en recorridos y experiencias que diseñamos– de la lógica estereotipada respecto a Cuba, que sentíamos que prevalecía en la oferta tradicional que encuentran los viajeros internacionales cuando llegan a través de turoperadores y otros canales formales.
Cuba es un país muy singular. Sus glorias, sus carencias, su historia sorprendente, su talento musical, su sistema político, su economía. Hay mucho que mostrar de la Cuba real, alejado de los clichés predominantes que giran en torno al tabaco, el ron y las bailarinas de Tropicana. Pienso que alianzas intencionadas del sector estatal y la autoridad del ramo con la comunidad de arrendadores y demás actores privados y locales vinculados a la actividad turística (de manera directa o indirecta) podría complementar y ayudar a configurar una imagen Cuba mucho más cercana a la realidad, que es muy diversa.
Por poner un ejemplo, recuerdo con entusiasmo charlas muy apasionadas con una colega de profesión y también del ámbito del emprendedurismo, que diseñó una experiencia, que promocionó primero a través de Airbnb, donde la mayoría de las actividades que se incluían en su recorrido se desarrollaban en su territorio. Se visitaba el Museo de la localidad, por ejemplo, y a los pocos meses de esta iniciativa, hubo una explosión de visitas al Museo a partir de este empuje y del interés que empezó a despertar en los viajeros estos intercambios hacia la cultura local, con el consecuente derrame hacia las economías personales de todos los que empezaron a sumarse y aportar al proyecto.
Ejemplos hay muchos, pero no quiero basar mi intervención en anécdotas. La idea que me gustaría remarcar es que hay mucha Cuba que mostrar fuera de las cuatro hermosas Plazas de la Habana Vieja. Eso es valorizar la cultura y promover que, con el turismo, se produzca un derrame social que avance indetenible. La única manera de lograrlo es con un manejo integral del sector, que considere las ventajas tanto de las grandes instalaciones hoteleras como de los pequeños y medianos negocios que han apostado por insertarse en el sector y aportar de alguna manera.
5. ¿Qué importancia tienen los actores y factores locales para el desarrollo turístico? ¿Cuál es su capacidad para controlar el impacto del turismo sobre el desarrollo local? ¿Sobre los recursos del territorio? ¿Sobre las inversiones externas? ¿Sobre la vida social y cultural?
Antonio Díaz: El impacto local hoy en día es mínimo, por ser nuestro sistema de gobierno centralizado en extremo, algo que, reconocido hace años, ahora viene reflejado en los cambios priorizados por el país. Pero tomará tiempo lograr la descentralización necesaria, no solo cambiar las regulaciones, sino a los seres humanos encargados de asumirla, aplicarla, gobernar desde abajo, sin esperar directivas y decisiones sobre lo que se puede hacer. No se resuelve esto dándole preparación a los que dirigen hoy, sino depurándolos por sus resultados, manteniendo los pocos que tengan realmente posibilidades de asumir la nueva realidad y promoviendo a los miles de cuadros potenciales que realmente pueden hacer el cambio.
Los actores locales no pueden controlar el impacto, no controlan tampoco la inversión, el desarrollo, e incluso, su participación, y en qué términos, cuando esta se logra. Lo que veo en un pueblo como Bauta –donde pasé buena parte de la pandemia– es realmente pobre en dirección económica y política. No hay iniciativa alguna, control débil, con apenas los resultados imprescindibles para evitar el caos.
A pesar de todas las trabas para que no haya contacto entre turistas y población, abundan ejemplos de esta conexión, casi siempre con las mejores experiencias para ambos. Se sabe que los turistas tienen un contacto permanente con los trabajadores de los hoteles y demás servicios que reciben, pero esto es solo una ínfima parte de lo que demandan y necesitan para sentirse en Cuba. Presencié, en los inicios de Cayo Largo del Sur como destino paradisíaco de sol y playa, un hecho supuestamente “insólito”. Los cubanos que allí trabajaban pernoctaban en un pueblito, separado varios kilómetros de la planta hotelera y, aun así, varios turistas se las ingeniaban para, en las noches, compartir con ellos en un modestísimo centro nocturno, un bar abierto, con música grabada, denominado “La Chusmita”, casualmente el mismo nombre que cariñosamente los trabajadores de la Textilera Ariguanabo le daban a la cafetería donde por muchos años trabajó mi madre.
Cuba es el país del Caribe con el menor ingreso por turista. Si se quiere crecer en este indicador es necesario entender estas necesidades de los turistas que nos visitan.
Tania García: Cuba, al igual que el Caribe, tiene en el turismo, uno de los ejes principales de acumulación. Fruto de diversos comportamientos adversos, tanto de origen interno como externo, y principalmente por la pandemia que ha estremecido al mundo a partir de los inicios del 2020, el país y este sector económico están enfrentando uno de los períodos de crisis más abarcadores y prolongados de su historia. Su recuperación depende de sus esfuerzos coordinados, pero también de múltiples factores externos. No solo de los que determinan la emisión del turismo sino, y principalmente, de las cadenas internacionales de suministros. Los pronósticos anuncian que el renacimiento tendrá lugar de forma paulatina, porque dependerá, ante todo, de la recuperación de la motivación por el consumo distante. Ahora bien, en la actualidad, y de forma simultánea con la pandemia, con el bloqueo, con sus insuficiencias internas, el país enfrenta la reestructuración de su modelo económico.
Para avanzar en la reforma aprobada por sus máximos órganos de gobierno y político, este sector debería transformarse de una estructura y funcionamiento de enclave y monopólica, a una que se corresponda con la estructura y funcionamiento general del modelo que se asumirá, que se supone gane en importantes grados de descentralización y diversas formas de propiedad. Un modelo de desarrollo que ha trasladado al territorio el eje fundamental de acumulación necesita un programa de turismo que también se asiente en este, la región y la nación, y un sector económico que mida sus resultados no solo por la cantidad de turistas y el apoyo o respaldo a las emergencias económicas del país, sino por la correlación entre planta hotelera-arribos y rendimiento por peso de inversión, o sea, por la eficacia y la eficiencia del patrimonio económico del país que tiene a su cargo.
Yociel Marrero: Los actores y factores locales tienen que convertirse en los más importantes interlocutores activos del desarrollo turístico, por lo que hay que empoderarlos, capacitarlos y hacer funcionar una estructura que potencie su participación en el control y toma de decisiones en el desarrollo turístico de sus territorios.
En las inversiones y su proceso de toma de decisiones (como en todas las áreas del turismo) hay que traer nuevas voces que representen diferentes sectores sociales. La estructura para las inversiones que existe en cada municipio (grupo, vicepresidencia, dirección, como se le llame) debe ampliar su alcance y tener adscrita una estructura con membresía multisectorial para evaluar las inversiones en su territorio, aunque estas sean de carácter nacional, e intercambiar propósitos con la entidad inversionista responsable. Dilucidar de forma participativa preguntas como: ¿En dónde y en qué se necesitan más inversiones?, ¿qué criterios vamos a usar para evaluar una inversión como ventajosa, y a su inversionista como un partner seguro?, ¿invertir en recuperar lo existente o en construir nueva infraestructura?, ¿en formar y actualizar las capacidades técnicas y profesionales de nuestra fuerza laboral?
Es la única manera de saber qué tipo de turismo queremos, para poner en práctica la conceptualización y la “visión de la nación” que hemos concebido. Toda inversión y proyecto tendrá que partir de su proyección social y ambiental como única forma segura de obtener los esperados rendimientos económicos y el soporte a las políticas sociales. Las inversiones tienen que concebirse, desde el comienzo, utilizando fuerza de trabajo y recursos locales para garantizar que contribuya directamente al bienestar del territorio donde se realizan.
Patricia Ramos: A los actores locales se les otorga una mayor o menor importancia para el desarrollo del sector, en función de si son receptores de políticas verticales o protagonistas de la actividad turística en sus territorios. Identifico, haciendo una simplificación muy básica, dos “modelos”: el modelo Varadero y el modelo Viñales. En el primero, la localidad gestiona los impactos y las consecuencias de un tipo de desarrollo impuesto, en el que las decisiones sobre el polo turístico se toman centralmente. Mientras, en el segundo, los actores locales son causantes del desarrollo del sector, impusieron los ritmos y caminos del crecimiento. La inmensa mayoría de la economía local depende del turismo que ellos decidieron construir. En el caso de las urbes grandes como La Habana es más complejo y puede haber una combinación de estos modelos. Siempre habrá externalidades positivas y negativas sobre la localidad.
Respecto a las inversiones, pienso que potenciar la inversión extranjera a nivel local, dotando a los consejos de la administración municipales (CAM) de la capacidad de aprobar proyectos de inversión de menor envergadura, puede ser un elemento que agilice la movilización de recursos. En el caso de municipios “apagados”, esta sigue siendo la vía más expedita y eficiente para que se haga la luz. Sin embargo, la cartera de oportunidades de inversión extranjera 2019-2020, recientemente publicada, es presa aún de un enfoque sectorial y vertical como la propia Ley 118 de 2014 que respalda la actividad inversionista. Aun cuando los territorios serán los principales receptores físicos de los proyectos que surjan, y probablemente los mayores proveedores de la fuerza de trabajo a emplear, los CAM no están presentes en los niveles de aprobación considerados, así que funcionan bajo una lógica “precio aceptante”. Modificar esto en la concepción y en la acción es un inmenso desafío. En el ánimo de horizontalizar y confinar prácticas vetustas, se considera que el territorio, como soporte, tendría que tener voto.
6. ¿Debería transformarse el turismo para servir mejor al modelo de desarrollo nacional? ¿Para hacerse coherente con su estructura mixta? ¿Qué debería mantenerse? ¿Qué debería ser cambiado?
Antonio Díaz: El subdesarrollo económico del país afecta al turismo; es el destino el que atrae a turistas, y el asunto está en desarrollar al país sin cambiarle sus esencias. Tiene que seguir siendo el más humano, solidario, altruista y hospitalario que pueda esperarse.
El turismo no ha podido ser el pivote del resto de la economía nacional en todo su potencial. Las razones ya las abordamos en parte. El bloqueo ha jugado su papel nefasto en algunos de los sectores que podían haberse desarrollado más, como el transporte aéreo, donde estamos obligados a pensar creadoramente hacia una política de mayor libertad del aire.
Pero ha sido el llamado “bloqueo interno” el que, por ser el único que podemos eliminar, nos ha hecho más daño evitable. Los cambios actuales parecen enrumbados hacia una Reforma Económica que si no es todo lo profunda que se necesita, no tendrá el impacto que hace falta también en el turismo. Y este sector puede y debe ser el líder de esta profundización si:
1. Convierte al MINTUR en la dirección metodológica y el concierto estratégico de promoción y desarrollo del destino, deshaciéndose de la dirección administrativa.
2. Independiza totalmente las empresas del turismo, otorgándoles el control total de su gestión.
3. Pasa Gaviota al sector civil de la economía y divide a sus componentes en las empresas independientes que sean necesarias: Grupos hoteleros, Gaviota Tours, etc.
4. Mantiene los Grupos hoteleros nacionales y perfecciona los atributos del producto que define a cada uno de ellos.
5. Disuelve las OSDE que no sean económicamente justificadas; en primer lugar, Viajes Cuba, que es solo la suma de todas las agencias de viajes subordinadas al MINTUR.
6. Revisa los resultados de los contratos con los Grupos hoteleros extranjeros, que tanto nos han dado, pero de los que tan poco hemos logrado aprender, como nos pidiera Fidel.
7. Se deshace de todas las trabas para desarrollar el emprendimiento cooperativo y privado en el sector, encadenado o no al estatal, sobre todo en el de agencias de viajes, guías de turismo y demás actores claves para revolucionar la oferta de tours, vivencias y experiencias que la sabiduría y cultura del pueblo cubano puede y quiere aportar al producto turístico cubano.
8. Disuelve las barreras que desconecten artificialmente al turista del pueblo cubano, sin menoscabo de la protección ecológica que ese pueblo cubano necesita y demanda, tanto de sus valores y cultura, como del resto de la naturaleza que disfrutamos.
9. Aplica una estrategia coherente para aumentar el ingreso por turista.
10. Rectifica la política de inversiones hacia el rescate de lo ya construido, perfeccionándolo de paso.
Tania García: Cuba, al igual que el Caribe, tiene en el turismo, uno de los ejes principales de acumulación. Fruto de diversos comportamientos adversos, tanto de origen interno como externo, y principalmente por la pandemia que ha estremecido al mundo a partir de los inicios del 2020, el país y este sector económico están enfrentando uno de los períodos de crisis más abarcadores y prolongados de su historia. Su recuperación depende de sus esfuerzos coordinados, pero también de múltiples factores externos. No solo de los que determinan la emisión del turismo sino, y principalmente, de las cadenas internacionales de suministros. Los pronósticos anuncian que el renacimiento tendrá lugar de forma paulatina, porque dependerá, ante todo, de la recuperación de la motivación por el consumo distante. Ahora bien, en la actualidad, y de forma simultánea con la pandemia, con el bloqueo, con sus insuficiencias internas, el país enfrenta la reestructuración de su modelo económico.
Para avanzar en la reforma aprobada por sus máximos órganos de gobierno y político, este sector debería transformarse de una estructura y funcionamiento de enclave y monopólica, a una que se corresponda con la estructura y funcionamiento general del modelo que se asumirá, que se supone gane en importantes grados de descentralización y diversas formas de propiedad. Un modelo de desarrollo que ha trasladado al territorio el eje fundamental de acumulación necesita un programa de turismo que también se asiente en este, la región y la nación, y un sector económico que mida sus resultados no solo por la cantidad de turistas y el apoyo o respaldo a las emergencias económicas del país, sino por la correlación entre planta hotelera-arribos y rendimiento por peso de inversión, o sea, por la eficacia y la eficiencia del patrimonio económico del país que tiene a su cargo.
Yociel Marrero: Definitivamente, el enfoque y la estructura del desarrollo turístico en Cuba deben cambiar y más cuando comencemos la etapa de recuperación pospandemia. Es el mejor momento para hacerlo y tampoco son muchas las alternativas coherentes con el nuevo escenario que tendremos. Hay que sustentarlo más sobre la diversidad y singularidad de nuestros valores naturales y culturales, donde todas las formas de gestión socioeconómicas participen adecuándose a las características de cada territorio y que los beneficios tengan efecto directo en las comunidades y su bienestar.
Es necesario redimensionar este sector, diversificar la escala y alcance de las ofertas. Promover el turismo rural, de naturaleza, las múltiples experiencias de vida urbana y rural, el turismo cultural no solo desde los “clichés” establecidos; con la participación intencionada y ordenada de las formas no estatales de propiedad. Esto es una oportunidad para campesinos, pescadores, transportistas, guías locales, promotores de tradiciones autóctonas, etc.
Un turismo de “no todo incluido” permitiría dar un servicio de excelencia, personalizado y de menos consumo de recursos naturales y con mayor rentabilidad económica también. A lo mejor es momento de pensar en eso, aprovechando que, en este sector, todas las pautas deben cambiar y el turismo será menos masivo, más selecto y reducido. Enfocarlo en los propios valores de la naturaleza y la sociedad, no solo en sol y playa, rumba, tabaco y ron, es una necesidad. Es significativo que la Organización Mundial del Turismo haya denominado al 2020 “Año del turismo y el desarrollo rural” para “hacer conciencia sobre la importancia de defender, proteger y desarrollar las zonas rurales y elevar el nivel de bienestar de las personas que viven en ellas….”.
En estos años, el sector turístico en Cuba y las instituciones asociadas han desarrollado una muy buena infraestructura y programas para la formación profesional de los trabajadores. Esto debe mantenerse, ampliando y actualizando sus programas y sistematizando los resultados. Solo esto hará posible que el desarrollo turístico en Cuba cumpla con los tres pilares establecidos del turismo sostenible: prácticas respetuosas con el medioambiente que vayan más allá de lo básico; protección del patrimonio natural y cultural, y contribución al bienestar social y económico de las comunidades locales.
Patricia Ramos: Lo primero que habría que preguntarse es cuál es el modelo de desarrollo nacional, y cuáles son las metas de ese desarrollo. Si el horizonte temporal es 2030, ¿cuáles son las metas que vamos a estar chequeando en ese momento y cuáles son los sectores claves que estamos o vamos a potenciar para conseguir esas metas? ¿Cuáles son las políticas y las acciones que se deben tomar en cada momento para potenciar esos sectores? ¿Es el turismo uno de ellos? ¿Cómo se desagregan temporalmente las metas que se definan? Siempre la descripción de un modelo de desarrollo del pasado suele ser mucho más sencilla que la construcción de uno del futuro. Ese es un debate necesario y pendiente en el que se tiene que insertar entonces el análisis del sector.
No obstante, mi respuesta a si debería transformarse la industria del turismo en Cuba, es que sí. Voy a mencionar primero lo que constituye una variable exógena y común para todas las economías del mundo, debido a la circunstancia distinta que impone para el desarrollo del sector: la pandemia provocada por la COVID-19. Lo vivido por la población mundial en el último año, cambia drásticamente la noción de turismo conocida y practicada. El mundo cambió, y el turismo tiene que adaptarse a ello. Se naturalizan prácticas, hábitos, rutinas que poco más de un año atrás parecían insólitas y, sin embargo, hoy asumimos como parte de nuestra cotidianidad. No son tiempos de grandes instalaciones hoteleras con piscinas comunes inmensas, y servicios de bufet concurridos. Se requerirá del concurso de todas las ciencias, pero necesariamente deberá producirse una revolución científica en el ramo.
En segundo lugar, en el caso de Cuba, ya había señales que daban cuenta de un deterioro del modelo de crecimiento extensivo. Yo pienso que primero habría que motivar una reflexión que permita identificar cuál es el objetivo tras la potenciación del sector y, en función de ese objetivo, construir y rendir cuentas con los indicadores correctos. Identificar cual es la función que nos importa: ¿El turismo como locomotora a la industria nacional? Interesa entonces qué porciento de los costos del turismo son producidos localmente (no importados). ¿El turismo como fuente de ingresos en divisas para el país? Interesan entonces variables como los ingresos por turista día, o el costo por peso de ingreso. En 2018, por ejemplo, el ingreso promedio por visitante fue 30% menor que en 2011, y, sin embargo, fue en 2018 cuando se alcanzó el pico máximo de visitantes internacionales (por encima de los cuatro millones y medio de personas).
Luego apostaría por introducir el turismo de salud y de naturaleza con la misma fuerza que en su momento se potenció la vertiente “sol y playa”. Si una de las principales ventajas competitivas que tiene Cuba en el mundo es la salud, a partir de su posicionamiento, vendría bien que el turismo se orientara, entre otros segmentos seleccionados, a este sector, con los derrames positivos aparejados que tendría sobre la deteriorada infraestructura hospitalaria del país.
El control de la COVID-19 en el país, unido al hecho trascendente de contar con cinco candidatos vacunales en fases de desarrollo avanzadas, contribuye sin dudas a una percepción de destino seguro y es un acicate para este giro en el modelo de desarrollo del sector.
Siga en próximas publicaciones el resto de las intervenciones de este Último Jueves.
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