*Primeras intervenciones del panel del Último Jueves de Temas, que se desarrolla en estos momentos a través del grupo en Telegram creado para esta ocasión.
PANELISTAS
Jorge I. Domínguez. Profesor y vicerrector en la Universidad de Harvard. Se jubiló en 2018. Su profesión ha sido el estudio de las ciencias políticas, con especialización sobre los países de América Latina. Ha publicado diversos artículos y libros sobre Cuba, muchos de ellos con la participación estelar de autores cubanos.
Raúl Rodríguez Rodríguez. Director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos, Miembro del Grupo de Trabajo estudios sobre Estados Unidos de CLACSO.
Gabriel Vignoli. Docente de antropología y relaciones internacionales, The New School, Nueva York. Director de programa de intercambio académico Casa de las Américas-The New School. Áreas de trabajo: economía política, economía informal, colonialismo y poscolonialismo, Cuba, Cuba-EE.UU. Ciudadano cubano e italiano.
José Ramón Cabañas Rodríguez. Doctor en Ciencias Políticas. Director del Centro de Investigaciones de Política Internacional. Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García. Ocupó diversas responsabilidades en su carrera diplomática, entre ellas Jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington (2012-2015) y embajador de la República de Cuba ante los Estados Unidos (2015-2020).
Hal Philip Klepak. Profesor Emérito de Historia y Estrategia en Royal Military College de Canadá. Especialista en América Latina y el Caribe. Autor de libros y ensayo sobre historia militar de Cuba, y problemas de seguridad hemisférica. Miembro del Consejo asesor de Temas.
PREGUNTAS AL PANEL:
1. ¿Cómo caracteriza las relaciones entre Cuba y EEUU en sus diversos campos? [Diplomático, económico, de seguridad, académico, cultural, científico, mediático, religioso, etc.]
Jorge l. Domínguez: Una clave para caracterizar las relaciones entre estos dos países es tomar nota de que Cuba dejó de ser un factor global estratégico para los Estados Unidos hace treinta años. Ya no hay Unión Soviética, ya no hay militares cubanos en diversas partes del mundo, Cuba no posee armas nucleares, no es exportadora de petróleo u otras fuentes energéticas, no sido generadora de acciones terroristas que causen devastación en los Estados Unidos, no ha lanzado ciberataques que paralicen el gobierno o a grandes empresas. Todo esto implica que no hay intereses de primer rango para los Estados Unidos en Cuba. El único factor fundamental es que Cuba es un país vecino, lo que requiere algún tipo de relación, por endeble que sea. Otra clave para caracterizar las relaciones bilaterales es que los Estados Unidos son un factor estratégico decisivo para cualquier gobierno en Cuba, y lo ha sido por los siglos de los siglos. Por tanto, ambos países comparten un interés porque viven en un mismo vecindario. Paso a considerar exclusivamente la perspectiva desde los Estados Unidos. Esa falta de valor estratégico global de Cuba para este país permite que otros intereses incidan sobre la relación bilateral. Hay intereses de segundo rango que emanan de la vecindad. Estos involucran varias dimensiones, una de ellas es que son asuntos de seguridad. Me refiero al combate frente al narcotráfico, a las relaciones en el entorno de la base naval norteamericana en Guantánamo, y a las relaciones migratorias. Hay factores de tercer rango que, por lo general, son electivos –es decir, pueden ser más, o menos, pero no pasa nada grave si no hay tales relaciones. El comercio, la inversión internacional, el turismo, las relaciones científicas y culturales, los intercambios académicos y bibliotecarios, las relaciones entre iglesias, y las preocupaciones ideológicas comparten este tercer rango. Un elemento peculiar de estas relaciones bilaterales ha sido la persistencia y el predominio de las preocupaciones ideológicas en los Estados Unidos, vocalizados por, pero no exclusivos de, una parte de la comunidad de origen cubano allí. En ausencia del predominio de intereses de primer rango, y a veces incluso coincidiendo con ellos, los factores ideológicos han definido, y definen hoy, la política de los Estados Unidos hacia Cuba.
Raúl Rodríguez: En el campo diplomático es paradójico que, aunque hay embajadas en ambas capitales, que proporcionan algún canal de comunicación oficial, las relaciones diplomáticas se encuentran en un punto muy bajo y la retórica no tiene mucho que ver con la diplomacia. Se desconoce y se descalifica al gobierno de Cuba como “Estado fallido”. Además, el anuncio de la administración Biden de su intención de aumentar el personal diplomático en La Habana, para, entre otras actividades, “mejorar la interacción con la sociedad civil cubana”, es una receta para generar más tensión diplomática. Desde el punto de vista económico sucede otro tanto. Si bien Cuba puede importar alimentos desde los Estados Unidos, estas transacciones se hacen en condiciones atípicas en cualquier relación comercial entre dos Estados, como lo dicta la legislación estadounidense desde el año 2000. Aunque se mantiene una empresa mixta en el sector de la biotecnología, la relación económica está muy por debajo del potencial real que, por la cercanía geográfica, los dos países pueden alcanzar. Otro tanto sucede en el campo académico, cultural y científico. Por la limitada movilidad que existe, las relaciones están muy por debajo de su potencial de desarrollo, no solo por el impacto de la pandemia de Covid-19, sino también por las sanciones impuestas por la administración Trump durante 2019-20, que han sido asumidas invariablemente por la actual. Una atenuante es la posibilidad real de continuar los contactos virtuales para generar debates, investigaciones conjuntas y publicaciones, pero incluso, en estos casos, existen limitaciones en el acceso a algunas plataformas de videoconferencias, como la popular Zoom. La cobertura mediática estadounidense tiene un sesgo ideológico muy marcado, son escasas las expresiones de objetividad, lo que tiene un impacto en la opinión pública. Si algo se puede resaltar como positivo es que se ha mantenido la cooperación en seguridad, sobre todo entre los servicios de Guardacostas y Guardafronteras, la seguridad alrededor de la base naval de Guantánamo y otras acciones de cumplimiento de la Ley. En el aspecto religioso se mantiene una relación adecuada de cooperación, en diversas aristas, desde las nobles acciones de Pastores por la Paz, los vínculos históricos entre las iglesias protestantes y evangélicas cubanas y sus contrapartes en los Estados Unidos y los espontáneos vínculos culturales-religiosos de estadounidenses y cubanos residentes en ese país con las religiones cubanas de origen africano. Pero también se han dado manipulaciones políticas de la religión en Cuba por parte de diferentes administraciones estadounidenses. Un aspecto interesante, aunque básicamente simbólico en mi opinión. es que se han visto acciones a favor de una mejor relación a nivel de Estados y ciudades, en diferentes regiones de los Estados Unidos. En el campo diplomático es paradójico que, aunque hay embajadas en ambas capitales, que proporcionan algún canal de comunicación oficial, las relaciones diplomáticas se encuentran en un punto muy bajo y la retórica no tiene mucho que ver con la diplomacia. Se desconoce y se descalifica al gobierno de Cuba como “Estado fallido”. Además, el anuncio de la administración Biden de su intención de aumentar el personal diplomático en La Habana, para, entre otras actividades, “mejorar la interacción con la sociedad civil cubana”, es una receta para generar más tensión diplomática. Desde el punto de vista económico sucede otro tanto. Si bien Cuba puede importar alimentos desde los Estados Unidos, estas transacciones se hacen en condiciones atípicas en cualquier relación comercial entre dos Estados, como lo dicta la legislación estadounidense desde el año 2000. Aunque se mantiene una empresa mixta en el sector de la biotecnología, la relación económica está muy por debajo del potencial real que, por la cercanía geográfica, los dos países pueden alcanzar.
Otro tanto sucede en el campo académico, cultural y científico. Por la limitada movilidad que existe, las relaciones están muy por debajo de su potencial de desarrollo, no solo por el impacto de la pandemia de Covid-19, sino también por las sanciones impuestas por la administración Trump durante 2019-20, que han sido asumidas invariablemente por la actual. Una atenuante es la posibilidad real de continuar los contactos virtuales para generar debates, investigaciones conjuntas y publicaciones, pero incluso, en estos casos, existen limitaciones en el acceso a algunas plataformas de videoconferencias, como la popular Zoom. La cobertura mediática estadounidense tiene un sesgo ideológico muy marcado, son escasas las expresiones de objetividad, lo que tiene un impacto en la opinión pública. Si algo se puede resaltar como positivo es que se ha mantenido la cooperación en seguridad, sobre todo entre los servicios de Guardacostas y Guardafronteras, la seguridad alrededor de la base naval de Guantánamo y otras acciones de cumplimiento de la Ley. En el aspecto religioso se mantiene una relación adecuada de cooperación, en diversas aristas, desde las nobles acciones de Pastores por la Paz, los vínculos históricos entre las iglesias protestantes y evangélicas cubanas y sus contrapartes en los Estados Unidos y los espontáneos vínculos culturales-religiosos de estadounidenses y cubanos residentes en ese país con las religiones cubanas de origen africano. Pero también se han dado manipulaciones políticas de la religión en Cuba por parte de diferentes administraciones estadounidenses. Un aspecto interesante, aunque básicamente simbólico en mi opinión. es que se han visto acciones a favor de una mejor relación a nivel de Estados y ciudades, en diferentes regiones de los Estados Unidos.
Gabriel Vignoli: Como docente, voy a lo académico/cultural. A mis estudiantes estadounidenses siempre les digo “conocer a Cuba te va a ayudar, porque vas a ser más consciente de tu propio país". La idea de nación en los Estados Unidos –o sea las palabras claves a través de las cuales la nación articula su propio discurso político– se forja en Cuba, y viceversa. Ambos países son inconcebibles el uno sin el otro. Sin los eventos de 1898 y 1959 es imposible concebir palabras como democracia en los Estados Unidos y soberanía en Cuba. Ambas tienen significados diferentes en los dos países, y se traducen en diferentes usos políticos. Por ejemplo, es en 1898 cuando se establece la justificación democrática como patrón de intervención estadounidense en Latinoamérica. Esa justificación está estructurada por un “orientalismo” –según Said– que no es ignorancia del “otro”, sino más bien interpretación y producción de ese otro a través de una imagen artificial y a la vez muy poderosa. La tarea de la academia es la de interrogar las palabras claves, de buscar su genealogía, para ver cómo operan. En los Estados Unidos la democracia se reduce, a menudo, a un evento: “elecciones libres y justas”. Pero cuando mis estudiantes aprenden que una Cuba subyugada en 1901 determinó el sufragio universal masculino en contra de la voluntad estadounidense, y que en el sur de los Estados Unidos los hombres de color solo pudieron votar a partir de 1965 con el Voting Rights Act, la palabra democracia adquiere para ellos nuevos matices, alejados de libertad y justicia. Lo mismo se puede decir de raza y racismo: miradas desde Cuba, estas palabras claves del ADN estadounidense adquieren otro significado. Ahora bien, la pandemia de COVID-19 implica un cambio de paradigma en la idea de nación. Las cuatro crisis globales que ha desatado –medioambiental, de salud, económica, y social– hacen impostergable la re-articulación de las palabras claves de la gramática política del presente, tanto en Cuba como en los Estados Unidos. En la academia, el reto es estructural: menos recursos y mayor digitalización, hay que re-imaginarla. En los Estados Unidos se estima que 10-30% de las universidades podría desaparecer de aquí a 2030. Por ende, la academia cubana tiene que mirar más allá de los Estados Unidos (convenios con China, Europa, Latinoamérica), y más hacia adentro: fortalecer realidades locales fuera de La Habana; retener los mejores docentes, no tanto a través del salario, sino más bien haciendo de las universidades cubanas incubadoras de empresas (públicas y privadas) y de proyectos para imbricarse con la economía nacional. Eso requiere una descentralización efectiva.
José Ramón Cabañas: A nivel diplomático están en su nivel más bajo de hace muchos años; en lo económico son casi inexistentes y en los temas de seguridad se intercambia solo a nivel técnico. En lo mediático, vivimos un barraje de propaganda negativa desde los Estados Unidos, asociado con la percepción de que la crisis económica que vive Cuba, como consecuencia del bloqueo y la COVID no tiene salida. En el resto de los campos se produce un gran intercambio a nivel personal, con pleno conocimiento del potencial de la cooperación bilateral.
Hal Philip Klepak. Las características de las relaciones bilaterales Cuba-Estados Unidos son, en general, muy negativas y problemáticas con débiles elementos de apoyo para una normalización y fuertes elementos empujando en la dirección opuesta: 1 Diplomáticas: embajada reducida, con poca capacidad de evaluación del contexto que la rodea. Fuerte voluntad de Cuba de encontrar soluciones a las disputas históricas y actuales frente al contrario del lado de los Estados Unidos. No obstante, el Departamento de Estado incluye a muchísima gente que ve en la normalización de la relación bilateral muchas ventajas para su país. 2 Económicas: empuje a favor de la normalización en algunos sectores, principalmente pero no exclusivamente, vinculados con la agricultura. Pero, desde hace mucho tiempo, se ha visto la debilidad de esta visión frente a las más fuertes discutidas aquí. 3 Seguridad: este es el rubro de más posibilidades para la normalización y así ha sido durante mucho tiempo. Desde por lo menos 1995, y aún ahora, los ministerios y agencias de defensa y seguridad de los Estados Unidos buscan maneras de aumentar la cooperación bilateral y ven la única amenaza que Cuba podría presentar a su país como cambios bruscos y violentos en la Isla que llevarían a una otra crisis de balseros y un aumento serio de la inestabilidad en el Caribe. Ven también a Cuba como un baluarte firme, seguro y eficaz en el combate al crimen internacional, el tráfico ilícito de drogas, la migración ilegal, etc. Aun en la crisis actual, las voces del Pentágono, la CIA o muchos elementos de ella, Guardacostas, Inmigración, la DEA y Homeland Security se levantan pidiendo una política sensata hacia Cuba en interés de los propios Estados Unidos. La impresionante cooperación bilateral en estos campos se redujo bajo Trump, pero no desapareció. Los Estados Unidos tienen rutas seguras de acercamiento al sur por una distancia de casi 1 500 km, gracias a Cuba, las FAR y MININT. 4 Académicas: El retroceso en las relaciones académicas bilaterales es evidente en los últimos años. Algunas esferas de cooperación siguen, y algunas veces con instituciones que son consideradas de élite y de seria influencia. Pero se ha visto que, en tiempos de crisis, el papel más importante de estas instituciones parece ser de producir análisis menos politizados y más matizados de los eventos, algo de valor, pero raramente decisivo. 5 Culturales: la politización de este elemento de la relación en años recientes ha llevado a la disminución del papel anterior que podía jugar el intercambio cultural en la creación de un ambiente favorable al entendimiento mutuo y la cooperación. Es difícil imaginar, en el corto término, el regreso a la situación anterior que pareció ofrecer tanta esperanza. 6 Científicas: a pesar de algunas pocas iniciativas prometedoras, el contexto actual parece poco apto para empujar este tipo de cooperación, a menos que el papel de Cuba sea mejor conocido y apreciado en el norte. 7 Mediáticas: se expande notoriamente la conexión bilateral entre las personas y grupos, pero hasta ahora no es evidente que esta expansión sea buena para la construcción de un ambiente de cooperación. Fácilmente puede resultar lo contario. 8 Religiosas: las relaciones religiosas entre los dos países han expandido enormemente desde el Periodo Especial y hasta nuestros días. No está claro el rol que esto va a jugar en la construcción de un ambiente positivo de cooperación de los dos países. Y otra vez, fácilmente sería lo contrario.
2. ¿Cómo se combinan el conflicto y la cooperación en las relaciones bilaterales? ¿En cuáles campos?
Jorge I. Domínguez: Han existido instancias importantes de cooperación entre ambos gobiernos ya por décadas. La cooperación meteorológica no se interrumpió ni siquiera durante la Crisis de Octubre en 1962. Los acuerdos migratorios datan de 1965. El acuerdo logrado entre Richard Nixon y Fidel Castro en 1973 paró inmediatamente la piratería aérea que azotaba la región. Esta cooperación prevaleció en esas tres instancias de agudo conflicto. La cooperación en algún asunto concreto no resuelve todos los conflictos. No surge de coincidencias ideológicas, ni resuelve tales diferencias. Por otra parte, la existencia de graves conflictos tampoco impide que se logre la cooperación en asuntos puntuales. Durante los últimos treinta años, hay múltiples ejemplos de cooperación y conflicto en relación con los que he denominado intereses de segundo y tercer rango. No hubo cariño ideológico entre los dos gobiernos durante los años 90. Se desarrolló una relación profesional y eficaz en el entorno de la base naval estadounidense, para prevenir accidentes o sorpresas, permitir a Estados Unidos un uso de esa base con diversos propósitos, y contribuir a la seguridad de Cuba. Estalló una crisis y conflicto migratorio, pero se logró concertar los acuerdos migratorios de 1994 y 1995 porque sirvió a los intereses de ambas partes. Entre Guardacostas y Guardafronteras de ambos países evolucionó una relación profesional, y una coordinación precisa y eficaz. Comenzó una relación informal para combatir el narcotráfico. Por su parte, a partir de la década de los 70, académicos, músicos, artistas, y personas de la vida cultural desarrollaron relaciones bilaterales no gubernamentales, para provecho compartido. Algo similar ocurrió en el ámbito religioso, con más frecuencia a partir de los 80. La colaboración entre científicos ha procedido también. Tampoco hubo cariño ideológico en diciembre de 2014 cuando los presidentes de ambos países adoptaron un rumbo distinto en las relaciones bilaterales. El reto para ambas partes fue cómo evolucionaría el sistema político cubano, con cada presidente apostando por un futuro diferente. Ese cambio, que retuvo las diferencias ideológicas, permitió afianzar formas de cooperación en las relaciones migratorias, el combate al narcotráfico, la cooperación sobre el medio ambiente, las relaciones entre Cuba y su diáspora, e indirectamente las relaciones académicas, culturales y científicas. Merece reconocerse no solamente el protagonismo de los dos presidentes, sino también de los negociadores, como Ben Rhodes, Jeff DeLaurentis, Josefina Vidal, y José Cabañas, entre otros, que lograron la cooperación a pesar de los conflictos.
Raúl Rodríguez: En las relaciones internacionales existe una perenne tensión entre conflicto y cooperación. Las principales teorías en este campo se caracterizan por poner el acento en uno de estos dos componentes. Mientras las llamadas teorías realistas enfatizan el conflicto, las institucionalistas subrayan la cooperación. En el caso de los Estados Unidos y Cuba, la esencia del conflicto se expresa en la determinación de los cubanos de ser soberanos y la persistencia del gobierno estadounidense en ejercer dominación (soberanía vs. dominación), por lo que desde el triunfo de la Revolución ha prevalecido el conflicto. A pesar de estas condiciones, siempre han existido los vínculos e intereses mutuos, los que han tenido su mayor nivel de desarrollo en algunos momentos puntuales de cierta distensión, como los dos últimos años de la administración Obama, sin que se afectara la esencia del conflicto. Consecuentemente, en mi opinión, las áreas de conflicto son mayores que los espacios de cooperación que existen. Es un conflicto histórico, con profundas raíces en ambos Estados; ideológico, con una marcada intensificación en los últimos años con visos macartistas y de retórica de guerra fría; geopolítico, por la proximidad geográfica y porque ambos Estados comparten una extensa y estratégica frontera marítima; económico, pues el sistema de sanciones unilaterales y extraterritoriales es el más abarcador que los Estados Unidos aplica a nación alguna (lo reconoce el último documento del Departamento del Tesoro del pasado jueves 22 de julio), es un acto de guerra, no es ético y viola el derecho internacional y el derecho de Cuba al desarrollo, y no ha cesado ni en tiempos de pandemia; y territorial, porque los Estados Unidos ocupa una parte del territorio nacional cubano. No obstante, debido a la cercanía geográfica, entre los Estados Unidos y Cuba se impone la cooperación en algunos aspectos de interés para ambos, que comparten amenazas a su seguridad nacional. Predomina la cooperación en asuntos de migración, la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, a pesar de que la administración estadounidense certifica lo contrario en este último aspecto. El ya mencionado servicio de Guardacostas es un ejemplo de cooperación. También la hay en aspectos medioambientales y meteorológicos, al compartir un entorno geográfico como el Golfo de México. Es de destacar la que existe alrededor de la frontera en la base naval de Guantánamo, aunque Cuba no reconoce la legitimidad de la presencia allí de los Estados Unidos.En las relaciones internacionales existe una perenne tensión entre conflicto y cooperación. Las principales teorías en este campo se caracterizan por poner el acento en uno de estos dos componentes. Mientras las llamadas teorías realistas enfatizan el conflicto, las institucionalistas subrayan la cooperación. En el caso de los Estados Unidos y Cuba, la esencia del conflicto se expresa en la determinación de los cubanos de ser soberanos y la persistencia del gobierno estadounidense en ejercer dominación (soberanía vs. dominación), por lo que desde el triunfo de la Revolución ha prevalecido el conflicto. A pesar de estas condiciones, siempre han existido los vínculos e intereses mutuos, los que han tenido su mayor nivel de desarrollo en algunos momentos puntuales de cierta distensión, como los dos últimos años de la administración Obama, sin que se afectara la esencia del conflicto. Consecuentemente, en mi opinión, las áreas de conflicto son mayores que los espacios de cooperación que existen. Es un conflicto histórico, con profundas raíces en ambos Estados; ideológico, con una marcada intensificación en los últimos años con visos macartistas y de retórica de guerra fría; geopolítico, por la proximidad geográfica y porque ambos Estados comparten una extensa y estratégica frontera marítima; económico, pues el sistema de sanciones unilaterales y extraterritoriales es el más abarcador que los Estados Unidos aplica a nación alguna (lo reconoce el último documento del Departamento del Tesoro del pasado jueves 22 de julio), es un acto de guerra, no es ético y viola el derecho internacional y el derecho de Cuba al desarrollo, y no ha cesado ni en tiempos de pandemia; y territorial, porque los Estados Unidos ocupa una parte del territorio nacional cubano. No obstante, debido a la cercanía geográfica, entre los Estados Unidos y Cuba se impone la cooperación en algunos aspectos de interés para ambos, que comparten amenazas a su seguridad nacional. Predomina la cooperación en asuntos de migración, la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, a pesar de que la administración estadounidense certifica lo contrario en este último aspecto. El ya mencionado servicio de Guardacostas es un ejemplo de cooperación. También la hay en aspectos medioambientales y meteorológicos, al compartir un entorno geográfico como el Golfo de México. Es de destacar la que existe alrededor de la frontera en la base naval de Guantánamo, aunque Cuba no reconoce la legitimidad de la presencia allí de los Estados Unidos.
Gabriel Vignoli: Propongo algunas palabras claves para las relaciones bilaterales. Hay muchas más. INERCIA. La fuerza de la inercia en los Estados Unidos ha hecho que la política hacia Cuba no haya cambiado en su índole desde el memorándum Mallory de 1960: cambio de régimen a toda costa. La respuesta de Cuba ha sido transformar el bloqueo en ancla y muleta; en eje estructurante de la Revolución cómo fortaleza sitiada; en causa última de muchos problemas endógenos. El bloqueo es genocida. Pero reiterarlo cada día, sin proponer un discurso diferente, produce una comprensible “fatiga” en la población cubana. Hay que renovar el lenguaje político más allá del límite impuesto por los Estados Unidos. GUERRA FRÍA. El vínculo íntimo entre los dos países se origina en la colonia, y la tensión entre ambos ha trascendido la Guerra Fría. Pero el marco interpretativo sigue anclado en esta. En 1962, Biden tenía veinte años; Obama, uno. Es comprensible que Obama vea a nuestra Isla a través de un lente poscolonial, y que Biden lo haga desde la crisis de los misiles y una lectura muy peculiar de “derechos humanos”. ¿Por qué no hay una voz pensante en la administración Biden que articule un discurso con Cuba vinculado a temas “otros”? ¿Cuál es la propuesta cubana para salir de este impasse? Los memorandos de entendimiento de la “normalización” (medioambiente, narcotráfico, etc.) sugieren un modus operandi: enfocarse en lo que sí se puede hacer. PANDEMIA. La pandemia nos hace, por primera vez en la historia, verdaderamente contemporáneos. Todos los países del mundo enfrentan el mismo reto, a sabiendas de que las transformaciones económicas, políticas, sociales y medioambientales son estructurales y muy rápidas: no hay marcha atrás. Hay que pensar en soluciones activas, más que reactivas, en el mundo pospandémico. Esta es una oportunidad única para que ambos gobiernos cambien de giro, basándose en objetivos comunes, y hasta ahora no lo han hecho. La palabra “protesta”, tanto en Cuba cómo en los Estados Unidos, puede ser una clave: hay que encontrar una forma de responder a la protesta que permita canalizar esa energía. TECNOLOGIA. En los Estados Unidos la digitalización de la economía y de la vida (Internet of things/de las cosas) conlleva un proceso de renovación y descarte tecnológico muy acelerado. en Cuba esos insumos pueden tener una segunda vida. Pero lo imprescindible es un cambio en la cultura tecnológica en Cuba, para no ser sucedánea de los Estados Unidos. Por un lado, hay “desobediencia tecnológica”: la capacidad de irrespetar, y por ende resignificar, la autoridad preconcebida del objeto. Por otro, hay todavía insuficiente cultura de uso de redes sociales, lo que facilita manipulaciones exógenas. La clave es, por supuesto, más, no menos, Internet: el pueblo se tiene que educar.
José R. Cabañas: Las posibilidades de cooperación bilateral están claramente reflejadas en los 22 memorandos de entendimiento que se firmaron entre ambos países entre mediados de 2015 y enero de 2017 y que aún guardan vigencia, aunque están congelados en su aplicación. No se llegó a acuerdo en otros temas en los que se pudo avanzar, pero el tiempo disponible no fue suficiente para formalizar el entendimiento. La falta de cooperación entre agencias cubanas y estadounidenses de aplicación y cumplimiento de la ley y otras se expresa en un costo humano directo, sean los migrantes ilegales a manos de los traficantes, el impacto de las drogas, la seguridad marítima y aérea, o la falta de insumos médicos del lado cubano, o el acceso a tratamientos avanzados contra cáncer y diabetes del lado estadounidense. El conflicto se origina en la existencia e implementación de una política desde los Estados Unidos, que tiene como objetivo el cambio del estado de cosas en Cuba, que utiliza distintas herramientas y funciona a distintas velocidades. Existen otras diferencias de carácter político, ideológico, visión de temas multilaterales que se prolongarán en el tiempo.
Hal Philip Klepak. En lo que tiene que ver con el equilibrio entre cooperación y conflicto, como mencioné, es difícil imaginar un contexto más complicado para Cuba. Hablar de cooperación con Cuba en este momento en Washington es soñar en Technicolor. Si las agencias con responsabilidad para defensa y seguridad buscan activamente más cooperación, no hay mucho que apoye este interés. Más bien, al contrario.
3. ¿Qué intereses dentro de los Estados Unidos inciden en la relación con Cuba?
Jorge I. Domínguez: Comprendamos quiénes inciden en Estados Unidos en la relación bilateral según los intereses de ese país. Si Cuba carece de importancia estratégica global para los Estados Unidos, sus grandes estrategas se preocupan por otras cosas. Inciden, pues, factores inferiores a los de la más alta política. Al comienzo de la presidencia de Donald Trump, vimos en el seno del gobierno que quienes querían mantener espacios de cooperación con Cuba eran las agencias involucradas en asuntos de seguridad. El Pentágono, el Comando Sur, los Guardacostas y los servicios migratorios valoraban los acuerdos firmados con Cuba en 2015 y 2016. Es lógico suponer que desearían reactivar la cooperación para combatir el narcotráfico y para normalizar las relaciones migratorias. Fue el personal de la embajada de los Estados Unidos en La Habana quienes más se opusieron a la interrupción de las labores diplomáticas y consulares normales. Fuera del gobierno, se opusieron a las medidas que dificultaron o impidieron sus relaciones las universidades, los artistas, los científicos, las organizaciones ambientalistas, las iglesias, la Cámara de Comercio, los exportadores agrícolas, las empresas de alta tecnología, las líneas de aviación, las empresas hoteleras, y algunos posibles inversionistas, y, por supuesto, una buena parte de la comunidad cubanoamericana. Por tanto, todos ellos favorecen la reactivación de relaciones. Los factores ideológicos, que nunca han desaparecido de la relación bilateral, recibieron un impulso bajo Trump, en parte por razones de política interna. La prioridad electoral del Estado de la Florida para la reelección del presidente y el peso de legisladores de origen cubanoamericano, cada vez más numerosos y poderosos, en ambas Cámaras del Congreso, promovieron la aplicación de nuevas sanciones y se oponen ahora a su eliminación. Biden comienza reafirmando que Cuba no es prioritaria en su política exterior ya que carece de valor estratégico global. Hay, sin embargo, un nuevo factor. Este presidente ha adoptado una política de sesgo ideológico en relación con China, ejemplo de la lucha entre democracias y autocracias, que incide en general sobre su política exterior. Entonces, surgen las protestas en Cuba del 11 de julio, y días siguientes, con un detalle novedoso. La prensa oficial cubana ayuda a persuadir a la Casa Blanca de que, por fin, las sanciones económicas son eficaces para promover un cambio político en Cuba. Mientras más la prensa en Cuba insista en que las protestas se deben principalmente a injerencia externa, más probable es que el presidente Biden retenga y expanda las sanciones.
Raúl Rodríguez: Dentro de los actores en estadounidenses interesados en el mejoramiento de las relaciones bilaterales, en un primer nivel de prioridad por su influencia, sobresale el sector de negocios en las siguientes esferas: agroindustrial, aerolíneas, industria de cruceros, viajes y alojamiento, así como telecomunicaciones. Estos se han mantenido como los que pueden contribuir al desmontaje gradual de aspectos del bloqueo económico y financiero, porque aglutinan apoyo en ambos partidos en los Estados Unidos y en amplios sectores de la sociedad. En este sentido, hay que señalar que, aunque hay ventajas para las compañías estadounidenses, puesto que el sistema de sanciones económicas hace que muchas de las interacciones con estos sectores mencionados sean de una sola vía, desde los Estados Unidos hacia Cuba. Sin embargo, también hay algunas ventajas menores para Cuba, sobre todo en la importación de alimentos, por los precios comparativamente más competitivos de los productos estadounidenses y por la cercanía geográfica que reduce tiempo y costo de transportación. En general, Cuba acepta una relación carente de balance. También existe una empresa mixta en el ámbito farmacéutico. Otros sectores con potencial son el portuario, el energético, el de materiales de la construcción y el deporte. Finalmente, pueden incidir en menor medida el académico, el religioso, el cultural y el científico, como modelo de relación mutuamente ventajosa, basada en la igualdad soberana. La comunidad cubana en los Estados Unidos, conformada por múltiples actores con diferentes agendas, intereses y prioridades, tiene participación en la política hacia Cuba tanto en el diseño como en su implementación. Su incidencia está asociada esencialmente a: 1) La importancia sobredimensionada que le otorga la Casa Blanca al voto cubanoamericano durante los ciclos electorales. 2) La existencia de grupos que reciben financiamiento gubernamental y son utilizados como instrumentos de la política subversiva. Estos se han fortalecido en los últimos años, fundamentalmente desde la llegada de Donald Trump a la presidencia y han mostrado su nivel de influencia en la situación actual. Aunque hay sectores de la comunidad cubana que favorecen una mejoría de las relaciones con Cuba y no se deben dejar de mencionar, su capacidad de influencia en el contexto político se ha visto disminuida.
Gabriel Vignoli: Los intereses en los Estados Unidos hacia Cuba son muy heterogéneos. Y dado que la nación se está interrogando sobre su propia identidad, a raíz de Trump y de la Covid-19, creo que “intereses” puede también traducirse en “preguntas”. ¿Qué preguntas hay con respecto a Cuba, y cómo se la puede usar para desequilibrar un discurso en busca de renovación? 1) Partido demócrata. Por un lado, el centrismo de Biden, quien en este momento no es capaz de cambiar el discurso --sea por su biografía, por Bob Menéndez, por miedo a perder la Florida, o por otra razón--, cómo su reacción retórica al 11J ha aclarado. Por otro, hay un ala más progresista (Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez) que quiere acabar con el bloqueo y con ello están cuestionando la gramática política de los Estados Unidos. Creo que Cuba debería enfocarse más en ellos, y en el pueblo de los Estados Unidos, que en un Biden maniatado. 2) Comunidad cubana de Miami. Cuando lo de las avionetas de “Hermanos al Rescate”, en 1996, la comunidad cubanoamericana, más o menos unida, le dijo a Clinton que si atacaba a Cuba ellos iban a quemar Miami. En 2021, la comunidad cubanoamericana incitó a la violencia y perdió credibilidad política (de los más de cien barcos que iban a venir a Cuba, zarparon, tímidamente, cuatro). A raíz del 11-J, esa comunidad se está haciendo preguntas que no se hacía antes (“¿Qué vale más: la sangre de mi familia o el anticastrismo?”). Las respuestas conllevaran, creo/espero, a una crisis política y de imaginario, y a un cambio de índole en Miami. 3) Desde Obama hay un lobby pro-Cuba en los Estados Unidos que posiblemente tome más fuerza a raíz del fracaso del 11-J en Florida. 4) Pueblo de los Estados Unidos. El más ignorante y el más permeable, ya que él mismo está reconstruyendo su gramática política, por lo menos desde el asesinato de George Floyd. El ciudadano medio sabe muy poco de Cuba, y el interés por el socialismo está creciendo, sobre todo en la juventud. Enseño en la universidad más de izquierda de los Estados Unidos, en el corazón de Manhattan. Mis estudiantes tienen camisetas del Che, leen su obra, se visten cómo los “mikis” habaneros, y se declaran socialistas y anarquistas. Se hacen las mismas preguntas de los jóvenes cubanos ¿Por qué no empezar por ahí?
José R. Cabañas: A los anuncios del 17 de diciembre de 2014 se llegó por varios caminos. Dentro de los Estados Unidos cristalizó la percepción de que la política de bloqueo y máxima hostilidad contra Cuba era fallida. La diplomacia estadounidense concluyó que no podía avanzar su agenda en América Latina si trataba de mantener apartada a la Isla. Un importante sector de negocios se interesó en las nuevas facilidades que ofrecía Cuba para la inversión extranjera y el comercio en general. Se desarrolló el argumento de que otras potencias podrían tomar ventaja de tales oportunidades. Fueron perceptibles los cambios en el interior de la emigración cubana, en función de la agenda familiar y por el acercamiento a su país de origen. Una multiplicidad de ONG, desde las religiosas hasta las medioambientalistas, han desarrollado durante años una relación directa con contrapartes cubanas, lo que alcanza momentos de madurez. En los ámbitos científico, cultural y académico hay plena conciencia de que a través de la cooperación bilateral se pueden alcanzar hitos para el bienestar de ambos países y de la región.
Hal Philip Klepak. Los intereses que inciden en esta situación son defensa y seguridad, el Departamento de Estado, elementos de la industria agrícola de los Estados Unidos, sobre todo en algunos estados claves, los cubanoamericanos en su conjunto, y en particular los miembros de la Fundación [Cubanoamericana] más ricos y decididos. Se ha dicho muchas veces, pero en estas dos últimas semanas hemos tenido la prueba aún más contundente de que Cuba para los Estados Unidos es una cuestión de política interna y no externa.
4. ¿Qué factores dentro de Cuba favorecen la normalización? ¿Cuáles la desfavorecen?
Jorge I. Domínguez: En Cuba favorecen una normalización de las relaciones con los Estados Unidos las contrapartes de quienes, en aquel país, favorecen las relaciones con Cuba. Desaparecida la Unión Soviética, fue el General de Ejército Raúl Castro quien comprendió, con claridad, que la seguridad de Cuba requería aplicar el tipo de medidas de confianza mutua que se habían desarrollado en Europa durante la Guerra Fría. Acuerdos entre Guardacostas y Guardafronteras, acuerdos en el entorno de la base naval de Estados Unidos, cooperación eficaz para evitar desastres migratorios y cooperación en la lucha contra el narcotráfico ejemplificaban intereses bilaterales compartidos. La labor de todas las agencias en Cuba implicadas en esas relaciones mejoraría si las relaciones de cooperación se reactivan. La economía cubana, en particular su pequeño sector privado, prospera gracias al turismo internacional. Esa es una fuente decisiva de ingresos. Antes de las sanciones impuestas bajo Trump, los Estados Unidos se convirtieron en la principal fuente de visitantes extranjeros en Cuba, combinando cubanoamericanos y otros. Sin esas sanciones prosperaría más el sector privado en Cuba, y la economía nacional. Los intercambios académicos, culturales, y científicos requieren un espacio más permisivo en las relaciones bilaterales. Las relaciones entre iglesias fueron entorpecidas menos, pero las iglesias también respaldan una mejor relación bilateral. El presidente Miguel Díaz-Canel y el canciller Bruno Rodríguez demuestran cotidianamente tanto el valor de una mejor relación bilateral como su dimensión compleja. Usan Twitter –para expresar sus ideas y para quejarse de Twitter–, sumándose así a una cultura transnacional global que se beneficia de Internet y se queja de sus imprescindibles agentes cibernéticos. ¿Quién se opone a este futuro deseable? Una hipótesis es que quienes prefieren negar que en Cuba hay razonables motivos de quejas, por distintas causas y en todas partes del país, consideran útil achacarle a los Estados Unidos todos los males que puedan ocurrir en la Isla. Desde esta perspectiva, es políticamente valioso que las relaciones bilaterales sean profundamente hostiles, ya que permite encubrir cualquier error cometido en Cuba, y justificar la adopción de medidas que de otra manera serían impensables. Permite evitar explicarle a la población por qué ocurren cosas que les dificultan múltiples dimensiones de su vida.
Raúl Rodríguez: Primero hay que definir normalización como relaciones diplomáticas plenas entre ambos países, eliminación de la clásica agresividad y prepotencia, que prevalezca el diálogo y la negociación, y el respeto mutuo a la soberanía y los principios de ambos países. Es un proceso que implica el reconocimiento de la necesidad y la aplicación de medidas para reducir la tensión y la fricción, contener o resolver las principales fuentes de conflicto, y donde debe prevalecer el compromiso político y diplomático entre ambas partes. Primeramente, no favorece a la normalización el peso de la historia y el nacionalismo cubano, resultado de la indecencia que sucesivos gobiernos de los Estados Unidos han tenido en la evolución republicana de Cuba, desde William McKinley hasta Dwight Eisenhower, y desde este, curiosamente como puente, hasta Joe Biden, como ha escrito recientemente Louis Pérez. Durante más de ciento veinte años, los Estados Unidos han “apoyado al pueblo cubano”. Ello ha significado intervención armada, ocupación militar, intentos de cambio de régimen e intromisión política, todos hechos normales en las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba en los sesenta años anteriores al triunfo de la Revolución cubana. En los sesenta posteriores, apoyar al pueblo cubano ha significado aislamiento diplomático, invasión armada, operaciones encubiertas y sanciones económicas. En segundo plano, la variable interna cubana, la situación económica y política, incide en la posibilidad avanzar hacia la normalización. En la medida en que los sectores de la clase dominante de los Estados Unidos y sus aliados anexionistas perciban que la economía cubana no se recupera y se ve afectada la cohesión alrededor del proyecto político y económico, esta situación se convierte en una oportunidad para lograr el objetivo de cambio de régimen y devolver a Cuba a su esfera de influencia. Entonces, la normalización, como se concibe desde Cuba, no sería necesaria. Sin embargo, debido a los amplios vínculos socioculturales entre ambos países, amplios sectores de la sociedad cubana favorecen una normalización, sin subordinación, en un contexto de vecindad con los Estados Unidos, que ya se hizo evidente durante el breve período de los dos últimos años de la administración Obama. El desarrollo de la comunidad científica y académica cubana también apoya un proceso de normalización debido a que la interacción con sus pares estadounidenses es muestra de relaciones mutuamente ventajosas.
Gabriel Vignoli: Normalización no es más una palabra viable –más adelante me referiré a ello. Propongo “diálogo”, pero hay que buscar otra. FACTORES EN FAVOR DEL DIÁLOGO. 1) La articulación de una gramática política proactiva que incluya las diferentes voces y preguntas aún sin respuesta qué han surgido en Cuba, por lo menos a partir de la pandemia y de la Tarea Ordenamiento. La cohesión política se logra y transmite a través de la heterogeneidad: tanto adentro como afuera. ¿Cuáles son las preguntas del pueblo? Si no se articulan aquí, el riesgo es que se articulen en Miami o en Washington. 2) Organizar una campaña mediática orientada hacia el pueblo estadounidense, más que hacia su gobierno. Temas raciales, medioambientales y sociales son asuntos que el pueblo “yuma” siente más cercanos que el bloqueo. Son los que desgarran la fábrica social que va de Alabama hasta Alaska, más que de Washington a Miami. Este puede ser un vehículo para poner a Cuba en la agenda pública, que en este caso es más que política, de los Estados Unidos. 3) Un cambio en el discurso contra el bloqueo, tanto retórico como estratégico, orientado no hacia el gobierno de los Estados Unidos, sino a la comunidad internacional, para inducir un cambio de actitud que vaya más allá del voto contra el bloqueo --simbólicamente fundamental-- en Naciones Unidas. FACTORES EN CONTRA DEL DIÁLOGO 1) La fortaleza sitiada. Sí lo está, pero reiterarlo nuevamente no ayuda el diálogo con los Estados Unidos y no aporta nuevos criterios al pueblo cubano. 2) La centralización y el burocratismo excesivos (por ejemplo, el Plan de Manejo Integral de La Habana 2019-2030 fue publicado en 2021, con datos de 2013, y sin un verdadero programa de gestión y monitoreo). 3) Las reformas administrativas son insuficientes para el futuro del país. Deben ser de mayor calado. El socialismo en Cuba es mucho más que dogmatismo ideológico: su renovación sobre la base del presente contexto es clave para un país más fuerte y, por ende, en mejor posición para dialogar con, y más allá de, contexto.
José R. Cabañas: Desde el punto de vista oficial, Cuba siempre ha tenido una posición coherente de favorecer un diálogo que conduzca a la normalización desde posiciones de respeto mutuo y reciprocidad. Quizás un primer problema surge al interpretar, desde ambas partes, qué significa el estado de normalización, que obviamente solo podría lograrse sobre la base del reconocimiento de la institucionalidad que se ha dado cada país. En Cuba siempre ha existido un sector de la población que ha expresado dudas genuinas sobre la eventualidad de poder lograr tal propósito, o incluso sobre la conveniencia de hacerlo, si es que dicha normalización sirve como preludio al “cambio de régimen”. Posiblemente ese sector haya crecido al ver cómo los tenues avances que tuvieron lugar bajo el gobierno de Obama fueron borrados de un plumazo por Trump. Cualquier avance futuro hacia la normalización debe ir acompañado de cambios legislativos en los Estados Unidos, pues resulta insostenible una relación bilateral que esté a expensas de los cambios ejecutivos en Washington cada cuatro años.
Hal Philip Klepak. Los factores que favorecen la cooperación y la normalización son los que tienen que ver con las ventajas de dos vecinos cooperando en una gama inmensa de problemas compartidos: inmigración. medio ambiente, estabilidad regional y sub-regional, lucha contra el crimen internacional y el narcotráfico, enfrentamiento a desastres naturales, salud pública internacional, la paz internacional, etc. Los factores que las desfavorecen son la historia trágica de la relación, una falta de confianza en el otro reforzada por eventos recientes, el papel particular de cubanoamericanos (sus divisiones y deseos contradictorios), el simple desequilibrio en el balance de poder entre los dos y las sospechas que nacen de esto y muchos más.
5. Si tuviera que aconsejar a los dos gobiernos para facilitar el diálogo y retomar la normalización, ¿qué les diría?
Jorge I. Domínguez: Si el gobierno del presidente Biden le hace caso al periódico Granma, debe revertir las sanciones adoptadas bajo Trump y regresar a lo que fue la política de Obama al final de su presidencia. El impacto de los Estados Unidos sobre la sociedad cubana es extraordinario. Twitter, Google y Facebook, entre otras, transforman la vida política y económica de la nación. Si la promoción de un cambio político en Cuba es un propósito de ese gobierno, la apertura bilateral es el mejor instrumento. Si el gobierno del presidente Díaz-Canel le hace caso a lo que él mismo ha dicho, hay muchas cosas que cambiar en Cuba, no porque las exija un gobierno extranjero, sino porque esos cambios son sensatos para los propios intereses de Cuba. Algunos de esos cambios ya van comenzando. Son las medidas que pueden permitir un funcionamiento más amplio y eficaz del sector privado. Serían medidas que ubicarían bajo control civil todas aquellas empresas estatales que no son necesarias para el funcionamiento de las fuerzas militares. Pero serían también medidas que le permitieran a los ciudadanos controlar mejor el desempeño público. Un simple ejemplo es la aplicación de la ley electoral municipal al ámbito nacional, es decir, requerir por lo menos dos candidatos por escaño a elegir en la Asamblea Nacional, lo que permite a los votantes a ejercer una verdadera soberanía. Cuba puede adoptar estas medidas porque mejoran y profundizan un desarrollo próspero y sostenible. De más está decir que tales cambios, por decisión propia, facilitarían también cambios en la política de los Estados Unidos. Tanto por razones de mejores resultados en el país y de política exterior, serían cambios útiles, por aplicarse sin pausa y con mucha prisa.
Raúl Rodríguez: Primeramente, se deben revisar experiencias anteriores de intentos de normalización y reducción de tensiones durante los gobiernos de Kennedy, Ford, Carter y Obama, para evaluar en qué medida se avanzó y los beneficios que trajo, tanto para la relación bilateral como para las relaciones hemisféricas. Promover el diálogo y la interacción, donde prevalezca la negociación y la igualdad soberana a pesar de la inmensa asimetría que existe entre ambas naciones. El abordaje de este tema debe partir de la premisa de que nuestras naciones están obligadas a convivir, nos guste o no. La convivencia es una necesidad objetiva y es ventajosa para ambas partes. A partir de experiencias anteriores donde ha existido y aún existe colaboración mutuamente beneficiosa, comenzar construir algún nivel de confianza mutua y promover formas de convivencia entre Cuba y los Estados Unidos debe partir de un contexto de “vecindad”, no necesariamente de aliados y mucho menos de subordinación de Cuba a los intereses de los Estados Unidos.
Gabriel Vignoli: Vicente Aleixandre preguntaba "¿Para quién escribo?" O sea, ¿cuál es el público? El público, tanto en Cuba como en los Estados Unidos, está cambiando a una velocidad sideral. La pandemia, el asesinato de George Floyd y los eventos del 11-J son momentos de ruptura y transformación de los patrones de diálogo entre, y adentro de, ambos países. La “comunidad cubanoamericana” y el “pueblo” cubano son más heterogéneos de lo que parecía. Una clave para facilitar el diálogo es involucrar estos diferentes “públicos” que se han visibilizado en lo que va de 2021. Hablar al “otro” implica hablar consigo mismo. Más bien, hay que hablar consigo mismo antes de hablar con el otro.Por ende, yo buscaría otra palabra que no sea “normalización”: es una vuelta a un pasado que ya no existe. Ambos países son diferentes hoy con respecto a 2014: en su liderazgo (Biden no es Obama, Díaz-Canel no es Raúl Castro), en su población, en su maquinaria político-administrativa, y en los múltiples efectos de la pandemia. Las consecuencias de Trump y de la Covid 19 se harán sentir por años, en ambos países. No creo que sea posible “volver” a la era pre-Trump, aún menos después del 11-J. Hay que forjar un diálogo sobre nuevas bases: el presente lo impone. Un primer punto puede ser el estudio de nuevos memorandos de entendimiento en temas de beneficio recíproco, o sea, una normalización como METODOLOGIA más qué como discurso/instrumento político/diplomático.A la vez, a raíz de los eventos del 11-J, Cuba se ha convertido en una prioridad de los Estados Unidos, aunque no por las razones esperadas. Y varios actores que hasta hace poco se mantenían al margen –China, Rusia, la Unión Europea y Naciones Unidas–, están convirtiendo el diferendo Cuba- Estados Unidos en un asunto multilateral. Mientras más dure, mejor para Cuba, pero a la vez pone al país frente a la disyuntiva de hablar consigo mismo, a partir de su heterogeneidad –para encontrar una nueva voz y para que otros no terminen hablando por él.
José R. Cabañas: Para llegar al diálogo hay que construir cierta confianza (confidence building). Esta última fue muy dañada y destruida durante los años de Trump y no se ha recuperado bajo el liderazgo de Biden. Para que pueda surgir una percepción de confianza se debe apreciar que la contraparte cuenta con un equipo de funcionarios preparados para el ejercicio con indicaciones claras y argumentadas. Del lado estadounidense no hay nada ni parecido en estos momentos. La parte cubana, aún bajo las condiciones impuestas por el gobierno de Trump, reiteró una y otra vez propuestas para, al menos, implementar los memorandos firmados antes, para sostener conversaciones en temas técnicos. Es decir, ha tratado de propiciar el diálogo de forma reiterada sin recibir respuesta, no ha estado inactiva esperando por una invitación. Es del lado cubano donde hay mejor comprensión de las consecuencias de que no existan canales de diálogo. De este lado no funcionan las presiones de los ciclos electorales, ni la necesidad de tratar de agradar a grupos de votantes y mucho menos tratar de aparentar una posición dura en temas internacionales para ser mejor aceptado en lo interno.
Hal Philip Klepak. Si fuera a aconsejar: 1 Multilateralismo para mostrar con otros a los Estados Unidos la utilidad de trabajar con Cuba en esfuerzos de salud pública, vinculados con Covid, y más allá de eso; trabajar con países del Caribe en desastres naturales, inmigración, crimen organizado, narcotráfico, y otros, para ganar más adeptos para la cooperación en el interés de los Estados Unidos y no solamente en el de Cuba. 2 Diálogo más activo con la comunidad cubana en el exterior 3 Proyectos específicos de cooperación presentados por Cuba en los campos de la seguridad, la salud pública, la educación etc. Habiendo dicho todo esto, lo importante es sobrevivir hasta la llegada de mejores tiempos. La unidad del pueblo cubano detrás de una revolución renovada, confiada, llena del espíritu de cambios, listo para aún más sacrificios, pero frente a un programa poderoso y profundo de reformas, me parece necesario para producir el ambiente en que los Estados Unidos querrán cooperar con Cuba y lo harán porque esta, como siempre, tiene mucho que ofrecer a países dispuestos a cooperar con la Isla.
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