En la Galería Villa Manuela de la UNEAC en la capital cubana, durante los dos primeros meses del año ha estado abierta al público, Zootheby's, exposición personal del artista de la plástica, Reynerio Tamayo Fonseca (provincia Granma, 1968).
La muestra, que incluye nueve obras, entre pinturas e instalaciones, realizadas en el 2015, desarrolla uno de los temas cruciales y recurrentes en todo debate sobre el ecosistema del arte contemporáneo: el mercado internacional del arte.
Ya en su muestra El edén se esconde en el paraíso, en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, Tamayo relacionaba el espectáculo caótico del mundo contemporáneo con ese fetichismo a la mercancía, explícitamente tratado en su parodia 2001: odisea del espacio. Posteriormente, tituló a una de sus obras precisamente: Mercado de Arte, pero ahora con Zootheby´s, es que agarra, para decirlo a su manera, a la bestia por los cuernos.
Zootheby´S, es mucho más que el título intertextual de Zoo y Sootheby´s, nombre de la multinacional casa de subasta radicada en Londres y una de las dos más importantes en cuanto a ingresos económicos respecta. Zootheby´s es sobre todo la construcción narrativa y simbólica —sustentada en lo autorreferencial, en lo vivencial de sus colegas más cercanos y, como se nota, en el estudio y la reflexión profunda del tema—, de ese fenómeno universal y globalizado, que se enuncia en la obra portada: “Caja Fuerte”, donde se recrea una de las valiosas y altamente cotizadas pinturas con girasoles de Vicent Van Gogh, interviniéndola con cinco ruedas para combinaciones mecánicas de las empleadas en estos compartimentos de seguridad que nos han hecho creer que se deben empotrar detrás de la obras de arte.
Pero… ¡Magma, mía!, atendamos y entendamos a Tamayo: Zootheby´s —ya está en La Habana, y no es parodia o proyecto— como se simboliza en la pieza “Proyecto para casa Zootheby´s”, mixta sobre lienzo, que es una valla que describe la glocalización en el malecón habanero de una representación de la Zootheby´s, sino que es pura fiebre consumista que azota a la Isla.
Abundan en esta, como en sus anteriores exhibiciones, muchos estilos y colores, pero una atmósfera para cada cuadro y para cada mensaje y para cada bestia: Takashi Murakami o Victor Pinchuk, artista, marchand o coleccionista. Las que invierten o lucran, ostentan o promueven lo original y lo exclusivo o lo público y lo privado. Aplastando o induciendo la repetición, la copia y el plagio aunque también la apropiación, la parodia y el sarcasmo, ante una puja en Londres o empujones en La Habana por una paleta de subasta devenida cuchillo o un estilo devenido en fortuna.
Sobre todo, millones de veces más, para, el artista´s collector de la familia de G. Klimt´s collector, J. Miró´s collector y F. Leger´s collector; nomenclatura binominal con la que Tamayo titula a los 33 “linces” de su colección: “Coleccionistas de obras de arte”, mixta sobre lienzo, ubicada precisamente en el local más jaula y más caja fuerte de la galería. ¿Acaso, para desmitificar y subvertir la lista Forbes de los más grandes coleccionistas de arte? ¿En una actitud irreverente y/o comprometida? Que no es ya, si ¿arte o no arte?, sino ¿vivir para el arte o del arte?, ¿vender obras o venderse? Con MasterCard o con las “Zootheby´s card” (o Zootheby´s bestiary) que Tamayo propone, donde las bestias impresas son mitad Steve Cohen mitad Damien Hirst pudiendo ser mitad comprador, mitad nosotros mismos, como sugiere la instalación “Foto cutous”, que cierra el ciclo discursivo de la exposición y en la que subliminarmente se reitera el aviso-título de su pintura-cartel: I want you for my collection.
Zootheby´s es en resumen, si de arte y mercado se trata —salvo algunas salpicaduras mercantiles, la no tan buena pesca de “cubaneo” en la pequeña pieza de humor “Buena Pesca” y algunos meandros curatoriales, mezclados con la posible falta de información paratextual del público y las indeterminaciones inherentes a la compleja realidad que se significa artísticamente—; la oportunidad de disfrutar (gratuitamente) de las soluciones estéticos-formales de Tamayo y de recorrer una galería como se explora un zoo o se escruta un bestiario. De apreciar su virtuosismo pictórico y su humor — hibridados por una peculiar metodología— y de vernos en su espejo hasta encontrarnos en el Zoo urbano que existimos, mitad feria, mitad bosque.
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