Así, y coordinado por la Embajada de Cuba en la República de Chile, tuvo lugar la presentación de dicho documental en la sede de la Casa de las Américas, el que trajo consigo voz, imagen y momentos –estos últimos, entre escalofriantes y verídicos--, de la triste realidad que azotó y padeció la hermana Nación sudamericana a manos de la bota fascista pinochetista apoyada y financiada por el Imperialismo norteamericano.
“Luego de ser requisado tres días en la morgue (Instituto Médico Legal) de Santiago de Chile --días después del golpe de estado del 11 de septiembre 1973--, el joven funcionario del Registro Civil, Héctor Herrera fue testigo de la desaparición de centenares de cadáveres. A partir de estos hechos, el documental relata la historia sucedida una de esas mañanas, cuando entre las víctimas, Herrera descubre el cuerpo de Víctor Jara, inolvidable autor y compositor y embajador cultural del Gobierno de Salvador Allende. Al mismo tiempo y para que aquel cuerpo sin vida no desapareciese como otros, Herrera engañó la vigilancia de la junta militar y logró, aún con peligro para su vida, entregar el cuerpo a su esposa y enterrarlo de forma legal”.
Hoy, y luego de cuarenta años de exilio en Francia, aquel joven ha decidido salir de su silencio y relata, muy conmovedoramente en dicho documental, todo lo acontecido durante aquellos fatídicos días, tras la caída del Gobierno de la Unidad Popular; mientras que el proceso judicial del asesinato de Víctor Jara continúa aún su curso legal.
Según Herrera: “En dicho proceso judicial se acusa a un chileno-norteamericano, residente en Estados Unidos, de tortura y asesinato en el caso de Jara. De él se exige su extradición al igual que de otros diez militares. Espero estar presente en ese proceso pues fui testigo de todo ello como funcionario de ese lugar; de toda una masacre, ¡!algo salvaje!!, pocos días después del golpe, en la propia morgue, adonde me llevan los militares a trabajar. Un período donde conocí el infierno y donde confeccioné las fichas de cada uno y de algunos cuerpos (todos torturados), algo que me permitió (finalmente) poderlos sepultar y ser, a la vez, un testigo que actuó en el aviso a los familiares. Jamás olvidaré el día en que conduje a Johana, la esposa de Víctor, a la morgue. Lloraba, tratando de limpiar con sus lágrimas el rostro de su esposo y un cuerpo sumamente maltratado y sangriento, con ambas manos destruidas y perforaciones de metralleta en distintas partes. Hoy este inolvidable cantautor se haya enterrado en el Cementerio General de la capital chilena”.
Durante una entrevista en la Televisión Peruana, en julio de 1973, acerca de su música, de la Nueva Canción Chilena, Jara afirmó:
“--¡!Ya basta de música electrizante; de música que no nos ayuda a vivir; que no nos dice nada, y que nos deja tan huecos como siempre!!. Comenzamos a hacer este tipo de canción, y justo en el momento en que los trabajadores de mi país comienzan a unirse en lo que pronto se llamaría la unidad popular, en que llegamos a ser. Esta es una canción que surgió de la necesidad total del movimiento social en Chile”.
Víctor Jara no. 2547 en Casa de las Américas, más que una muestra fílmica de hechos reales, es testimonio fehaciente de la necesidad de preservar la memoria de la historia latinoamericana; la de sus héroes y mártires y, en especial, la de innumerables héroes anónimos quienes, como Héctor Herrera y de sus valores humanos, la han escrito (y continuarán escribiendo) en absoluto silencio para orgullo de nuestra memoria identitaria.
“Yo no quiero la Patria dividida/ ni por siete cuchillos desangrada
Quiero la luz en mi tierra amada / sobre la nueva casa construida
Yo no quiero la Patria dividida/ ni por siete cuchillos desangrada (…)”.
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