No hay que dar mucho crédito a quienes afirman que la gente ya no va al cine; si bien es cierto que el “paquete”, la TV, el calor y el eterno problema con el transporte conspiran, esa inigualable sensación de ver un filme en pantalla grande, de compartir desde el silencio y la oscuridad de la sala emociones y vivencias, sigue cautivando a muchos.
Prueba de ello es la respuesta entusiasta y masiva de los más de veinte mil espectadores que visitaron los cines habaneros durante el mes de julio para disfrutar de la programación veraniega preparada por el ICAIC. Este Festival Cine de Verano 2017 ha implicado gran cantidad de ciclos literalmente para todos los gustos, que han movilizado a buena cantidad de espectadores de todas las edades y estratos socioculturales, quienes desafiando las mencionadas dificultades se han volcado a las salas cinematográficas.
Diversidad y valía estética han caracterizado los programas temáticos de estas muestras que se han distribuido a lo largo y ancho de la capital; el cine mismo, de ayer y hoy, en su vastedad e inclusividad, señorea en ellos.
Cierto que el carácter único de la mayoría de las tandas, generalmente vespertinas, ha atentado un poco contra una aun mayor participación, pero este es un fenómeno que trasciende el verano; es evidentemente que se requiere urgentemente el regreso de la tanda nocturna, imprescindible para quienes por diversas razones no pueden asistir al cine en las tardes.
Aun con ello, el verano en los cines de nuestra ciudad ha sido exitoso. Me gustaría resaltar algunos ciclos que han tenido en cuenta el pasado fílmico —óptimo para conocimiento de las nuevas generaciones— o para la revisitación de quienes tuvimos la oportunidad de conocer algunas de esas joyas artísticas de la pantalla grande: momentos inolvidables del cine socialista, o el imaginario en torno a la Segunda Guerra Mundial fueron algunos de ellos.
No quedaron fuera esos géneros siempre tan favoritos (terror, erotismo, ciencia-ficción, aventuras, musical…) ni las retrospectivas de actores que también lo son (Jean Paul Belmondo, Leo di Caprio, Jenifer Lawrenceo el original ciclo “Ayer galanes, siempre únicos”).
Muy pertinente ha sido el volcarse a nuestro cine, tanto en su contemporaneidad (con el estreno de El techo, de Patricia Ramos) como a su historia (“Momentos cruciales de la Revolución”, “Divas a lo cubano”, etc.) lo cual incluye la no menos significativa programación infantil (“Animados cubanos”) que dicho sea de paso, surtió a los más pequeños de atractivos panoramas (“Un viaje a la prehistoria”, “Aventuras en el espacio”…).
Todo ello sin descuidar los estrenos, los cineclubes, la Cinemateca de Cuba (con una muestra de James Bond que contó con entusiastas seguidores) o la programación siempre tan popular en 3D.
De modo que resultó doblemente cálida la programación fílmica de verano: mucho cine, bueno y variado, nos hizo olvidar durante algunas horas, el tórrido ambiente, y refugiados casi siempre en el aire acondicionado (funcionando en la mayoría de las salas) pudimos disfrutar de instantes maravillosos dentro de ese sueño compartido que es el cine.
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