París, sábado 7 de junio de 2014
El cielo amanece plomizo; según el parte del clima debe ser un día agradable. En el lago Engien Bains dan los toques finales al escenario y se prueban los sistemas de luces y sonido. Todo parece estar listo para cerca del mediodía hacer un ensayo general y ajustar el sonido.
Dominique Roland y su equipo repasan una y otra vez los detalles para la filmación. A pesar de sus años de trabajo y la experiencia sabe que está frente a un gran reto; no importa la confianza que le han trasmitido los ejecutivos de los Estudios ABDALA, la tranquilidad de Carmen Mayans y la confianza de todos en el Centro de las Artes: se trata de un mito de la música cubana. Son los Van Van.
Cinco de la tarde ya hay cerca de dos mil personas frente al escenario. El sol ha calentado el día y las luces de París se comienzan a encender; siguen llegando bailadores. A las siete de la noche hay tanto público que a los productores les preocupa el emplazamiento de las cámaras; es un público diverso y cosmopolita que no esconde sus orígenes. Juntos, entrelazados, se ve a cubanos y franceses, a dominicanos y españoles, árabes y africanos; todos mezclados según el poeta; también están los turistas que vienen atraídos por la novedad y la publicidad.
De todos es el reino de la música.
Alguien dijo que los Van Van eran Los Rolling Stone de la Salsa; yo prefiero llamarles “…el fabuloso tren de la música cubana…”, como les presentaba Juan Cruz en la Tropical desde los años ochenta.
El sonido del choque de las baquetas de Samuel Formell anuncia que va a comenzar el concierto. Marca tres tiempos. Ha llegado el momento esperado. Comenzó la fiesta. Hora del goce una vez más. Hay veinte mil voces a una repitiendo cada coro.
La Habana, día X del año 2014
Los Formell suelen siempre llegar a tiempo. Padre e hijo toman un café en el Lobby de los Estudios ABDALA, todo el que pasa les saluda y se detienen a escuchar las historias que siempre cuenta Juan, es un gran conversador y la reunión parece no empezar. Vale la pela la demora.
Del Centro de las Artes de París está su productora Carmen Mayans, que a pesar de los años sigue aferrada a la música cubana; sabe que su propuesta es una alta inversión cultural y humana; hay otros ejecutivos y Dominique Roland quien hará el documental filmará el concierto para que después esté disponible en formato DVD para ser comercializado.
Media hora después queda todo acordado. Se hará un gran concierto y documental para celebrar los cuarenta y cinco años de los Van Van. Abdala es la contraparte cubana del proyecto.
Si París vale una misa, entonces quien mejor para oficiarla que Formell y sus músicos. Si es la ciudad luz era el momento que viera directamente los ojos de estrella de las noches cubana, de esa negra bonita a la que todos llaman Sandunguera.
Hay que organizar los ensayos, el repertorio y sobre todo los invitados. Por la orquesta han pasado algunos músicos que representan momentos importantes de estos cuarenta y cinco años; están también aquellos que alguna vez Juan pensó que encajaban en el estilo de los Van Van. Hay que trabajar duro.
También hay que organizar la información que se necesita para el documental: entrevistas, fotos, recortes de periódicos, y cualquier dato de interés. Santiago Alfonso recrearía la evolución del baile en estos cuarenta y cinco años.
Sin embargo, la vida jugó una mala pasada. El 1ro. de mayo Cuba está de luto, Juan Formell se nos había muerto sin pedir permiso a sus seguidores y todos comenzaron a preguntarse: qué hacemos ahora sin él que ha cantado y vivido a nuestro ritmo. Faltaban treinta y seis días para el concierto en París.
Era el tiempo de la razón que siguió a las emociones encontradas. Van Van es un concepto arraigado en la conciencia de una nación, de una cultura. El Songo es ruptura y continuidad en la música cubana y los habituales estaban listos para seguir.
Sin el principal testimoniante el documental sería un estribillo de la orquesta en los años setenta: “… la rumba no está completa…”; pero como todos los estribillos de la orquesta la memoria colectiva está latente, y Juan Formell a veces somos todos.
La Habana, diciembre de 2015
Ha llegado la hora de la verdad. Ha sido un año de intenso trabajo; el documental y el concierto ya están listos para ser presentados al público cubano. Días antes se había presentado a los medios en París, pero faltaba la prueba de fuego: el público cubano; los hombres y mujeres que por más de cuarenta años habían seguido cada concierto de Van Van por toda la isla; los hombres y mujeres que van cada semana al Salón Rosado de la Tropical: la meca del baile en Cuba. Los cubanos de cualquier latitud y credo que llevan los Van Van en sus alforjas, sus memorias e inician a sus descendientes y amigos en el culto musical de una era: la era Van Van; si no entiendes y conoces a los Van Van no sabes nada de Cuba.
Hubo emociones anteriores. La exposición con las fotos de Iván Soca en los Estudios ABDALA y la desconfianza habitual de los medios; la presentación en la sala Charles Chaplin; el volver al barrio de Cayo Hueso con Samuel y los dos Pancho Formell, padre e hijo; detenerse en la panadería La Candeal y caminar el callejón de Hamel; el mismo lugar donde nació el feeling y donde se selló la amistad entre Juanito y Elena Burke, una de sus mejores intérpretes.
Son las ocho de la noche y cerca de dos mil vanvaneros sudan la alegría en La Tropical y otro tanto espera por entrar. Se agolpan en la pista de baile, no cabe un alma más. Es cinco de diciembre; es el día después de la fecha fundacional. Ya Santa Bárbara/Changó/Siete rayos/Zarabanda vio cómo se apagaron las velas que sus devotos le encienden en esta fecha. Hay mazos de collares multicolores, mujeres de probada voluptuosidad y alegría incontrolada.
Un silencio que solo interrumpen los plausos reciben un fragmento del documental y unos minutos del concierto en París. Lágrimas contenidas y cinturas contoneadas, se canta cual rezo propio, soliloquio del estribillo que no molesta. Volvió Formell, le escuchamos nuevamente, respira en cada uno de nosotros.
En el balcón hay tranquilidad en los productores. Se puede soñar y pensar en el futuro, comentan mientras no resisten la intranquilidad de sus cinturas, la indisciplina sonora de sus pies. Ellos también son Van Van en este instante.
Un cartel impreso para la ocasión reproduce una foto de Iván Soca donde en el piso de un lugar cualquiera de Cuba alguien escribió que: “los Van Van son la Patria”. Cada cubano presente aquí esta noche se lleva un pedazo de Patria a su casa. Mañana soñará en clave de Songo.
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