“En su cielo de piedra congelada
la última estrella, fija en la inclemencia
de su noche sin signos de alborada,
no hay metal negro, no hay materia dura
-símbolo vivo de la resistencia-
que dé la talla para su escultura”
María Villar Buceta
Al año siguiente del fallecimiento de María Villar Buceta (ocurrido el 29 de junio de 1977), el entonces director de la Biblioteca Nacional José Martí, Dr. Julio Le Riverend, en el popular espacio del Sábado del Libro, realizado el 17 de junio de 1978, presentó un volumen con la obra literaria reunida de esta mujer excepcional, Poesía y carácter, de la Editorial Letras Cubanas, que, al decir del eminente historiador, le hacía justicia a una infatigable trabajadora de la cultura que, también, fue una intelectual respetada y delicada poetisa.
Pocos meses después, en septiembre de ese mismo año, la Biblioteca Nacional le rindió un emotivo homenaje público, de todos sus trabajadores, con una exposición bibliográfica de sus textos y sus colegas la evocaron. De manera consensuada, se reconoció su talento, honestidad y modestia, igualmente se recordó su pensamiento socialista y revolucionario. En la Revista de la Biblioteca Nacional, en el número de septiembre-diciembre de 1978, Araceli García Carranza publicó su bio-bibliografía, la que da la medida del volumen de su producción escrita.
Los homenajes no cesaron, pues en 1991, cuando la noble institución cumplió los noventa años de vida, se publicaron poemas suyos en el libro Poesía en la Biblioteca. Antología de poetas, edición a cargo del departamento de Publicaciones y Conservación, con prólogo de Eliseo Diego y que incluyó poemas de personas que trabajaron o laboraban en la Biblioteca Nacional. Los textos de Villar Buceta abrieron el poemario. De ella expresó el autor de En la calzada de Jesús del Monte en dicho prólogo: “María Villar Buceta es una de las fundadoras de esta institución y sin su nombre sería imposible una historia de la literatura contemporánea en nuestro país”, reconocimiento insuperable dicho por el gran poeta.
Nació María el 21 de abril de 1988, en Pedro Betancourt, Matanzas, de padre español y madre cubana. Desde joven asumió ideas de justicia social y comenzó tempranamente a escribir versos. En 1915 publicó sus primeros poemas, que tuvieron una feliz aceptación, y algunos medios especializados consideraron que se trataban de textos de la autoría de un escritor consagrado que se escondía tras un seudónimo. Cinco años más tarde, Emilio Roig de Leuchsenrig se interesó por ella y solicitó sus datos. María le envió como respuesta una breve autobiografía, publicada después en su libro Unanimismo, de 1927.
También ella cultivó con éxito el periodismo desde 1916. En 1921, cuando se trasladó a La Habana, se dedicó profesionalmente a esta actividad. En muchos de sus textos para los medios se desplegaban sus sentimientos patrióticos y revolucionarios, lo que motivó que Rubén Martínez Villena la visitara para conocerla. A partir de ese momento, trabajó con el poeta y dirigente comunista hasta su muerte. Desde 1930 se integró al Grupo Minorista y militó en el Partido Comunista, siendo sumamente activa en las luchas contra el tirano Gerardo Machado.
Su estilo periodístico se potenció y afinó en la revista Adelante, en la que denunció sostenidamente el abandono en que vivían los escritores y artistas en la república burguesa. De igual forma, y con la misma radicalidad, denunció los prejuicios raciales existentes en la sociedad, expresando que en Cuba lo negro había asumido la categoría de provincia dentro de lo humano y marcando, con versos de Rafael Alberti, el camino y el sentido que debían seguir la integración social de los cubanos: “Blanco, da la mano al negro/Negro, da la mano al blanco”.
En 1924 comenzó su trabajo en la Biblioteca Nacional donde dejó un mar de simpatía y en 1940 comenzó como profesora de la Escuela del Servicio de Bibliotecas. Tres años más tarde, ella elaboró su propio curso teórico-práctico de biblioteconomía. Después, se trasladó como bibliotecaria a la Escuela de Periodismo hasta 1959. Al triunfo del primero de enero de 1959, Villar Buceta se trasladó al Ministerio de Relaciones Exteriores como bibliotecaria del mismo, hasta su retiro en 1968.
En homenaje a su vida y obra se constituyó en 1979 la Cátedra que lleva su nombre, por iniciativa del Dr. Le Riverend, la que, inicialmente, se subordinó a al Departamento de Investigaciones Histórico-Culturales de la institución. Esta Cátedra ha sido, desde su inicio, un espacio para contribuir a la superación del personal bibliotecario a partir de la impartición de ciclos de conferencias, clases especializadas y el intercambio de experiencias entre colegas. Intelectuales y especialistas de la talla de Armando Hart, Ambrosio Fornet, Luis Suardíaz, Leonardo Padura, Emilio Setién, Araceli García Carranza y Olga Vega, entre otros, han intercambiado con los asistentes a la Cátedra.
En 1999 la Cátedra conmemoró el centenario del natalicio de María Villar Buceta con un Coloquio en su honor. En el presente, la Cátedra se mantiene vital, aunque las prohibiciones laborales por la pandemia de la Covid 19 han detenido temporalmente su funcionamiento.
No encuentro nada mejor para cerrar este texto evocativo que las palabras de quien la conoció muy bien como camarada de luchas socialistas e intelectual de relieve, Raúl Roa García, quien expresó sobre Villar Buceta: “Vida noble, esforzada y generosa la de esta mujer admirable, que oculta sus propios pesares para no empañar la alegría ajena. Podría definírsele con una frase de Martí: Diamante con alma de beso”.
Conmemoramos hoy un aniversario más de su desaparición física, en el año en que celebraremos los primeros 120 años de la querida institución.
(Para la realización de este texto fueron muy útiles trabajos previos de Araceli García Carranza, Vilma Ponce, prensa periódica y diccionarios)
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