Un día como hoy, 9 de septiembre, pero de 1920, nació en La Habana Manuel Moreno Fraginals (1920-2001), quien llegaría a ser uno de los más relevantes historiadores que ha dado nuestro país, no solo del pasado siglo, sino en todos los tiempos.
En la introducción a la Órbita de Manuel Moreno Fraginals (Ediciones UNION, 2009), su colega Oscar Zanetti, también compilador del volumen, describe una serie de rasgos de su persona que agrupó a partir de las opiniones de amigos, colegas y conocidos. Vale la pena citarlos por lo que ilustran sobre el insigne historiador:
“Generoso, entusiasta, halagador, grandilocuente, apasionado, veleidoso, estilista, galante, fantasioso, transgresor, son sólo algunos calificativos tomados al vuelo de un inventario muy nutrido, en el cual también se pondera su excelencia profesional, su leal amistad, su fino humor y hasta su atractivo dandismo. Entre esos y otros atributos, hay uno que a nuestro juicio resulta clave para comprender la trayectoria de este autor: la inquietud.”
No creo que, quien haya conocido personalmente a Moreno (en lo adelante MF), pueda encontrar, resumidamente, una semblanza más completa y objetiva. Desde luego, esa inquietud intelectual a la que se refiere Zanetti, uno de los integrantes del gremio de los historiadores que mejor lo conoció y quien, con toda seguridad, ha escrito más sobre su obra y persona, pudiera referirse también con las palabras curiosidad intelectual, porque un somero repaso a su vasta obra nos daría la variedad de intereses que cubrió en sus ocho décadas de vida. Y es que la cultura que llegó a acumular MF en su mente fue, sencillamente, enciclopédica.
MF investigó y escribió sobre temas tan diversos como el tiempo en la historia, la esclavitud y la cuestión racial en los siglos XVII-XIX, sobre la negritud en nuestra historia y cultura, sobre la historia como ciencia social, sobre los procesos de la caña de azúcar y su determinante rol en la historia insular, sobre economía cubana a lo largo de los siglos, sobre El Caribe y su colocación dentro del sistema colonial del siglo XIX, sobre la cultura cubana, su decurso y avatares, sobre la oligarquía cubana y su universo ideológico, escribió también sobre obras literarias, autores y un sinnúmero de temas más que haría cansona esta evocación. De ahí que su mirada de historiador deba considerarse plural, ecuménica y hasta totalizadora en el caso de nuestro devenir como nación.
Dentro de esa gran masa de información, sobresale el libro El ingenio. Complejo económico social cubano, publicado por vez primera en 1964 y sin discusión su libro insignia. Con él, MF situó a la historiografía cubana, desde una perspectiva marxista, ante el espejo de sus carencias y limitaciones, pues el volumen planteó, entre otras cosas, la necesidad de una reconsideración de los procedimientos y los temas en las ciencias históricas en la revolución. Fue un libro parteaguas en las investigaciones históricas del país. A partir de su publicación, nada fue igual en el medio académico. Habría que replantearse, en lo adelante, las formas de afrontar el estudio de la historia de Cuba, incluyendo el abordaje a algunas figuras muy establecidas en el retablo canonizado de los pro-hombres cubanos.
Dos años más tarde, con el texto “La historia como arma”, publicado en 1966 en la revista Casa de las Américas, volvió Moreno a llamar la atención de los historiadores al plantear, de manera medular, cuáles debían ser los principios y códigos a seguir por los historiadores en la revolución. Obviamente, le asistía ya una obra considerable, creciente y muy profesional.
Los textos de MF fueron configurando a través de los años un suma seria, imaginativa, rigurosa y original dentro de la historiografía nacional. En su trabajo, el autor se salía de los moldes usuales en los procesos investigativos, ampliaba referencias, era sumamente audaz y valiente en sus planteamientos y, algo muy importante, sobre todo en un gremio que no se destacaba entonces por el buen uso de la escritura, su prosa era elegante, rápida, dúctil y a la vez concisa, con lo que también sobresalió no solo en los contenidos, sino en la forma de expresión utilizada.
No conocí mucho a MF, pero en el puñado de veces que lo visité, a mediados de los ochenta del pasado siglo, para conversar sobre Carlos Manuel de Céspedes, cuando apenas había comenzado mis investigaciones sobre el prócer bayamés, hubo dos momentos que deseo revivir ahora, pues retratan al hombre y al historiador. El primero ocurrió cuando me presenté (habíamos concertado la cita telefónicamente) y le dije que investigaba sobre Céspedes y estaba entrevistando a historiadores que me pudieran aportar información y juicios de utilidad, me respondió con una pregunta: ¿Eres historiador graduado? No, le respondí, mi formación es en las Matemáticas. No lo pensó mucho y me dijo algo que me sorprendió, Ah, entonces sí creo que podrás escribir tu libro sobre Céspedes. Y es que para Moreno el conocimiento de los números y las estadísticas, como supe después, eran condiciones fundamentales para ser un buen historiador. Así lo había escrito en su texto ya mencionado de 1966, en la revista Casa, cuando expresó: “Quien no maneje e interprete las cifras, quien sea inepto para las matemáticas, jamás será historiador”, un credo que, al margen de su evidente radicalismo, revelaba su genuina manera de pensar.
La otra anécdota de interés de aquellos encuentros fue cuando analizamos las opiniones de Raúl Cepero Bonilla sobre Céspedes, que, como se sabe, fueron extremas y desacertadas[1]. MF me reveló que la noche víspera del viaje fatal de Cepero (murió en un accidente de aviación en noviembre de 1962, en una sierra peruana contra la que chocó el avión en que viajaba), ellos habían conversado largamente sobre varios temas (ambos eran amigos muy cercanos), este entre ellos, y que para mí tranqulilidad (esas fueron sus palabras), Cepero había reconsiderado mucho sus opiniones críticas sobre Céspedes, solo que no tuvo tiempo de hacerlas públicas, concluyó.
Conservo un agradable recuerdo de esos encuentros, Moreno era un conversador nato, agudo, ameno e irreverente, un interlocutor que valía la pena, sin poses, presto a ofrecer sus conocimientos solo por el placer de ayudar a los más jóvenes e incitarlos a continuar con sus investigaciones. Estaré eternamente agradecido por su atención y generosidad.
Otra de las facetas de su accionar en nuestra cultura fue la de profesor. Dio clases y, conferencias en universidades de numerosos países y en Cuba dejó una huella profunda por su ejemplar magisterio. Varias generaciones de alumnos de pregrado y posgrado recibieron sus clases magistrales en las que se fusionaban los vastos conocimientos sobre cultura e historia de Cuba. Cuando ya se pensaba que España/Cuba, Cuba/España (Barcelona, 1995), libro que ha concitado diversos análisis críticos, sería su libro postrero, ahora se anuncia un nuevo volumen con las clases que, mediando los ochenta del pasado siglo, impartiera MF en el Instituto Superior de Arte (ISA) sobre cultura cubana.
Estas conferencias fueron grabadas (es decir, salvadas) por la profesora Hilda Vila, compañera de MF en el Departamento de Estudios Cubanos de la Universidad de las Artes y trabajadas por dicha profesora y por Beatriz Moreno, hija del historiador. En su momento, también fue importante la luz verde y el apoyo que el entonces Rector del ISA, Rolando González Patricio, diera a esta empresa.
De manera que la andadura de Moreno Ftaginals por el mundo de la cultura cubana se mantiene latente. Esperemos ese nuevo libro con la expectación de poder leer a uno de los grandes intelectuales e historiadores de nuestra cultura.
[1] En junio de 2008, en el Instituto Juan Marinello, se desarrolló un evento para evocar y homenajear a Cepero Bonilla y en el mismo se analizó por Jorge Ibarra Cuesta, Oscar Zanetti y Ana Cairo Ballesterentre otros, estos juicios de Cepero.
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