Se publicó recientemente por el sello editorial de Ciencias Sociales, de la Casa Nuevo Milenio, el manual: Conceptualización de la etnicidad en Cuba, de mi autoría, con artículos además de Miguel Barnet y Pedro de la Hoz.
El folleto, va dirigido, según la Introducción: (para el) “sistema de enseñanza, y sea utilizado por maestros, profesores, educadores en general y el alumnado; también en el sistema de la cultura por los creadores, instructores de arte y directivos; en el sistema de información por los periodistas y comunicadores sociales. Además, que sea de utilidad a los cuadros y dirigentes políticos, tanto partidistas como administrativos y gubernamentales, así como para las organizaciones de la sociedad civil socialista cubana”.
Se organiza por tópicos, a saber: La relación Hombre - Mundo: naturaleza y cultura. Raza, racismo, racialidad. ¿Existen las razas? Etnia, nación y nacionalidad. La ciudadanía. Afrodescendencia. Aborígenes e indígenas y Las peculiaridades de Cuba. Más los artículos: El pueblo cubano hoy, de Miguel Barnet y Contra el racismo y la discriminación, un año después, de Pedro de la Hoz.
En el Epílogo, el autor declara: El presente texto no propone un úcase sobre el tema. El debate continúa, los criterios son múltiples, se respetan todos por contradictorios que sean, pero no podemos continuar mirando a Cuba con espejuelos o anteojos foráneos, los análisis no pueden continuar desde la perspectiva del otro. Somos los cubanos los que debemos mirarnos por dentro, observar críticamente nuestra realidad, asumirnos como somos y exponernos como somos para que el extraño nos comprenda con nuestras características biológicas, psicológicas, culturales, históricas y sociales.
Ya antes, en la Introducción había declarado: Algunos científicos sociales —incluso, hasta algún académico asesor científico del Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial— sostienen el criterio de que no existe una teoría cubana sobre la etnicidad y el racismo en Cuba. Sin desestimar esa opinión, el diagnóstico del programa, cuya versión editorial es el libro Revolución cubana vs. racismo, al que ya hicimos referencia, demuestra al menos que existe la base para esa teoría, con novedades claras sustentadas en resultados de las ciencias biológicas y de las sociales. Cuenta esta teoría en ciernes y en desarrollo con un aparato conceptual y un sistema de categorías propias que explican la realidad cubana desde lo histórico-lógico. Aquí los compartimos y esperamos su utilidad.
Invitamos a los lectores a leer el manual, pero más allá del mencionado texto, - la vida dirá si resulta útil o no- encontramos a diario un debate en determinado segmento de la intelectualidad científica y artístico-literaria sobre el racismo y sus manifestaciones en Cuba y sobre algunos elementos de ello quisiera opinar.
¿Si no existen las razas, tampoco existe el racismo?
El criterio que sirve de subtítulo a esta sección no es generalizado, pero sí gana espacio entre algunos colegas. Cito al manual en sus páginas 12-14, en el epígrafe: Raza, racismo, racialidad. ¿Existen las razas?
Definitivamente sí existen las razas en el orden biológico para muchas especies de animales, pero en ese mismo orden biológico no existen las razas para los seres humanos. Y también sí existen las razas entre los humanos como construcción cultural, que no debiera ser. La cuestión es teórica. La teoría de las razas proviene del criterio de establecer el orden familia-especie-razas para explicar el reino animal. Existen las familias: felinos, caninos, simios… y cada familia está constituida por varias especies que tienen más similitudes que diferencias entre ellas y todas las especies de una misma familia tienen un antepasado común según esa teoría. En el mismo orden, por tanto, los simios actuales y el ser humano formamos parte de la misma familia biológica y descendemos de un antepasado común. Ahora, algunas especies tienen dentro de sí diferentes razas que, igualmente, tienen más similitudes entre ellas que diferencias. De ahí que se hable de razas de perros o de gatos por solo mencionar a estas especies que son muy cercanas al hombre. En el desarrollo de estas teorías, se pensó que los distintos restos fósiles humanos hallados en espacios geográficos muy distantes correspondían a diversas razas humanas: el hombre de Cromagnon, el hombre de Neanderthal… y se estableció determinado ordenamiento racial por decirle de alguna forma: raza blanca (también llamada indistintamente europoide, caucásica, aria, indo-latina) la originaria de Europa; raza amarilla (mongoloide, asiática oriental) la originaria del Asia Central y Oriental; raza negra o negroide, la originaria de África, de Australia y Oceanía (maoríes); la raza arábiga, la india o hindú, la polinesia… y en el caso del hombre originario nativo-americano —los mal llamados indios por Cristóbal Colón— se consideró que era de origen mongoloide —llegados a través del estrecho de Bering— mezclados hacia el sur con polinesios, como lo demostró Thor Heyerdhal en su expedición de la Kon-Tiki. Esa teoría biológica de diferenciación del ser humano por razas fue aprovechada ideológicamente en la etapa de descomposición del feudalismo y su tránsito hacia las relaciones capitalistas de producción para justificar toda una teoría sin base científica de la superioridad de unas razas sobre otras y de la raza blanca sobre el resto, la llamada “Supremacía blanca”, sin sustento biológico pues nadie nunca demostró que biológicamente unos seres humanos fueran más inteligentes y capaces que otros. Pero ya en el siglo xx fue hecha trizas la teoría de la diferenciación biológica de los seres humanos por razas, al quedar demostrado que el australopiteco, aparecido en el noreste de África, fue el primer y único hóminis que surgió de nuestro antepasado común con los simios, y ese australopiteco se convirtió en un migrante hacia todos los puntos cardinales de la Tierra; por tanto, los restos fósiles hallados en cualquier continente corresponden a un descendiente migrante de ese australopiteco. No es que seamos hombres racialmente distintos, sino que todos tenemos el mismo origen y no existen razas entre los seres humanos. Podemos hablar entonces de raza humana —en singular— como sinónimo de especie humana. No es que moralmente debamos hablar de igualdad entre las razas humanas, sino que, al no existir las razas entre los humanos, somos naturalmente iguales todos los hombres. El sabio cubano Fernando Ortiz lo esclarecería en su formidable obra El engaño de las razas, un texto que debería ser de obligada consulta.
El racismo como teoría supone la existencia de razas y a partir de ahí, la superioridad biológica, intelectual y estética de una raza sobre otras. Desmontado el concepto de razas en la especie humana, esa teoría no debería existir. En el caso cubano menos aún, al comprobarse científicamente el mestizaje genético. Pero ese fenómeno inexistente en lo biológico, persiste como construcción cultural con fuertes rasgos psicológicos e innegable impacto social. Se da a partir de una visión eurocéntrica y estadounidense que forma parte de la hegemonía que los países capitalistas desarrollados han tratado de imponer al resto del mundo. En “Mi raza”, un artículo del periódico Patria, José Martí expresó: “Esa de racista está haciendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene derecho especial porque pertenezca a una raza u otra: dígase hombre y ya se dicen todos sus derechos”.[1]
El prejuicio racial existe en el orden psicológico, es hijo de esa teoría y a veces funciona involuntariamente. Se aferra al pensamiento y motiva o condiciona la acción discriminadora.
La discriminación racial como acto de inferiorización, subordinación y/o segregación de un tipo de personas, es hija del racismo y del prejuicio racial. La Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial (1965) define en su artículo 1, párrafo 1, a la discriminación racial como “toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública”. En Cuba, hay que admitirlo, subsisten estos tres aspectos: racismo, prejuicios raciales y discriminación racial, a los que se suman desigualdades sociales objetivas aún no superadas.
El racismo es una forma atroz de violencia. Diferenciar a los seres humanos racialmente es violentar la naturaleza, es crear una diferencia que la naturaleza no aprueba. Junto al racismo crecen la xenofobia, el regionalismo, la violencia étnica, cuando un ser humano es naturalmente igual a otro y moralmente debe ser igual a otro. No solo iguales en derechos y deberes, sino también porque somos de la misma especie y de la única raza de esa especie: la raza humana. Si ya las ciencias biológicas han demostrado que no existen razas entre los seres humanos, no debería existir el racismo, que es una teoría que sustenta la superioridad de unas razas sobre otras.
Racialidad es un término bastante reciente, se emplea desde la década de los 80 del pasado siglo xx y aún no está validado por la ciencia porque supone el estudio del comportamiento racial y, si no existen las razas en el ser humano, tampoco deben existir estos estudios. No obstante, ese término se ha extendido y se emplea habitualmente en la actualidad.
Con tales conceptos, el autor da crédito a ese otro criterio que algunos enarbolan: Las razas no existen, el racismo sí.
La doctora Graciella Chailloux Laffita, por su parte, plantea que no debe existir el racismo si no existen las razas. Lo ratifico sólo desde el ángulo deontológico: el deber ser, pero definitivamente sí existe, pues esa construcción cultural no sólo es manejada a nivel académico sino también a nivel social, político y en el imaginario popular y combatirlo y desmontarlo, no significa desconocerlo. No obstante, la doctora Chailloux prefiere conceptualizar el fenómeno de la discriminación racial o discriminación por el color de la piel como: violencia por el color de la piel, en sustitución de los otros términos. En ese sentido ya cité el manual donde se reconoce que: El racismo es una forma atroz de violencia. Diferenciar a los seres humanos racialmente es violentar la naturaleza, es crear una diferencia que la naturaleza no aprueba, por lo tanto, concuerdo en llamarle así, pero considero que, como sinónimo y no como sustitución.
¿Existe racismo estructural en Cuba?
El racismo es estructural cuando un determinado modo de producción, formación económico-social y sistema político, produce y reproduce objetivamente las causas y condiciones que generan el racismo y la discriminación racial. Digo claramente que, de manera objetiva, o sea, independiente de la voluntad humana.
Puede haber voluntad política para resolverla por determinados decisores; pueden existir, sujetos individuales y colectivos que deseen hacerlo, pero si el modo de producción se basa en la propiedad privada sobre los medios de producción y la explotación del trabajo por el capital; si la formación económico-social se estructura sobre la base de clases sociales antagónicas, en las que unas son explotadoras y otras son explotadas y en el mundo espiritual de esa sociedad prima, por lógica, como ideología dominante y hegemónica, la de las clases sociales explotadoras; si el sistema político está diseñado para proteger ese status quo, el racismo y la discriminación racial se van a producir y reproducir de todas maneras, y en el mundo contemporáneo, he retratado con esta definición, al modo de producción capitalista, a la formación económico-social capitalista y al sistema político burgués. Recordemos a Marx en el Prólogo a Contribución a la crítica de la Economía Política: no es la conciencia social la que determina el ser, es el ser social quien determina su conciencia. Y para Marx, el ser social es el conjunto de la producción material que el hombre crea en sus relaciones sociales y el ser social es el conjunto de ideas, análisis, juicios, teorías y preceptos que el hombre crea determinado por esas relaciones sociales que se establecen en la producción material.
No puede por esencia el socialismo, producir y reproducir per sé, el racismo. En Cuba socialista no existe racismo estructural, lo que sucede es que, en las condiciones en que se desarrolla la construcción del socialismo en Cuba, que es el período de tránsito del capitalismo al socialismo, subsisten elementos de carácter objetivo –reconocidos y analizados en el diagnóstico del Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial- que no sólo coadyuvan –junto a elementos subjetivos- a la persistencia o subsistencia del racismo sino que, de cierto modo lo reproducen, pero siempre será de forma contextual y circunstancial, no porque el socialismo lo genere.
Recordemos incluso que el 26 de julio de 1994, cuando el Comandante en Jefe Fidel anunció algunas medidas económicas y sociales que calificó como que “no nos gustan” declaró también que no se podía en ese momento continuar con la construcción del socialismo, se trataba de defender sus conquistas.
Por supuesto, la construcción del socialismo continuó después de ese breve lapsus, a partir de 1995 con el reinicio de la recuperación económica, que continuó con la Batalla de ideas y sus 50 programas a partir del 2000, con los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución en 2011 y en el 2016 con la Conceptualización del modelo cubano de desarrollo económico y social y los programas hasta el 2030.
En el caso del socialismo, la voluntad política por resolver el flagelo del racismo no es una manifestación aislada de determinado sujeto, forma parte de la ideología de la clase obrera, que es la ideología dominante y hegemónica en esta sociedad, clase social que detenta el poder político junto a las restantes clases y grupos sociales trabajadores, es una sociedad que sostiene la propiedad social sobre los fundamentales medios de producción aunque en ocasiones el sujeto colectivo no se sienta propietario pero lo es.
Que subsista la marginalidad y la marginación contextuales en Cuba se debe, entre tantas causas, a que construir el socialismo es una proeza sin una base técnico-material adecuada, con un subdesarrollo económico heredado de un pasado de capitalismo dependiente y residual, con escasos recursos naturales y el más grosero bloqueo económico, comercial y financiero jamás conocido por la historia, de la primera potencia mundial con ramificaciones extraterritoriales. Lo objetivo no es que el socialismo genere desigualdad, y en el caso cubano, el socialismo se ha visto imposibilitado de superar esa desigualdad y no lo es lo mismo.
El racismo institucional es hijo y parte, del racismo estructural y definitivamente no puede –no digo debe- existir en el modo de producción y el sistema político del socialismo, lo que sucede también es contextual y parte de la subjetividad y no de un carácter objetivo.
Cuando se empodera en cualquier rama de la política, la economía o la sociedad, un sujeto con prejuicios raciales, se corre el riesgo de las acciones discriminatorias; igualmente cuando en el sujeto colectivo subsisten prejuicios tan generalizados que están prácticamente naturalizados, también ocurren acciones de inferiorización que lastran la autoestima, aunque ello no sea un postulado de la ideología hegemónica de la sociedad ni esté reconocido en la filosofía de funcionamiento de una institución estatal determinada.
Démonos cuenta que cuando ocurren esas acciones discriminatorias por el color de la piel en una institución estatal socialista, es de modo muy encubierto y sutil. Donde se han descubierto casos descarnados de institucionalización del racismo es en negocios privados que, incluso, lo hacen saber a nivel publicitario hasta para la selección de su personal, pero igualmente se les advierte desde el poder estatal o se sanciona cuando se denuncia y hasta se han cerrado negocios por esa causa. Entonces… no existe racismo institucional per sé en el socialismo cubano.
En el capitalismo, por lo contrario, la propiedad privada es sacro santa, no se puede hacer nada sin el consentimiento del propietario y éste admite o no, en su negocio a quien desee y puede discriminar sin tapujos. Incluso, en los países capitalistas donde existen leyes anti-discriminación, ésta se viola cuando “dinero todo poderoso” entra a jugar su rol. Es, porque el racismo institucional sí existe deliberadamente en ese tipo de sociedad, es hijo y parte, del racismo estructural.
La hispanidad no es negar la diversidad y combatir el racismo no es un asunto exclusivo de las personas negras
Algunas personas en un acto de ortodoxia extrema, critican en el caso cubano a la hispanidad en el orden cultural como si ella fuera la causa del no reconocimiento de la diversidad cultural. No debe haber confusiones.
Exaltar la hispanidad no es una acción racista, el racismo está en ponderarla como única raíz de la cultura cubana o, aun reconociendo las otras raíces, considerarla superior al resto. Ese si es un acto de lesa cultura.
No niego que España sea una madre patria para Cuba, lo que pasa es que la maternidad es compartida. Cuba tiene tres madres patrias, es hija de tres troncos raigales, más otras ramificaciones colaterales que alimentan la única y mestiza cultura cubana.
Cuba es raigalmente arauca, hispana y africana al mismo tiempo, y posee condimentos de otros pueblos nativo-americanos, de pueblos asiáticos principalmente el chino, de los árabes, de los hebreos y de otros pueblos europeos como el francés, de los pueblos antillanos como el haitiano, las Antillas hispanohablantes y las anglófonas, ha recibido la influencia cultural de México, Centro y Sudamérica, así como de la cultura anglo y afro estadounidense. Cuba es un ajiaco, según Fernando Ortiz.
Ante todo, el nombre del país es arauco, como los de cuatro de las 15 provincias: La Habana, Mayabeque, Camagüey y Guantánamo y de varios de los 168 municipios y de un sinnúmero de topónimos de poblados, sitios, elevaciones del relieve, accidentes costeros… nombres araucos son los de muchas plantas, frutas y vegetales.
De la dieta y la cultura culinaria son araucos el ajiaco, el casabe, el majarete, el tamal. De la arquitectura vernácula el bohío, el caney, la barbacoa y el bajareque o vara en tierra. La hamaca, la jaba, el dujo y el burén, perviven en nuestra cultura, unos más que otros.
La medicina natural tradicional cubana es la mezcla de elementos de la cultura arauca, las culturas africanas y la china. El hábito de fumar, aunque ya es universal, es oriundo de nuestras culturas autóctonas.
África está por doquier en Cuba, fueron muchas las etnias de ese rico continente que nos poblaron. El alma de la nación cubana pasa, entre otras cosas, por una espiritualidad africana manifestada en la polirritmia de nuestra música y danza, en la religiosidad popular, en elementos de nuestra dieta y cultura culinaria, en los hábitos de vestir y peinar, en el legado arquitectónico que nos legó el trabajo esclavo del africano.
Pero nadie sensato puede olvidar que nos comunicamos en la lengua de Cervantes, es el español de Cuba, pero es la lengua castellana de todas formas y en ella se ha escrito una literatura pródiga en largos siglos, aunque recreemos en ella mitos y leyendas araucos y africanos. La melodía de nuestra riqueza musical es española y recibimos la influencia peninsular de sus bailes e instrumentos musicales. España está transculturada en costumbres, hábitos y tradiciones cubanos.
No se combate el racismo tratando de africanizarnos más y atacando el legado ibérico. En última instancia, la hispanidad no es blancura sino mestizaje. Estemos de acuerdo en la sentencia de Simón Bolívar en su Carta de Jamaica: “… y hasta la propia España deja de ser europea por su sangre africana”.
Los cubanos somos tan taínos y siboneyes como andaluces, canarios y gallegos y mandingas, congos y carabalíes. Eso somos y combatir los prejuicios raciales en Cuba no es un asunto exclusivo de cubanos y cubanas de piel negra y parda, también de los de piel blanca, pues en definitiva aquí todos somos mestizos, un solo pueblo y no minorías étnicas subordinas a una mayoría hegemónica. Lo hegemónico en Cuba es su cultura única: la cubana y lo subordinado: el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre, de acuerdo con José Martí.
[1]Patria, edición 57, Nueva York, 18 de abril de 1893, Obras Completas, t. II, p.298.
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