Acaba de terminar su tiempo de exhibición. Durante los meses de julio y agosto, en la galería El Reino de este Mundo, de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, la exposición Donde anida la poesía, con fotografías de Roberto Chile y veinte poemas escritos por igual número de poetas, centró la atención del público y de los medios de comunicación.
La esencia de este proyecto, imaginado y realizado por Roberto Chile, con la colaboración de los escritores y un reducido grupo de amigos, es apreciar las miradas otras, las de los poetas, sobre la mirada original del fotógrafo. Ver cómo el lenguaje escrito establece una singular comunión con el visual, lo que nos aporta una nueva dimensión estética y cultural. Hay, por tanto, dos posibles lecturas en este libro: la de las imágenes y los textos en sí mismos y la de la relación que se establece entre ambos; atravesarlas y cotejarlas puede ser un apasionante ejercicio para el degustador. En el centro, la poesía.
Roberto Chile es un fotógrafo de reconocimiento, apenas necesito subrayarlo, y con una obra vasta y de mucha valía. Siempre se ha desenvuelto entre la imagen fija y la imagen en movimiento; es camarógrafo y realizador de audiovisuales al mismo tiempo que fotógrafo. Su serie de documentales sobre artistas plásticos cubanos tuvo una gran recepción, pues artista él mismo, supo desentrañar con mucho acierto las poéticas y las estéticas de numerosos creadores visuales.
Después de decenas de muestras personales y colectivas, Chile integró la muestra colectiva La imagen sin límites. Exposición antológica de fotografía cubana, expuesta en 2018 en el Museo Nacional de Bellas Artes y al año siguiente en el prestigioso evento internacional de fotografía Photo España, en Madrid. Esa muestra describió la historia de la fotografía insular a través de la obra de cincuenta artistas y cien fotografías. Hablamos entonces de un fotógrafo con muchas horas de vuelo, un hombre de la imagen. Sus temas más trabajados en los últimos años han sido la cultura y religión afrocubanas, la sociedad y sus transformaciones y mutaciones, así como otras zonas de nuestra visualidad.
La selección de imágenes, realizada por el propio Chile, más que una antología de su obra, que no lo es, viene a ser un conjunto diverso, hasta cierto punto azaroso, que se corresponde con algunas de las vertientes de su trabajo fotográfico, que van desde lo conceptual o experimental, hasta lo puramente documental, atendiendo, la mayoría de las veces, a una mirada introspectiva que persigue decodificar el corazón de las imágenes. Este es el punto de partida del diálogo entre poetas y artista, y donde se produce la traducción de sentidos. Precisamente, es ahí, donde anida la poesía.
Foto: Raúl Abreu
Los poetas reunidos en torno a las fotografías de Chile son, sin excepción, reconocidos en el universo letrado del país. Algunos más jóvenes y con menos obra publicada, pero excelentes bardos. Todos han entregado apreciables poemas que otorgan una centralidad a las imágenes del libro, lo que mucho se agradece. Esos textos, salvo uno, han sido escritos especialmente para la ocasión, es decir, en su inmensa mayoría, son inéditos. Realmente son buenos poemas, las imágenes inspiraron a sus hacedores. Los autores son: Miguel Barnet, Nancy Morejón, Waldo Leyva, Víctor Casaus, Marilyn Bobes, Soleida Ríos, Basilia Papastamatiu, Norberto Codina, Alex Pausides, Víctor Fowler, Alexis Díaz Pimienta, Alfredo Zaldívar, Yanelys Encinosa, Ricardo Acostarana, Sender Escobar, Maylan Álvarez, Miguel Alejandro Hayes, David López Gimeno, Giselle Lucía Navarro y quien esto escribe.
Foto: Raúl Abreu
La muestra ofreció el placer de adentrarnos en el enigma que encierra el misterio de habitar lo poético en su doble expresión de signo y palabra, es decir, se siente, al entrar en la galería, que se produce una doble emoción de benéficos efectos, al mirar y leer, leer y mirar, y buscar las asociaciones y los vínculos entre palabras y fotos. Ya sea la sonrisa de un niño o de unos jóvenes, el simbolismo de una bandera, el formidable espectáculo de las olas rompiendo con su blancura en los arrecifes, unas manos callosas que exhiben su oculta belleza, un crucifijo besado con adoración, la geométrica conjunción de unas astas o cualesquiera de las demás imágenes que el artista nos lega, han provocado la poesía de unos textos que seducen también por sí mismos.
La noble idea de Roberto Chile nos involucró en la inefable aventura de dialogar con una exposición (más tarde será con el libro), en la que la poesía nos envuelve y nos invita a seguir su curso, ámbito agradable y retador como pocos.
Foto de portada: cortesía de Roberto Chile
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