Una despedida para Rigoberto López


una-despedida-para-rigoberto-lopez

Buenos días, nos hemos reunido esta mañana para hacer un gesto de despedida a un hombre que dio su aporte a la cultura cubana desde varios frentes, en todos los cuales dejó su huella personal.

Su familia, en particular su compañera en la vida, Marilyn Sampera, me han pedido que hable en nombre de sus parientes, amigos y allegados. Cumplo pues con ese triste privilegio. No vengo aquí como especialista de cine, que no lo soy, sino como el amigo que tuvo y tiene, durante más de dos décadas, una sólida relación de amistad con Rigo y con Marilyn.

Rigoberto López Pego fue un intelectual de muy completa andadura en nuestro panorama cultural o, dicho de otra forma, fue un hombre de la cultura de los pies a la cabeza. Se graduó de Ciencias Políticas en la década de los sesenta y poco después dirigió su atención hacia el cine, su gran pasión. En el Icaic, institución en la que entró en 1971, pudo desarrollar su pensamiento y hacer su obra cinematográfica, la que cuenta con cuarenta materiales audiovisuales de gran valía entre documentales y largometrajes.

De sus numerosos documentales me interesa referirme brevemente a Yo soy del son a la salsa, en el que la indagación de esos géneros musicales por parte de Rigo y Leonardo Padura, rebasó lo propiamente musicológico y sociológico para ofrecernos un ameno y vasto fresco de la música cubana. Es un gran documental y los que lo conocen saben que el proceso de investigación que antecedió a la filmación fue riguroso y un verdadero sondeo en nuestras raíces sonoras. Y es que, como resaltó en un libro José Loyola, la relevancia de esta cinta está dada en gran medida por el conocimiento amplio y genuino, su sentido musical personal y la conciencia musical auditiva y reflexiva de Rigo acerca del arte de nuestra música. El especialista señala, además, que esa conciencia musical aparece no solo en ese documental, sino también en Junto al Golfo, El viaje más largo y otros, así como en el largometraje Roble de olor.  La música fue otra de sus grandes atracciones intelectuales.

Sobre su última película, la que no pudo terminar debido a su repentina y agresiva enfermedad, que finiquitó su vida en apenas unos meses, deseo detenerme. Fue un proyecto que Rigoberto persiguió durante más de dos décadas, que moldeó y repensó a diario, que discutió con amigos y especialistas, digamos que una obsesión, que finalmente pudo filmar y que solo espera por la música de su banda sonora, los efectos especiales de las escenas de combates y algunos pocos ajustes más. Precisamente en los momentos del rodaje se presentaron los síntomas más fuertes de la enfermedad y Rigo no abandonó su tarea de director hasta concluir las filmaciones. Cuando estas terminaron, ya el cáncer había herido de muerte su cuerpo, la salud de Rigo comenzó a flaquear y fue operado. Nos deja esa película como el último peldaño de su legado artístico.

El Mayor es la película de la formación de nuestra nación, la película sobre los padres fundadores de la independencia y la república cubana. Cuando se aprecia cómo la primera de nuestras batallas por la independencia del yugo colonial español fue detonada por los patricios dueños de esclavos, quienes produjeron un vuelco total en las estructuras sociales de la isla, cuando se ve a Céspedes y Agramonte enfrentados en enconadas disputas por las formas más adecuadas de dirigir la guerra, pero habiéndolo sacrificado todo en el empeño, o cuando se ve la luminosa Asamblea de Guáimaro, donde se produjo la unidad de las regiones insurreccionadas y se gestó la primera de nuestras constituciones, uno está asistiendo visualmente a la irrupción de Cuba en la historia mundial. 

Al igual que en Roble de olor y Vuelos prohibidos, en El Mayor, la trama se teje en torno a una relación de amor, en este caso entre Ignacio Agramonte y Amalia Simoni. Las historias contadas en los tres largometrajes de Rigo, desde el prisma del amor de pareja, es uno de los rasgos distintivos de su filmografía de ficción y representan todo un enunciado moral y filosófico de su cosmovisión del cine.

Recuerdo que leí las distintas versiones del guion de este filme, ya que Rigo y Eugenio Hernández, solicitaron esa colaboración por primera vez en 2001, debido a mis estudios sobre Carlos Manuel de Céspedes y la guerra de 1868 y pude entrever, desde lo que un guion puede enseñar sobre la futura película, que allí había una obra ambiciosa y cardinal para la relación entre el cine y nuestra historia. Pasaron casi dos décadas en las que Rigo no desistió de hacer su costosa y compleja cinta, insistió, reclamó, cabildeó y finalmente la hizo con la colaboración y financiamiento del Ministerio de Cultura, la Fuerzas Armadas y el Icaic, así como con la decisiva colaboración de las autoridades de Camagüey.

Apenas tres semanas atrás pude ver el primer corte, ya con un Rigo muy debilitado y con muchos dolores, postrado en la cama, sin embargo, tuve la satisfacción de decirle que me parecía que había logrado su viejo sueño, que había dado en el blanco. Su expresión de felicidad se impuso a los sufrimientos físicos y yo también me sentí feliz por ese instante en que el arte doblegó al dolor. Ya sabremos, cuando la cinta esté completada, del resultado final, pero, a priori, me parece que su obra póstuma será una profunda reflexión visual sobre los cimientos de nuestra nacionalidad y república. Más que la película biográfica sobre Ignacio Agramonte, que lo es, se trata de la documentada meditación cinematográfica sobre el momento más importante y fundacional de nuestra historia patria. En una reciente entrevista que se le hizo por la TV cubana, en el set camagüeyano, a la hora de referirse a Ignacio Agramonte, a Rigo se le quebró la voz, tal era la emoción que le producía la grandeza de ese joven extraordinario que entregó su vida en el combate por la independencia y que él investigó a fondo durante años.

Pero Rigo fue mucho más que un hombre de cine, fue un intelectual integral y completo. Sus aportes a la cultura del Caribe fueron nutridos de una intensa participación en eventos multinacionales, eventos académicos y su importante papel al frente de la Muestra Itinerante del Caribe, que él contribuyó a fundar. Para el concepto de Rigo sobre la cultura caribeña, esta zona geográfica y cultural es una de las más mestizas del mundo, entendiendo el mestizaje ahora como cruce de etnias, culturas, civilizaciones, tradiciones, mitos e historias locales. Rigo recordaba siempre, y la utilizó en sus discursos en esos foros internacionales, la sentencia de José Martí que hablaba de “la cercanía espiritual y dolorosa entre antillanos”. O, con sus propias palabras, las de Rigo, “Porque para mí, dicho de una vez, el Caribe es un barrio, donde se hablan diversos idiomas”, una definición realizada desde el lenguaje académico más anticonvencional y la más auténtica habla popular.

Rigo, como el polemista nato que fue, peleó en esos escenarios multilaterales por una comprensión más cabal, plural y abierta del Caribe, tratando de eliminar la visión reduccionista y de afrenta de una región únicamente poseedora de buenas y exóticas playas, mujeres sensuales y  música de ritmos contagiosos, y enfatizando, en el hecho no muy divulgado, de que es una región aportadora de seis Premios Nobel de Literatura, tres Nobel de las Ciencias y 3 Nobel de la Paz, amén de otra buena cantidad de escritores, músicos y pintores reconocidos universalmente. Rigo insistió muchas veces, como lo hizo en la VII Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe, en 2016, que la relación de Hollywood con la región fue siempre ominosa y discriminatoria racialmente, así como perpetradora de otras formas de discriminación de la visualidad sobre los pueblos caribeños. Para él fue un verdadero reclamo la necesidad, para toda la cultura caribeña, de que fuesen cineastas de estas tierras los que narraran sus propias historias y en consecuencia trabajó fuerte en esos foros al frente de la Muestra Itinerante del Caribe. Más de doce años dedicó Rigo a estos menesteres de promoción cultural, y lo hizo con verdadero entusiasmo y dedicación. La Unesco reconoció las labores de la Muestra Itinerante al expresar que fue “una iniciativa de inmenso valor en la preservación de la diversidad cultural, en defensa de los mejores valores éticos y el conocimiento mutuo entre los pueblos del Caribe”.

Rigoberto fue también un conferencista que impartió talleres y seminarios en importantes universidades de muchos países, organizó y presidió eventos de cine y jurados en diversos festivales cinematográficos, obtuvo numerosos reconocimientos en Cuba y en otras latitudes, conoció y fue amigo de reconocidos intelectuales de izquierda norteamericanos a muchos de los cuales trajo a Cuba, fue corresponsal de guerra en Angola, es decir, y repito lo dicho al inicio de mis palabras, fue un hombre de la cultura y del pensamiento a tiempo completo, un cineasta integral y un intelectual comprometido con las ideas de justicia social más avanzadas de su tiempo. Se marcha de entre nosotros en plenitud de sus capacidades profesionales, cuando su obra iba adquiriendo una madurez y profundidad notables.

Rigo afrontó la adversidad con coraje. Fui testigo de ello. Sumido en dolores insoportables presentía que el final estaba cerca y solo hablaba de terminar su película, sabedor de que era su despedida. Confío en que entre la dirección del Icaic y el equipo de realizadores que colaboraron con él, puedan terminarla a su debido tiempo. Será sin dudas el mejor homenaje que se le pueda hacer. Todos esperamos poder apreciar El Mayor.

Despidamos simbólicamente a este hombre entregado por completo al arte y la cultura de su país, a un creador que nos deja su obra y su ejemplo personal como su magnífico legado.

Rafael Acosta de Arriba.

La Habana, a febrero 4 de 2019.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte