Un sorbo de “Café Amargo” (Diferente)


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Abrumados por lo último que sale en el mundo del cine, vamos dejando atrás otras historias probablemente más interesantes, de esas que no se repiten ni en actores ni en chistes.
Casi todos los espectadores cubanos estamos cansados de ver (y no disfrutar) por lo general, los mismos bocadillos en boca de otros actores y los mismos actores diciendo exactamente lo mismo en otras cintas y al
final, todos se transforman en la copia de la copia, de la copia de la copia…, citando un diálogo de la película chilena NO de Pablo Larraín. Insisto que esto sucede en algunas cintas. Otras son plausibles por su contenido.

Contra todos estos avatares de pantalla grande y seguros de que una película oriental no correría toda la suerte que imaginó su equipo, se presentó en La Habana hace ya algunos meses Café Amargo, dirigida por
Rigoberto Jiménez y con las actuaciones de las experimentadas Coralita Veloz, Oneida Hernández, Adela Legrá…, junto a un grupo de actrices y actores (casi todos de la provincia de Granma) seguros y convincentes.

Recientemente el programa De cierta manera que conduce Luciano Castillo (defensor de nuestro cine, de lo más autóctono) proyectó la obra de ficción de Rigoberto Jiménez, antecedido por el documental Las cuatro hermanas, del propio director y producido por la Televisión Serrana. Una oportunidad de la televisión cubana para aquellos que no asistieron a las salas en el pasado Festival de Cine.

Aunque no siempre los elogios son bien vistos por especialistas del cine (críticos en su mayoría), veo necesario ponderar la labor de profesionales como Yudexis de la Torre, dueña de una voz extraordinaria y
quien está lista para alcanzar grandes lauros en el séptimo arte. Ahora que es la hora de su madurez artística.
Junto a ella, Yunia Jerez y Janet Batista. La primera, mezcla de fortaleza y confianza. La segunda, poseedora de una mirada atractiva e inequívoca.

Adiós a la ciudad

Según su director Rigoberto Jiménez, “la película tiene una historia que está alejada de la ciudad, muy peculiar y no común porque son cuatro hermanas que viven solas en una finca, cafetalera…
“Todas tienen un designio moral muy fuerte: aislarse, repartirse las labores entre ellas cuatro y no permitir un trasiego de relación entre la sociedad y su mundo interior. Por eso pienso que es una película diferente.

“Sin embargo, defiendo que es una película muy cubana. El filme se aleja de los clichés de una cinta típicamente de campo e incluso no usamos música tradicional campesina como algunos pensaron. Una producción independiente, una historia difícil y filmada en condiciones complejas.”


Resultado digno


Para Yudexis de la Torre, Café amargo  fue un desafío en múltiples casos, sobre todo en lo personal.

“Estoy muy contenta. Puede que existan algunas insatisfacciones, se puede pagar alguna novatada pero agradezco mucho la historia. Me sentí cómoda porque el equipo de filmación lo permitió. La generosidad desproporcionada de Rigoberto nos acolchonó”, afirma la actriz bayamesa.
En cambio, Mirelis Echenique, otra de las intérpretes, confiesa que la película le dio la posibilidad de ampliarse en todo el abanico que ofrece la actuación.

“Enfrenté el reto de prepararme en una semana para trabajar con actrices ya consagradas como Oneida Hernández, Coralita Veloz y Adela Legrá. El silencio orgánico, las miradas y los sentimientos ocupan un papel fundamental en la obra”.
Más allá de las oportunidades que ofrece un trabajo como Café amargo, Yunia Jerez cree que  el filme rompe con la idea del fatalismo geográfico que sufren muchos actores. Es ella, con el mismo ímpetu de su personaje
quien da el toque final:

“Es la oportunidad también para que otros actores piensen en historias desde el oriente de Cuba. Y por qué no, deben lanzarse oportunidades para los actores y actrices orientales. Independientemente de cómo quedó el filme, el resultado es digno”.


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