Un manantial de ideas


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José Martí nos dejó un legado valiosísimo de ideas sobre numerosos aspectos de la vida humana. Él anteponía siempre la esencial identidad de nuestra especie por encima de cualquier diferencia.

Uno de sus pensamientos expresa: Cuanto reduce al hombre, reduce a quien sea hombre. (2-378) Y especificaba: En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre. (4-270)

Toda persona medianamente relacionada con las enseñanzas bíblicas puede advertir que como trasfondo de estas aseveraciones martianas subyace el precepto: ama a tu prójimo como a ti mismo. Esto implica no hacer a los demás lo que no quisiéramos que se nos hiciese a nosotros. En el precepto bíblico está la base de la fraternidad humana.

Martí forma parte de los pensadores que consideran al ser humano, además de un ser biológico, un ser social: El hombre es el mismo en todas partes, y aparece y crece de la misma manera, y hace y piensa las mismas cosas, sin más diferencia que la de la tierra en que vive. (18-357)

… Donde nace el hombre salvaje… empieza a vivir lo mismo que vivieron los hombres de hace miles de años. (18-357)

En dondequiera que el hombre nazca abandonado a sí mismo y sin conocimiento de lo que le ha precedido, comenzara otra vez la edad de piedra. No está la edad de piedra en la naturaleza, sino en el choque del hombre virgen e ignorante con la naturaleza virgen. (22-306)

Sobre la esencia del género humano escribió Martí: Razas, lenguas, historia, religiones, todo eso son vestiduras de quitaipón, debajo de las cuales surge, envolviéndolas y dominándolas, la esencial e invariable naturaleza humana. (10-475)

Es por esas razones que la visión martiana no discrimina a los seres humanos por sus particularidades. Él cree en una identidad superior que es base para unir a todos los hombres del mundo. Cuando habla de hombre se está refiriendo al género humano y no solamente al varón.

Y no es que Martí ignore las peculiaridades históricas o nacionales ni otras diferencias, sino que, a pesar de ellas, hay que promover la unidad de lo diverso. Él precisa que la palabra universo quiere decir lo vario en lo uno, la unidad de lo diverso y por ella trabaja. Pero esa unidad que fomenta tiene una guía: la idea del bien. Su pensamiento toma la idea del bien como base de su posición ética. Él sabe que la civilización humana es la obra de todos y sus logros deben estar al servicio de todos.

El ser humano es acreedor a determinados derechos y está obligado a determinados deberes. El hombre aislado no existiría como tal. Para ser, necesita de la sociedad.

Contra la perversión de la discriminación por el color de la piel u origen étnico Martí expresa enfáticamente: No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la Naturaleza, donde resalta… la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas. (6-22)

Y a los que insistían en hablar de razas inferiores para justificar la opresión del semejante, Martí replica: En este mundo no hay más que una raza inferior: la de los que consultan, antes que todo, su propio interés, bien sea el de su vanidad o el de su soberbia o el de su peculio: - no hay más que una raza superior: la de los que consultan antes que todo, el interés humano. (4-325)

Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los específica, o aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad… (2-298)

Sobre estos principios Martí fue levantando la gran obra de la unidad nacional cubana, vinculada a la mayor integración en el concepto de Nuestra América, ambas sólo parte del mayor criterio integrador de que patria es humanidad.

La república que Martí proponía fundar, entre sus características tendría las siguientes: O la república tiene como base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí, y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás, la pasión, en fin, por el decoro del hombre, -o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos.

Ni la república es un nuevo modo de mantener sobre el pavés, a buena cama y mesa, a los perezosos y soberbios que, en la ruindad de su egoísmo, se creen carga natural y señores ineludibles de su pueblo inferior.

Una república de trabajo y de pensamiento. (2-304)

Una mesa sin casta ni color, con la riqueza junto al jornal y la pluma junto a la chaveta. (2-257)

Esa república que se edificaría con todos sus ciudadanos para el bien de todos nacería de una revolución así definida por Martí:

La revolución de Cuba, corona y garantía de la de Nuestra América, hallará a su hora abiertos grandes surcos. No se perderá por la tierra. No caerá en el mar. La amará un continente. La saluda ya el hosanna conmovido de los hombres.

Pero no merecería el saludo de los hermanos de otras tierras la revolución, ni merecería su ayuda, si los cubanos no se mostraran dignos de ser ayudados. (5-75)

Esta es la obra gloriosa, y completa, de todos. No es la obra vanidosa e incompleta de uno. (2-44)

Publicar sin cansancio el espíritu humano y democrático de nuestra revolución. Todo por los que padecen. (2-230)

Y definía la revolución con estas palabras: La justicia, la igualdad del mérito, el trato respetuoso del hombre, la igualdad plena de derecho: eso es la revolución. (3-105)

Ignoran los déspotas que el pueblo, la masa adolorida, es el verdadero jefe de las revoluciones. (4-193)

Las revoluciones, por muy individuales que parezcan, son obra de muchas voluntades, y hay que inclinar con frecuencia la propia. (3-331)

Nuestra experiencia en los últimos más de sesenta años nos ha confirmado el valor de las ideas martianas como guía, más que útil, imprescindible.

Vivimos ahora una etapa nueva llena de promesas y riesgos inevitables. Sobre los riesgos, que siempre existirán, Martí nos enseñaba: El riesgo se ha hecho para vencerlo. (20-16)

Trabajamos en estos días por lograr una sociedad próspera y sostenible. Martí había notado que: Todo se consigue con unos cuantos hombres buenos. (1-486) Ser bueno es el único modo de ser dichoso… Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno. (8-289)

Sí, en lo común de nuestra naturaleza se necesita ser próspero para ser bueno. La pobreza no es, per se, fuente de virtudes, sino de rebeldía. Pero la prosperidad que buscamos no es a cualquier precio. Martí advirtió: La prosperidad que no está subordinada a la virtud avillana y degrada a los pueblos; los endurece, corrompe y descompone. (8-189)

Para lograr una sociedad próspera hay que crear riquezas, aprovechar las naturales y añadir las que con nuestra inteligencia, trabajo y esfuerzo seamos capaces de producir.

Pero siempre estar en guardia frente a las tentaciones que la posesión exagerada de bienes materiales rebase el justo y necesario disfrute de la prosperidad que sólo se disfruta si es compartida, equitativa. Al respecto Martí advierte:

Es el vicio de la riqueza, contra el que han de pelear los pueblos prósperos. Ríndasele menos culto. Póngase por sobre ella el culto de las virtudes que la atenúan. (12-64)

Las riquezas injustas, las riquezas que se arman contra la libertad, y la corrompen; las riquezas que excitan la ira de los necesitados, de los defraudados, vienen siempre del goce de un privilegio sobre las propiedades naturales, sobre los elementos, sobre el agua y la tierra, que sólo pueden pertenecer, a modo de depósito, al que saque mayor provecho de ellos para el bienestar común. Con el trabajo honrado jamás se acumulan esas fortunas insolentes.

El robo, el abuso, la inmoralidad están debajo de esas fortunas enormes. (12-251)

¡Sólo perdura, y es para bien, la riqueza que se crea, y la libertad que se conquista con las propias manos! (6-139)

En este mes de mayo se cumplieron ciento veintiún años de la pérdida física del Apóstol de Cuba. Pero, tal como le afirmó en su última carta a su hermano mexicano Manuel Mercado, sus ideas no desaparecieron. Por el contrario, están más vivas que nunca y son el patrimonio ideológico más preciado del pueblo cubano.

La revolución cubana que triunfó en enero de 1959 fue la obra de sus discípulos. El sigue siendo el autor intelectual de nuestra obra redentora. Sus palabras son manantial de sabiduría y luz para el camino. Maestro y Apóstol. Nuestro contemporáneo.

 

 

Nota: Las citas de los textos de Martí están tomadas de la edición de la Obras Completas hechas por la Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. Al final de cada una se indican, entre paréntesis, los números del tomo y de la página de las que han sido copiadas.

 


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