Un día, todos los días


un-dia-todos-los-dias

Aun los acontecimientos que son frutos de un proceso cuentan con un instante, que alguno cuidó de fijar en el tiempo, donde puede celebrarse su cristalización. Lejos está la Cultura, incluso la de un país, de ello, puesto que se trata de algo vivo, de un proceso indetenible, siempre en construcción, con continua incorporación de nuevos elementos, transformación de otros; plena de negociaciones, diálogos, asimilaciones, negaciones. Un ámbito de la vida social donde personas, grupos, barrios,  pueblos, en fin, comunidades de diverso carácter se forman,  integran su peculiar fisonomía y comportamiento con valores y antivalores reconocidos, normas, reglas, costumbres que, por supuesto, se modifican a lo largo del tiempo mediante procesos específicos.

Sin embargo, en razón de algunos de los exponentes y las operaciones  de la cultura, como pueden ser la necesidad de identificarse, reconocerse, conservar la memoria, entre los rituales de la misma, sus celebraciones, por ejemplo, se instaura una fecha para dedicarla a la cultura propia, a la cultura nacional. En nuestro caso esa fecha es el 20 de octubre, el día en que por vez primera las multitudes entonan la letra de nuestro primer canto de libertad, conocido entonces como el Himno de Bayamo.

Se canta tras la toma de la importante ciudad oriental de Bayamo por las recién estrenadas tropas mambisas de la primera guerra, la Guerra Grande, la de los Diez Años, que iniciara apenas diez días antes, en aquel año de 1868, el abogado y patriota Carlos Manuel de Céspedes en su ingenio La Demajagua, pero la historia del cántico comienza poco más de un año antes cuando, en agosto,  se reúne el Comité Revolucionario de Bayamo en la casa del abogado Pedro (Perucho) Figueredo y se le sugiere escribir una pieza musical que sea nuestra Marsellesa. Se cuenta que durante esa madrugada nació la melodía bajo el nombre de La Bayamesa. En mayo de 1868  Figueredo le solicita al músico Manuel Muñoz Cedeño su orquestación. Para las fiestas del Corpus Christie y la misa final en la Iglesia de la ciudad se arregla con el Padre José Batista su interpretación en el sagrado recinto, ante la presencia del Gobernador español de la plaza.

La melodía ya orquestada  y con innegables aire de marcha guerrera se popularizó de inmediato, se tocaba en las actividades de la Sociedad Filarmónica. En este lapso Figueredo la dotó de letra.

Cuando la Revolución recién iniciada decide que es necesario propinar un golpe significativo al enemigo y define realizar la toma de Bayamo, que tuvo lugar la noche del 20 de octubre, los bayameses entonan el cántico. Perucho toma una cuartilla y escribe rápido la letra que antes había compuesto y la entrega a sus compatriotas. Pasa de mano en mano, los grupos de ciudadanos la repiten, se la aprenden y la noche se llena con la música y los versos rebeldes salidos de pechos bravos. Nació así la que sería la canción más alta de la patria, el himno de los cubanos.

Como no se contaba con la partitura original, durante un período de tiempo la melodía tuvo cambios. Finalmente se dio un consenso. No obstante y por la trascendencia del asunto, en 1983 el valioso investigador Odilio Urfé presentó una propuesta a la Asamblea Nacional del Poder Popular con la versión definitiva, la cual fue oficialmente aprobada, certificada y difundida adecuadamente mediante edición y registro fonográfico.

El Museo Nacional de la Música custodia la partitura y letra originales.

Como sucede en casos como este la realidad histórica en su devenir puede aconsejar modificaciones, de modo que existe una diferencia entre la letra inicial y la que desde hace mucho cantan generaciones sucesivas de cubanos, pero conserva, sin dudas, su aire y gallardía primigenios. Es uno de los primeros cantos que aprendemos los nacidos en esta tierra, el que nos representa, nos inflama el pecho, el que más nos une, el que nos emociona en ese sentimiento único que produce la inefable noción de patria.

El feliz nacimiento del himno se proyecta contra un escenario severo que acentúa su tono épico: el coraje y dignidad de los bayameses que, casi tres meses más tarde , el 11 de enero de 1869, han de reducir a cenizas su amada ciudad antes de entregarla a la superioridad de las tropas españolas. Un difícil parto – no sé si una señal del destino--  donde el espíritu, lo simbólico prevalece y ha de compensar, incluso, aquello también cargado de significados y valores que hasta allí se erigía como materia base misma de la vida.

En esta isla musical es, justamente, un exponente de la música el centro de una fecha fundamental, pero tal exponente es todo un símbolo construido junto y como parte indisoluble del concepto de nación. Daba a conocer a todos el nacimiento fecundo de una nación nueva, a partir de la existencia de su componente ineludible y primario, aquel de donde emana luego el resto: su cultura. Una cultura inédita, la que nos arma y estructura, la que nos impulsa y eleva, la que continuamente construimos, conservamos y rehacemos, la que nos presenta al mundo y hace que nos distingamos delos demás y seamos, al decir de Martí, unos en esa dulcísima palabra: “cubano”.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte