Entrevista al Dr. C. Clemente Hugo Ramírez Frías
Largos años de profundo estudio han permitido al Dr. C. Clemente Hugo Ramírez Frías establecer propuestas para el ordenamiento y puesta en práctica de uno de los más controversiales destinos para el turismo cultural en Cuba: el asociado a la religión.
A fin de conocer los resultados de sus investigaciones y proponer una mirada hacia las buenas prácticas, transcribimos hoy para todo lector, -en especial docentes y vinculados a la gestión turística- una entrevista por vía electrónica dadas las restricciones por la COVID 19, y que, por su extensión e importancia, seccionaremos en dos partes.
Profesor, según sus estudios, ¿desde cuándo puede considerarse la existencia de referentes sobre turismo vinculado a la religión en Cuba?
Este vínculo está aparejado al desarrollo histórico del mismo turismo y al proceso de formación de nuestra identidad cultural, en la que está presente la religiosidad cubana; el atractivo de esta, que es condición para el turismo, lo fue obteniendo en este proceso. Podríamos reconocer referencias desde el siglo XIX, donde aún no hay un turismo como industria, pero si como un viaje organizado con una motivación religiosa. Muchas de las tradiciones cubanas, entre ellas las festividades populares –que han atraído y hoy atraen a turistas– parten de un origen religioso en los siglos XVIII y XIX cubano, como es el caso de las fiestas patronales, entre las más significativas las de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, cuyas procesiones que han quedado como tradición; resulta llamativa la descripción en crónicas del siglo XIX escritas por peregrinos de toda la isla y por extranjeros, que detallan la travesía hacia el Cobre, cruzar la bahía en un vapor y serpentear el lomerío en un tren hasta llegar al santuario. Se consideraba un verdadero disfrute para esos viajeros que hoy serían llamados turistas espirituales.
Los primeros años del siglo XX marcan la etapa de inicio del turismo como industria, en este sentido hay investigadores que mencionan la fecha de 1909 como comienzo de viajes individuales desde Puerto Rico con el interés en religiones populares cubanas. Más adelante, en los años 40 se proponen planes de turismo religioso católico que contemplan aspectos que van desde la habilitación de guías-interpretes, hasta la publicación de folletos sobre los hechos más sobresalientes del catolicismo en Cuba con la divulgación, a través de un calendario anual o semestral, de los eventos y celebraciones religiosas más importantes, como la Semana Santa de Trinidad, el drama de la Pasión en Güines, la peregrinación al santuario de El Cobre, y otras; se añade la propuesta de información sobre los templos más atractivos, relación de los centros docentes católicos, y otros elementos de interés, todo lo cual no fue totalmente concretado ya que la intención desde el poder en esos años se centraba más en el turismo de juego. Es necesario señalar, en este sentido, que desde los años 20 habían comenzado a transformarse tradiciones locales como el carnaval, para adaptarlas al gusto de los turistas estadounidenses y fomentar lo que aún hoy cierta promoción extranjera (con complicidades internas) trata de explotar: el mito de una Habana de tolerancia sensual y permisiva.
También hay una gran difusión de la cultura afrocubana en Estados Unidos y sus expresiones religiosas, aparecen en shows de cabaret o en películas de esos tiempos, lo cual sienta bases para un interés en este sentido. Sobre este particular han podido encontrarse críticas de cubanos sobre el tratamiento desvirtuado: Rómulo Lachatañeré, uno de los pioneros de la etnografía cubana, mostró en sus escritos de 1941 la desnaturalización de los elementos afrocubanos exportados a Estados Unidos, estableciendo una denuncia a la forma ridiculizada con que son representadas deidades de las religiones afrodescendientes cubanas.
Según su consideración, ¿pueden establecerse algunas particularidades en los procesos de turismo vinculado a la religión en nuestro país?
Por el carácter y extensión de la entrevista, no considero que sea precisamente el espacio para abundar en definiciones, pero al menos debo mencionar la complejidad de los dos campos: turismo y religión. Tanto uno como el otro son fenómenos sociales y culturales; en el caso del turismo, debemos insistir en esta idea porque el común de las personas lo identifican más –a veces de manera absoluta– como actividad comercial y económica; es llamado por muchos como la “industria sin chimenea” o la “industria del ocio”, y otros lo asocian a la supremacía de lo banal, pero el turismo implica fundamentalmente complejas relaciones sociales. La religión, por su parte, se ha presentado también como un término controvertido; al igual que otros fenómenos socioculturales, desarrolla interconexiones con otras formas del pensamiento y actividad social como la política, el arte, la economía, con diferentes grados de incidencia y significación. No hay que descartar otro concepto muy relacionado, religiosidad popular, el cual facilita la comprensión de la manifestación religiosa que predomina en Cuba. La religiosidad popular se identifica con exteriorizaciones de la fe religiosa vinculada a la cotidianidad y propensa al sincretismo, forma parte de la cultura popular tradicional y tiene una gran relación con el turismo cultural, pero en el caso de Cuba se diferencia del mero folclorismo y tiene una nueva connotación, portadora de la especificidad étnica del pueblo cubano.
Si bien resulta plausible que haya subrayado el turismo como fenómeno social, para comprender su complejidad hay que incluir, además, un conjunto de relaciones, prestaciones, instalaciones técnicas y actividades que se generan a raíz de ciertos desplazamientos humanos y que están encaminados a atraer a los turistas, prestar servicios y satisfacer necesidades y motivaciones.
En el siglo XXI el turismo masivo vive niveles superiores de desarrollo, que dan paso a lo que se denomina segunda revolución del turismo, por este gigantesco desarrollo es que ha sufrido tanto impacto por la pandemia del COVID 19, y se considera el sector de mayor afectación.
La relación religión-turismo tiene un estrecho vínculo con la cultura, las manifestaciones de un turismo centrado en el interés cultural -Turismo Cultural- y otro en el interés de la religión -Turismo Religioso- tienen tantos puntos de contacto en algunas de sus manifestaciones que se hace difícil delimitar fronteras.
El turismo con motivaciones religiosas es llamado turismo religioso y gana espacio en los últimos tiempos, incidiendo en la formación de importantes núcleos receptores (Guadalupe, Lourdes, Roma, Luján y Jerusalén, entre otros) hacia donde viajan millones de personas en fechas señaladas. En realidad, no es un término que utilizo con frecuencia, ya que existe un debate alrededor del concepto turismo religioso con el planteamiento de elementos contradictorios que lo dificultan a la hora de aplicarlo al contexto cubano y se hace difícil deslindar aquellos que son factibles de comercialización, de los susceptibles a producir impactos negativos. Para aplicarlo a Cuba en este tipo de turismo subrayo el elemento de la herencia religiosa (tradiciones, festividades, arquitectura y otras manifestaciones ya secularizadas), viéndolo como un subgrupo de turismo cultural interesado en las exteriorizaciones socioculturales y artísticas de la religiosidad popular. Podría llamársele un turismo de cultura religiosa o de herencia religiosa, sin otra pretensión que la de ajustar su utilización al turismo cubano donde existe una multiplicidad de atractivos en este campo. Ese atractivo se puede explicar partiendo de que la diversidad de orígenes de la cultura cubana deriva a la diversidad religiosa, particulariza el contexto religioso cubano y de esta forma lo distingue; es esta diferenciación una condición importante para cualquier atractivo referente al turismo.
Lo que quiero significar es que el análisis de estas interacciones entre turismo y religión en Cuba contempla procesos internos, como el origen de las características actuales de la religión en Cuba por sus diversas raíces con predominio de lo europeo, lo africano y en menor medida el componente asiático. La comprensión de esta singularidad en lo atractivo del ámbito religioso cubano pasa por el conocimiento del proceso histórico. Por ejemplo, existe un error en algunas promociones turísticas que describen a nuestro país como predominantemente católico, incluso aparece en algunas guías impresas, y se dan hasta cifras de más de 4 millones de creyentes de esta denominación (quizás cuantificando la cantidad de bautizados); sin embargo, la realidad es otra, lo cual confunde al turista al descubrir la diversidad religiosa cubana. Esto sería una primera particularidad: la admiración por la diversidad religiosa cubana tiene un gran peso para el atractivo turístico; en las entrevistas realizadas a extranjeros, se destaca como el fenómeno sociocultural que más motiva su interés en el espectro religioso cubano.
Me sumo a los resultados de investigaciones del Departamento de Estudios Sociorreligiosos del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, CIPS: factores sociopolíticos, históricos y culturales han incidido en el hecho de que ninguna expresión religiosa ha prevalecido como para marcar definitivamente la religiosidad cubana, independientemente de que algunas de estas manifestaciones sean más visibles en ciertos momentos y lugares de Cuba. Lo que distingue a la generalidad es una religiosidad con cierta espontaneidad, no sistemática, con autonomía de sistemas religiosos formalizados; sin dejar de tener en cuenta el referente de las religiones más conocidas. Esta característica ha incidido en reales y potenciales vínculos con el turismo por las exteriorizaciones tan llamativas y particulares que muestran sus tradiciones populares.
El considerar erróneo el planteamiento del catolicismo como religión predominante en Cuba responde sólo al enfoque científico y objetivo, no a una posición anticatólica. Para el científico no sería preocupante en ningún sentido que Cuba fuese predominantemente católica, protestante o santera, por solo mencionar algunas expresiones, aunque han existido manipulaciones políticas que tratan de presentarla con predominio católico muchas veces en el intento de utilizar la institución religiosa en contra de la Revolución.
Merece un aparte lo referente a las religiones cubanas de origen africano. Hay una serie de condicionantes complejas que inciden en las religiones de origen africano y su relación con el turismo, ya que se exterioriza un mayor atractivo por parte del turismo internacional, en lo que inciden –a mi entender– factores como la presentación de un culto proyectado fundamentalmente hacia la cotidianidad de la vida de las personas, elemento asociado al tipo de incremento de la religiosidad en el mundo inclinado principalmente a formas religiosas novedosas para occidente alejadas de religiones históricas y tradicionales en ese contexto; el hecho de ser religiones con una estructura muy atomizad porque sus practicantes están diseminados en núcleos independientes o familias de religión.; así como la excepcionalidad y prestigio que se le da, dentro y fuera de Cuba, a estas religiones en comparación con otras áreas de América Latina y África. Además, Cuba se considera tierra santa por manifestarse con mayor autenticidad las deidades de origen africano; de esta forma surge la preferencia e incluso exigencia por parte de extranjeros de que sea en suelo cubano donde se deba realizar su iniciación.
Se hace necesario resaltar la certidumbre de que existe un nexo muy estrecho entre lo propiamente cultural y artístico y lo específicamente religioso. Este elemento diferenciador tiene una influencia de primer orden en la motivación turística: las costumbres, las canciones y la música, las ceremonias religiosas –acompañadas de una oralitura plagada de refranes, proverbios, sentencias, leyendas y pataquíes de poético misterio–, las comidas y sus platos con carácter sacro, la danza y vestimentas típicas de las deidades cubanas de estirpe africana y sus colores son de fácil percepción para el turista y aportan a su satisfacción de enriquecimiento cultural.
(Continuará)
Nota:
[1] Profesor Titular e investigador. Presidente del Consejo Científico y Coordinador del Programa de Doctorado de la Facultad de Turismo de la Universidad de La Habana. Profesor adjunto y miembro de la Comisión Asesora del Centro Nacional de Superación para la Cultura del Ministerio de Cultura. Autor del libro Turismo y religión en Cuba. Viabilidad y antípodas de una relación (Editorial Ciencias Sociales, 2017)
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