Desde la Venus de Willedorf hasta la foto de la modelo que ilustra la más reciente portada de Vogue, la mujer ha sido tema constante de la cultura visual de todos los tiempos. Cuba no ha sido la excepción. Nuestras féminas no solo han inspirado algunas de las más notables obras del arte nacional, sino también una línea de creación gráfica muy particular, que tuvo en las revistas llamadas de recreo o del bello sexo su fuente iniciática durante el período colonial. A inicios de la República, la mujer fue la razón primera de la revista Social, órgano de nuestro primer movimiento artístico y literario de vanguardia, el Minorismo, y una de las publicaciones más emblemáticas del ámbito iberoamericano de la primera mitad del pasado siglo. Asimismo, ha sido –y es? asunto de casi todos nuestros más importantes ilustradores, caricaturistas, fotógrafos, pintores y escultores.
Sin embargo, de lo que se trata en esta ocasión, es de mostrar su protagonismo desde la orilla otra de cauce tan amplio y profundo; es decir, la mujer como sujeto creador de la obra de arte, sea esta plástica o gráfica. Paradójicamente, lo abarcador de tal contenido nos obliga en demasía a ceñirnos a nuestro objeto de estudio, en razón del carácter de ponencia que asume este texto. Aunque ello no disminuye en modo alguno su objetivo central: rendirle homenaje a las diseñadoras gráficas Helena Serrano, Berta Abelenda y Asela Pérez y, por extensión, a todas las mujeres que han dedicado su vida a esta ejemplar actividad creadora. Con tal motivo analizaremos un cartel político representativo de las diseñadoras antes citadas, concebido, realizado e impreso durante el trienio comprendido entre 1968 y 1970. Con ello aspiramos a ilustrar el rol que jugó la mujer en la consecución del código visual de vanguardia del cartel político cubano en el período aludido, a más de ayudarnos a comprender una rutina de trabajo que le dio un sello muy particular a dicho ámbito gráfico, así como a las diseñadoras que en el mismo se desarrollaron e impusieron con su obrar.
Siempre he dicho, y lo sostengo, que toda exposición que busque dar un real panorama del cartel cubano de vanguardia del período revolucionario, debe de comprender tanto los carteles de la autoría de aquellos cartelistas más emblemáticos, como los carteles emblemáticos que no son de la autoría de estos.
Los tres carteles aquí elegidos responden a esta última singularidad, así como a otras tres circunstancias que obran como denominador común esclarecedor del perfil profesional de sus autoras, a saber: su pertenencia al departamento de diseño de la propaganda política del estado cubano –la llamada COR?, ocupar en esta época el cargo de realizadoras y colaborar con la definición del perfil identitario del cartel de la OSPAAAL. El verbo colaborar, en este punto, es clave. Por colaboración ha de entenderse una rutina de trabajo que particularizó a nuestro cartel político en este trienio y, por consiguiente, explica que los tres carteles seleccionados respondan a la producción de la OSPAAAL, sin ser sus autoras, como ya se dijo, de este equipo de diseño.
El equipo de diseño de la OSPAAAL recién empezaba con un reducido número de diseñadores gráficos –no más de tres en plantilla?, empeñados en la tarea esencial de generalizar los mensajes a través de la revista Tricontinental, órgano de la entidad tercermundista, así como de plegables, sueltos y otros medios de divulgación, entre los cuales empezó a ganar un lugar preferente el cartel. El ámbito de generalización de tales mensajes, como es de comprender, fue en un inicio tan abarcador como inédito para la propaganda ospalista –recuérdese que la OSPAAAL se funda en 1967?. De ahí que se recurriera a la COR, entidad de la propaganda estatal con un número de equipos de diseño que tenían una mayor experiencia en la producción cartelística relacionada con las urgencias sociales y políticas del proceso revolucionario en marcha. Cada equipo de diseño contaba con un número de “realizadoras y realizadores” llamados a plasmar el trabajo más conceptual y creativo de los diseñadores jefes de quipos. Dicho desde una perspectiva actual, realizaban el trabajo que hoy día hace la computadora, lo que le permite al diseñador simultanear la realización de su propia creación. Como es notorio, por la época que nos ocupa no sucedía así. Todo o casi todo se realizaba a mano, antes de convertirse en el original que iría a imprenta.
La necesidad de la OSPAAAL de producir un número mayor de carteles para un ámbito político y cultural correspondiente a tres continentes: África, Asia y América Latina, explica tanto la iniciativa de pedir el concurso de los diseñadores de la COR, como el hecho de convertirse estos en colaboradores de la OSPAAAL. Tal reclamo al dictado de las exigencias y urgencias desencadenadas por esta creciente demanda de mensajes visuales, no solo propició que muchos de estos carteles fueran plasmados, parcial o totalmente, por las realizadoras de los equipos de diseño de la COR, sino que, llegado el caso, fueran ellas sus diseñadoras.
De 1968 es el cartel Día del Guerrillero Heroico, de Helena Serrano, a nuestro entender, el de más alto vuelo estético de todos los que se realizaron relacionados con la temática guevariana. En él la foto del Che hecha por Alberto Korda, por primera vez, se inserta en el marco geográfico más representativo de su lucha guerrillera, Latinoamérica. Ambos, foto y mapa, son proyectados en una sucesión creciente de planos, en los que la impronta del op art, en lo concerniente a su efecto cinético y tridimensionalidad, y la del pop art, en cuanto al tratamiento del color, metaforizan un síntesis visual única del latinoamericanismo e internacionalismo del Guerrillero Heroico.
También de este año es Jornada de solidaridad con los pueblos árabes, de Berta Abelenda. En este cartel, la Abelenda se apropia de un relieve pictórico del Egipto Antiguo, cuya frontalidad bien se aviene con el tratamiento plano del color a la manera del pop art: movimiento de la plástica de vanguardia de la época muy presente en la codificación visual representativa del cartel de cine cubano, devenido referente del resto del cartel de vanguardia del período, incluido el político. La actualidad y originalidad del mensaje, sin embargo, queda explicitado en términos visuales a partir del tratamiento del jeroglífico, el cual en su característico horro vacui, asume su función escritural a través de balas, granadas y otros elementos del armamento moderno. Una observación al paso, tratándose de un cartel relacionada con una jornada de solidaridad con los pueblos árabes, si bien este arte se identifica con el actual Egipto, las obras de arte y comunicación del período al que responde el relieve pictórico de la apropiación, no responden a la cultura árabe. Lo que no le resta validez formal y conceptual al contenido del mensaje.
El tercer y último cartel de la autoría de Asela Pérez, Jornada de solidaridad con la América Latina, de 1970, cierra la tríada elegida con una propuesta gráfica de alto vuelo ideoestético. La configuración geográfica de la América Latina se hace mano portadora de un fusil, el cual sostiene en alto; metáfora visual que resume el carácter continental que adquiere la lucha armada de nuestros pueblos contra las dictaduras nacionales y el imperialismo internacional. Al igual que en los dos carteles anteriores, el tratamiento del color se da plano, conforme a la estética pop, en el cual prevalece el rojo, como símbolo de lucha.
Tres carteles, reitero, que no deben de faltar en ninguna exposición que se diga representativa del código visual de vanguardia del cartel cubano del período, aun cuando los nombres de sus autoras, como los de muchos otros, no estén entre los seis o siete diseñadores gráficos más representativos de este cartelismo. Por último, es oportuno y necesario destacar el creciente protagonismo de la mujer cubana en la gráfica de comunicación en general y en el cartel en particular. Hecho que bien se constata en un número importante de carteles, algunos de los cuales ya se inscriben no solo entre los más representativos de la nueva vanguardia gráfica, sino también entre los clásicos del cartelismo nacional de todos los tiempos. Realidad que evidencia no solo la existencia de la escuela cubana de cartel, sino también la trascendencia del ejemplo legado medio siglo atrás por las mujeres primeas en destacarse en este emblemático medio de comunicación visual.
Nota: Intervención del autor durante el Segundo Festival del Cartel en Coloquio Homenaje a la Mujer diseñadora.
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