Estremece, aguza el intelecto, Los barcos terminados es un libro íntimo, sensorial. Su autor, Emerio Medina Peña (Mayarí, 1966) sabe ver, explora con provocadora sinceridad, sentimientos, conflictos y realidades.
Los 13 relatos reunidos en el volumen, que publica Ediciones UNIÓN, atrapan demonios insospechados, los devuelven en actitudes, ausencias, enfrentamientos, inocencias, silencios.
Al desplegar experiencias emocionales significativas, los narradores de Medina revelan desasosiegos que al llegar a la palabra aparecen despojados de lo que no es esencial en universos donde coinciden lo onírico y lo real para salvaguardar purezas y contaminaciones del recuerdo.
En la zona del imaginario construido a partir de fuertes cimientos existe un acervo de tramas, metáforas y personajes que se articulan en atmósferas insospechadas. Al parecer, han sido pensadas para jóvenes y adultos, sin distinción de sexos o profesiones.
El punto de vista del nivel de realidad elegido en las historias connota la capacidad del autor al profundizar en los mundos interior y subjetivo de cada personaje, en ellos afloran vivencias, dudas, sorpresas, mediante una prosa que discurre sobre las sutilezas de las percepciones. En este sentido resulta conmovedor el cuento “Nueva York, el mangle, el filo del hacha”, pues con interés dramático muestra la naturaleza de un hombre ante los desafíos del fin de la existencia:
Yo sabía bien lo que el viejo iba a hacer, y en el último momento se lo quise impedir. Le dije del peligro de meterse en el mar, del viento tan fuerte por el ciclón y las olas tan grandes que golpeaban la costa. Pero el viento estaba hablando de ángeles cabalgando sobre delfines y de un dios de madera en una catedral. Me dijo que yo no era nadie para evitar que un hombre muriera de la forma que había escogido y yo no tuve más fuerzas para detenerlo.
Al establecer conexiones entre lo ético y lo estético, Medina desafía el fuero interno del lector. En “La niña, la puta y tú”, el narrador deviene una conciencia que se desdobla, habla a sí misma mediante el subterfugio del tú, establece sugerentes juegos en los que descuellan luces, sombras, debajo de la apariencia visible. La narración extiende un tiempo múltiple, ramificado,el presente se bifurca en dos futuros y forma una red vertiginosa de tiempos convergentes, paralelos.
El libro revela la acción como una forma de conflicto. Ninguna historia se puede juzgar acabada, pues hacia ese punto no conduce el acto de narrar, lo importante está en el sentido que adquieren los sucesos extraídos de cada relato, y en las estrategias discursivas de los diálogos.
“La Frazada” deviene un homenaje a la comunicación, incita a la cercanía, al amor, este le otorga densidad a los personajes y a la historia. Cuenta una situación deliberadamente anómala que comunica dentro de las reglas de la verosimilitud artística, aunque se mueve en el mundo de lo insólito:
El amanecer los encontró cansados. Por primera vez en muchos años el viejo no fue a trabajar. Los despertó el golpe seco de la puerta, pero se quedaron acostados hasta que el ruidoso tropel en el jardín los obligó a levantarse. El viejo fue el primero en llegar a la ventana. El fuerte olor de las rosas abiertas lo impactó en el rostro. Los ojos subieron hasta las ramas de los naranjos, que se doblaban por el peso de las frutas maduras, extrañamente grandes, que al viejo le parecieron enormes soles brillando en la mañana. Pero los ojos subieron más arriba, hasta el azul, hasta los dos extraños seres que aleteaban rumbo al cielo. El viejo quedó sin hablar. El rostro fue cambiando de color hasta la palidez extrema. La vieja, en cambio, sonreía.
Los barcos terminados (re)crea lo existente y lo posible en un proceso lleno de misterios en tanto vigoriza cierto continuum del espacio, el tiempo, de la vida misma. Definitivamente, obliga a profundizar en la punta del iceberg, en el fondo están las claves, hay que descubrirlas para entendernos mejor.
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