Wally Collins se llevó en 2014 la codiciada estatuilla y la medalla que lo distingue como Papa Honorario, el mayor título al que aspira regularmente un miembro de la Sociedad de Dobles de Hemingway, que todos los años se reúne en el Sloppy Joe´s de Cayo Hueso, Florida; para escoger a quien podrá presumir a partir de ese momento de resultar ganador en un concurso donde sobresale quien más se parezca al autor de El viejo y el mar.
Wally presentó por primera vez una ponencia al XIV Coloquio Internacional dedicado al Premio Nobel de Literatura. Su investigación se refería a las condiciones que rodeaban el suicidio del genial narrador, ocurrido en 1961, en una cabaña de Ketchum, Idaho. La última vez que lo vimos fue en 2013, casi perdido entre una decena de hombres, casi idénticos, con barbas blancas, sonrientes. Eran los miembros de la Hermandad de los Papa.
Ahora llegó a la edición 15 del Coloquio, dos años después, con el título y otro estudio: la presencia del “asesino gigante” en la vida y obra del escritor, en referencia al alcohol y sus consecuencias en Hemingway y otras grandes figuras de las letras, entre ellas F. Scott Fitzgerald.
Comencé a leer a Hemingway desde joven, pero no fue hasta cuando me hice mayor que alguien me dijo cuanto me parecía a él y entonces fue que me comencé a interesar de verdad, dijo en 2013.
Walter Collins comparte con su adorado Hemingway la inquietud y el afán por vivir al máximo la vida. Graduado de la Universidad de Southern California, en Finanzas, Wally es un expiloto, director de Oceanaire Lines, asesor de hotelería, propietario de restaurantes, investigador amateur, ávido pintor y escultor.
Para demostrarlo, regaló a Ada Rosa Alfonso, directora del Museo Ernest Hemingway en Finca Vigía, una cerámica donde se unen dos de sus amores: Hemingway y Cuba.
“En mis viajes a La Habana pude entender qué fue lo que atrajo a Papa de Cuba: su gente”, nos aseguró.
Aunque no pudimos preguntarle si volverá el próximo Coloquio, por celebrarse en esta capital dentro de dos años, estamos seguros de que la respuesta hubiera sido un rotundo sí. “Esta ciudad, la Finca, y el cariño de los cubanos hacen que Hemingway se sienta de una manera peculiar, como si estuviera vivo, y eso es una sensación maravillosa”.
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