Ha concluido la decimonovena edición de la Feria Internacional de Artesanía FIART 2015 y en cada ocasión, esto nos lleva a un examen de lo avanzado en un evento que reúne no solo a los artesanos de todo el país, sino a una significativa representación de otras latitudes. Y es necesario el balance, si tenemos en cuenta que la industria ligera en Cuba está aún muy deprimida por carencias tecnológicas y de materia prima, y nuestra población tiene como opción esencial abastecerse de la producción de prendas de vestir y útiles del hogar a partir de la producción artesanal.
La decisión, hace ya unos años, de dedicar cada una de las Ferias a una provincia y a una especialidad ha propiciado evaluar lo que se hace en todo el país y el avance de cada manifestación en particular.
Nuestros artesanos han ganado en oficio, y por supuesto en calidad. El diseño ha ocupado un lugar trascendente, si tenemos en cuenta que muchos son artífices empíricos y en casi todas las expresiones contamos con artistas que exhiben una obra importante, reconocida incluso a nivel internacional.
En el caso de la orfebrería hay proyectos muy sólidos como el de Alberto Valladares, de La Habana, y Pauyet de Ciego de Ávila, reconocidos dentro y fuera del país, por solo mencionar dos ejemplos, pero en los últimos tiempos se han incorporado otros, de orfebres más jóvenes, como es el caso de Mayelín Guevara y Rosana Vargas, ambas premiadas en esta edición. En el caso de la primera, fue significativo pues obtuvo Tercer Premio en el Concurso de Cerámica y segundo en la premiación por especialidad del evento. La Guevara de una tendencia muy minimalista presentó una colección titulada: El oro es mío, en el que combinó metales preciosos con cerámica pintada en oro, como resultado de una experiencia de trabajo en los talleres de Sargadelo, en Galicia, España.
En el caso de los textiles, la muestra es heterogénea en estilos y se reconocen los de diseñadores como Mario Freixas, Annia Ferrer, Jesús Frías, Hilda Rosa y Analú, proyecto ganador en esta edición. Junto a ellos, los de Puntadas y Tradiciones Trinitarias, y el TRIEL, de Elia Martha Salabarría, los cuales muestran las manualidades de la aguja con un mayor desempeño, mientras los primeros, aunque con producciones limitadas en numero, y algún que otro detalle manual, exhiben piezas de confección más industrial. Esto también ocurre con el mueble, conviven en FIART creadores de piezas más artesanales, mientras hay otros con diseños más estructurados que compiten fácilmente con cualquier producción de gran factura. Y no queda atrás el calzado y la talabartería, la variedad se mueve en un diapasón de piezas totalmente hechas a mano, mientras, sobretodo en el calzado, las hay de una excelente terminación. Nuestros artesanos, sin dudas han ido cubriendo el déficit fabril, y a menos escala se han convertido en responsables de pequeñas industrias lo que nos obliga a pensar en nuevas variantes de eventos en los que no se encasille al creador-diseñador como mero artesano, y no es que ello los demerite, es darle un justo valor a las producciones. El trabajo puramente manual no debe medirse, por ejemplo para el otorgamiento de premios, junto al que lleva un proceso más industrial, pues en cuanto a tiempo invertido en la creación, en las manualidades se invierte más, y de todos es conocido que a nivel mundial su valor artístico y por ende monetario es mucho mayor. No obstante, el trabajo más comercial, dependiente más de las máquinas, en el caso que analizamos tiene en cuenta el diseño y la terminación de las piezas por lo que también hay que considerarlo, pero en otro tipo de convocatorias. Es cierto que la Feria para que se pueda costear necesita el concurso de muchos, pero ya se debe ir pensando en crear nuevos eventos que tengan en cuenta estas particularidades.
El rescate del Salón de la Moda, en el que muchos diseñadores textiles, de accesorios de piel y fibra, junto a orfebres, exhiben sus piezas, es una oportunidad para tipificar las obras. La apertura también, por parte del Fondo Cubano de Bienes Culturales, de tiendas y talleres particularizados, ha sido una propuesta que contribuye también en este sentido.Hay que buscar la orientación correcta y dar la oportunidad a estos diseñadores que en menor escala han dado soluciones para las necesidades de la población a tener un mayor espacio productivo y separar lo puramente manual a las propuestas que se pueden desarrollar en serie.
No obstante, el balance de esta Feria Internacional de Artesanía que ya se encamina a su vigésima edición es positivo. En ella se pudo apreciar la calidad de las producciones, así como de los diseños, en este sentido nuestros creadores, sin dejar a un lado patrones de identidad, han realizado piezas muy contemporáneas, en cada una de las manifestaciones acorde a las preferencias de la población. Muy acertadas han sido las propuestas encaminadas a la fabricación de mobiliarios funcionales para espacios pequeños con materiales acordes a nuestro clima, como una solución viable para reproducir a nivel industrial. Opciones que ha mostrado FIART, que debería, al pretender ser inclusiva, denominarse Feria Internacional de Arte para dar una apertura mayor a todos los creadores.
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