Tradición con catenaria


tradicion-con-catenaria

A los iniciadores y a los continuadores.

A los que están y a los que ya no estarán.

¡Bienvenidos a bordo!

De acuerdo al Diccionario un entusiasta puede ser llamado también apasionado, partidario o fanático. En sí mismo el término no tiene mucha importancia; si lo anoto es porque no he podido decidirme por alguno de ellos; como debo continuar escribiendo voy a escoger al azar.

Hay personas fanáticas, o apasionadas, del béisbol, del helado de chocolate, y hasta existen algunos que llegan a ser fanáticos a la limpieza. Por eso existen los entusiastas -o fanáticos- de los ferrocarriles.

Si usted es uno de ellos no tendrá mayor satisfacción que realizar una visita a un interurbano de estilo antiguo, el último de su tipo en el hemisferio occidental. Para usted escribo, y le doy la bienvenida a bordo del Ferrocarril Cubano de Hershey.

  

Hasta hace muy poco, carros de los lejanos años 20 corrieron por las vías que tejen su red en medio de espléndidos paisajes. Ya no corren -ni me pregunte dónde están- y otros son los coches; pero, es inevitable que nos nazca dentro un sentimiento como de antigüedad, ese mismo que experimentamos en los museos, con la diferencia de estar en un museo vivo y rodante.

Pero, la historia debe comenzar por el principio y al principio iremos, aunque a mí me resulta difícil mantenerme en el tema a causa de mi pasión -o entusiasmo- por este tipo de narraciones. Así que le anticipo que será un viaje diferente, no sólo sobre rieles, sino de salto en salto, hacia detrás y hacia delante, de cuento en cuento, perdiendo datos...

Así que si usted es ferroviariamente merecedor de alguno de los adjetivos mencionados al inicio –admirador, entusiasta, etcétera- lo invito a acompañarme en este recorrido: ¡Bienvenido a bordo!

Se inicia el viaje

Les escribo desde las cocheras del Ferrocarril Eléctrico, en el batey Hershey, uno de los centros más interesantes del occidente cubano, uno de los ejemplos mejor conservados del fenómeno de transculturación de los años veinte; una comunidad marcada por piedras y laureles en su arquitectura, su urbanización y su historia.

Estoy escribiendo en medio del resultado del llamado proceso de redimensionamiento de la industria azucarera en el antiguo Central Hershey, que movió sus máquinas por primera vez en el año 1919 como productor de azúcar crudo, y que ya en 1926 funcionaba como la mayor y más moderna refinería de su tiempo, con una tecnología única en Cuba y en América –en activo hasta su última campaña – que mostrara al mundo una silueta inconfundible, que ya no está… Mejor continúo…

Fundado por la Hershey Chocolate Company, la construcción del batey se hizo a semejanza de Hershey, el Chocolate Town de Pennsylvania, y se utilizó la belleza de su entorno en la delimitación de un parque natural: Jardines de Hershey.

 

Lo invito para que nos acerquemos al paisaje físico, al suelo sobre el cual los hombres tejieron la historia con sus vidas, las cañas, las piedras y los pantógrafos... Hoy solo hablaremos de ferrocarriles –hasta donde yo sea capaz de mantenerme en un mismo tema- y eso hace que todo quede por decir porque Hershey está inscrito en la historia de la nación, y su aporte es sustancial en la conformación de la cultura y la idiosincrasia: Hershey es el último pueblo modelo construido en el mundo y el único construido en Cuba.

Solo hablaremos del Ferrocarril Cubano de Hershey y será como un viaje a medias; pero, viaje al fin, y que ya comienza.

Ramal Pennsylvania – Cuba

Si nos llegamos a los meses finales de 1915 nos encontraremos con un sitio sin comunicación exterior, sin vías de acceso: un paisaje perdido, reino del marabú; únicamente un paisaje perdido, marcado por las piedras, contemplando el mar.

Acogedora tierra que fuera aborigen hasta la conquista, en que fuera mercedada una y otra vez… Y aún antes: celtas, vacos y fenicios fueron visitas precolombinas que ante –o mejor decir, bajo- un sol inmisericorde tomaron rumbo norte, y se asentaron en diferentes zonas del este estadounidense, entre ellas, Pennsylvania.

Y Pennsylvania, como si agradeciera el sol caribeño recibido tres mil años atrás, se sintió obligada a devolvernos la visita: en 1915, Milton Hershey, industrial norteamericano nacido en Derry, Pennsylvania, llegó al viejo paisaje perdido.

Decir Hershey y que la memoria nos devuelva el recuerdo de sabrosos chocolates convertido en estimulación de las papilas gustativas, como decir que se nos hace agua la boca, es reflejo condicionado fundamentalmente por el entusiasmo -o apasionamiento- por las golosinas.

La humanidad se encontraba envuelta en los efectos de la Primera Guerra Mundial, con todas sus consecuencias.  Una de ellas fue la elevación de los precios del azúcar crudo, y la compañía Hershey se suma a las empresas norteamericanas que invierten en el país, fundamentadas, de alguna forma, en la Ley #11 de la República de Cuba, que les ofrece amplias ventajas.

En esos años idos, Santa Cruz del Norte no pasaba de ser un poblado misérrimo, sin calles, escuelas ni el más elemental servicio de salud. El señor Ángel Ortiz López, comerciante matancero, radicado por entonces en el lugar, ha valorado la situación económica del pueblo y acude a la Lonja del Comercio removiendo viejas relaciones, y solicita intervención para una posible inversión de capitales en Santa Cruz y sus contornos, buscando fuentes de empleo para sus pobladores.

Así están las cosas cuando Míster Hershey visita la Lonja del Comercio. Es presentado al señor Ortiz, e inicia un recorrido por la estrecha faja del noreste de la capital, que discurre geográficamente entre lomeríos y valles, hasta la bahía de Matanzas: es la búsqueda de los terrenos para la construcción de un Central azucarero. Será el viejo y olvidado paisaje perdido, de ubicación atractiva entre los dos puertos más importantes del país y enclavado en un entorno geográfico singular, atravesado por el río Santa Cruz, con unos manantiales recién descubiertos… y que, a cambio, no tenía caña.

Después de las valoraciones hechas al respecto, se tomó la decisión de construir, no solamente una fábrica de azúcar, sino un ferrocarril eléctrico, tecnología en boga en la época, que uniría los puertos de La Habana y Matanzas, dándole carácter público, y acarrear la caña, que si no… También se construiría un pueblo, una comunidad para los trabajadores de sus nuevas empresas: Hershey Sugar Corporation y Hershey Cuban Railroad Company, que quedarían fundadas e inscritas en la Sección 20 del Libro de Empresas. De la Sugar ya nos ocuparemos otro día, que ahora hablamos de ferrocarriles.

 

No obstante, debo decir que el pueblo no sería un pueblo común. Este poblado repetiría la experiencia del movimiento de pueblos modelo, aunque ya de forma extemporánea, y será esta peculiaridad la que lo inscribirá para siempre en la historia: será el último pueblo modelo que se construyó en el mundo y el único construido en Cuba… Y estoy repitiéndome. En fin, de esto, como de la Hershey Sugar, ya nos ocuparemos otro día, que será difícil y triste, pero nos ocuparemos. Seguimos.

Amparados en el fenómeno de transculturación, hemos enlazado dos vías histórico-ferroviarias para unir dos poblados con muchos paralelos y rasgos de semejanza, con culturas que han enfrentado fenómenos similares y que, sean cuales sean las situaciones y realidades, han dejado para la posteridad este ramal de enlace.

Primera parada: Hershey, Pennsylvania

No permaneceremos en 1916 por mucho rato –o por muchos párrafos-, ya sabemos quienes llegaron y para qué: Milton Hershey recorre el nordeste habanero y traza sus planes. Nosotros nos vamos en busca de razones, daremos un viaje a las raíces, a los orígenes de estos trolleys que tanto nos entusiasman, o nos despiertan admiración, a usted y a mí.

De Pennsylvania llegó Milton Hershey y hacia allá vamos nosotros, buscando el año 1900. Viaje de siglos; pero, no se baje del tren que la parada es breve.

La comunidad de Hershey, la fábrica de chocolate y los trolleys, crecieron juntos, como complementarios, en aquellos lejanos días en que solamente corría una mal trazada carretera por esas tierras, hoy tan conocidas por el turismo internacional y los consumidores de chocolate.

Para Milton Hershey, su idea fija –apasionada o entusiasta- era fabricar chocolates. Para todos sus conocidos era una gran locura; pero, el hombre perseveraba y sus planes tomaban forma: construir una fábrica de chocolates en un campo de maíz, en el Derry Township natal, en los campos de Pennsylvania Central.

Los trabajos comenzaron el 2 de marzo de 1903; en diciembre de 1904 comenzó a convertirse en realidad un sueño: el negocio de chocolates más grande del mundo.

Las vías de comunicación son esenciales para no sentirnos aislados; por eso, antes que la fábrica estuviera terminada, se emprendió la construcción de un extenso sistema de tránsito por trolleys que uniría el pueblo con las comunidades de los contornos.

¡Al fin llegamos a los ferrocarriles! Como ven, se trata de buscar y encontrar… Aquí se trata de la Hershey Transit Company, que viene siendo como un ascendiente familiar directo de nuestro interurbano.

La nueva línea comenzó sus operaciones en el otoño de 1904, coincidiendo con la terminación de la fábrica. El sábado 15 de octubre de 1904, pulió los raíles el primer carro de la Hershey Transit.

La vida caminó y lo que comenzó llamándose Hershey Chocolate Factory era ya en 1909 la Hershey Chocolate Company. Ya después, crisis económica por medio, la Compañía se reorganiza creándose tres corporaciones: Hershey Chocolate Corporation, para los negocios del chocolate; Hershey Estates, para otros tipos de actividades; y la Hershey Corporation, para los intereses en Cuba.

Y se desarrolló el automovilismo, y le llegó el final a la Hershey Transit: a las 12 de la noche del 21 de diciembre de 1946 los Chocolate Town Trolleys hicieron su último viaje hacia un encuentro final con la historia.

Segunda Parada: Hershey, Cuba

Las piedras marcan esta historia… En el lejano 1917, las reapilaban para construir la vía férrea, volaban en pedazos para encontrar roca firme donde sentar cimientos, y se reagrupaban para levantar un poblado: una comunidad que parece dormir entre las piedras, el silencio y los laureles, la comunidad que, para los trabajadores de sus empresas, levantaba Milton Hershey transculturando el experimento de pueblo modelo que catorce años atrás fuera bautizado con su nombre, en Pennsylvania, Estados Unidos.

En la década del veinte, el Diario de la Marina, describe las “confortables y bellas casas; un magnífico hotel construido todo de piedra; salón de bailes; escuela agrícola y escuela pública; estadio de pelota; además de un gran departamento comercial. Todo ello en un bello ambiente tropical, con espléndidos parques y jardines”.

Les decía, al inicio del viaje, que el poblado de Hershey constituye uno de los centros urbanos más interesantes del occidente cubano, y es debido a su arquitectura, la tipología de las viviendas, así como la línea constructiva y ambiental. Como una Gran Dama algo venida a menos por los años, las limitaciones, y mucho de abandono y olvido, el batey de Hershey desplaza sus encantos, y en sus rincones perdidos nos brinda la sorpresa de la doncellez perenne… Repito: de esto ya nos ocuparemos otro día, que será triste, pero nos ocuparemos. Es mejor seguir con el viaje…

En medio de esta accidentada narración, en algún momento lograré llegar al ferrocarril; pero, por ahora, tenemos el pueblo construyéndose, aunque no crecía solo: es el mes de enero de 1917, se terminaron los planos industriales en Virginia, Estados Unidos, y las piedras comenzaron a volar en pedazos para encontrar roca firme donde sentar cimientos y sembrar vigas de acero para que floreciera la estructura de una industria.

El 20 de marzo de 1919 resonaron por primera vez las sirenas del Central Hershey, llamando al trabajo a los hombres que se estrenaban en el oficio de azucareros: había comenzado la primera zafra dando inicio a una tradición que sobrevive al silencio de las sirenas.  Volteó el primer carro jaula cargado de caña Agustín Fernández, quien más tarde fuera Inspector General del ferrocarril.

Ya ven, llegamos al ferrocarril. Como les decía en la parada anterior, es sólo cuestión de buscar y encontrar… Así que, si es usted de los entusiastas -o fanáticos- alégrese, que vamos a hablar de nuestro interurbano: lo invito a compartir su nacimiento. Y volvemos atrás…

Lo que fuera tierra aborigen, merced de conquistadores, y punto de tránsito para celtas, vacos y fenicios, se encontraba casi igual de perdido, y algo menos incomunicado, en las primeras décadas del siglo XX. Y como estamos hablando de construir, lo principal era asegurar el abastecimiento de recursos y materiales, por lo cual los primeros pasos fueron dados en ese sentido: terminar con la incomunicación.

La Hershey Corporation constituyó una entidad ferroviaria, la Hershey Cuban Railroad, que presenta un proyecto a la Comisión de Ferrocarriles, la cual sin pérdida de tiempo, emite el 9 de marzo de 1916 su Acuerdo número 1: “The Hershey Cuban Railroad presenta un proyecto de ferrocarriles firmado por el Ingeniero J. Manzanilla, que desea construir para el servicio público compuesto de memoria descriptiva, plano de planta y perfil (…) será en definitiva un ferrocarril eléctrico, pero al principio empleará la fuerza de vapor siendo dicho proyecto aprobado con las condiciones que la Comisión señala…”

La interferencia de un ferrocarril ajeno a la United Railways inglesa fue impugnada ante la Comisión, instando a rechazar totalmente el proyecto presentado, dando comienzo a un largo proceso de refutaciones en que hasta llegó a tomarse en consideración la Orden Militar número 34 de 1902. Finalmente se ratificó la aprobación de 1916 bajo firma de Licenciado Jacobo Patterson de la Compañía de Ferrocarriles.

El 30 de mayo de 1916, el señor Ángel Ortiz recibió una comunicación donde la compañía le solicitaba “encargarse de sus dichas propiedades y defenderlas con celo y actividad que lo caracterizan, cargo que desde el recibo de la presente espero servirá usted aceptar y proceder en consecuencia”.

Las primeras paralelas se trazaron hacia el embarcadero de Santa Cruz, en la costa norte, y también al sur para garantizar la conexión con las líneas de la United Railways, en Bainoa.

Santa Cruz, con su pequeño puerto de poco calado, se utilizó para el atraque de chalanas, remolcadas por vapores, en las cuales se trasladaron los equipos y materiales necesarios, tanto para la construcción del ferrocarril como de la industria y el poblado.

De inmediato se procedió a la construcción de la vía férrea. Los trabajos comenzaron desbrozando montes y reapilando las piedras. Y descargado materiales sin grúa, y tirando los primeros tramos a mano, y los segundos con bueyes a guisa de locomotora, porque aún no había llegado ninguna… En fin, a puro coraje y brazos cubanos, y jamaiquinos, y… Ya, seguimos.

En 1917 dieron cuenta a la Comisión de Ferrocarriles de La Habana tener terminados los trabajos y listas las líneas de ferrocarriles, totalizando 43 kilómetros de longitud, autorizadas para el tráfico por decreto del 15 de febrero de 1918.

La línea se inauguró con 19 locomotoras vapor porque en esos primeros tiempos todas las operaciones se realizaban con vapor, aunque las ventajas de la electricidad estaban incluidas en los planes. Eso ya lo dije…

La electrificación se ejecutó durante 1919 y 1920, fundamentalmente. El proyecto fue desarrollado bajo la dirección del Ingeniero de nacionalidad belga M. Goones. Un contratista inglés y su tripulación levantaron los postes. Para las obras más complicadas, la compañía realizaba su propia labor. Fuerza de trabajo jamaicana y española, que tenía buena reputación para el trabajo duro, levantó la catenaria utilizando un tren especial construido de un carro de caña.

El 18 de enero de 1919 fue sometida a la consideración de los altos oficiales de la Hershey Corporation, entre otros proyectos, la construcción y montaje de otra planta eléctrica. Tendría una capacidad de 6000 Kilowatts y permitiría la electrificación del ferrocarril en una primera etapa: línea principal Casablanca – Matanzas. Cuando la planta fue inaugurada, en febrero de 1921, era capaz de proveer al Central, toda la línea, el nuevo poblado de Hershey y el sistema de tranvías de Matanzas.

Llegó la electrificación y con ella un nuevo equipamiento. La primera pieza adquirida por la línea Hershey, en 1919, fue un carro torre MX1, fabricado por J. S. Brill Co., Filadelfia, cuyo diseño demandó características muy especiales que no detallo porque es tema para especialistas. Con el número 073 era la pieza más vieja del equipamiento en uso, hasta hace poco tiempo: la caseta de madera fue víctima del desamor de algunos… Seguimos.

El siguiente año, llegaron los primeros coches de pasajeros y de carga equipajes, también de la Brill.  Diez carros de pasajeros (serie 100-109) embarcados desde Filadelfia, por sus propias ruedas, hacia Cuba, vía Key West.

El servicio fue abierto desde Hershey a Matanzas en octubre de 1921, quedando establecido el itinerario número 2 para trenes viajeros. Poco después, en 1922 se extendió hasta Casablanca: la Hershey no pudo vencer la resistencia de la compañía inglesa y, como resultado, sus pasajeros se han visto obligados, desde entonces, a utilizar la lanchita de la bahía para abordar el tren.

El tráfico eléctrico comenzó oficialmente el 5 de octubre de 1922 al aplicarse el itinerario número 9, y comenzaron a rodar los carros sobre la línea principal, y los pasajeros a contar sus curvas: son 122, 63 a la derecha y 59 a la izquierda, constituyendo el 22% de su longitud.

En 1923 fue abierto al servicio público el ramal Casablanca – Cojímar, siendo uno de los servicios más utilizados. Esta línea de 6 kilómetros fue abandonada el 1ro de marzo de 1957 por competencia del Túnel de la Habana. Sería magnífico poder recobrarla para aliviar a la ciudad, que la 58 se pone… Vuelvo al tema.

Los primeros carros interurbanos fueron completados, más tarde, por un grupo de seis (211-216) construidos en Cincinnati, en 1922. Estos coches corrieron hasta hace unos años utilizando la misma catenaria de aquellos años… Ya le dije antes que no me preguntara por ellos, no me insista… Sigamos.

La Comisión Nacional de Ferrocarriles aprobó en agosto de 1924 el Reglamento del Ferrocarril Cubano de Hershey. En ese año llegó una segunda orden de carros de pasajeros, construida en Springfield, por una subsidiaria de la Brill. Y continuó creciendo el parque de equipos, y otros ramales fueron abriéndose al servicio.

Y con la electrificación llegó el HERSHEY PARTY: una excursión de La Habana hasta Hershey y su pueblo modelo, una gira que comenzaba con la lanchita de la bahía y concluía en los mundialmente conocidos Jardines de Hershey, y que fuera altamente recomendada en las guías turísticas. La operación era un éxito, llegando a transportar alrededor de 37 mil pasajeros al mes.

Está bien, está bien, me rindo ante su insistencia: inspirados en esa experiencia, dos de los coches de Cincinnati pulieron los raíles, algo modernizados y equipados para excursiones, numerados con la serie 3000. Uno de ellos fue a dar a Santiago de Cuba, disfrazado de tranvía. Desconocimiento técnico: los tranvías tienen dos ejes, los trolleys tienen cuatro. Historia descontextualizada: no insista más, lo dejo ahí mismo…

En octubre de 1960, cuando, en el proceso de nacionalización de las industrias, el sistema nacional de ferrocarriles fue reorganizado en cinco divisiones, la línea Hershey, la única electrificada en el país, se convirtió en una división aparte: el Ferrocarril Eléctrico de Cuba, y convirtió al Hershey en el único central azucarero sin ferrocarril propio.

Entre tantas vueltas que vamos dando, había olvidado explicarle que Hershey es notable no tanto por su estación, como por su patio, grande, con filas y filas de vías eléctricas. El patio ferroviario Hershey fue electrificado en 1919, su construcción fue conjuntamente ejecutada con las obras civiles del Central, el trabajo de las carrileras abarca una gran área, con una longitud de vías de 2 kilómetros.

Las había dicho que 1919 resonaron por primera vez las sirenas del Central. Ahora lo amplío: se inauguraron, de conjunto, ferrocarril, industria y poblado. También en 1919 se aplaudieron de conjunto el primer saco de azúcar, el primer jonrón y el primer gol. ¡Cuando yo le digo a usted que este lugar…!

Y, ya ve, resulta desconocido para muchos. Hasta parece un sitio cualquiera, porque los valores que atesora, y su significación para la cultura son ignorados. Bien me parece que ha llegado la hora de superar las incomunicaciones, que resalte su título indiscutible: Hershey es el último pueblo modelo construido en el mundo, el único construido en Cuba. Y lo repito de nuevo porque Hershey debe estar en la historia de la misma forma que para su gente está en el corazón.

Por eso pronto está el día en que nos ocupemos de contar la historia. Hoy estamos celebrando la supervivencia del tren interurbano de Hershey y sus líneas… y la catenaria, que es la misma, según me cuentan.

Fin del Viaje

Pues bien, comencé dando la bienvenida a bordo y realmente poco le he dicho sobre el viaje. Si me lo permite saldremos desde la Capital, de Casablanca, como ya dije.

Se atraviesa un valle largo, separado del mar por un grupo de colinas. Palmas, árboles frutales y vegetación densa son interrumpidos por campos cultivados. Y, como vamos hacia un Central…, rectifico, hacia una zona que fuera hasta hace pocos años productora de azúcar, según avanzamos deberíamos ver cañaverales; pero, no… Recuerde que le escribo en medio del resultado del llamado proceso de redimensionamiento de la industria azucarera. Mejor seguir…

De pronto, al tomar una gran curva, queda el vacío, el enorme vacío que ha dejado la destrucción de la refinería con su impresionante silueta inconfundible, el vacío que ocupa - ¿ocupa? - el lugar que fuera paisaje cultural inigualable…  De nuevo lo repito: de eso ya nos ocuparemos otro día.

Más allá de Hershey la línea se vuelve más escénica. Y lo máximo está en el Valle de Yumurí. Pero, no llegaremos hasta allá. Nos detendremos en la estación Hershey donde los espera un simpático poblado azucarero y ferroviario: un batey con tradiciones.

Allí conocerá historias que no están en ningún libro, palabras endurecidas por el paso del tiempo: historias guardadas en el alma de un colectivo humano.

Entenderá porqué, allá en el Hershey, las catenarias son algo más que un sistema de suspensión para un cable de alimentación de energía eléctrica: son un símbolo.

Así las cosas, es la hora de preguntarse: ¿qué es de los viejos Brill, en qué olvidado apartadero duermen? ¿Y el que se llevaron a Santiago de Cuba, qué hace fuera de lugar, falseando la historia? Y lo más perturbador: ¿regresará algún día?

Y en medio de tal desasosiego, con todo lo que hemos hablado, no le he dicho los motivos de este viaje:  la Hershey Cuba Railroad Company fue fundada e inscrita el 31 de marzo de 1916: el Ferrocarril Cubano de Hershey cumple cien años, cien años de tradición con catenaria.

¿Se anima? Lo espero a bordo.

 


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