La casa del pintor cubano Tomás Sánchez en el barrio de San
Antonio de Escazú parece uno de sus cuadros. La fue dibujando, trazo a
trazo, con la misma técnica que hizo famosos sus paisajes de gran
formato.
La vegetación de los cerros de San José y la vista de buena parte de la ciudad resultan los grandes protagonistas del local, que más que una casa se ha convertido en taller de trabajo y salón de exposiciones.
Como los grandes genios inconformes, Tomás Sánchez asegura que aún restan por completar importantes detalles en la edificación, cuya construcción supervisó personalmente.
El objetivo es convertir este rincón de San Antonio de Escazú en una fundación que preserve la obra artística de este cubano universal de 68 años que ha trascendido fronteras.
Muchos lo consideran uno de los pintores vivos más importantes de Cuba y es parte de una generación prolífica entre los que se encuentran Zaida del Río, Roberto Fabelo, Nelson Domínguez y Pedro Pablo Oliva.
Su obra rescató los valores clásicos del paisajismo y lo proyectó hacia el futuro. Cada día son más los admiradores que se acercan a sus piezas desperdigadas por decenas de países.
En su casa-refugio, donde apenas hay espacio para el descanso y todo se trata del arte, Tomás accedió a conversar con Prensa Latina sobre sus proyectos inmediatos y la satisfacción de haber expuesto en la XII Bienal de La Habana, en 2015.
Después de la muestra en la bienal de La Habana, que estuvo también en San José de septiembre a noviembre pasados, me tomaré un receso en las exposiciones de museo, para concluir unas obras que estarán en mayo y noviembre de este año en sendas expo-ventas en la Gallería Marlborough, en Nueva York, Estados Unidos, señaló.
Aunque trabajo con esa galería hace 20 años, hacía 12 que no montaba una exposición de mi pintura con fines comerciales. Me dediqué a pintar y experimentar sin presiones del mercado durante estos 12 años y a aumentar mi colección para hacer exposiciones de museo. Este año entonces retomaré este tipo de exhibiciones, explicó el artista.
Sus ojos se iluminan cuando le pregunto sobre la exposición de la XII Bienal de La Habana y rápidamente responde 'fue impresionante, había tenido una el año anterior de fotografía en el Centro Wilfredo Lam, con la asistencia de unas mil personas, pero la de La Habana fue de cuatro mil 500 personas en la inauguración'.
Me impresionó mucho ver personas que fueron mis profesores, con más de 90 años, y junto a ellos estudiantes de arte de 14 y 15 años en mi exposición. Lograr esa comunicación con personas de generaciones tan diversas constituye un placer para cualquier artista.
Se agolparon un montón de emociones. Fue curioso porque mi primera muestra en el Museo de Bellas Artes fue en 1985 y justo esta exposición se realizó cuando se cumplían 30 años de aquella.
Sin dudar responde que la cubanía en su obra está dada porque es cubano -nació en Aguada de Pasajeros, Cienfuegos, el 22 de mayo de 1948- pero de inmediato aclara que sus cuadros son muy universales: En mis paisajes vas a ver siempre la Palma Real, pero ya convertida en un híbrido, que puede ser de cualquier parte.
En mis cuadros predominan mis impresiones del paisaje cubano y se enriquece mucho con los que he visto en otros lugares de América Latina. Hay una influencia con la selva tropical de Brasil, Centroamérica, sur de México. Siempre hay algo que es mucho más que la Palma.
Y lo infaltable en su obra desde 1980, los basureros, también constituyeron motivo de este diálogo de Tomás con Prensa Latina a propósito del encuentro que sostuvo el artista con el embajador cubano en Costa Rica, Danilo Sánchez, y parte del personal diplomático de esa isla en este país.
El tema de la relación hombre-naturaleza y la contaminación de la naturaleza y la meditación han sido temas paralelos, pero ahora lo que pasa es que hay una integración de esos asuntos en un mismo cuadro.
Ahora ya no pinto un paisaje y un basurero solamente, pinto basureros donde hay paisaje y paisajes donde hay basurero. Estoy haciendo chocar los dos temas. Ya eso estuvo en la exposición de La Habana y la de aquí, y estará muy presente en las de este año.
El objetivo es hacer reflexionar, primero hablar de que existe un estado de armonía con la naturaleza, pero a la vez plantear la confrontación tan grande que hay, por lo que debemos poner freno a la contaminación y destrucción de la naturaleza, que es la destrucción de nosotros mismos al fin y al cabo.
Yo comparo los basureros, yo digo que pinto estados de la mente. Como practico meditación asocio el paisaje tranquilo y natural, el paisaje del hombre contemplando la naturaleza lo asocio con el estado de la mente quieta, calmada, en armonía.
Los basureros los asocio con el estado de la mente en que el ser humano se siente incompleto y piensa que puede completarse adquiriendo bienes.
Mientras más bienes adquieren más basura producen, entonces el basurero no es más que una imagen de la mente de la sociedad actual, la cual se debe combatir para que la especie humana sea preservada.
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