Todos los caminos no conducen a Roma: inicio de la 14 Bienal de La Habana


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Caminos que no conducen a Roma. Colonialidad, descolonización y contemporaneidad, una muestra colectiva que integra a artistas procedentes de varios continentes ha dado  inicio a la Bienal de La Habana en 2021.

A diferencia de otras bienales, la actual como ya se ha ido explicando a través de las redes sociales y los medios de comunicación, se desarrollará en tres etapas.

Ahora mismo nos hallamos en el inicio de la primera fase denominada Experiencia 1 Preámbulo que se abrió al público con la exhibición colectiva en el Centro Lam que da título a este texto, integrada por los artistas Dulce Chacón (México), Edith Roux (Francia), Glenda Salazar (Cuba), Lawrence Abu Hamdan (Jordania), MURU 7.8 (Argentina-México), Nelson Villalobos (Cuba), Patrick Waterhouse (Reino Unido), Roberto Diago (Cuba), Romaric Tisserand (Francia), y Roger Ballen (Sudáfrica- EEUU).

La tesis que subyace tras la selección de los artistas es aquella que se afilia al concepto de máxima contemporaneidad de lo postcolonial que puede actuar como un enclave para la resiliencia de los marginados. 

Se trata de una mirada crítica que investiga a profundidad  cómo pueden desarrollarse en el campo del arte, mas con la fluidez y movilidad teórica que demanda el mundo postindustrializado y global de hoy, discursos que se opongan a los poderes neocoloniales e imperiales.

Entre las obras expuestas en el Centro Wifredo Lam quisiera referirme a varias  que trasladan desde sus visiones respectivas temas de actualidad vinculados al título de la exhibición.

Foto: Nelia Moreno

En la planta baja el artista francés Romaric Tisserand imprimió frases que nos remiten al poder que él identifica como un colonialismo digital silencioso de nuestras mentes con el internet. Su obra de índole conceptual nos remite a inicios de la segunda mitad del pasado siglo con el desarrollo de esa tendencia que halló sus raíces en las teorías del lenguaje de Wittgestein y la teoría del inconsciente estructurado como lenguaje que planteaba Jacques Lacan.

Tisserand  por tanto, es un artista que se nutre de esa tendencia y trabaja mucho con archivos de imágenes, fotografías, crea archivos ficticios, entre otros tipos de obras. Es historiador del arte francés y vive en París, pero conoce bien La Habana y habla un perfecto español. Las frases en paredes y banco de su obra I am data, en el primer piso de la institución, semejan un juego de palabras en las que nos vemos reflejados, pero a modo de denuncia (I am not your data) donde se revela cómo toda nuestra vida, personalidad e intimidad pueden resumirse como datos digitales en este momento, un recurso especial para aquellos que dominan la información a nivel planetario.

Es evidente que en la galería del Lam se muestran desde el arte algunas inquietudes a preguntas que los propios curadores plantearon en el Catálogo: “¿Cómo nacen nuevas estéticas y medios de los discursos asociados a la postverdad, al colonialismo digital en una era bio-virtual marcada por el softpower, mientras por otra parte recolocamos la naturaleza en un universo antropocéntrico y culturalmente la deshegemonizamos?”

Foto: Nelia Moreno

En contraste con el planteamiento de Romaric Tisserand, el cubano Nelson Villalobos  exhibe Saeta en la planta alta, constituida por varias instalaciones en las paredes exteriores de las salas, donde se observan pequeñas cuñas de madera que bien pudiesen evocar a las tablillas antiguas, donde pinta y esculpe grafías, íconos, símbolos de las culturas más diversas, entre las que predomina la flecha o saeta. Para Villalobos la saeta es instrumento y símbolo de apertura, de transformación y desarrollo, mas también implica diversos significados como lo temporal y la coincidencia de signos en varias culturas como sucede por ejemplo, con la flecha que fue  representada en culturas de la antigüedad y observa cómo su reproducción aparece constantemente hoy en las páginas de internet.

 

Foto: Nelia Moreno

Por otra parte, será difícil de olvidar una  muestra en la Bienal como la de Glenda Salazar que ocupa todo el espacio de una sala rectangular en la planta baja del Centro Lam. La joven artista cubana ha dicho que  tuvo una etapa en la que, a semejanza de los monjes, peregrinaba por la isla dejando sus obras en paisajes naturales cubanos, algo que articula nítidamente su obra con el land art o (arte tierra) que Salazar comenzó en el 2003 y llama arte naturaleza

El núcleo duro de su apuesta es hacer un llamado reflexivo, mediante una investigación histórico-social, intervención ambiental respetuosa con elementos naturales y una realización estético-artística que versa sobre las relaciones de poder que caracterizan los conflictos ambientales en un arco que une la ecología política con las artes visuales: entrelazamiento que, asimismo, tiene sus precedentes en prácticas creativas sobre las luchas ecologistas en nuestro continente.

En esa ruta de indagaciones, Salazar halló en la bibliografía de Antonio Núñez Jiménez datos que denotaban cómo durante el periodo colonial de Cuba, se perdió el 25 por ciento de nuestras áreas boscosas, devastación que aumentaría luego en la República. Ello la motivó a “visibilizar ese proceso”, esa zona ecológica de la historia neocolonial que no ha sido tan tratada como aquella otra de la violencia social y económica de la metrópoli contra la colonia y neocolonia republicana.

Una alegoría a esa reflexión la halló la artista en el paisaje donde se halla la Universidad de las Artes, Instituto Superior de Arte en La Habana (ISA). La artista realizó una pesquisa rigurosa que la condujo a descubrir los precedentes de ese sitio que otrora fuera una finca de colonos españoles y después se vendiera en la República a un personaje que transformó la manigua en espaciosos terrenos de golf para construir lo que fue el Country Club con destino a la alta clase burguesa. Paisaje que posteriormente con la Revolución pasa a ser sede de la bella arquitectura de las Escuelas Nacionales de Arte. Territorio y edificios bien conocidos, además, por Glenda Salazar, pues imparte clases hace más de una década como profesora de fotografía en las aulas del ISA.

Así, ha sido gracias a su esmerada labor (incluida la metodología y estudio que la ha llevado a estudiar técnicas de reforestación japonesas)  que la artista desarrolla su quehacer, y así trasladará las plantas endémicas y originarias que una vez, hace mucho, allí existieron, para que se extiendan como un bosque natural y saludable, acción que realizará en diciembre de este 2021.

Foto: Nelia Moreno

En su obra Vivero Proyecto el Bosque de nombres (2021) de Salazar apela al ideal colectivo, mas también contribuye en la realidad contemporánea a visibilizar inquietudes que se hallan al centro de la diana de la atención planetaria y que halla sus antecedentes más lejanos en artistas que ya se interesaban por reinvindicar estas inquietudes después de la segunda mitad de la pasada centuria.

Pequeños sembrados o posturas, documentación fotográfica e histórica, preciosos dibujos que reproducen plantas endémicas en una mesa vitrina al centro de la sala de exposición, magníficas fotografías de estas y otras variantes biológicas y un video ofrecen una panorámica integral y a la vez un conjunto seductor que logra su mejor cometido.

Casi al término de la Bienal el público verá el crecimiento del vivero en exposición, como en un laboratorio procesual y el crecimiento del bosque en los propios terrenos del ISA.

Foto: Nelia Moreno

De Francia, además de la participación del fotógrafo y artista  francés Romaric Tisserand, ya mencionado, expone su obra Edith Roux, en una muy nítida obra fotográfica y de video comprometida con las luchas por la descolonización y el papel de la mujer. Roux documenta y crea fotos manipuladas que denuncian los procesos históricos de emancipación colonial a través, fundamentalmente, de un hecho histórico en 1949, el de la Marcha en Grand-Bassam, colonia francesa en Costa de Marfil, de centenares de mujeres junto a su líder Marie Sery Koré, acción por la independencia que tiene su correlato en otras luchas por la liberación de la esclavitud africana en Cuba y el Caribe.

La instalación Sous le sable, la marche (1919) (Bajo la arena, la marcha en español) muestra la fotografía de ese acto en Costa de Marfil, franja fotográfica que es enmarcada por arena recogida allí e incluso aquí en Cuba (que tuvo también un pasado colonial). En Edith Roux late también una inquietud por reflejar, a través del movimiento ondulado de ese friso, una sensación de lo temporal. La artista retrabaja las fotografías como apuntaba antes, complejizando así una documentación inicial como en Les Fantômes de Bassam (2016), obra en la exhibición, donde altera la realidad original al introducir como montaje personajes de otras fotos, como en este caso, a modo de lo que llama “fantasmas”, alterando así el sentido de la realidad fotografiada que muestra un entorno afectado por la dejadez y el tiempo.

Tanto Edith Roux como Romaric Taisserand tuvieron un encuentro abierto con el público interesado para charlar sobre su quehacer profesional el pasado sábado 13 de noviembre en la tarde.

Foto: Nelia Moreno

En  esa dirección de denuncia de lo neocolonial que Roux refiere en su arte,  se halla emplazada una instalación del cubano Roberto Diago titulada Monumento al perdón (2021) conformada por cajas y un montículo de paja que alude de forma minimal a la vez que enfática a los países donde han quedado las marcas del sufrimiento y los costos económicos y sociales en las sociedades coloniales y neocoloniales del Tercer Mundo.

Foto: Nelia Moreno

Roger Ballen quien reside en Johannesburgo, Sudáfrica, participa con varias obras en la Bienal habanera. Sus fotografías (Take off , 2012) muestran un universo peculiar, ficticio, donde el dibujo infantil, el grotesco, lo surreal y neoexpresionista se mixturan en una obra  donde el artista enfatiza la temática de los marginados.  Resalta la paradoja que transmite el artista entre la convencional realidad que suele trasladarnos la fotografía y las raras escenas fotografiadas que adquieren más dramatismo con el uso del blanco y negro.

A diferencia de otras exposiciones en las bienales anteriores, la exposición colectiva Caminos que no conducen a Roma. Colonialidad, descolonización y contemporaneidad continuará con cambios a los que se agregarán otras artistas y obras, dado que la concepción curatorial es la de una experiencia en proceso.


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