Tan Musical, ¡que se haga luz y lo ilumine todo!


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El arte es grande y nos engrandece a ti y a mí. 

En un mundo empequeñecido, el panorama que ofrece es estremecedor. 

El arte es el arbusto en llamas que resguarda y hace visible nuestros deseos más profundos. 

 

Jeanette Winterson

 

Parecería que Jorge Pedro Hernández lo tiene muy claro, no sólo se trata de que el arte exponga de forma divertida las cosas que haya que aprender. Como en Brecht, para el joven director cubano, las contradicciones entre aprender y divertirse tienen que quedar bien claras y ser acumuladas como hecho importante al transformar el aprendizaje en placer y el placer en aprendizaje. Pues, el arte es cualidad responsable del hacer y, de hecho, de lo que ya se ha hecho.

En Tan Musical, la revista que en función única se ofreciera el pasado sábado en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba, se resume el aprendizaje de diez años de intensa labor con la Compañía Verdarte (fundada por Jorge Pedro en 2012, tras la experiencia paralela con su gran proyecto “El hombrecito verde” que, justo este 2 de enero cumpliera veinte años. El espectáculo visto retomó las cualidades en su forma, ritmo, equilibrio, visualidad, organización, relacionalidades, danza y sonoridad, propias de la revista como “deriva” de la comedia musical al combinar baile, escenas teatrales, sketches humorísticos y satíricos con la música. Para esta ocasión, Verdarte y la matancera Orquesta Failde, repiten la fórmula iniciada en el año 2020, juntar complicidad y propósitos artísticos en homenaje a la más rica tradición de nuestro teatro vernáculo, a la elegancia de vedettes, modelos, figurantes, y a la amplia variedad de ritmos musicales y danzarios cubanos. 

En Tan Musical, baile, actuación, canto, música y visualidad se afinan como reformulaciones de lo ya aparentemente conocido para ahora erigirse en apuesta hacia el futuro espectacular de Verdarte en su apropiación y propiación, en presente, del teatro musical dentro del siglo XXI cubano. Aquí, en esta tierra donde una rica historia de concordancias y asimilaciones artísticas ha enriquecido la escena de manera particular. Y es que nuestra danza se fusionó orgánicamente al quehacer teatral a partir del teatro vernáculo, de sus situaciones y personajes. Mulatas, negritos, gallegos y hasta chinos, incorporaban en sus sainetes diversas ejecuciones musicales y danzarias. El público seguía las temporadas bufas del Teatro Martí; admiró a Arquímedes Pous, a la pléyade del Teatro Alhambra, y a otras muchas compañías que en el devenir del arte teatral fueron moldeando un gusto (y un procedimiento) por modos de hacer donde el cruce de lenguajes escénicos se entrelazaba armónicamente. Aquí, donde parejas famosas de bailes, mamboletas, rumberas, mulatas de fuego, glamorosas vedettes y legendarios cuerpos de bailes, vestían de gala la noche habanera. De Sans Souci a Montmartre, del Ali Bar a Tropicana, de los night-clubs de la calle 23 al Cabaret Parisién, etc., nos quedan aún muchas historias por contar.

Propósitos perspectivos de Jorge Pedro y Verdarte.

Así de sazonado en sustancia teatral, como tesoro narrante en el tejido social, cultural, musical y danzario cubanos, nuestro teatro musical se fue haciendo de este conglomerado múltiple. Gran cantidad de compañías con un variado repertorio de zarzuelas y operetas, estrellas mundiales de paso por escenarios nocturnos habaneros, las compañías itinerantes del llamado Circo-Teatro (producto cultural que penetró hasta los más intrincados rincones del país), etc., el espectáculo escénico musical made in Cuba, va generando un modo expresivo que mixtura patrones foráneos con lo más auténtico y propio. A la zarzuela, el sainete, la revista y las variedades, se sumó la comedia musical, difundida masivamente por el cine estadounidense. A través de fuentes desemejantes y por caminos diversos, el espectáculo musical se fue arraigando en el gusto popular. Los teatros Martí, Alhambra, Alcázar, América, Payret, Musical de La Habana, entre otros, exhibirían todo y “de todo” lo que, en materia teatral/musical/danzaria, conformaría el carácter escénico de nuestro poderoso teatro musical espectacular. Hechos que siguen reclamando estudios e investigaciones, aproximaciones creativas y un mayor alcance, más allá del consabido apelativo de “costoso” a esta tipología teatral.

Y es ahí, en la responsabilidad y asunción desde el hoy de nuestras posibilidades (realidades, propósitos, recualificaciones, reacomodos y evidentes limitaciones) expresivas, donde Tan Musical, configura su razón temática y espectacular. La riqueza de su danza viene de la necesidad propia de trabajar con cuerpos. Pero de ese cuerpo danzante que pertenece a un contexto plural, atravesado por tradiciones artísticas, sociales e inventivas narrantes donde música y danza puede analizarse como la resultante de la relación entre las estructuras objetivas externas y las estructuras internalizadas e incorporadas, al remitir a la posición que ocupan los cuerpos dentro de las coreografías. 

En Tan Musical, trece momentos coreográficos y dieciséis números musicales nos permitieron asistir a un show que recurre al juego del “teatro dentro del teatro”. En un lateral del escenario de la sala Covarrubias se instaló un set televisivo donde el personaje de la Diva (real y referencial) dialoga con el Presentador, sutil pretexto para resignificar el valor del teatro musical en tanto expresión escénica que gozara de notoriedad en nuestras programaciones. Quizás, más allá de los referidos esquemas dualistas del habitus (música y danza), el sentido espectacular que se va tejiendo, acude al recurso vivo de otorgarle participación al público como en un reality show televisual, dentro del entramado de sus hechos. Así llegan la Mulata, el Gallego, el Negrito y hasta el Chino, otrora vernáculos personajes, hoy renovados, quizás distintos en sus enunciaciones, pero idénticos arquetipos fundacionales en la rica tradición. Con ellos, la intención dramatúrgica de una escritura de la acción, supuestamente marcada por movimiento y parlamento improvisado, pero responsabilizada con la impresión de ideas sobre el soporte espacial, temporal, audible, de la escena. Escritura propagada con gracia y savoir faire en el cuerpo de sus actrices y actores. 

Cualidad inherente a la comedia y revista musical teatral, esa improvisación que pone en juego la capacidad expresiva de los intérpretes para llevar a cabo sus ideas, roles y cometidos. En consecuencia, en Tan Musical el plano de la escritura de acciones y movimiento improvisado no refiere solamente a la línea o dibujo a través del cuerpo, sino también a la carga del trazo, a la intencionalidad de una acción, al uso de las herramientas motoras, a la “intuición teatral” y a su existencia sonora (ritmo respiratorio, percutido, vocal, musical) y, por ende, a su profunda consecuencia abiertamente teatral. 

En Tan Musical la dramaturgia sonora se centra en las cualidades musicales de la Orquesta Failde, de sus cantantes, en las expresiones vocales y el propio canto en vivo de los actores y actrices que encarnaron los aludidos personajes. Danzalidad asumida por primeras figuras y el cuerpo de baile de Verdarte, jóvenes con un potencial creciente dentro del amplio registro de bailarines formados en nuestro sistema de Enseñanza Artística y en los talleres vocacionales de la compañía. Teatralidad y visualidad espectacular que une pulso, acento, ritmo musical y bailante. 

Tan Musical, producto Verdarte-Failde, es extracto de estos diez primeros años que ambas agrupaciones celebran desde que debutarán con el solo propósito de hacer arte en Cuba y desde nuestras realidades y aspiraciones. Resume esa etapa sin pretender ser un compendio de lo andado, labrado, conquistado. Es, asimismo, puerto afluente hacia el porvenir. Con todo y nada, con mucho y poco, Tan Musical es tan “cubano como todo el equipo de gentes que lo hacen” para refrendar la vocación del artista en su responsabilidad con el arte y sus públicos. Compromiso que ahora se torna salvaguarda, búsqueda, reapropiación de lo tanto que gravita en la memoria de la escena musical, teatral y danzaria cubanas que demanda, hoy como nunca, viajar a sus huellas desde el presente. 

Y sí, Tan Musical, también como ese necesario clamor al disfrute, a la fiesta. Después de casi dos años de pandemia y confinamiento, de lutos y miedos, de planes frustrados, de contención y abstinencia, después de tantos cambios inesperados, de largos meses de reflexiones y autocuestionamientos alrededor de nuestras prácticas creativas, hay que celebrar la convicción de un grupo considerable de jóvenes nacidos después de las mejores conquistas del hacer en la escena músico teatral cubana, se proponga invertir en tamaña empresa. Y lo mejor, sin dejar de ser una propuesta heterogénea que habla de naufragios, de añoranzas, de panoramas difusos, se asume como tejido en perspectiva, en urdimbre y textura labrada en su rico y propositivo presente. Sus artífices no pierden la brújula, no pierden de vista en ningún momento las expresiones más variadas de la danza y la música en un pasado que permanece en la memoria y, al tiempo, caminan en la actualidad y pluralidad de autoras y autores de hoy. Sí, hay desempeños mejores logrados, los hay de estrellato y otros que aún deben seguir labrando sus modos. Pero ante los límites difusos que generan las prácticas asociadas al teatro musical hoy en Cuba y otros lares del mundo, es apremiante que sigamos fomentando programas institucionales, residencias creativas, proyectos cooperativos, como acciones en estímulo al desarrollo creativo de esta expresión escénica. Aquí el trabajo en conjunto, a modo de afinada sinfonía, es admirable. Actuación, música, danza, visualidad, locución, convergen como atinado cuerpo de baile. 

Tan Musical, nos reafirma que el presente es un “tiempo real”, estación que precisa de la acción crítica y, también, de reformas en esas zonas que creemos ya conseguidas. Pensar, desde la danza, el teatro, lo musical, el comportamiento de la escena cubana de hoy, es un ejercicio de criticalidad inevitable. Es un modo de accionar que demanda un pasaje prismático reflexivo, de pensamiento, de cuestionamiento ante la creación. “Pensar” la realidad ciudadana desde la escena, desde sus posibilidades de generación transformativa, desde el acompañamiento de la institución, son vehículos más que necesarios.

La suerte está echada; recobrando el mejor sabor “del musical” en Cuba, de esas figuras maestras que aún comparten sus experiencias con las jóvenes generaciones, como ese “arbusto en llamas que resguarda y hace visible nuestros deseos más profundos”, llenemos el espacio vacío, saltemos al ruedo, a la apuesta, al aprendizaje, al trueque. ¡Que se haga luz y lo ilumine todo!, vámonos con la única savia de volvernos mejores seres humanos y creativos. Ábrase el telón, enciendan reflectores: “El arte (musical) es grande y nos engrandece a ti y a mí”. Gracias Verdarte, gracias Failde”. 

 


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