Cuando hace pocos días La Habana arropó a Take 6, muchos creímos tocar el cielo con los dedos, y holgadamente. Resultado del buen gusto musical del maestro Leo Brouwer, el Festival Les Voix Humaines convocado por él reunió al grupo vocal norteamericano en un concierto amenazado por varios factores, aunque feliz y tardíamente la magia sonora en escena minimizó todo percance.
Personalmente soy de una generación musical que adoraba a los Take 6 desde muy temprano, máxime cuando tuve la dicha enorme de compartir y convivir en el maravilloso mundo de los coros en la Escuela Nacional de Arte. Por aquellos años en Cuba surgía Sampling, un atrevido proyecto conformado por excelentes instrumentistas que sorprendidos por lo que sus voces podían lograr, se lanzaron a la quimera del paraíso vocal hasta ese momento inexplotado. Pero ello no significaba que fuera huérfano o acéfalo el pasado inmediato, pues desde antes venían produciéndose verdaderos fenómenos llenos de magistralidad, como Tema IV (embrión de Síntesis), Gema 4 y Cohesión, que fuera liderado por Zenaida C. Romeu. Ello es por citar clarísimos ejemplos que fueron desconocidos por el gran público, pero donde se nuclearon diversos músicos que tuvieron en Manhattan Transfer, Chick Corea, en el feeling cubano y otros elementos jazzísticos foráneos, una gran fuente de admiración.
En el caso específico de Sampling, fundado en 1989, ocurrió un verdadero efecto de seducción vocal; increíble e irremediablemente muchos mirábamos hacia Take 6 como un parnaso sin igual pero nuestro referente más inmediato seguían siendo los cubanos. Con el auge y la renovación vocal contemporánea tanto de los norteños como de nuestros músicos de Sampling, durante los años 90s en Cuba y aparejado al internacionalmente conocido boom de la Salsa, se desató una pasión que duraría casi una década y que, como sucede con cada proceso musical que intenta consolidarse, sólo depararía el éxito total al más fuerte, o al más osado. Así fueron llegando bandas como Vocalité, Vocal SA y Vocal LT, las más sobresalientes de aquella etapa, las cuales con formatos de 5 ó 6 músicos, intentaban satisfacer parte de un repertorio sonoro que fuera desde lo puramente imitativo, hasta lo más vocal. Yo pertenecí a Vocal SA, y recuerdo que era casi obligado escuchar en nuestros ensayos a Take 6 o los Swingle Singers, aunque también estábamos al tanto de los Boyz to Men o Neri per Caso…
Creo que la presencia en Cuba del más famoso grupo vocal norteamericano de todos los tiempos es un regalo que nos llega a muchos, no por el mero hecho de que fueran nuestros ídolos musicales, sino por la vigencia de un estilo sin precedentes, por el continuo desarrollo de sus integrantes y su coherencia musical sin límites, que está marcada por la mixtura genérica de su propia cultura, además de visibles elementos de la llamada música clásica. Creo que el momento en que cantaron sin microfonía nos lo confirmó, sin duda alguna. Más allá de la exquisitez musical, los Take 6 ofrecieron un espectáculo ágil, sin el menor tiempo a que asomase una gota de aburrimiento o saturación y, lo más importante, brindando una comunión perfecta entre música y dominio escénico, sin titubeos o torpezas, sin excesos, sin mal gusto.
Con 25 años de fecunda carrera, Take 6 es la reafirmación musical del Cielo en la Tierra, la visibilidad de lo imaginado, la concreción del sueño más íntimo de cada uno de nosotros, los del mundo coral. Es la perfección de lo posible, sin dejar de recordarnos sus más antológicos temas pero asomándonos a un mundo desconocido para muchos pero que constantemente hace alusiones culturales como pocos saben hilvanar. Creo que los matices, la dinámica (como término musical de “volumen”) y un buen ingeniero de sonido en vivo, ayudaron a comprender mejor toda la excelencia de sus voces. Siempre recuerdo un consejo de un viejo amigo y maestro de la ENA, Fernando Archie Rodríguez, cuando me decía que lo más importante era que el grupo, la banda o el solista sonara en escena tal cual como estaba en el disco, algo que se logra en Take 6 como el más importante de los axiomas musicales, como una Biblia, como un concepto vital. Y recuerdo esa idea cuando asistí a los conciertos del trompetista Wynton Marsalis y la Jazz At Lincoln Center Orchestra. En aquella ocasión, el empaste grupal y el sobresalir del músico estaban condicionados a determinados momentos, sin traspolar o transgredir ni uno ni otro rol, el de solista o acompañante. Así de simple.
Con los Take 6 ocurre algo similar, algo que los identifica y marca su calidad y diferenciación musical. Pienso que esa calidad no se logra sólo con 3 ó 4 horas de ensayo, sino que se necesita de la macro-visión, del llamado super objetivo, de la claridad de las ideas. Sencillamente es cuidar cada detalle, cada nota, cada intención. Nada más.
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