Soy Soberano


soy-soberano

El mismo día en que conmemoramos la Protesta de Baraguá, justo el último día de mis 80 me aplicaron la Soberana 02. Estaba al borde de la frontera.

Al llegar al lugar de la aplicación, había alrededor de treinta personas. Una enfermera me recibió muy atentamente en la puerta invitándome a sentar, mientras otro joven de bata blanca procedía a tomarme la presión arterial.

Soy hipertenso, pero siempre la tengo controlada, en esta ocasión resultó que la tenía descompensada. Transcurrido unos minutos el mismo enfermero procedió nuevamente y esta vez “la presión” fue mayor. Una doctora, que al parecer guiaba el protocolo me indicó que debía dirigirme al policlínico, que está muy cercano y allí me suministrarían un captopril. Así fue.

Ya de regreso, ahora ya bien compensado 120 con 80, y en otra pequeña sala fui recibido por una doctora y una enfermera. La doctora después de tomarme el pulso y la temperatura, procedió a llenar unos documentos y a entregarme una tarjeta que, a su decir, sería como otro carnet de identidad. Cumplido este trámite se me acercó la enfermera o doctora, no sé exactamente, y con jeringuilla en mano me preguntó: “en el brazo derecho o en el izquierdo” -en el derecho- le respondí, apenas sentí el pinchazo.

De esta pequeña sala pasé a otra mayor donde esperaban otros voluntarios ya inyectados. Situadas estaban dos mesitas cada una con un médico y una enfermera. Nuevamente llenaron otros documentos y nuevamente me tomaron la presión, esta vez en tres ocasiones una doctora y un doctor.

Concluido este momento me indicaron que me sentara por una hora. En dos o tres oportunidades se me acercaba una enfermera para preguntarme cómo me sentía.

Finalmente, la misma doctora que recién me había atendido .me comunicó que podía marcharme.

¿Doctora, puedo hacer mi vida normal? Puede.

¿Doctora mañana es mi cumpleaños, puedo tomarme mi wuiskisito? Puede.

Confieso que estaba emocionado, hace rato que no era testigo de tanta organización y de tan esmerada atención. Trabajadores de la salud, casi todas mujeres, al parecer de dos generaciones diferentes me habían atendido, nos atendieron, con amor y profesionalidad.

No pude contenerme y ya de pie exclamé: ¡Felicidades guerreras y guerreros, muy agradecido! Y a Roberto Chile, que cercano esperaba por su turno, le grité: ¡hermano, te das cuenta por qué tenemos que seguir en Baraguà!

Solo me faltó gritar ¡Viva Fidel…!


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte