Atrás ha quedado la noche del domingo 30 de Octubre cuando al fin se tuvo la satisfacción de conocer quién era la ganadora del concurso Sonando en Cuba; el espacio televisivo que en su segunda edición logró acaparar la atención de la familia cubana.
Hay, por decirlo de alguna manera, una princesa de la canción cubana que logro ser aceptada tácitamente por una parte importante del público. Una princesa que estará en la mira de todos pues desde esa noche su vida poder ser parte de la nuestra cuando compartamos su posibles éxitos o fracasos; o simplemente se nos puede perder en el olvido y la reencontraremos cierto día cuando alguien nos la traiga por los pelos de la memoria en un programa X.
Mas, estas mis líneas no son para analizar los detalles de la competencia, ni para ajustar cuentas gramaticales con las muletillas del jurado o erigirme en exegeta de la televisión cubana y sus aciertos o desaciertos. No; sin simplemente algunas ideas que me han rondado tras escuchar el parecer sobre el espacio de quienes lo realizaron y de quienes fueron sus destinatarios; del mismo modo que me permiten –o permitirán—ajustar determinadas cuentas necesarias con la vida, la música y la misma vida.
Comencemos entonces este viaje por la ruleta rusa que me propongo jugar contra mi integridad.
Canto… por eso canto
A diferencia de la primera edición esta tuvo la virtud de apostar no por la música que vivimos y bailamos en los años noventa; lo que además de una “operación nostalgia” parecía un desesperado intento de recuperar público y/o volver a la palestra de sus organizadores.
Esta vez el sentido común se impuso y tener como base todo el caudal musical generado en esta isla por al menos un siglo; retomando estilos, escuelas y géneros permitió integrar musicalmente a todos los cubanos de cualquier grupo etáreo; aunque prefiero acuñar unificar musicalmente a las familias.
Pero para llegar a acceder a ese caudal musical se hacía necesario que los productores del programa se hubieran propuesto rescatar o designar a una determinada persona en calidad de repertorista. Una figura indispensable no solo para el programa en sí, sino para toda la carrera profesional de todo cantante.
Un repertorista, como dios y la música manda; es aquel que además de ser depositario de una cultura musical vasta y sólida puede influir en los aciertos creativos de los intérpretes bajo su tutela. Pero en estos tiempos convulsos que vivimos a nadie sorprende la manera en que tanto talento se dilapida cantando alguna que otra barbaridad mal escrita que como el burro del cuento un buen día toca la flauta.
Y aquí quisiera hacer justicia al equipo que acompañó a Mayito Rivera en su tarea de apadrinar a la que a la postre resultó ganadora del certamen. Haber contado con María Elena Lazó y René Baños como parte de su nómina abrió las puertas, nuevamente, a temas cubanos que dormían el sueño de los justos.
María Elena, una de las excelentes cantantes cubanas en las que el fatalismo geográfico se ha ensañado, siempre ha presentado un repertorio muy acertado y en función de sus posibilidades vocales. Quien haya asistido a sus presentaciones podrá dar fe de la anterior afirmación. Su complementario, René Baños, tiene la escuela coral de sus tiempos de estudiantes y sus labor como director de Sampling, agrupación que posee un repertorio digno de ser estudiado.
Un buen amigo diría que Mayito apelo a la maldad y la sabiduría en aras de dignificar a su zona geográfica.
El último gran repertorista cubano fue Luis Carbonell bajo cuya guía muchos nombres imprescindibles de la música cubana se formaron. Mi voto y propuesta sería apostar por que la Lazo quedara como repertorista lo mismo de su zona como del programa. Sería una buena inversión y justipreciaría el talento de quienes no están en el candelero de los medios pero prestigian a la cultura.
Nosotros los del Caribe…
Días antes de la gran noche final los organizadores anunciaron que además de la emisión internacional del programa ya se negociaba llevar el formato del programa a un nivel superior; es decir internacionalizarlo y que Sonando tuviera presencia de voces de Puerto Rico y República Dominicana.
La primera reacción de quienes asistimos al escuchar la noticia fue de sorpresa y de aprobación ante el alcance del jubileo que se nos anunciaba; pero repuestos de la sorpresa al menos a quien esto escribe le surgieron algunas preguntas lógicas que quisiera compartir.
Qué tienen en común musicalmente estos tres países; además de ser parte junto a Jamaica de las Antillas Mayores. Se pudiera afirmar que el son; correcto. A pesar de sus notables diferencias el son puede ser un hilo conductor; pero ocurre que en RD más que sones se hace merengue; ritmo que en Pr tuvo en Olga Tañón su máxima exponente. Los de Borinquén tienen la bomba y la plena; y como complemento la salsa; ritmos los dos primeros que en Cuba no son ni conocidos ni difundidos.
Nuestra tradición merenguera es mínima, teniendo su máximo esplendor en los años setenta cuando, ante la influencia de Wilfrido Vargas y Johnny Ventura, el conjunto Los Latinos y la orquesta Monumental eran las orquestas del momento; años después el grupo Karachi, desde el Chago, alternaría en su repertorio sones, salsas y merengues; pero la banda santiaguera no está presente en la radio nacional como mereciera.
En cuanto a la bomba y la plena, estaban presente en determinados pasajes hoy olvidados de NG la Banda en sus comienzos.
Solo nos queda el bolero; al que los dominicanos llaman bachata –definición está recogida en el libro Música por el Caribe de Helio Orovio y en algunas declaraciones de Sindo Garay tras su paso por aquel país—y que nos llegara al corazón de la mano de Juan Luis Guerra en los años noventa del pasado siglo. Vestida de largo y con una poesía envidiable.
La siguiente duda implicaba el tema compositores y repertorio. Y es que si se habla de rescatar la música que nos identifica temo que la “bachata de tónica y dominante, bien punteada” se convierta en el centro de las propuestas musicales.
Lo mismo pasaría con el tema salsa. Cuba no tiene una tradición salsera fuerte y sólida como los puertorriqueños; una tradición que implica para estos un tema de orgullo nacional. Ellos aportaron parte importante de las voces y los músicos trascendentes del movimiento; aportaron algunos de los mejores compositores y orquestas emblemáticas –que decir del Gran combo, de la Apollo sound de Roberto Roena, de los Cachimbos de Maelo o de Cortijo y su combo; además de la Fania y los neoyorican al estilo de Colón.
Ante esa disyuntiva a la parte cubana solo le queda hurgar en los archivos o retomar la bandera de Adalberto Álvarez y su influencia. En esa asignatura no tenemos todos los puntos necesarios.
Quedan otras dudas y preguntas; pero el beneficio de la duda está en manos de los productores del programa.
Personalmente prefiero que siga siendo nuestro, sin gigantismo y dejar en manos del entusiasmo las rutas del futuro. Su originalidad está en que llegue a todos los públicos posibles siendo auténticamente cubana. Al mil por cien, eso tendrá más peso que inventar o apostar por una franquicia.
So(ñ)nar así tendría tremendo filin.
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