Indiscutiblemente la Segunda temporada de Sonando en Cuba ha dado un salto cualitativo gigantesco en cuanto a escenografía, vestuario, temas interpretados por los concursantes y la elección de los jueces (utilicemos el idioma cervantino); ya que, muchos sinsabores dejó la primera temporada, sobre todo con respecto a la ganadora, pues el público cubano (que sabe de música y es un exigente jurado) acuñó a la santiaguera como dueña absoluta del evento; no obstante, así son las cosas y bueno...
Sin embargo, (siempre los hay), no pienso que haya sido una buena opción dividir en la presente temporada a la Isla en tres pedazos o zonas, cuando —al modo de ver de muchos entrevistados para este artículo— el balance se inclina con más positividad para el occidente del país. Esto ha traído como consecuencias que hayan sido eliminados definitivamente concursantes de la talla de Yarán Cruz (#17) y Ángel David (#21), por solo citar dos ejemplos, frente a Adriel (#4) de la zona oriental, de quienes pensamos sería excluido desde el principio por sus dificultades de dicción (las S finales), mal manejo del escenario y movimientos estereotipados al cantar, amén de cambiar por completo las líneas melódicas de las canciones. Una cosa es hacer suya determinada canción con algunos matices y estilos, otra bien distinta es hacer una canción nueva. No pocos son los que nos preguntamos: si pasó a la zona caliente por segunda vez, ¿por qué no eliminarlo definitivamente del concurso?; ¿hasta dónde alargar el programa con zonas calientes y los mismos concursantes con ídem errores? ¿Es que hay a toda costa que salvarlos porque median otros intereses?
Dayana (#3), una de las mejores voces de la actual temporada sufrió críticas por parte de su mentor Paulo; ¿estaría ella de acuerdo con el tema elegido por él? ¿Le llegaría?
Existe un axioma irrefutable en la interpretación de un tema musical: Si no le gusta al cantante, si no lo hace vibrar por dentro y remueve sus emociones con intensidad, poco puede lograrse. Pienso que los mentores deben tener presente el gusto del competidor por determinada interpretación y no imponer sus criterios, sino que deben dárseles por lo menos otra opción. Si desde un inicio toda ella fue intensidad y dulzura a la vez, si logró incluso cantar varios géneros, ¿a qué se debía esa actitud algo seria que asumió ante esa última canción?
Otro de los problemas a tener en cuenta es que, a partir del programa televisado el pasado 25 de septiembre ha decaído lo que debe ser la crítica por parte de los miembros del jurado, que no "quisieron hablar", digámoslo así, sobre las desafinaciones que tuvieron muchos de los "ahijados preferidos" de Mario Rivera, Haila Mompié y Paulo Fernández Gallo, los que, fuera de toda función crítica, se deshicieron en mimos, alabanzas y romanceos, dejando fuera el verdadero oficio al que fueron convocados: alabar, pero también poner a relieve las dificultades técnicas de afinación, respiración diafragmática, fraseo, dicción y, después, las cuestiones concernientes a movimiento escénico. Y digo después porque, a diferencia del son, la guaracha, timba y otros estilos donde el movimiento debe ser compañero inseparable de la interpretación vocal, existen cantantes cuya voz lo suple todo (recordemos al inigualable Barbarito Diez).
A pesar del ramo de flores que luego regaló a Haila, Yordano (#23) tuvo desafinaciones en la canción de Polo Montañez que interpretó; otro tanto ocurrió con Alcibiades, Yulaisy y Simonne, lo que no quita sus méritos, pero los errores debían haber sido manifestados como siempre ocurrió desde el inicio. Solamente Duani (#22) cantó de manera impecable un tema de Mayito Rivera que como decimos en buen cubano "se las trae", concursante que pasó a la zona caliente por una imprecisión que tuvo su compañero de dueto (otras de las cosas que no entendemos, si uno lo hace mal porqué eliminarlos a los dos).
En el caso de la concursante que cantó ese tema antológico de Pablo Milanés Para vivir, los mentores Mario Rivera y Haila María Mompié se reservaron sus criterios, sin embargo es lógico que muchos de los que la escuchamos concordemos que parecían dos cantantes. Si el fin era probar el amplio registro que ella tiene, existen en el arsenal de la cancionística cubana temas que comienzan con registros muy graves y terminan con agudos supremos sin necesidad que burlar octavas: Santa Cecilia, de Manuel Corona; Estás en mi corazón, de Ernesto Lecuona; Por los andes del orbe, de Tania Castellanos; Veinte años, de María Teresa Vera; Mi ayer, de Ñico Rojas; Duele, de Piloto y Vera; Libre de pecado, de Adolfo Guzmán; Soñaba, de José Valladares; Igual que yo, de Amaury Pérez Vidal; Me contaron de ti, de René Touzet; Vendré, de Alfredo Pérez Pérez y Alberto Vera, son varios ejemplos. No puede negarse que algunos graves fueron casi recitados, algunos agudos casi aullados. La parte media de la canción quedó en el olvido violando normas del canto (aunque las violaciones musicales en la actualidad son de frecuente uso).
En fin, que debe dejarse a un lado las preferencias en el padrinazgo y que sea la música cubana en su totalidad, desde las más remotas, las que hagan lucir a los aspirantes a este premio. Que los tres miembros del jurado sean más rigurosos a la hora de evaluar determinada canción y no se dejen llevar por su simpatía hacia determinado concursante. Frases de halago vienen bien, aumentan la autoestima y dan seguridad, pero frases de empalago hacen monótona la competencia y más con un público tan exigente como el nuestro, que Sí sabe de música, aunque no cante; que Sí sabe cuándo "se le tiró la toalla" a alguno.
Todos han cometido errores, pero recordemos que hasta los grandes cantantes cubanos han olvidado letras, desafinado, perdido el ritmo; la mayoría dobla las canciones para cuidarse la voz; entonces el perdón debe ser justo y equitativo.
Esperemos que la zona caliente no sea un reciclado que al final solo sirva para alargar la temporada. Sería bueno escuchar duetos entre concursantes de las tres zonas, que definitivamente, debió ser UNA desde el principio como UNA es nuestra Isla y que, al final, gane la mejor música cubana, interpretada en todas sus variables.
Sonando en Cuba no debe caer de ninguna manera en los errores de la vez anterior ni convertirse en un concurso inacabable. Deben estimarse otros temas no tan contemporáneos (de oírse tanto aplacan la necesidad de sacar a relieve otros que tuvieron su momento en la historia musical cubana). Cito algunos: Qué te importe saber (René Touzet); El viaje (Concha Valdés Miranda); Convergencia (Bienvenido Gutiérrez); Inolvidable (Julio Gutiérrez); Debí llorar (Piloto y Vera); Tabaco verde (Eliseo Grenet); ¡Ay, amor! (Ignacio Villa); A mi manera (Marcelino Guerra); Palabras (Martha Valdés) y un sinfín de hermosas canciones que, oídas por esta nueva generación, harían de este Concurso un inigualable sostén del patrimonio musical cubano.
Salvo estos criterios que pretenden alertar, SONANDO EN CUBA es, en esta segunda temporada, algo digno de ver, cuando la televisión cubana agoniza con repeticiones de dramatizados, musicales y programas que no interesan al televidente.
Y con respecto a las votaciones del público...
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