Historia y testimonio de una época. Fidel, el Che y Mao. Tal como los conocí de Oscar Pino Santos, que fue presentado públicamente en el Sábado del Libro del 28 de diciembre de 2024, es una obra que va más allá de las fronteras de una convencional autobiografía, dado que se convierte en una tan interesante como lúcida reflexión sobre la historia de la segunda mitad del pasado siglo XX, entrelazada con las propias experiencias autobiográficas del autor, y libro en el que aborda significativas vivencias y análisis históricos en relación con personalidades y momentos históricos trascendentes tanto de la Revolución Cubana, como de la República Popular China.
Uno de los aportes más resaltados por prestigiosos intelectuales cubanos al valorar toda la obra de Pino Santos es el relativo a sus investigaciones sobre la historia de la penetración imperialista en Cuba, y por consiguiente de aquellos mecanismos de acción yanqui en Latinoamérica y cito sus palabras en el libro: “...tengo la firme convicción de que sin tomar en cuenta la conducta de los Estados Unidos hacia Cuba en el siglo XIX, su intervención de 1898 en la guerra hispano-cubana y su política de injerencia en los asuntos internos del país durante casi seis décadas seudorrepublicanas, resulta por completo imposible comprender el papel histórico de Fidel Castro, ni la esencia del proceso revolucionario cubano e, incluso, ni siquiera, el origen de las tensiones que aún hoy día caracterizan las relaciones cubano-norteamericanas”.
Oscar Zanetti se refirió a la contribución de Pino Santos sobre estos temas en la revista Casa de las Américas (número de septiembre-octubre de 1973), al reseñar el libro El asalto a Cuba por la oligarquía financiera yanqui (Premio Ensayo Casa de las Américas, 1973) donde el prestigioso intelectual precisaba que Pino Santos “ha trazado un cuadro preciso sobre el tema prácticamente virgen de la forma en que se ejerció ese control sobre la economía cubana, logrando —con su estilo expositivo claro y ágil— iluminar de un tirón todo un sector casi desconocido de nuestra historia y situando también en su verdadera dimensión histórica una problemática que en lo sucesivo no podrá ser ignorada”.
El libro se inicia con la narración testimonial del autor sobre lo que fuera la United Fruit Co. en Banes, donde nació, pasa por sus vivencias y relaciones con figuras de la Revolución Cubana durante su labor como periodista, historiador y economista, a lo largo de su vida, así como describe, con humildad, su relevante participación en lo que consideró como el inicio de una de las reformas agrarias más radicales de la era contemporánea, para culminar con sus exámenes históricos y vivencias de encuentros con dirigentes históricos durante la labor que realizara como primer embajador de Cuba en la República Popular China entre 1960 y 1967.
Al respecto Pino Santos resalta: “A casi todos los dirigentes históricos del proceso revolucionario chino, por cierto, no solo los conocí, sino que con los principales —Mao Zedong, Zhou Enlai, Zhu De (Chu De), Liu Shaoqi, Chen Yi y tantos más— conversé varias veces. Es muy posible que yo sea —excepto quizá algunos soviéticos y otros del campo socialista de entonces— el único occidental aún vivo que tuvo la oportunidad de entrevistarse —y a veces sostener largas charlas— con aquellas personalidades, hoy casi todas fallecidas, que encabezaron una de las más estremecedoras revoluciones de la era contemporánea”.
Sin embargo, estas excepcionales experiencias, y otras como anécdotas sobre el Che, Fidel y otros líderes son contadas por Pino Santos con la modestia que le caracterizó, al respecto en su Introducción explica cómo cuidó especialmente “el estilo autobiográfico utilizado […]” en unas memorias en las que no se propuso, y le cito “exaltar su trayectoria personal”. Ello puede constatarse, sin dudas, en el tan extenso como puntual análisis socioeconómico e histórico que realiza sobre la época y circunstancias en que transcurrió su quehacer intelectual y político en el pasado siglo XX.
En los primeros capítulos de Historia y testimonio de una época, quien luego sería el autor de uno los primeros abordajes marxistas de nuestra historia, narra cuando fue un adolescente y bebía, autodidacta, de los autores de estas fuentes: “Desde muy joven me inicio como marxista. A los dieciséis años, lo que se había publicado en español en Cuba de Marx, Engels y Lenin —que no era mucho—lo había estudiado. Desde esa época ya era marxista” —expresó en lo que sería su última entrevista.
Temas como la política de Estados Unidos hacia Cuba durante el siglo XIX, la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, la Enmienda Platt, la historia de la República neocolonial supeditada a la política intervencionista de Estados Unidos, y otros se suceden en los primeros cuatro capítulos, relatados con grata amenidad por Pino Santos, y esa frescura creemos que posibilitará una más asequible lectura sobre temas históricos que son de ineludible conocimiento para el sector más extenso del público de la Cuba de finales del primer cuarto del siglo XXI.
En el quinto, sexto y séptimo capítulos, Pino Santos se refiere al contexto en que se inició como periodista y la lucha contra Batista. Y es que si bien sintió como vocación primigenia la historia, el periodismo fue su primera incursión como autor. En 1948 comienza a llevar artículos breves a la Última Hora, textos fundamentados en la pesquisa necesaria, con una reinterpretación antimperialista y que escribía con afán de atraer al público, influido por sus muchas lecturas y la amenidad de cierto nuevo periodismo norteamericano de aquellos años que incluso muchos desconocían y al que puede que, incluso, se haya adelantado, reportajes que continuó en Hoy, Bohemia y sobre todo en Carteles.
Su viuda Elsa Ruiz, quien le acompañó durante treinta años de su vida y fue la persona más próxima a él durante su faena diaria, se ha referido, al testimoniar sobre aquella etapa que fue inolvidable para él. Fue en el Partido Socialista Popular, me contaba, donde se inició en el entrenamiento y la dinámica de la profesión que le permitió adentrarse en los problemas sociales: conoció el solar habanero, cómo se turnaban sus moradores para dormir y la vida de los portuarios. Siempre se sintió orgulloso de que Aracelio Iglesias (llamado entonces por la burguesía cubana el Zar de los muelles por su ascendencia sobre los obreros del sector) le permitiera penetrar y conocer ese mundo, también reportó sobre las marchas estudiantiles y los enfrentamientos con la policía donde vio caer a los estudiantes.
Por otra parte, Oscar debió meditar sobre su identidad intelectual cada vez más riesgosa en tiempo de dictadura y de ahí que comenzara a firmar con un pseudónimo. Su verdadero nombre, Jorge Oscar Pino Vega estaba identificado ya con el reportero que había publicado investigaciones sociales en el periódico Hoy y militaba en el Partido Socialista Popular, por lo que comenzó a firmar sus textos con el nombre de su padre abogado, fallecido muy joven, Oscar Pino Santos, del que le coincidían un nombre y un apellido.
Una de sus mejores etapas como periodista es aquella cuando se convierte en colaborador semanal de la revista Carteles, donde publicó sistemáticamente desde 1955 cerca de 250 artículos y reportajes en total.
Uno de estos reportajes publicados en Carteles por Pino Santos, por ejemplo, fue una contundente acusación del proyecto de dividir la Isla en dos, llamado Canal Vía-Cuba y fue esencial en la movilización de la opinión pública contra este hecho que no se consumó, dadas las protestas contra la dictadura que prometía realizar esto de acuerdo con los intereses norteamericanos.
Aún yo no había venido al mundo y nadie de la familia podría imaginar que cuarenta y cinco años después sería la editora de una selección que el autor haría de sus mejores reportajes para un libro: Los años 50. En una Cuba que algunos añoran, otros no quieren ni recordar y los más desconocen.
Jorge Ibarra, historiador mayor, se ha referido a la influencia de ese periodismo cuestionador e investigativo de Pino Santos en la toma de conciencia revolucionaria en los medios universitarios y revolucionarios en los años 50, cómo su visión marxista era destilada en un mensaje capaz de alcanzar a un amplio público, sin que la dirección de la revista lo percibiese en el contexto de censura de la dictadura. Ibarra ha resaltado cómo Oscar denunció los males de la República y, en general, el dominio imperialista de nuestra Isla en artículos que denunciaban la restricción azucarera, el sistema arancelario y fiscal, la deforestación, el latifundismo, los tratados de Reciprocidad Comercial firmados con Estados Unidos y por tanto, la exclusión de las grandes mayorías populares de los supuestos beneficios que, por justicia, debían tener, todo ello como resultado de las investigaciones que hiciera como reportero.
Al referirse a la etapa de Carteles, Pino Santos siempre resaltaba y lo hace en el libro de sus reportajes, las excelentes fotos de alguien que se iniciaba en los azares del fotorreporterismo: su colega de aventuras periodísticas, Raúl Corrales. Ambos, mochilas al hombro, el entonces joven periodista Pino Santos, con su libreta de notas y el no menos jovial colega con su vieja Leyka, viajarían por la Sierra Maestra, por montañas, por los cayos del sur camagüeyano, por los pantanos de la Ciénaga de Zapata, por túneles mineros, entre otras zonas. A inicios del siglo XXI, Ibarra en su “Prólogo” a la selección del libro de Los años 50, decía que esta obra periodística merece ser “también un testimonio de gratitud, pues nuestra toma de conciencia revolucionaria estuvo vinculada en más de un sentido a la lectura de los escritos de Pino Santos”.
Corrales, quien fue su compañero de andanzas y amigo durante toda la vida, contribuyó a su tarea periodística ―según escribe Oscar―, “gracias a su poderoso instinto capaz de traducir la tarea de fotorreportero en un ejercicio de arte”. Hoy no puede escribirse una historia de la fotografía cubana sin mencionar la obra de Raúl Corrales.
Entonces en la década del 50 Pino y Corrales eran un par de jóvenes desafiantes y prometedores que luchaban por ser los mejores en lo suyo. “Después de tomar fotos y datos, bajábamos de nuevo a la costa donde podía ocurrir —como una vez— que cayéramos durante varios días presos en un cuartel de la Guardia Rural”, testimoniaba Pino Santos. En aquella época nunca pudieron ni tan siquiera soñar que muchos años después obtendrían el más elevado reconocimiento en sus correspondientes ámbitos profesionales: Raúl, el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1996 y Oscar, el Premio Nacional de Ciencias Sociales en 2001.
En esa misma década del 50 Pino Santos inicia sus estudios de economía, a la par que sostenía su militancia secreta en el Partido Socialista Popular, y se reunía con Carlos Rafael Rodríguez, ya en la clandestinidad, a quien reconoce como una personalidad esencial en su formación como economista y con Jacinto Torras, a quien consideraba el más capacitado economista de la clase obrera en Cuba.
Pese al estudio clandestino y su militancia a discreción, sus reportajes en Carteles delataban una posición nítidamente antigubernamental, y por ello fue identificado por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC) como el periodista de Carteles que antes había trabajado en Hoy. Pronto irrumpieron en su casa y la registraron, lo citaron al terrorífico SIM y al no menos pavoroso BRAC y fue detenido en dos ocasiones. Ciertamente la vida durante los últimos años de la dictadura batistiana era todo menos relajada. En 1958 mi madre debía llevar mensajes de colaboración a Carlos Rafael Rodríguez, que vivía clandestino en una bodega en El Vedado. Estaba embarazada de mí y veía angustiada, cada día por la ventana, al esbirro que hacía guardia a cuatro metros del apartamento donde residían entonces. Según ella me contaba hace muchos años, mi padre le dio una solución original al hecho. Cada día cuando salía temprano para el trabajo, sorprendía con unos ¡Buenos días! al soldado batistiano apostado frente a la casa de los Pino.
El séptimo capítulo de Historia y testimonios abre con el inicio de la Revolución Cubana, donde se refiere al liderazgo del Fidel Castro —en este caso teniendo en cuenta que su primer público lector sería el del México de mediados de los noventa en la primera edición de este libro—, parte donde el autor realiza una minuciosa a la vez que abarcadora semblanza, pasaje enriquecido, paralelamente con anécdotas de su relación con el líder.
Su participación en la confección de la Ley de Reforma Agraria, es narrada mediante escenas descritas, de modo agudo, y a la vez profundo, en acápites de sus memorias, en los que se detiene en la personalidad de Ernesto Che Guevara, al que dedica varias páginas sobre su vida, además de incluir anécdotas de su relación cercana con él, esa proximidad le permitió descubrir las enormes capacidades y cualidades del Che, marcadas, según destaca Pino Santos, por su gran espíritu de objetividad ante los problemas.
Sobre su labor participativa en la redacción de la Ley de Reforma Agraria, en una entrevista al periódico Granma, Pino Santos expresó: “De todo lo que he escrito, lo más importante para mí son las 45 palabras del artículo número 1 de la primera Ley de Reforma Agraria, el 17 de mayo de 1959”.
En los tres últimos capítulos del libro Pino Santos se sumerge en el periodo en que fue el primer embajador de Cuba en China. Se adentra en la complejidad de los procesos sociohistóricos en esa gran nación después de 1949, así como relata sus contactos personales con históricas figuras. “Tuve la oportunidad de conversar en varias ocasiones con Mao Zedong. Algunas de esas entrevistas fueron breves y un tanto formales; pero otras, más largas y sustanciosas; cuando releo su contenido en mi papelería documental de esa época, aún me provocan inquietantes reflexiones sobre aquella, sin duda, una de las más extraordinarias personalidades del siglo XX” —expresa Pino Santos al inicio del Capítulo 9 y penúltimo. Son muy vivas sus descripciones de Liu Shaoqi, entonces presidente de la República; de Zhou en Lai, a quien menciona por su reconocimiento de diplomático y su personalidad cautivadora; así como de Chen Yi que fue Mariscal y ocupó el cargo de ministro de Relaciones Exteriores, entre otras personalidades. En este orden finaliza con quizá el capítulo de mayor complejidad y que es fascinante, no solo por lo vívidamente narrado en éste, sino también por el análisis abarcador e intenso sobre el período de la Revolución Cultural.
En 1967, luego de siete años en China, Pino Santos escribe sobre su regreso a Cuba, feliz por volver a su patria, pero también, y le cito “con una emocionada sensación de pesadumbre que más tarde se convertiría en nostalgia”.
“Cuando llegué a la República Popular China tenía solo 32 años y era el embajador más joven que había en aquel —y quién sabe si en cualquier otro— país. Ahora, me acercaba a los cuarenta años y, por antigüedad, ya me correspondía el cargo de decano del cuerpo diplomático que, dadas las circunstancias no llegué a ejercer”.
“Había vivido siete años en un país por cuyo pueblo sentía profundo cariño y admiración. No podía olvidar sus ciudades (…) ni el paisaje de sus campos (…). Ni aquellas conversaciones un tanto ceremoniosas con los directores de las comunas y fábricas. (...) También quedarían grabados en mi memoria para siempre los encuentros con los más altos dirigentes históricos del país”.
En el libro que hoy presentamos aquí por la Editorial de Ciencias Sociales del Grupo Editorial Nuevo Milenio, se incluyen textos e imágenes con un relevante valor testimonial e histórico y que no aparecen en aquella primera edición de 1997 que viera la luz en México por la Editorial Nuestro Tiempo del destacado economista Alonso Aguilar, ya fallecido. De ahí que esta es una edición aumentada con fotografías que pertenecen en su mayoría al Archivo personal de Oscar Pino Santos, así como con otras procedentes del Archivo del Centro de Estudios Che Guevara y del State Raúl Corrales. También se integra un conjunto de Anexos donde se incluye un manuscrito original y, no menos importante, se adiciona una sección de valoraciones de prestigiosos intelectuales sobre la vida y obra del autor, apreciaciones que han sido tomadas, sobre todo, del homenaje póstumo publicado por la revista de la cultura cubana La Jiribilla en 2004. De la misma manera se añaden una Cronología ilustrada con fotos y una Bibliografía preparada desde la Biblioteca Nacional José Martí.
La inserción de fotografías, datos en la cronología y el manuscrito ha sido posible gracias a la conservación del Archivo personal de Oscar Pino Santos desde su fallecimiento por su viuda Elsa Ruiz, su colaboradora más cercana durante la mayor parte de la vida del autor.
Para la presente edición enriquecida se me hizo necesario realizar consultas a varios especialistas a quienes deseo reconocer su generosa colaboración. En ese sentido debo agradecer al periodista Abel Rosales Ginarte de Radio Habana Cuba que me orientó en un inicio hacia el Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), al respecto deseo resaltar, en especial, la inapreciable asistencia, en esa institución, del investigador y embajador José Luis Robaina respecto a la fotografía que incluye a personalidades de la República Popular China. Asimismo la gentileza del investigador y quien está a cargo de la dirección del equipo de China y Master Eduardo Regalado, a quien debo citar tanto por su apoyo sostenido ante consultas de diversa índole durante mi trabajo en esta edición. También, la colaboración puntual del embajador Lázaro Herrera, y por otra parte de la ministra consejera Wang Nan de la Embajada de China en Cuba. De la misma forma debo un reconocimiento a las doctoras Aleyda Guevara March y, sobre todo, a María del Carmen Ariet del Centro de Estudios Che Guevara, a quienes debo el aporte de fotografías históricas de la estancia de Ernesto Che Guevara en la República Popular China durante el período en que Oscar Pino Santos cumplió funciones diplomáticas allí. De igual modo quiero mencionar a Claudia Corrales, a cargo del State Raúl Corrales.
No menos indispensable ha sido el trabajo estratégico del sello editorial Ciencias Sociales perteneciente al Grupo Nuevo Milenio, gracias a cuyo equipo debo el hecho real de la publicación de Historia y testimonio de una época de Pino Santos, quien pertenece a su catálogo de autores. Quiero expresar mi gratitud personal al jefe de la Redacción de Política, Economía e Historia, el especialista principal Ricardo Hernández Otero. A las excelentes editoras Natalia Labzvskaya y María de los Ángeles Navarro González, esta última quien es, sin duda, una de las mejores editoras cubanas hoy. De igual forma a las jóvenes diseñadoras Yisel Llanes Cuellar y Claudia Damiani y al trabajo de composición de Irina Borrero. Todos estos profesionales bajo la general y óptima dirección de Michel Torres Corona.
Finalmente, la presente edición que presentamos en el Sábado del Libro de este 28 de diciembre de 2024 es pues, diferente de aquella primera que se publicara en México, en 1997, máxime con el anhelo de que sean de gran interés al lector estas páginas de Oscar Pino Santos donde se fusionan el ensayo, sus reflexiones como economista, y sus propias memorias, a través de las que revela sus propias y cautivantes experiencias: Las de un periodista, historiador, diplomático y economista cubano, quien consagró con genuina pasión su vida al quehacer investigativo, la escritura nítidamente comprometida con la causa revolucionaria, y la incesante labor política, todo ello desde la más honesta lealtad a los principios de independencia y soberanía de su patria.
Nota: Texto leído en el espacio Sábado del Libro, en la Calle de Madera, Centro Histórico de La Habana, el 28 de diciembre de 2024.
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