De nuevo la discografía cubana contemporánea nos entrega esa especie de milagro que tiene lugar cada vez que un músico de nuestros días aborda, desde su perspectiva, la imperecedera obra de la llamada trova tradicional como aparece en el CD Senderos, disco póstumo de Santiago Feliú del sello Producciones Colibrí. Cuenta José A. “Pepe” Ordás (1), el productor musical de dicho proyecto, que cada vez que coincidía con una guitarra en las manos de Santiago, siempre terminaban tocando algunos de esos temas antológicos hasta que finalmente, deciden llevar a vías de hecho, el grabar esta cercanía a una música tan bien estimada. No es difícil imaginarse los rostros de asombro del propio Pepe al igual que los de Abel Acosta (2) y Maykel Bárzaga (3) en esos momentos, realmente mágicos, de coincidir en el estudio con Santiago para agregar guitarras, el tres, la clave y alguna que otra voz. No solo eran testigos presenciales de un suceso cultural inédito, sino que al mismo tiempo eran participantes activos en este devolver revitalizadas a leyendas de nuestra memoria musical. Si alguien de nuestros trovadores, realmente violentó cualquier patrón establecido para componer e interpretar sus propias canciones desde un elevado rango de imaginación, este fue Santiago Feliú, acción que le provocaba un gozo francamente supremo, puesto que la musa que lo animó, no conocía de barreras de ningún tipo que la limitaran.
Ahí están aquellas piezas suyas donde insospechadas imágenes poéticas de un lirismo extremo llegaron a ser como propiedad exclusiva del talento personal de este bardo. Ahí están aquellas piezas suyas donde el gesto de hacer vibrar su guitarra nos las entregaba en momentos inseparables del intenso clamor del alma apasionada por cantar en un grito todas las angustias, todas las vivencias de un ser para quien el tiempo humano nunca resultó suficiente. Ante semejante tornado de creatividad, el hecho de que Santiago se haya detenido ante el universo fenoménico de la trova tradicional, implica un trascendental legado que se extiende mucho más allá del hacer versiones como referencias de un pasado sumamente cercano a nuestra sensibilidad como nación. Cuando un artista de la estirpe de Santiago, de los que portan sus venas al descubierto, establece hondo contacto con la insuperable belleza de la poesía de un Sindo Garay; con la ingenua frescura de un Eusebio Delfín o con el don del genio de la inspiración de un Rafael Gómez, él no puede dejar nacer ningún acorde, no quiere dejar vagar al viento ninguna nota que, escapada de su garganta, no magnifique este empeño que como tributo de pura devoción, le rinde a sus ancestros.
Si bien nuestro trovador siempre desafió la aparición de algún que otro inesperado retador que lo superara desde la amplitud estilística de sus innovadores versos, en el disco Senderos no es que haya bajado la guardia, sino que pide hacer suya toda una valiosa colección de canciones trovadorescas en el intento de crecer como artista hasta las dimensiones de estos gigantes de la canción cubana. Es que no pueden ser interpretados de otro modo aquellos conmovedores pasajes de memorables canciones de trovadores humildes y sencillos; pasajes tallados en el selecto panteón de la eternidad, con versos dedicados al amor, dedicados a exaltar a la mujer de nuestro país. Como creador auténtico, Santiago jamás abandona el sello que lo distingue, incluso en estas canciones ajenas, pero al mismo tiempo cuando las canta, nos está confesando haberse entregado plenamente desde su inmensidad expresiva al escucharlo en Pensamiento de Rafael Gómez; en el tema anónimo más popular como El colibrí o en la tristeza de Amargas verdades de Sindo Garay. Es que durante el proceso de grabar estas canciones, Santiago descubre como nunca antes, una identificación absoluta con todos estos autores, puesto que para los trovadores de antaño como para él mismo, la voluntad de cantarle a la belleza de los sentimientos amorosos con tanto lirismo, conserva una esencia fundacional que lejos de desaparecer a través del paso del tiempo, se pasa de una generación a otra.
Santiago sabía que él pudo haber sido perfectamente el compositor de esos versos hermosísimos donde el colibrí intenta salvar a la rosa que se cae a la corriente del río, pues hasta a la hora de poner las segundas voces, lo hizo en el código propio de los viejos trovadores.
Para nada es casual que, cada año, aparezca al menos un nuevo disco en el mercado que esté dedicado a reverenciar el testimonio de esta obra añejada por nuestros viejos trovadores; obra que mientras más parezca que se nos aleje con el transcurso normal de los años, mayor es el empeño de tenerla junto a nosotros. Y este detalle, Santiago Feliú lo tenía claramente enraizado en su identidad del ser cubano, pues supo que dicha cuenta había que tenerla saldada, paralelamente al mismo rango del aliento experimental de su propuesta de autor.
Tan es así que, a la hora de partir, de entre los tantos proyectos discográficos que nos pudo haber dejado como legado de una magnífica trayectoria, el destino escogió el disco Senderos, confirmación irrefutable de quienes creemos que si no sabemos de dónde venimos, no podremos saber hacia dónde vamos.
Notas:
(1) Trovador que se encargó de la clave en todos los temas, además de la producción musical junto a Santiago Feliú y de poner la voz prima en el tema En falso de Graciano Gómez.
(2) Músico que se encargó de los arreglos junto a Santiago Feliú, de poner la voz prima en el tema Convergencia de Bienvenido Julián Gutiérrez y de tocar el tres en todos los temas.
(3) Grabador que además se encargó de las mezclas junto con Pepe Ordás, Abel Acosta y el propio Santiago.
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