Se oyen las musas


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Compañero Armando Hart, Ministro de Cultura, señores del cuerpo diplomático, visitantes distinguidos y amigos de la danza:

Se oyen las musas, exclamó un gran escritor ante la presencia de los ballets negros norteamericanos en Moscú, en la década del cuarenta. El público quizás no captó en toda su profundidad esa expresión, ya que el ballet no necesita palabras y el silencio es su voz más elocuente. Se oyen las musas fue una metáfora feliz, apropiada. La danza está signada también por el halo de las musas, y es la poesía del cuerpo, la cultura de la sangre expresada en movimientos de sugestiva plasticidad. El cubano es la danza misma. Por sobre otras manifestaciones artísticas el cubano hace gala del baile. Su cuerpo nació para la gestualidad, para el movimiento. De ahí el arraigo que todas las formas de danza, incluyendo el ballet, poseen en él. Eso explica muchas cosas, desde luego, pero no todas. La floreciente escuela de ballet creada en Cuba bajo la égida de Alicia Alonso y Fernando Alonso es otra fuerte razón para este arraigo. Ellos junto a Alberto Alonso, le dieron alma a una expresión que carecía de una tradición en nuestro país. Ellos, dicho más categóricamente, crearon una tradición. Y Alicia fue y lo sigue siendo el eje de ese movimiento, su columna vertebral. Y esa tradición no se creó para una élite, sino que sevinculó a los ideales estéticos del pueblo, a su manera de ser y de expresarse. Como ha dicho el Ministro de Cultura, Armando Hart, Alicia no ha permitido que el ballet fuera solamente Alicia. Tal vez, como artista, esto siga siendo uno de sus mayores méritos.

Cómo inaugurar esta duodécima edición del Festival Internacional de La Habana sin mencionarla. Dueña del tiempo y del espacio, del otro lado del espejo, ha sido ella la inspiración de varias generaciones de artistas de la danza, y más que un ejemplode dedicación y arte, un auténtico símbolo de voluntad creadora. Entre tantas estrellas errantes, cuando no erráticas, ella ha quedado para iluminar el firmamento con una luz que nos ha tocado a todos y que cada vez se identifica más con esa luz transparente de la Isla. Su arte, “ciencia que no parece ciencia”, al decir de Alejo Carpentier, cubrirá con una presencia abarcadora el ámbito de este Festival. Por eso, antes de referirnos a cualquier otra eventualidad de este prometedor evento artístico teníamos que poner su nombre por delante, como el estandarte de Atenea ante el templo de Delfos. A ella la veremos esta noche en escenas del segundo acto de El lago de los cisnes. Y para quien les dirige estas palabras este hecho tendrá mucho significado porque seis años atrás en el Centenario del Metropolitan Opera House de Nueva York, ante un público técnico cuando no frío y racional, Alicia provocó la ovación más cerrada y entusiasta que pueda recordarse. Un cubano, de los pocos que había allí, el que tiene hoy el honor de hablarles, no pudo contenerse ante la mayor embajadora de nuestra Patria y mientras todos gritaban “Bravo Alicia, Alicia, you are a legend”, gritó “Viva Cuba”, porque sentía que en ese momento ella nos representaba a todos, con la más alta y depurada expresión de su arte.

Se oyen las musas escribió Truman Capote ante aquella lejana fiesta de la danza negra norteamericana en Moscú. Y hoy aquí esas mismas musas se dejarán escuchar, quizás susurrantes entre los tules y las muselinas, quizás mudas ante el auditorio, cuando se abran las cortinas de este Gran Teatro para que criaturas salidas del misterio de la noche traigan de nuevo al escenario la invocación y el rito. La arquitectura plástica de estos cuerpos será una ofrenda que recibiremos durante todos estos días para que dormido en la razón despierte el sueño. Ese sueño tan necesario, propiciador de la armonía perfecta, la que nos devuelve la danza, en medio de un mundo convulso, de guerras fratricidas, armas nucleares y gravísimos alentados ecológicos.

Un arte universal como el del ballet ha enraizado en nuestro pueblo gracias al influjo de Alicia, del Ballet Nacional de Cuba y del apoyo que la Revolución le ha brindado. Este arte, ya popular en todo nuestro país, celebra esta noche una gran gala, la de los cuarenta y dos años de la fundación del Ballet Nacional, que dio su primera función el 28 de octubre de 1948 en el entonces Teatro Auditorium de La Habana.

Pero, como si esto fuera poco para el holgorio, este año conmemoramos también el 30. Aniversario de la creación de los Festivales Internacionales de Ballet de La Habana, surgidos en 1960.

Quiero a nombre de este pueblo creador y sensible y del Ballet Nacional dar la bienvenida a todos los amigos que nos visitan: bailarines, coreógrafos, maestros, críticos, periodistas, artistas plásticos, fotógrafos, empresarios y personalidades destacadas del mundo de la danza. Este Festival se destacará por una poderosa presencia latinoamericana. Y el lenguaje que aquí prevalecerá será el de la armonía y el júbilo. Armonía porque las formas irán acordes, en íntima complicidad con los contenidos, júbilo porque la gran patria latinoamericana volverá a dar fe de su enorme potencial de arte y humanismo.

Cada año el Festival ha estado dedicado a temas particulares. Este año el tema principal será el del pasado, presente y futuro de la coreografía. Por esta razón podremos presenciar más de veinte estrenos a cargo del Ballet Nacional, creados por artistas cubanos y de otras latitudes. A estas funciones que tendrán lugar a todo lo largo y ancho de la Isla, se sumarán numerosas compañías cubanas, entre ellas Danza Contemporánea de Cuba, el Conjunto Folklórico de Oriente y el Ballet de Camagüey.

Entre las festividades especiales que conmemoraremos se encuentra el 20. aniversario de la revista Cuba en el Ballet, consagrada a la difusión de la danza y el ballet cubanos y su repercusión internacional.

Conferencias colaterales, cielos de videos, exposiciones y acciones plásticas, acompañarán esta gran fiesta de la danza.

Todos los peligros que se ciernen hoy contra la humanidad, a las puertas de un holocausto nuclear, verán una contrapartida en este Festival. Oyendo a las musas, dándonos las manos, acariciando el vuelo del albatros sobre la escena, contribuiremos a que perduren el equilibrio y la paz en el mundo. Bienvenidos señoras y señores, invitados y amigos de la danza, y gracias a los artistas que durante estos días nos mostrarán cuán necesaria es la posibilidad del sueño para la felicidad de la especie humana.

Y gracias a ti, Alicia Alonso, por habernos dado la oportunidad de convertirte en una leyenda.

 

 

1990

 

 

*Palabras en la inauguración del XII Festival Internacional de Ballet de La Habana, el 28 de octubre de 1990. Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Publicadas en: Cuba en el Ballet, La Habana, Vol. 2, No. 1, 1991, pp. 18-19.


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