Santiago Alfonso: una vida dedicada a la danza.


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Hay momentos que pueden cambiar el destino de un hombre. El de Santiago Alfonso se produjo el 4 de marzo de 1956, cuando desde la barra del Cabaret Tropicana observaba el ensayo del show en el que se presentaría el entonces muy famoso cantante estadounidense Nat King Cole.

En aquel tiempo, desde sus tempranos 17 años de edad se debatía entre el béisbol -que con éxito también practicaba- y la danza, pero la belleza del espectáculo que ante sus ojos fluía fue definitoria y así se lo prometió: bailaría en el que con justicia ha sido llamado “un paraíso bajo las estrellas”.

Los cuerpos de baile del Cabaret Montmartre, del Sans Souci y del Hotel Capri, conocieron de su empeño por avanzar en el arte de expresarse con el cuerpo, el cual también lo llevó a presentarse en algunos espacios de la televisión cubana.

Otro marzo, pero de 1959, fue también trascendental en la vida de Santiago Alfonso, al ser publicadala convocatoria para la formación del Conjunto Nacional de Danza, compañía que bajo la dirección de Ramiro Guerra abriría un inabarcable horizonte de posibilidades a los bailarines negros, restringidos hasta entonces a actuar de relleno en muchos espectáculos, como los de su soñado Tropicana.

Al ansiado cabaret llegó en 1964 como jefe de escena, invitado por Joaquín Riviera, su director artístico, y un amigo de los años: Tomás Morales, coreógrafo principal del afamado club nocturno.

En determinados períodos, su labor allí la compartió con el Conjunto Nacional de Danza y con el Folclórico Nacional, del que fue director artístico. Sin embargo, en Tropicana permaneció durante más de cuarenta años en los que fue, además, maestro, coreógrafo, subdirector artístico y regisseur, hasta llegar a ser su director general.

Como bailarín, que fue su afán inicial, se desempeñó apenas por quince días, mas, allí tuvo la posibilidad de crear coreografías en las que mezcló el ballet con la danza, con el folclor, con el jazz, creando un estilo personal, cubano y universal; adoptar una metodología propia para la enseñanza y avanzar en el propósito de demostrar que el cabaret puede ser un medio donde hay arte, no solo frivolidad.

“Tropicana es la puesta en práctica de todos mis sueños, la posibilidad de realizar mis visiones y mis elucubraciones. En Tropicana empecé a experimentar con lo que después se convierte en el lenguaje de Santiago Alfonso, en mi visión de la cubanía”, ha expresado.

En 2004 culmina su labor allí, dedicándose a la creación del Grupo de Experimentación de Danza y Espectáculos Santiago Alfonso, más tarde conocido solo por su nombre; dos años después le es otorgado el Premio Nacional de Danza, primero que se entrega a un artista integralmente dedicado al mundo del cabaret.

Sus apariciones en las películas “Paraíso bajo las estrellas” (1999), del cubano Gerardo Chijona; “Acorazado” (2009), del mexicano Álvaro Curiel y “Yuli” (2018), de la española Icíar Bollaín, nos presentan otra vertiente de la creatividad de este artista que también brilló como jurado del concurso televisivo “Bailando en Cuba” (2017).

“Soy un exponente del ajiaco socio-étnico-musical que es la cubanía”, afirmó alguna vez quien el pasado 25 de julio celebró 85 años de vida, la mayor parte de ellos, dedicado a la danza y a poner en alto, con dignidad y talento, la cultura de nuestro país.

 


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