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Roberto Fernández Retamar y “la hazaña de fundar una mirada nueva”


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“(…) A trabajar para los míos, y a fortificarme para la lucha voy a Cuba. Me ganará el más impaciente, no el más ardiente. Y me ganará en tiempo; no en fuerza y en arrojo” (1)

Al igual que dicha aspiración de nuestro José Martí, fue también (y así lo considero) el inicio de un nuevo camino adoptado por un hombre de vasta cultura —y con especial conocimiento sobre la vida y la obra de nuestro Apóstol—, quien no obstante su acomodada posición como docente en renombradas universidades estadounidenses, decidió ser consecuente con la historia de su país y de su pueblo —agredido históricamente por constantes frustraciones a su soberanía e independencia—, y poner su grandeza en conocimientos a disposición de una joven Revolución conmovida por insuperables principios de justicia y solidaridad humana.

Así, los alumnos ricos de aquellas aulas norteñas quedarían exentos, desafortunadamente, de una genuina sapiencia de Cultura latinoamericana y universal que, con muchísimo amor, aquel Profesor logró trasladar hacia la juventud de los recintos universitarios de un naciente país en revolución

Hoy ese Profesor, Roberto Fernández Retamar, es también conocido universalmente por su profusa obra poética y ensayística (2), y porque ha logrado conmover a varias generaciones, dentro y fuera de nuestras fronteras, al presidir el hermoso proyecto cultural de unidad e integración: la Casa de las Américas, a la vez que en cada uno de sus títulos publicados nos traslada al recuerdo de una serie de hechos y al conocimiento de algunas figuras que profundizaron no solo en nuestras raíces culturales, sino también en el devenir histórico, político y social del país.

Al respecto rememoro su título Cuba defendida (3), obra testimonial de adhesión a la Revolución cubana, donde reúne diversos textos publicados (o no). Entre ellos, “Hacia una intelectualidad revolucionaria en Cuba” (4), Fernández Retamar analiza términos como cultura e intelectuales no en su acepción semántica, sino en una ampliación que conlleva a profundizar en los problemas de la sociedad cubana de la década del sesenta del pasado siglo, carente de cuadros suficientes y necesitada de que todos aquellos “que hayan rebasado la enseñanza primaria desempeñen variadas tareas de servicio” para, posteriormente, examinar la existencia de tres generaciones de intelectuales cubanos, las que divide cronológicamente. Una, la representada por el sabio Fernando Ortiz —nuestra primera figura intelectual—; otra, la generación vanguardista, la de los hombres de sesenta años de edad surgida alrededor de 1925 e inclusiva en la Revolución del treinta; otra, la de entre-revoluciones y del ascenso al poder de la Revolución cubana, en 1959 (se da a conocer antes de 1940) y, finalmente, la “primera generación de la Revolución” que madurará durante su proceso para, ya al final de dicho ensayo subrayar: “No me parece exagerado decir que Martí es el primer pensador del tercer mundo. No es por eso raro que el pensamiento de la Revolución cubana se haya vuelto a él desde el primer momento (recuérdense las numerosas alusiones a Martí en La Historia me absolverá) y que los intelectuales cubanos, al afrontar los problemas inherentes a nuestra condición subdesarrollada, para entender el curso de la Revolución, se hayan encontrado releyendo (a veces como si leyeran por vez primera) sus páginas”.

Ochenta y cinco primaveras de consagración

Este Octubre, Roberto Fernández Retamar cumple 85 Primaveras —muy fuertes e inacabables—, y para celebrar este Aniversario amigos, colegas, estudiantes, académicos, intelectuales cubanos y extranjeros en general, decidieron abrazar su feliz desempeño de tantos años como hombre de Letras y como Humanista revolucionario, ya consagrado para todos los tiempos.

El Centro Cultural Dulce María Loynaz, en esta capital, resultó ser escenario para tal celebración donde prestigiosos intelectuales como: Luisa Campuzano, Basilia Papastamatíu, Marilyn Bobes, Laidi Fernández de Juan, Adelaida de Juan, Zuleika Romay, Edel Morales, Pablo Armando Fernández, Reynaldo González, Eduardo Heras León, Aurelio Alonso, Guillermo Rodríguez Rivera, Jesús David Curbelo, Leonardo Sarría, Félix Julio Alfonso, Ambrosio Fornet, Francisco López Sacha  y Jorge Fornet, entre otros, convinieron en reconocer (una vez más) sus especiales cualidades como poeta, ensayista, pedagogo y, ante todo, como amigo y hombre de bien; como aquel que nuestro Martí exaltase en sus versos: “(…)Yo tengo más que el leopardo/ pues tengo un buen amigo”.

Durante una emotiva lectura de una carta-reseña de su autoría titulada Por tus 85 Años, el escritor Abel Prieto Jiménez recalcó la enorme valía de Fernández Retamar:

“(…) Uno de los privilegios de mi vida ha sido aprender de ti, sentirte cerca, convivir con tu obra (…) Te recuerdo en la Escuela de Letras, entrando al aula, sonriente, ligero, con pasos largos, alto, delgado, elegante, de nariz aguileña, venías a ser una versión mejorada del Sherlock Holmes, de Basil Rathbone. Todas las alumnas se enamoraban de ti. Y nosotros, que tan siquiera nos parecíamos a Watson, teníamos que soportarte, pero te lo perdonábamos. Recuerdo cómo derrochabas cultura y señorío en tus clases. Cultura viva, ardiente, creadora y señorío del más raigal y legítimo (…) Había tanta penetración y sutileza en tus clases, tanta sabiduría acumulada y, al propio tiempo, tanta simpatía que era imposible distraerse. Venías de regreso de todas nuestras dudas y preguntas pero tu certeza se hacía visible de forma espontánea, suelta, sin pedantería, ni acartonamiento con una gracia inimitable. Tu distinción era natural, limpia de artificio y tu sentido del humor, tu ironía (…) atravesaban el aula como ráfagas de frescura portadas por el más agudo calado intelectual. A través de tus clases llegamos a Martí, al Che a una visión entrelazada, liberadora de la poesía y de la historia. Y a través de tu obra trillamos más allá por esos caminos y por otros (…) Tenías fe en los jóvenes; me consta que has seguido teniéndola (…) Nos pedías colaboraciones para las revistas culturales más importantes de nuestra América.

“(…) Recuerdo también el apoyo tan generoso que me diste cuando comencé a trabajar en la sección de ensayo de la recién nacida Editorial Letras Cubanas, dirigida por el entrañable Pacheco, y aspirábamos a lanzar nuevas colecciones y a cubrir campos inexplorados  de nuestro pensamiento cultural. Siempre encontré en ti y en Adelaida recomendaciones, pistas, conceptos vitales para empezar a construir aquello que todavía era un sueño neblinoso y amorfo. Recuerdo con nostalgia algunos viajes que hicimos juntos a Managua, a Buenos Aires, a Montevideo…Tales andanzas me permitieron, no sin esfuerzo, tratarte de usted. Algo que arrastraba, lógicamente, desde la Universidad.

(…) Muchos poemas tuyos indispensables, estremecedores, habitan en mí pertenecen definitivamente a la antología sagrada que todos debemos hacer y conocer (…) Te debo algo más: la relectura de todos tus textos ensayísticos. Uno a uno, párrafo a párrafo, intento de prologar para el perfil definitivo del hombre (…) La hazaña de fundar una mirada nueva, radicalmente nueva, y  llevarla hasta sus consecuencias últimas es tarea de grandes, como diría Martí, y tú lo hiciste para orgullo de Cuba y de los cubanos”.

 

Notas

(1) José Martí: Obras Completas. T. 20, p. 52.

(2) “Orgullo de ser cubanos”, es su primer artículo periodístico escrito pocos días después del triunfo revolucionario y con la llegada de Fidel y sus tropas rebeldes a la capital cubana “(…)Ahora, en que por vez primera en ominosos años no es menester la escritura clandestina para expresarse sin ambages, lo que hay que decir es aún más extremado: que hoy es el nuestro el país más venturoso de la Tierra, que tiene ante sí las posibilidades más ricas que se ofrezcan a nación alguna, que nadie puede sentirse más feliz por su ciudadanía que el más humilde de los cubanos. Como en las páginas de Martí el nombre de cubano vuelve a estremecerse como nombre del elegido”.

(3) Fernández Retamar, Roberto: Cuba defendida. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2004.

(4) Publicado originalmente en el periódico Revolución, La Habana, 8 de enero de 1959.


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