La Casa de las Américas, en La Habana, fue sede del Aniversario 50 de la Revolución iniciada el 24 de abril de 1965 en la República Dominicana, cuyo protagonista principal fue el coronel Francisco Caamaño.
El embajador del hermano país en Cuba, Joaquín Jerónimo Berroa, destacó que: “Nuestro pueblo, con Caamaño a la cabeza y con los militares valerosos que le acompañaron, demostró valentía, honor, heroísmo, ante aquella atrocidad de desembarco y combates feroces contra un enemigo tan poderoso como son los Estados Unidos. Me satisface que esa 82 División aerotransportada que desembarcó en República Dominicana en 1965 y que no pudo derrocarnos, militarmente hablando —porque hubo que pactar y negociar, pues no vencimos pero tampoco fuimos vencidos—, esa misma fue la que desembarcó también en Vietnam, y allí le dieron finalmente su merecido”.
Tras calificar a la Revolución de Abril como “un tema interminable y fascinante”, Alberto Caamaño ministro consejero de la Nación caribeña en nuestro país e hijo del coronel Caamaño, evocó muy emocionado a su padre durante sus años de estudiante y en su hogar cuando pequeño y tras el momento de la invasión norteamericana, cuando contaba ocho años de edad: “(…) Todos los días iba a casa y todos los días me llevaba a la escuela en la patrulla. Eso dejó de existir, se acabaron las clases, se acabaron los juegos y amigos. Se nos convirtió el mundo, la vida, durante todos esos meses de combates en algo terrible a mi familia y a mí; todos escondidos dentro de una habitación —en ocasiones hasta debajo de la cama—, hasta enero de 1966. Fue una vida muy tensa y conflictiva para mi madre y para mis hermanos (…) Incluso, y algo increíble: con el tiempo, tanto mis amigos como yo, llegamos a identificar el sonido de las balas y proyectiles. Podíamos decir, sin temor a equivocarnos y siempre que escuchábamos un disparo, la marca de fusil, cañón o ametralladora de donde provenía. Y es que en la guerra uno se llega a acostumbrar a dichos sonidos”.
Roberto Fernández Retamar, presidente de dicha institución, rememoró el hecho al dar lectura a un editorial publicado en el No. 31 de la revista Casa de las Américas, “el que expresaba en aquellos momentos sus sentimientos comunes a muchos pueblos no solo de nuestra América, sino también del mundo entero (…) Vivimos todavía en medio del escándalo de la última intervención militar yanqui en la América Latina padecida esta vez por la República Dominicana, la que fue víctima de ignominia semejante medio siglo atrás. La excusa alusiva para comenzar el atropello fue en un principio la protección de vidas norteamericanas. Pero esa coartada fue sustituida pronto por otra más peligrosa: el Gobierno de los Estados Unidos declaró paulatinamente que más de 40 mil infantes de marina habían desembarcado en la República Dominicana para conjurar el peligro representado por 52 comunistas de ese país. Con esta fechoría intra-continental (…) ha dado a conocer al mundo, especialmente a la América Latina, que ha regresado a la política del garrote”.
Dicha ocupación del suelo de Quisqueya, hace medio siglo —por parte de tropas norteamericanas de la 82 División Aerotransportada y de originarse cruentos combates con el pueblo durante cinco largos meses—, se vio reflejada en el movimiento cultural y artístico dominicano y, en específico, en sus artes visuales y en la literatura.
Al respecto Yolanda Wood, directiva de la Casa de las Américas enfatizó en la denuncia y respaldo de los intelectuales en general de este continente a la soberanía nacional de la Nación caribeña, con el lema: “Nuestro arte está al servicio de la causa del pueblo en armas”.
Wood mencionó la denuncia e impacto de gran envergadura de prestigiosos artistas y creadores dominicanos como Silvano Lora, José Ramírez Conde, Manuel de Jesús Bello, Ramón Oviedo e Iván Torar, entre otros, “en una obra que nos llega hasta nuestros días, y que nos revela esa profunda sensibilidad de los artistas, escritores, dramaturgos, dejando su memoria acerca de lo que ocurrió en Abril de 1965”.
Durante el encuentro se mostraron fotos publicadas en la prensa dominicana de aquella época, e imágenes tomadas de lo que fue el trabajo de reportaje que se realizó en torno a la Revolución de Abril, que hoy constituye una memoria visual de gran envergadura con una sucesión de acontecimientos políticos y sociales. Todas ellas, demostrativas del proceso democrático llevado a cabo tras la elección del demócrata Juan Bosh y luego la frustración de ese proceso, con la intervención golpista del Gobierno de Estados Unidos.
“Las reacciones populares fueron intensas, expresó Wood, abarcaron todos los estratos de la sociedad dominicana; las artes plásticas emergieron con un ímpetu modernizador y en respaldo a la soberanía nacional. Los artistas asumieron compromisos cívicos en carácter grupal que llegaron a adquirir una gran significación ética y un estilo de responsabilidad social (…) Así, los artistas suelen ser muy sensibles ante los procesos que impactan a la sociedad, aunque esto no siempre se exprese culturalmente en cuanto a simultaneidad de los acontecimientos políticos y sociales (…) Pero estos procesos pueden dejar evidencias inmediatas, y este es el caso en particular de República Dominicana”.
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