En el editorial del primer número de la Revista Social (25 de enero de 1916), su director y fundador, el caricaturista, periodista y editor Conrado Walter Massaguer (Cárdenas, Matanzas, 3 de marzo de 1889-La Habana, 18 de octubre de 1965) expresó que esta publicación estaría “consagrada únicamente a describir en sus páginas por medio del lápiz o de la lente fotográfica nuestros grandes eventos sociales, notas de arte, crónica de modas…"
Este año se celebra el aniversario 105 de aquel medio vanguardista de prensa que durante su existencia, sobre todo en su primera etapa (1916-1933), hizo historia en el periodismo cubano al reflejar, con elevado valor artístico, el quehacer cultural y el cosmos de la vida en la capital cubana, al punto de trascender a la historia del periodismo nacional, por su calidad y su alto valor artístico.
La revista fue ideada por el prestigioso dibujante calificado como El César de la caricatura cubana para satisfacer el ocio y las ansias de información de las mujeres de la media y alta burguesía insular sobre su enajenado mundillo, reflejado a través de la crónica social y la moda, parte de una estrategia que tenía como fin ganar simpatía entre este numeroso grupo de lectoras y así poder consolidar una base económica que permitiera sostener un proyecto de mayor nivel cultural, con pretensiones educativas, y que moviera los intereses intelectuales de un movimiento artístico y literario que con la llegada del nuevo siglo exhibía al mundo significativos valores.
Pero no puede hablarse de los orígenes de Social sin antes valorar las aptitudes intelectuales y artísticas de su creador, quien emprendió este proyecto luego de pertrecharse de una vasta experiencia dentro de las artes gráficas durante sus años de estudiante en los Estados Unidos, nación que contaba con un destacado desarrollo en el universo de la impresión de periódicos y revistas.
De tal modo, su proyecto de publicación se caracterizaría, además, por un diseño moderno y atractivo, sobre todo por su extraordinario despliegue visual, tanto en la portada como en el resto de las páginas, fundamentalmente, mediante el uso de la fotografía, la ilustración artística y la caricatura, estas últimas generalmente asumidas por el insigne creador graduado (primer teniente) de la Academia Militar de Nueva York.
Luego de su retorno a La Habana, en 1905, Massaguer estudió en la Escuela de San Fernando, donde tuvo como profesores al caricaturista Ricardo de la Torriente y al célebre pintor Leopoldo Romañach. Al año siguiente se trasladó a México, donde en 1907 comenzó a trabajar como caricaturista en las revistas yucatecas La Campana, La Arcadia y en el Diario Yucateco.
Convertido en respetado artífice de la prensa escrita, regresó a la capital cubana en 1908. Entonces trabajó como caricaturista sobre béisbol en el rotativo El Mundo, y en otros medios como Cuba y América, El Hogar, Letras y El Tiempo. Hizo retratos de deportistas, políticos y otras personalidades públicas, los cuales asimismo fueron publicados en las revistas norteamericanas Life, Cosmopolitan, Vanity Fair, y The New Yorker, la francesa Paris-Montparnasse, la alemana Die Woche y la española Madrid Cómico. En 1910 fundó en La Habana su primera agencia de publicidad, Mercurio, junto a Laureano Rodríguez Castells.
El rápido y exitoso desarrollo del joven artista se vio coronado cuando a los 22 años de edad expuso (muestra personal) parte de sus trabajos en el prestigioso Ateneo de La Habana, donde era directivo, y en 1912, el New York Journal-American publicó en edición dominical sus dibujos sobre Broadway. En 1916 creó el Sindicato de Artes Gráficas y la agencia de publicidad Anuncios Kesevén.
Jovial e incansable estudioso de las artes plásticas y del desarrollo tecnológico de la imprenta, Massaguer, antes de crear Social, fundó varias publicaciones, entre estas la revista Gráfico (1913-1918), junto a su hermano Óscar, donde tuvo como cercano colaborador a Laureano Rodríguez, “inolvidable amigo, pero equivocado en asuntos editoriales”.
Pero antes de expirar la existencia de Gráfico, el ya consolidado maestro de la caricatura, fundó la Revista Social, a la que dos años después, en 1918, el connotado historiador, etnólogo, periodista y patriota cubano, Emilio Roig de Leuchsenring (La Habana, 23 de agosto de 1889-8 de agosto de 1964) se integró al equipo de edición y en 1923 asumió el cargo de director literario, para imprimirle su impronta y con esta una nueva etapa caracterizada por el sentido nacionalista y eminentemente cultural al que aspiraba su fundador, con reseñas y comentarios sobre asuntos insulares e internacionales. Además de las crónicas sociales aparecieron entonces poemas, críticas sobre literatura, música y espectáculos teatrales, además de destacados análisis de las creaciones de las artes visuales.
Vale destacar que a partir del año 1922 en Social se registró una notable transformación al introducirse en ésta significativos cambios formales y de contenido, fundamentalmente a través de la puesta en práctica de un programa editorial sustentado en criterios de selección de carácter nacionalista.
Sorprendente fue el espacio dedicado, desde la llegada del año 1926, a los cuentos y folletines. En su apartado Notas del director literario, Roig de Leuchsenring expresa: "Conforme ofrecimos en el número anterior, empezamos a publicar en este la novela Fantoches, que ha de ser escrita por doce escritores cubanos e ilustrada por doce dibujantes".
El primero de esos capítulos correspondió al célebre novelista Carlos Loveira, y a partir de ese esbozo inicial la trama continuó bajo la improvisación de los no menos reconocidos escritores Alberto Lamar Schweyer, Jorge Mañach, Federico de Ibárzabal, Alfonso Hernández Catá, Arturo Alfonso Roselló, Rubén Martínez Villena, Enrique Serpa, Max Henríquez Ureña y Miguel de Carrión. La parte final nuevamente recayó en Loveira (último mes de ese mismo año), quien selló magistralmente el argumento.
La idea devino acontecimiento sin precedentes en el universo editorial de Cuba e Iberoamérica, en tanto contribuyó a incentivar el interés de los lectores por cada nuevo número de la revista, en la cual buscaban el desarrollo del folletín, cuyos autores se identificaban con anagramas.
La ya mencionada sección Notas del director literario, de Roig, abría cada edición de la revista. En esta hacía promoción a la literatura insular, la cual intentaba reanimar mediante enjundiosas críticas y valoraciones, e incluía informaciones, entrevistas y artículos relacionados con las nuevas tendencias artísticas y literarias de la época, y daba cuentas sobre las visitas a Cuba de importantes intelectuales. Igualmente se alineó a la causa de prestigiosas figuras encarceladas en diferentes países, como el español Miguel de Unamuno, el peruano José Carlos Mariátegui y el cubano Alejo Carpentier.
Continuará...
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