Roberto Fernández Retamar celebrará hoy 85 años de vida intensa. Es una edad casi proverbial, y él la cumple en la más luminosa lucidez, en absoluta plenitud intelectual.
Retamar escribe con una diafanidad, una sencillez, una esencialidad ejemplares. Ni una palabra de más, ni un regodeo estéril, ninguna idea al azar. El discurso de Roberto Fernández Retamar siempre se ha caracterizado por ir al grano. Pero con un vuelo, una belleza que cautiva, que emociona.
Por supuesto, estamos hablando de un poeta, de uno de los más grandes poetas cubanos. Sus versos, de hecho, han roto las fronteras de lo escrito, son poesía compartida, voz de más de una generación.
Escribe Retamar: Felices los normales, esos seres extraños, / Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente, / Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida, / Los que no han sido calcinados por un amor devorante…
Noten la claridad de lo que se dice, noten también las fuertes implicaciones. Y noten, por supuesto, la eufonía, la elegancia de la línea.
Retamar no es poeta de experimentaciones posmodernas ni barroquismos extremos. Por eso llega a todos los lectores, incluso a aquellos que no poseen una sensibilidad especial para la literatura. Es que el poeta habla de las cosas de todos los días, otorgándoles un lirismo tranquilo, sin sobresaltos.
Por eso su poesía ha podido ser también crónica de nuestro devenir como nación. Hay una estrofa muy popular, que da fe de esa circunstancia: Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela.
Roberto Fernández Retamar es un poeta de fuertes y decididos compromisos. Identificado con un proyecto de país, ha puesto su arte en función de un proyecto cultural. Presidente desde hace tiempo de la Casa de las Américas, ha continuado la labor iniciada por Haydee Santamaría. La Casa es puente, vínculo entre creadores de la América progresista.
No podemos olvidar tampoco la extraordinaria obra ensayística de Retamar, reconocida en Cuba y todo el ámbito iberoamericano. Un solo ensayo bastaría para incluirlo entre los clásicos del género en Cuba: Calibán, esa interesante relectura de La tempestad de Shakespeare, a partir de una visión profundamente latinoamericanista, en diálogo rico y cuestionador con el contexto. Porque el ensayista propone cambiar el punto de vista. ¿Por qué mirar América con los ojos de Europa?
El itinerario de Roberto Fernández Retamar es inmenso, difícilmente se pueda abarcar en un simple comentario. No insistimos, por ejemplo, en su condición de maestro, de profesor de varias promociones de filólogos en la Universidad de La Habana y otras instituciones académicas.
Algunos voceros de la derecha han querido minimizar el aporte de Retamar a la cultura cubana. Dicen que ha sido, en todo caso, un comisario político. No pueden distinguir entre el ejercicio de una responsabilidad pública (que implica, por supuesto, decisiones polémicas y circunstanciales) y el oficio mucho más íntimo de la literatura. Pero Retamar no necesita vindicaciones. Su obra habla por él.
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