Particular satisfacción provocó en las nuevas generaciones de artistas visuales cubanos el otorgamiento en 2010 del Premio Nacional de Artes Plásticas a René Francisco Rodríguez (Holguín, 1960). Y no podía ser de otra forma, pues estrecha ha sido su relación con los noveles pintores cubanos, muchos de ellos alumnos suyos en las aulas del Instituto Superior de Arte, donde ha ejercido el magisterio desde su propia graduación en 1989.
La transgresión, consustancial a toda labor de este artista, también se pone de manifiesto en su vertiente como pedagogo, al desarrollar un personal método de enseñanza que, enfocado fundamentalmente en la relación alumno-profesor, ha tenido su más alta expresión en Galería DUPP (Desde una Pedagogía Pragmática), la cual –de hecho– se aparta del concepto que tradicionalmente se tiene de este tipo de instituciones, en lo que a la organización de exposiciones y venta de obras de arte se refiere.
De un “colectivo performativo” integrado por sucesivas oleadas de alumnos suyos, ha sido catalogado alguna vez este proyecto, que tiene como propósito poner en contacto a los estudiantes con determinadas zonas menos favorecidas de la ciudad, a las que dan su aporte mejorando las condiciones de vida de algunos de sus habitantes.
Como el artista que esencialmente es, René Francisco destaca por una depurada técnica que se explicita tanto en la pintura, como en el video arte y la instalación, expresiones a través de las cuales manifiesta sus inquietudes sociales y existenciales.
Sus pinturas de grandes conglomerados humanos y sus figuras antropomorfas hechas con tubos de pasta dental, se ubican entre las más reconocidas creaciones del arte cubano contemporáneo que este 4 de octubre se regocija, al cumplirse un año más de la llegada al mundo de uno de sus más valiosos representantes.
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