En este 2016, cumpliría Rafaela Chacón Nardi, 90 años.
Hoy la recordamos, y no dejaríamos de recordarla nunca, con su pequeño amor y el lirio blanco danzando entre sus versos.
Desde su Isla, nos revela una vez más, su mejor canción.
Así la queremos recordar en este aniversario. Cubanísima, y con su voz “como un rumor de caracolas”.
Ardiente cantora de la tierra amada, que llamó desde lejos tierra pequeña y tibia, rosa del mar isleño, tierra de las gaviotas, y aquellas décimas parodiando a Martí:
Yo quiero cuando me muera
¡ay! tu regazo de mar,
su estrella y flor de coral,
tu fina flor de canela.
Yo quiero cuando me muera
tu brillo de sol y sal,
tu aroma puro de mar,
la levedad de tu arena.
¡ay! Patria cuando yo muera
en ti me quiero quedar
voz al aire, palma real,
aire de tu verde seda.
¡Qué bien que en tu primavera
mi cuerpo fuese a habitar
brisa azul, cañaveral,
espuma de mar , revuelta!
¡Ojalá que en ti me hiera
la muerte con su puñal!
o en tu tierra o en tu mar
al fin sepulte mi pena.
Algunos críticos de su obra, la encuentran mejor dotada para los temas íntimos, pero a ella, no le es posible obviar los temas de carácter social. Desde sus primeras producciones, insiste en las problemáticas políticas de su tiempo, siempre preocupada y ocupada en las nuevas generaciones, como baluarte del futuro de la Patria.
Estaba en Río de Janeiro, fue en 1958. Cuando se separaba de Cuba, le nacía su imagen de repente, al llegarle nuestra tierra en la llama, en la flor y en el viento.
¡No era posible olvidar a su Isla amada!
Cada mañana, desde la lejanía, su corazón le ciñe al pecho, su tierra de las espumas, pequeña y tibia, que las olas dibujan.
Ya desde su primer poemario “Viaje al Sueño”, extraordinaria revelación, en 1948, dedica tres canciones a su país. Su Isla blanca, cubierta de transparencias, con verdes agujas de palmas y música abierta al viento.
La ve como una exacta luz del trópico, bajo un cielo puro en su cálido nombre:
Intacta por el cielo de las olas
tu silueta
de nube estremecida.
flecha de cristal tendida
entre palmeras
ensueño de caracolas
sobre el alba.
Trenzada a ti,
la luz del mediodía
y un temblor de guitarras cantadoras.
así pequeña y sola
mi diminuta isla,
amanece en el Trópico.
La palabra atrapa el sentimiento, y construye el verso de amor que perfila su poética. Es importante observar, que no adopta de forma definitiva el estilo conversacional de su época. Tiene la creadora una tendencia a lo clásico, aunque cultiva con maestría, el verso semilibre, con un aliento muy musical.
Medardo Vitier, con su siempre acertado criterio, expresó de Rafaela: “Ud. se sacude eso que el estilo (o dígase aquí forma, elocución) tiene de frase hecha. Pasa un aire de frescura por esas estrofas, que desconoce todo elemento adventicio”.
Tiernamente apasionada, su Isla siempre la espera y a donde siempre quiere volver y desde la que canta tantas veces, con la guitarra, huésped de la brisa.
Llueve en su corazón las primaveras
recorre el litoral
con una rosa de fuego
entre las manos
sosegadas
y el mar amante entrega
libre y solaz.
su alma a trasluz
y su epitafio breve.
Rafaela, es la cantora de la mágica luz, la que es capaz de observar con emoción, el verdor de la yagruma, el sueño de la doncellez de La Habana en su mar amante o la perfecta alegría, de la rebelde Santiago.
Es la cantora que vio en Amelia Peláez, las fórmulas de sombra y luna de turquí y primavera, y en Alicia Alonso, en su Giselle, de danza perfecta, un prodigioso resplandor que el violín mueve. Le dedica versos a Carpentier, a Félix Pita, a Mariano Brull y también a Unamuno, a Juan Ramón Jiménez y a Federico García Lorca, entre otros.
Rechaza la injusticia, ama la paz, a los niños, a la Patria Nueva y defiende el amor unánime a la vida.
Cuántas veces se preguntó: ¿cómo entender la vida? ¿Cómo entender la muerte? Y ese afán de existir y su amor por la Isla, que siempre la embargaba:
Isla peñasco verde, costa herida,
espuma sobre espuma en mar abierta,
pequeña caracola en que despierta
la marinera voz al aire erguida.
Ay, que blanca tu arena combativa,
por las olas, oculta y descubierta,
polvo de mar rebelde y tierra incierta,
huésped del agua, mar desvanecida.
Isla del verde claro y del rocío,
frágil de transparencia y de cristales,
lecho de amor perpetuo del estío.
El alba nace en ti. Y desaparece,
de nube de los cielos iniciales
que navegando en alta mar parece.
Tu isla, Rafaela de Cuba, sigue en el aniversario 90 de tu natalicio, dando su luz crecida en el Trópico; le entrega a la flor, su brillo de luna, y al ave, un nimbo de estrella, mientras tú renaces de las cenizas y crece más aún, esa llama azul que brota de ti misma y nos hace ver la muerte, como una gran mentira.
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