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Racialidad y racismo en Cuba: discriminación y prejuicios; prevención y enfrentamiento


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A la luz de las actividades recientes por el Día Mundial contra el Racismo ha reverdecido el debate sobre el tema en Cuba, el cual ha sido recurrente en este mismo espacio.

¿Racismo en Cuba?

A la interrogante de si hay racismo en Cuba, la respuesta es positiva. Y lo aclaro porque en el discurso bien intencionado de muchos defensores de la obra de la Revolución, se ha negado eso. Algunos lo hacen porque creen realmente que ese problema heredado de siglos coloniales y neocoloniales fue superado; y otros porque, aunque en su interior reconocen que persiste el asunto, prefieren negarlo para así no empañar la obra construida y no demeritarla.

Pero el mensaje que nos llega desde la Psicología de que el hombre para resolver sus problemas debe primero reconocer su existencia, es aplicable aquí también. No es difícil demostrar que desde el poder político ningún gobierno anterior a 1959 ha hecho tanto por terminar con la discriminación racial como el Gobierno Revolucionario; las conquistas en ese sentido son palpables, tangibles e imposibles de soslayar, pero no ha bastado con la intención y la aplicación práctica de políticas públicas encaminadas a ello. El problema persiste, pues 56 años es un tiempo histórico demasiado corto para enterrar un problema con raíces profundas y con cinco siglos de existencia. El tema tiene trasfondos económicos, culturales y una herencia no insalvable —pero sí pertinaz— que se enclava en las mentalidades de los seres humanos en forma de prejuicio.

Las medidas económicas y de beneficio social tomadas por la Revolución en busca de la plena igualdad social no pueden por sí solas resolver el problema, pues no todos los sectores raciales arribaron al 1ro de enero de 1959 con similar status. La ignorancia, la marginalidad y la pobreza tenían color, sexo y clase social en la Cuba anterior al poder revolucionario: negros, mestizos, mujeres, obreros, desempleados y campesinos.

La mujer era discriminada, pero si además era negra o mestiza, la discriminación era doble; si se adiciona que era campesina, era triple. El campesino era preterido; pero si era negro, era doblemente preterido. El color y el origen étnico pesaban. A los centros nocturnos y de recreo exclusivos de la burguesía podía acceder “la gente de dinero”; pero si la persona era negra o mestiza, aunque tuviera un capital, no podía entrar al cabaret Tropicana o asociarse a un club exclusivo.

La fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en 1960 y el desarrollo de políticas de integración de la mujer al trabajo y al estudio benefició a la totalidad de las féminas, incluyendo a las negras, mestizas, obreras y campesinas; de hecho, con el decursar de los años, se feminizaron la fuerza técnica y profesional y el estudiantado.

Las leyes de Reforma Agraria y la transformación ocurrida en el campo cubano beneficiaron a toda la masa campesina, incluyendo a los campesinos negros y a la mujer campesina. Las revoluciones educacional y cultural transformaron al sujeto cubano en otra persona, y ello benefició a todos los grupos etarios y estamentos sociales: a los pobres, a los obreros y campesinos, sin distingos de color u origen étnico. Los planes de construcción de viviendas sociales fueron encaminados a dignificar a la familia cubana, blanca, negra, mestiza o interracial; y similares lecturas pueden hacerse del acceso libre al deporte, al disfrute de las playas, a la eliminación de la segregación de los espacios de socialización y otras medidas populares. Entonces, cabría preguntarse: ¿cuál ha sido el pecado de la Revolución con el tema de la discriminación racial?

En primer lugar, cuando comienzan las oportunidades de la Revolución, las desigualdades sociales impidieron que todos marcharan al unísono. La eliminación del analfabetismo en 1961 (un millón de analfabetos en una población de apenas 6 millones de personas), transitó por la existencia de una mayor cantidad de analfabetos en el campo y los menos en la ciudad, por lo que el campesino arriba a las fuentes de conocimiento a la zaga del habitante urbano, como regla. Pero la existencia de otro millón de adultos semianalfabetos o subescolarizados hizo avanzar hacia la Campaña de seguimiento (década del 60) y más tarde a las batallas por el 6to y el 9no grados, concluidas en 1976 y 1980, respectivamente. La subescolarización era inherente a los pobres y la pobreza básicamente tenía color de piel oscuro, por lo que el trayecto hacia propósitos de escolarización superiores era más largo y angosto para estos.

El régimen anterior a 1959 había cerrado las universidades al considerarlas centros de conspiración, y cuando se reanuda el acceso a estos después del triunfo revolucionario para que concluyeran sus carreras aquellos jóvenes que habían visto cercenados sus estudios, la matrícula era casi totalmente blanca porque era una herencia del pasado. El Comandante Ernesto Che Guevara, al otorgársele el título de Doctor Honoris Causa en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, en 1962, llamó a colorear la universidad cubana, vestirla de blanca, de negra y de mulata. Para esa fecha la cantidad de bachilleres en Cuba era mínima y el color de esos bachilleres era básicamente blanco, por lo que el arribo multicolor masivamente a la enseñanza superior tuvo que esperar varios años.

La Revolución comenzó con planes de viviendas sociales desde el mismo 1959, cuando creó en abril de ese año el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda (INAV) bajo la dirección de Pastorita Núñez González. El propósito era construir comunidades rurales confortables para sustituir la arquitectura vernácula campesina tradicional y pobre, construir nuevas barriadas y segmentos habitacionales en las ciudades para erradicar los barrios de indigentes y las ciudadelas y así posibilitar una vivienda digna para cada familia. Sin embargo, el INAV inicialmente continuó con el Plan FHA (Fondo de Hipotecas Aseguradas) de la época anterior, o sea, la compra de solares o viviendas construidas con un pago de entrada y mensualidades, a lo que no tenían acceso los pobres, entre los que se encontraban las grandes masas negras y mestizas que incluso eran representativas entre los desempleados aún cuando la Revolución logró en breve tiempo el pleno empleo.

Al INAV le siguieron otros esquemas, como el de construcción de viviendas y obras sociales por plustrabajo: el Movimiento de Microbrigadas. Ningún gobierno anterior a 1959 construyó tantas viviendas como el poder revolucionario, pero la realidad es que no se han podido eliminar las ciudadelas ni los barrios insalubres y la herencia del pasado es que en ellos la población más significativa es la negra y mestiza, mientras la política actual de construcción por medios propios supone la tenencia en propiedad de un solar o cubierta libre, hasta el 2015 en que comenzó la venta estatal de solares; como regla los propietarios de solares eran los que habían comprado en época pasada, cuando la posibilidad real era más restringida al negro por su pobreza, al igual que los propietarios de viviendas independientes en condiciones de construir en un segundo nivel.

La emigración cubana antes de 1980 fue fundamentalmente blanca y aunque después de esa fecha se ha tornado multicolor, los posicionamientos en el exterior de los emigrados cubanos continúan privilegiando a los blancos, por lo que al autorizarse el envío de remesas a las familias cubanas en la década de 1990, esta fuente de financiamiento doméstico ha beneficiado más a familias blancas que a otras. Por lo general, la crisis denominada “Período Especial en Tiempo de Paz” ahondó mucho más las desigualdades sociales entre los segmentos raciales o “coloriales” en Cuba.

A toda esta problemática se une la persistencia del prejuicio, anclado en la mentalidad de no pocas personas blancas, negras y mestizas. Blancos, en unos casos convencidos de una superioridad cultural y social o en otros actuando así involuntariamente; negros que en su defensa mantienen un prejuicio sobre el blanco y otros que se automarginan como parte de un complejo de inferioridad, y mestizos con un latente sentimiento de culpabilidad por “atrasar la raza” y en una carrera de blanqueamiento para “adelantarla”.

El empoderamiento en cargos de dirección de una persona con prejuicios raciales, puestos decisores, sistema judicial, plazas de atención a clientes o usuarios o en el proceso docente-educativo, puede provocar exclusiones y discriminaciones; de hecho se ha constatado su ocurrencia. Incluso, aunque en la filosofía de una entidad pública no esté prevista la discriminación, esa posibilidad se concreta al ejercer el poder una persona prejuiciosa y de ahí que puede el racismo tornarse con ropaje institucional aún cuando el proceso revolucionario sea diametralmente opuesto a toda discriminación en sus principios.

La aparición de la pequeña y mediana empresa privada con la figura del trabajador por cuenta propia que tiene dos dimensiones: empleador de fuerza de trabajo o empleado por un pequeño propietario, trasluce la posibilidad de discriminación racial, sexual y de género, u otras formas, si las estructuras gubernamentales no ejercen el debido control sobre las políticas de empleo o los empleados no exigen su derecho previsto en el Código de Trabajo y el resto de la legislación laboral.

El racismo y la discriminación racial no es un pecado de la Revolución. Su existencia se debe a condicionantes subjetivas (el prejuicio) y objetivas (la herencia económica y cultural diferenciada entre los sectores sociales).

El tema racial en la tradición constitucionalista y jurídica y en el ideario político revolucionario cubano

La primera República de Cuba se proclama el 10 de abril de 1869 en la Asamblea Constituyente realizada en el poblado de Guáimaro; la llamamos República en Armas, y en esa primera constitución se aprobó la abolición de la esclavitud y la igualdad social de todos los ciudadanos. Entre las limitaciones del cónclave efectuado entre los días 10 y 12 encontramos que todos los delegados de las cuatros grandes regiones del país eran hombres blancos y de la aristocracia terrateniente. No hubo delegadas, aunque se escuchó la voz de Ana Betancourt que irrumpió para solicitar la igualdad de la mujer; no hubo delegados negros ni mestizos; ni campesinos o de otras clases trabajadoras. En los debates se discutió si la abolición de la esclavitud debía ser radical o gradual y bajo indemnización de los propietarios de esclavos, por lo que se demuestra que prevalecía el pensamiento socioclasista de la procedencia social de los participantes; y por último, se aprobó un Reglamento de Libertos que normaba la conducta a seguir por los ex esclavos, lo cual limitaba su libertad como ciudadanos. No obstante esas limitaciones, sin dudas, la justicia social y la igualdad daban pasos significativos en aquel texto constitucional fundacional.

Al final de aquella primera contienda, la correlación socioclasista había cambiado en el campo revolucionario. Emergió una enérgica protesta del Mayor General Antonio Maceo Grajales, mulato y pequeño propietario rural, en Mangos de Baraguá, en contra del Pacto del Zanjón que ofrecía una tregua sin la independencia ni la abolición de la esclavitud. El acto protagonizado por Maceo levantó las banderas del patriotismo y la dignidad nacional y se aprobó en Baraguá una nueva constitución de la República en Armas.

El 24 de agosto del propio año se reiniciaba la contienda (la Guerra Chiquita), que concluiría en octubre de 1880 manipulada por la propaganda española, quien alegaba que se trataba de una guerra racista pues sus cabezas visibles eran fundamentalmente jefes negros como Guillermo Moncada, José Maceo Grajales y Quintín Bandera Betancourt, en la región oriental; aunque en la región central la dirigía el polaco Carlos Roloff Mialowski.

Martí había proclamado conquistar toda la justicia posible, con una república donde su ley primera fuera “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre” y que sería “con todos y para el bien de todos”.

El índice de jefes, oficiales, clases y soldados del Ejército Libertador Cubano, elaborado por Roloff al concluir la guerra y los estudios recientes del historiador cubano Francisco Pérez Guzmán “Panchito” ?ya fallecido? en su libro Radiografía del Ejército Libertador (2006), demuestran que el 80% de las fuerzas cubanas eran negros y mestizos.

La intervención estadounidense en la guerra en 1898, su ocupación militar entre 1899 y 1902 y la fundación de la segunda república cubana el 20 de mayo de este último año, encadenada semicolonialmente a su dominio, traumaron el camino de la igualdad.

La Constitución de 1901 la establecía, pero la limitaba. Solamente para ejercer el derecho al voto se requería saber leer y escribir, y tener un mínimo de riqueza que fijaba la propia ley. De hecho, las grandes masas negras y mestizas que habían combatido por la Patria quedaban exentas de ese derecho. Los negros y mestizos no fueron electos para los principales cargos públicos en ese escenario, en ninguna de las instancias (nación, provincias, municipios y barrios) y en 1912 fueron objeto de una salvaje masacre gubernamental, pues se aprovechó la represión a la protesta armada del Partido Independiente de Color para asesinar a población civil negra y mestiza, incluyendo a mujeres, ancianos y niños que nada tenían que ver con el alzamiento; fue un etnocidio que causó miles de víctimas y a lo largo de los años siguientes el racismo se recrudeció.

La Constitución de 1940, calificada de liberal, demócrata burguesa avanzada, dedicó un artículo específico a proscribir la discriminación racial, mas nunca se hizo una ley complementaria para instrumentarlo. Las sociedades culturales y de recreo continuaron separadas para blancos y “de color”. En ciudades de las provincias del centro y en la región nororiental, las áreas de los parques locales estaban también segregadas, el acceso de negros a centros escolares de élite era impedido y en varios barrios de estamentos medios y en todos los de la alta sociedad se les prohibía avecindarse. Se recuerdan, en la década de 1950, varios letreros en edificios que decían: “SE PROHÍBEN PERROS Y NEGROS”.

El único presidente de la república no blanco fue el mestizo Fulgencio Batista Zaldívar, de triste recordación por su sangrienta tiranía (tuvo dos períodos presidenciales: uno constitucional [1940-1944] y otro de facto [1952-1958]). Antes, entre 1933 y 1940, había gobernado tras bambalinas, siendo Jefe del Ejército pero ejerciendo un poder real. Era odiado por la gran burguesía debido a su origen étnico, pero se servía de él; alteró sus documentos de identidad para no identificarse como mestizo sino como blanco.

La Ley fundamental de 1959 y la vigente Constitución de 1976 establecieron la plena igualdad de los ciudadanos sin distingos de raza, color de la piel, origen étnico, regional o nacional, sexo, credo político y religioso y en los Lineamientos de la política social del Partido y la Revolución, aprobados en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, en 2011, se amplía hasta las preferencias sexuales y otras formas de exclusión que laceren la dignidad humana.

El doctor Fidel Castro Ruz, en el alegato de autodefensa, tras la derrota en las acciones armadas del 26 de julio de 1953 contra el régimen de Batista ?documento conocido como “La Historia me absolverá”?, denunció los seis problemas básicos que afectaban la república: el de la tierra, la educación, la salud, el desempleo, la industrialización y la vivienda. Pero el 25 de marzo de 1959, al tercer mes del triunfo revolucionario, en un discurso planteaba como un problema serio a resolver por la Revolución el de la discriminación racial; y agregaba lo difícil que sería, pues se trataba de transformar las mentalidades de las personas. La historia del proceso revolucionario demostró cuánta razón tendría.

Si algún pecado se cometió fue la invisibilización del problema. En el censo de 1970 —el censo anterior fue en 1953— no se procesaron las variables raza, origen étnico ni color de la piel; aunque se retomaron en el de 1981. De la subsistencia del racismo no se hablaría hasta la década de 1990 y las siguientes, y el tema llegó por las voces de artistas e intelectuales en los congresos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

¿Mestizaje multicolor o diversidad racial?

En el censo del 2012, la captación de la variable color de la piel ocurrió a partir de cómo se asumieron las personas ante el interrogatorio del enumerador; una diferencia del método empleado en el censo precedente (2002), donde era el enumerador quien, a partir de su criterio, decidía sobre ese aspecto. De tal forma que los resultados en esta última investigación censal fueron que, de una población de 11 167 325 habitantes del archipiélago cubano, el 64,1 % se asumió blanca, el 26,6 % mestiza y el 9,3 % negra, lo que significaba una disminución sensible de las poblaciones blanca y negra, respecto a la encuesta de hacía un decenio y el aumento notable del mestizaje. Una simple observación del comportamiento de los matrimonios y las natalidades corroboran esto, pero hay otro resultado científico reciente: el mapa genético cubano (2015) que ofrece una información distinta, el 100 % de la población cubana es mestiza aunque existan diferencias fenotípicas entre las personas donde el color de la piel es la más significativa.

El estudio fue dirigido por la doctora Beatriz Mercheco Teruel, del Centro Nacional de Genética Médica (CNGM). La muestra escogida fue de 1 019 personas, hombres y mujeres, entre 18 y 95 años de edad, de todas las pigmentaciones de piel, pertenecientes a zonas urbanas y rurales, de las 15 provincias y el 81 % de los municipios del país (son 168 en total), arrojando como resultados finales que ninguna de las personas analizadas tiene genes puramente europeos, africanos o indígenas, todas están mestizadas. Las personas de piel blanca, a manera de ejemplo, tienen como promedio un 7% de genes africanos, las mestizas un 25,5 % y las negras un 65 %.

La información definitiva del promedio de la composición genética de las personas estudiadas es como sigue:

 

Composición General

Genes transmitidos por línea materna (ADN mitocondrial)

Genes transmitidos por línea paterna (Cromosoma)

72 % genes europeos

26 % genes europeos

81 % genes europeos

20 % genes africanos

39 % genes africanos

18 % genes africanos

  2 % genes indígenas

36 % genes indígenas

0,5 % genes indígenas

El estudio patentiza una realidad histórica del mestizaje en Cuba: madres mayoritariamente de origen africano (39 %) e indígena (36 %) y padres fundamentalmente de origen europeo (81 %). Y es que, durante la conquista, los españoles hombres vinieron acompañados de muy pocas mujeres, por lo que se mezclaron con las mujeres nativas dando origen a los primeros criollos que fueron mestizos y no blancos. Posteriormente, en barcos negreros y en las propiedades esclavistas, la relación forzosa o el amor también fue del hombre blanco marino o amo con la mujer negra, lo que corrobora un refrán vulgar de la época: “La necesidad hace parir mulato”; e incluso fue así con el mestizaje de los culíes asiáticos (no se estudió en esta ocasión los genes asiáticos en la población cubana, lo cual haría mucho más interesante este estudio) que fueron hombres en su mayoría y muy escasas mujeres, por lo que se mezclaron fundamentalmente con las mujeres negras pues vivían en análogas condiciones de esclavitud. Sin embargo el dominio genético en general de genes europeos (72 %) está en correspondencia con la mayoría de piel blanca con que se asumieron las personas en el censo (64,1 %) o el sector llamado a sí mismo mestizo (26,6 %). De manera general se refrendan con estos resultados otros proverbios del folclor oral cubano: “En Cuba el que no tiene de congo tiene de carabalí”, “Aquí, pasando por blanco hasta que se descubra” o “¿Y tu abuela dónde está?”.

Una pregunta nos hacemos: si en el censo no se capta la variable raza sino color de la piel, al considerarse que la población cubana es mestiza totalmente, por qué las variantes de color siguen siendo: blanca, negra y mestiza, no solo para el censo, también para el carné de identidad, pasaporte, para las investigaciones científicas, para informar la composición de cualquier estructura política o gubernamental, etc. ¿Acaso existe el color mestizo? Las fenotipias en Cuba son: blanca, trigueña, amarilla, parda, carmelita, cobriza, negra…

Estamos conscientes de que la nación y la nacionalidad cubanas constituyen una etnia única, inclusiva y mestiza, aunque heterogénea y diversa por su multicolor de piel y su diverso origen étnico, nacional y racial. No se reconoce en Cuba una mayoría nacional y minorías nacionales. No nos autorreconocemos como hispanocubanos, francocubanos, afrocubanos, indocubanos, chinocubanos, etc., todos somos cubanos. Entonces, nos interrogamos: ¿por qué cuando nos referimos a la composición por color de la piel de determinado grupo o entidad la titulamos como “composición étnica”, si estamos conscientes de nuestra etnia cubana, única y mestiza?

Sencillamente, asumimos en ocasiones criterios exógenos para explicar nuestra realidad y con ello exacerbamos una diferenciación racial genotípicamente inexistente. A nuestra consideración son errores, tanto invisibilizar la persistencia del racismo como hacernos de una construcción social que nada tiene que ver con nuestra realidad.

En ese racismo divisionista, el antropólogo cubano Jesús Guanche ha estudiado 33 calificativos empleados históricamente para subdividir al mulato, algunos ya no se emplean, como: cuarterón, castizo o pardo; otros sobreviven: jabado, capirro, jabado capirro, mulato blanconazo, e incluso aparecen nuevos muy recientes: medio mulato, mulato casi blanco, jabado blanco, blanco amulatado, etc. De igual forma sucede con los negros: moreno, moro, negro prieto, negro colorado…

El legado indígena se ha quedado según el discurso histórico-cultural más empleado en la arquitectura vernácula rural tradicional, en la toponimia de disímiles lugares, en vocablos agregados al español de Cuba, en costumbres, tradiciones, dietas y culinaria, objetos y utensilios y se ha invisibilizado su legado genético que ahora aflora en el estudio de la doctora Mercheco y en el que algunos autores hemos insistido durante décadas.

Emplear despectivamente el calificativo de “indio” o “indígena” para significar indigencia; frases despectivas como: “El negro si no la hace a la entrada la hace a la salida”, o groseras como: “negro de m…..”, han disminuido ostensiblemente del léxico popular cubano con los años de integración social en la Revolución, pero no desaparecido del todo; “pelo malo y pelo bueno” o “pasa” (se refiere a las diferencias del tipo de los cabellos lacio y afro); “bemba y ñata”, en sustitución de labios y nariz, para significar la carnosidad del labio o el aplastamiento de la nariz del negro, y otros calificativos, sobreviven como igual se mantienen expresiones de regionalismo y localismo lacerantes: “palestinos”, “bobo o pinareño”, “habanerito” y otras. (1)

Más de 1 165 000 graduados universitarios, de ellos: 28 mil doctores en ciencias, 143 mil máster y 243 mil especialistas de posgrado; 71,7 % de la población adulta con nivel universitario o medio superior y prácticamente el resto de la población adulta con nueve grados de escolaridad, son fortalezas en los órdenes educacionales y culturales que pueden influir positivamente en la deconstrucción paulatina del racismo en Cuba, que en 1959 presentaba una tasa de más de 1 millón de analfabetos y una cifra similar de subescolarizados con la mitad de la población actual.

El socialismo como proyecto social civilizatorio es ajeno por principio a todo tipo de  discriminación.

 

NOTAS:

 

(1) “Palestinos”: Así comenzaron a llamar despectivamente los habaneros a la migración llegada a la capital procedente de las provincias orientales, pues se asentaban en cualquier espacio improvisado y en hacinamiento, se les comparaba con los campamentos de palestinos producto de las agresiones israelíes en el Medio Oriente. En tiempos recientes se ha extendido este término a personas procedentes de cualquier provincia que no sea de La Habana; “bobo o pinareño”, a los habitantes de la más occidental de las provincias cubanas (Pinar del Río) por su carácter noble, a los cuales se les achacan imbecilidades; “habaneritos”, se les llama así en las provincias orientales a los capitalinos para significarles inferioridad.


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