Como es costumbre, Cubarte actualiza a sus lectores sobre temáticas culturales de interés. En esta ocasión, reproducimos un texto que aparece en Cartas desde Cuba y los comentarios de sus lectores en relación con temas del cine cubano actual.
Síntesis de la entrevista a Senel Paz
¿Qué elementos del contexto nacional e internacional han cambiado y cuál ha sido su impacto sobre las maneras de “hacer cine” en Cuba?
Posiblemente todo comience en 1976 cuando las salas de cine dejaron de pertenecer al ICAIC y pasaron al Poder Popular. Yo situaría en este momento el punto de giro en la trayectoria de nuestra cinematografía, porque tal medida, en la práctica, puso límites por primera vez a la autoridad y el alcance del ICAIC, que eran artísticos pero penetraban en lo ideológico.
Deben haberse construido algunos cines con posterioridad a esta fecha, pero a partir de entonces las salas, en vez de en manos del Poder Popular, parece que fueron dejadas en las de Dios, y sin salas no hay cine ni espectadores. Nuevos e inesperados factores, como el Período Especial, favorecieron el deterioro, pero son realidades que obedecen a muchas circunstancias.
Creo que a partir de estos años, y en particular, luego de la primera salida de Alfredo Guevara de la dirección del ICAIC tras la película Cecilia, de Humberto Solás, asistimos a un proceso de pérdida paulatina de jerarquía de nuestro cine como proyecto cultural e ideológico en el contexto nacional, porque ahí entra en escena la inconformidad del Estado, de la vanguardia política del país, con la evolución y los resultados del cine nacional.
El proceso se frena un poco durante la primera mitad de los 80 con las comedias de gran popularidad de esos años pero se reactiva enseguida en los finales de la década y el inicio de los 90 hasta llegar al caso extremo de Alicia en el pueblo de maravillas, de Daniel Díaz Torres, y otras películas, y la voluntad no llevada a hechos de “desjerarquizar” al ICAIC como institución.
El cine cubano inicialmente transita, de manera auténtica y vital, por una primera veta temática: la reafirmación de la identidad nacional, de los nuevos valores revolucionarios, del reflejo de la historia heroica, la denuncia y análisis de los mecanismos perversos de explotación del capitalismo en las estructuras sociales e
individuales, etc. Se monta sobre una necesidad nacional de reafirmación e identidad, de formación espiritual, y en esta etapa el maridaje con la vanguardia política es perfecto y, para todos, el cine es algo maravilloso y un arte de vanguardia y sin dudas revolucionario.
Cuando el proceso revolucionario ha recorrido el suficiente tramo y tiene el cuerpo necesario para devenir objeto del arte él mismo, y el artista voltea su mirada hacia la realidad revolucionaria, hacia el fruto real de las nuevas ideas y la obra de los actores políticos, la relación se complica y entra en escena el arsenal de los prejuicios y las incomprensiones del arte que se han dado en el socialismo, y de lo que nuestro país no ha sido ajeno. A mí, que no manejo en detalles la historia de nuestra cinematografía a menos que acuda a los libros, me da por pensar que todo arranca con Memorias del Subdesarrollo y Tomás Gutiérrez Alea. Al volverse crítico, el cine deviene para algunos en un cuervo que ha crecido.
Sin la relación afectuosa con la dirección del país que lo acompañó en los primeros años, y decidido a no renunciar a su naturaleza crítica, yo diría que nuestro cine, en un contexto en que las diferencias no se discuten ni negocian, se extravía o entra en una zona de turbulencias de la que no acaba de salir porque no es el único actor y los problemas no se enfrentan y hablan de modo directo y transparente.
Poco a poco, dejamos de sentirnos representados en el ICAIC sin siquiera percatarnos de ello, sorbidos por el individualismo, la apatía o una supuesta impotencia. Nuestro pilar en estos años ha sido el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que ahora mismo vuelve a tomar empuje y es, quizás, el mejor depositario del alma y la fuerza de nuestra cinematografía.
Qué le molesta a la vanguardia política del cine cubano, de su discurso crítico, es tema que no se ha definido ni se ha puesto sobre la mesa de discusiones, dejándonos por completo en el terreno de la especulación y las suposiciones, imposibilitados de debatirlo y resolverlo como compañeros.
En mi opinión, el Estado quizás no ha construido para sí mismo argumentos que le resulten contundentes y lo preparen para una discusión en la que saldría victorioso. Por tanto, no la ha fomentado. Cuando no están seguros de tener la razón, o lo están pero no han alcanzado los argumentos para respaldar convincentemente su posición, los políticos suelen no discutir y dejan las diferencias en el terreno del más fuerte.
Pasa ahora lo mismo, en un caso menor, con las diferentes demandas de los cineastas y con la llevada y traída Ley de Cine: la ausencia de respuesta por parte de la institución obedece, a mi modo de ver, a la falta de argumentos para oponerse a ellas. Es presumible que las autoridades estén por completo a favor de todas las demandas que planteamos los cineastas, porque estas son muy razonables y contundentes, y solo les falta admitirlo, ponerse de nuestro lado, y organizar y solucionar los problemas con su mayor experiencia y ejecutividad. No dan el paso porque no lo hicieron de entrada o porque han visto un cuestionamiento a su autoridad que no ha existido más que en su propia suspicacia porque la lógica en que nos hemos movido no se basa en la búsqueda del culpable sino en la toma de conciencia colectiva acerca de los problemas y de la necesidad de enfrentarlos. Así hemos caído en una absurda situación de confrontación que puede ser peligrosa porque, en estas circunstancias, algunos funcionarios tienden a convertir a un oponente en un enemigo.
Parecería que en Cuba avanzábamos hacia una sociedad sin cine, con una actividad de programación y espectadores en la práctica mínimos, lo cual hubiera solucionado el problema a lo bruto, algo bastante improbable porque la comunidad cinematográfica es muy combativa y la política cultural de la Revolución va en sentido opuesto y eso da una base moral y legal. Sí está el hecho cierto de que ha habido un desplazamiento o robo de espectadores, una pérdida de estos por parte de la cinematografía nacional en relación con sus obras y su concepto de cine.
Se hubiera llegado pronto a esa situación por el colapso de las salas de cine, pero un elemento inesperado clausuró ese hipotético y apocalíptico camino: las nuevas tecnologías y los nuevos cineastas, que han podido filmar fuera de las instituciones, con la consecuente pérdida por parte de estas, no en los papeles pero sí en la calle, del monopolio de la producción, la programación, la exhibición y, lo que es más importante, la política cinematográfica.
En el actual contexto, ¿cuál ha sido la metodología de trabajo escogida por los cineastas para dar curso a sus inquietudes y gestionar sus propuestas?
No ha sido una metodología escogida como acción consciente, sino que ha resultado de la expresión o la síntesis del modo de ver y actuar de un grupo de artistas, de sus deseos de implicarse en un problema y por la insatisfacción de no haber podido hacerlo hasta ahora por los mecanismos tradicionales, a pesar de múltiples esfuerzos. Ha transcurrido a través de Asambleas, pero sobre todo en el grupo denominado g/20 (esta es la denominación correcta, con minúscula, y no es más que una broma) que ha actuado a modo de pequeño parlamento donde todo se estudia y discute y las decisiones son consensuadas. Esto en sus mejores momentos, por supuesto. En realidad la “novedad” de nuestra estructura viene a estar en que estamos haciendo las cosas como deben hacerse. Uno descubre que el diseño o concepto de las instituciones cubanas, así como de muchas disposiciones legales de diferente rango, con frecuencia son muy buenas, sólidas y bien pensadas.
¿Qué elementos serían imprescindibles a tener en cuenta en una Ley de Cine elaborada para Cuba?
El compromiso del Estado con la industria y el arte cinematográficos en todas las estaciones de su recorrido: desde los creadores de las películas y los productores, hasta los receptores: el público de hoy y del futuro. Por otro lado: la garantía de la libertad de creación tanto en lo que se refiere a las formas como a los contenidos y los puntos de vista. El Estado debe ser garante de ambas aspiraciones, esto es, preservar un cine concebido como arte, libre en su creación y expresión y responsable en su sostenibilidad; y del derecho del espectador a una cultura y consumo cinematográficos plenos y de calidad. Y debe garantizar para sí mismo una interacción permanente y desprejuiciada con los creadores y las instituciones dedicadas a este arte para preservar los dos derechos anteriores.
¿Qué metodología de interacción cineastas-instituciones culturales-Estado sería la más adecuada para generar una Ley de Cine para Cuba?
El diálogo, la negociación, la participación y la responsabilidad compartida, todo ello en sus expresiones reales. La construcción de una Ley es potestad del Estado, lo cual le da rigor y seguridad al proceso, y tiene establecidos los correspondientes mecanismos de consulta y participación. Simplemente hay que seguirlos y participar con convicción. También existen los mecanismos para la interacción entre las instituciones y los creadores, y estos pueden funcionar bien, con camaradería, calidad y trasparencia, ya que los intereses comunes son predominantes. La relación con las instituciones no funciona cuando los artistas han sido ganados por la apatía o la falta de confianza, o cuando las instituciones devienen organismos aletargados, formales, u operan como fundaciones en torno a una personalidad.
Síntesis de la entrevista a Senel Paz
Comentarios
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Julián Morales Sánchez dice:
Salvando las distancias, con el cine sucede algo similar a la prensa escrita, el desarrollo de la tecnología ha terminado con el monopolio, esto es irreversible.
A las instituciones oficiales no les queda otra que aprender a vivir con esta realidad. -
cubano dice:
senel , lo que deberias hacer para llamar la atencion es recaudar dinero de los americanos, tu vas a ver que en dos minutos tienes a dos agentes de la seguridad fijos en la esquina de tu casa y entonces el icaic y la direccion del pais quieren resolver los problemas
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jose dario sanchez dice:
el mismo culturalismo ideologizado de siempre,el lenguaje del mundo Nuevo,la boberia,el nacionalismo,comunismo,etc,etc…de cine,de arte,de libertad creadora y de buscar financiamiento en base a la calidad,de construer cines equipados,claro,pues no es el cine,es el equio que lleva dentro.En fin,hacen falt artistas,ya con los comisarios medicos,literatos,agricolas,turisticos,etc…hay de sobra en cuba!!!Le recomiendo que aproveche y venga a Miami a ver el estreno de Star wars para que aprenda como se llena un cine en esta epoca tan llena de posibilidades comunicativas….
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Juan Carlos dice:
Se puede generar una ley de cine, pero eso no garantiza los aspectos que desean los cineastas. Al final se sabe que el gobierno está por encima de la ley.
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Jorge dice:
Me parece bien lo de discutir como debe funcionar el cine en Cuba, creo que si debería hacerse con muchas cosas mas. Pero no he visto aun ningún comentario de los cineastas que alli participan sobre le presencia de mercenarios en la última reunión. Hay videos y todo. ¿O eso es parte del análisis de lo que tiene que hacer el cine en Cuba?
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Alomá dice:
“Qué le molesta a la vanguardia política del cine cubano, de su discurso crítico, es tema que no se ha definido ni se ha puesto sobre la mesa de discusiones, dejándonos por completo en el terreno de la especulación y las suposiciones, imposibilitados de debatirlo y resolverlo como compañeros”
Muy interesante lo que dice Senel sobre que no se ha discutido lo que le disgusta a la “vanguardia política” del discurso critico del cine cubano. Creo que esa discusión sería provechosa siempre que se entienda que “el cine cubano” ni el “discurso crítico” son una entidad homogénea; he visto no sin preocupación cómo algunos cineastas introducen en sus discursos y lineas de pensamiento ideas de coexistencia con mercenarios y partidarios de la politica imperial, bajo el pretexto de que “piensan diferente”. ¿Eso no es motivo de discusión entre los cineastas cubanos?
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Mercedes dice:
Lo más triste es que permitan en esas reuniones la entrada de personas que lo que buscan son otras cosas, no perfeccionar la industria del cine.
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Eloy dice:
No me trago eso de que sean tan ingenuos como para no saber lo que buscan los disidentes al intervenir en esas reuniones.
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Martín dice:
Ey, mi hermano, para estar en la vanguardia hay que ser revolucionarios…
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joseluis dice:
Lo que no entiendo, si es tan serio lo que discuten, ¿cómo permiten que se les cuelen los disidentes en las reuniosnes?, eso es distracción del tema central, ¿o no?
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Aurora dice:
Es conveniente que se realicen estas asambleas de cineastas y endidos del septimo arte, para su mejora y progreso, se aportan nuevos criterio e ideas que lo revitalizan, pero entre los especialistas del ramo, ¿que hace metiendo las narices en estas, un mercenario del imperio?
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Luis Bedoya dice:
Un amigo me comentó que en la última asamblea de los cineastas hubo presencia de contrarrevolucionarios que no eran cineastas, algo que lei en otro comentario. Alguien me puede explicar por qué se les permitió la entrada, si no eran cineastas? ¿Es que los cineastas piensan que ese tipo de gente puede aportarles algo a sus discusiones sobre la Ley de Cine?
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kurt turing dice:
Es INCREIBLE a estas alturas de juego oir a Senel Paz decir que la solución del problema pasa por “el compromiso del Estado con la industria y el arte cinematográficos”. La solución pasa por que el Estado deje en paz a los creadores y los libere de ese paternalismo manido que solo ha servido para tenerlos maniatados.
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santos dice:
Leí en Cuba posible siete entrevistas más sobre el tema. Es un verdadero dossier….Se posicionan….
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