La XXV Feria del Libro aún se extiende con ese objetivo de llevar la cultura del libro con la mayor intensidad a provincias y municipios de todo el país. Para una buena parte de los que nos consagramos durante mucho tiempo a la esfera del libro, en general, este evento sigue teniendo una trascendencia cultural que se ha expandido, desde fines del siglo pasado, al soporte virtual.
El pasado 31 de marzo tuvo lugar un modesto encuentro en Fábrica de Arte Cubano (FAC), que posibilitó un interesante diálogo dedicado a un tema relacionado con las publicaciones, ámbito al que tanto debemos autores, editores, libreros, especialistas en promoción, bibliógrafos, impresores, distribuidores, informáticos, y no menos importantes, los lectores. Espacio dinámico y vital al que también aportan los ilustradores gráficos y diseñadores.
Creadores visuales todos sin cuya contribución no podría hablarse de libros en cualquier soporte, ya sea papel o la pantalla digital, y títulos que, además, tienen cubiertas, y responden en menor o mayor grado a una relación entre la imagen y el texto tan vetusta como la invención misma de la escritura.
Si nos referimos a Cuba, por ejemplo, ahora mismo existen varias promociones de ilustradores cubanos con una calidad artística y técnica reconocidas en la Isla e internacionalmente. Sin embargo, apenas se le otorga un examen a este tema por parte del sector de la crítica especializada, y tampoco es usual hallar que se promocionen obras de recientes ilustradores.
El evento, al que me refería al inicio, fue organizado en la FAC por el Premio Nacional de Diseño Nelson Ponce y se acompañó de una pequeña muestra que él tituló Diseñadores que ilustran.
¿Es necesario un curso para ilustradores? ¿Es suficiente al respecto aquello que se imparte en los programas de las instituciones docentes donde se forman los estudiantes, ya sea en el Instituto Superior de Diseño (ISDI), la Academia de Bellas Artes San Alejandro o el Instituto Superior de Arte (ISA)? Estas y otras inquietudes emergieron de forma coloquial, pero no por ello menos inquietante para los que allí participamos.
Arístides Hernández (Ares), Abenamar Bauta, Miguel Leyva, Arasay Hilario, Pablo Montes de Oca, Edel Rodríguez (Mola), Ramiro Zardoya, entre otros ilustradores animaron lo que se convirtió en un debate tan informal como honesto, que partió de la inquietud sobre algunas de las problemáticas que hoy deben centrar la atención de ilustradores e instituciones relacionadas con la producción de ese quehacer creativo.
Considerado por la crítica internacional como uno de los mejores humoristas gráficos del mundo hoy, el cubano Ares declaró que sentía cuán importante era reflexionar en voz alta sobre estas temáticas. Desde el punto de vista personal, el creador considera que la ilustración ha sido una manifestación en la que experimenta, algo que luego lleva o incide en su labor como humorista gráfico. “Es inevitable tener un sello personal y es la manera de ubicarte en Cuba y en el mundo. Para mí, la ilustración sí me ofrece esa libertad expresiva”.
Ares cree que la ilustración sí debe estar en los programas de estudio de las diferentes enseñanzas artísticas, aunque es del criterio que alguien que estudie diseño no será necesariamente ilustrador”.
Entre los presentes se hallaban creadores que eran autodidactas, es el caso de la joven Arasay Hilario, quien dijo sentir la necesidad de ilustrar como una motivación permanente, pese a no haber tenido formación alguna en ese sentido. Y se definió a sí misma como una ilustradora.
Estas y otras intervenciones no dejan de motivarnos a meditar cuán necesaria es, además de la extensión y el perfeccionamiento de esa materia en nuestras academias, la necesidad de un curso capaz de otorgar las herramientas prácticas y conceptuales necesarias a todos aquellos con vocación de ilustradores, aunque no sean estudiantes de San Alejandro, el ISDI o el ISA.
Curso o programa de superación respecto a la ilustración gráfica, por otra parte, que pienso debería ampliarse, sobre todo, a profesionales que se relacionan con la misma. Porque son ellos los que solicitan o aprueban esa participación artística, intervienen directamente en procesos de publicación que implican a los ilustradores, incluso para dictaminar sobre códigos visuales que hoy en día exigen mucha actualización en cuanto a informarse sobre comunicación visual y artes gráficas, ya que se han expandido sus otrora márgenes expresivos.
Ciertamente hay un camino loable recorrido a favor de la ilustración. No merecería menos una expresión artística que desempeñó un papel fundamental al irrumpir con su novedad gráfica en las vanguardias del siglo XX en la historia del arte cubano.
En 1984 se propició un estímulo al crearse el Premio La Rosa Blanca desde la Sección de Literatura Infantil de la UNEAC. Después, en el 2001 se comenzó a otorgar el Premio Especial La Rosa Blanca a relevantes ilustradores cubanos en el terreno de la literatura infanto-juvenil. En esa dirección, por ejemplo, recientemente el ilustrador Enrique Martínez recibió el Premio “Eduardo Muñoz Bachs” de la UNEAC y el Premio de Diseño del Libro.
Más allá de esos premios, la ilustración gráfica merece un llamado de atención, un ¡SOS! respecto a las dinámicas de esta y del diseño considerado en su importancia incluso global, no solo respecto a los ámbitos de la comunicación y el arte, sino por su protagonismo real en la escena contemporánea mundial.
En el encuentro de la FAC, el ilustrador Miguel Leyva, por ejemplo, siente que el panorama es desalentador en las editoriales. Según expresó durante el que pudiera ser calificado como un debate al interior del gremio, a él le apasiona la ilustración que realiza totalmente por amor a ese arte. Porque hay serias dificultades con la remuneración y atrasos en los pagos a los ilustradores, enfatizó.
Por su parte Pablo Montes de Oca, un joven diseñador e ilustrador admitía “cuántas expectativas tenía cuando era estudiante del ISDI con el estudio de la ilustración. Pero hoy los espacios son reducidos y muchos no compran los libros porque la impresión es mala”.
Su observación subraya, por cierto, una de las problemáticas actuales respecto a la impresión en papel. A la par que, desde el punto de vista historiográfico, no debe olvidarse que, en cuanto a los libros ilustrados, su desarrollo está intrínsecamente vinculado con la historia de la impresión en Cuba.
Las poligráficas se afectaron mucho en la primera etapa del Período Especial entre 1990 y 1995, cuando la escasez de insumos y papel llevó a limitar la cantidad de impresores, algunos con mucha experiencia en el oficio.
Desde fines del pasado siglo hasta el presente ha persistido el problema de la carestía de los costos para producir con calidad libros ilustrados que puedan competir con los standards internacionales para este tipo de ediciones. Una solución lúcida que viene a colación ahora sería aquella apoyada por María Elena Cicard, cuando dirigía el departamento de diseño de la Editorial Gente Nueva en el 2000, al proponerse en aquel momento, que saliera con color y valor de impresión un “libro del año”. Quizá pudiera pensarse más en términos de visualidad, y en producir una mínima cantidad de títulos dentro del plan editorial, con una mayor inversión, pero que tuviesen un acabado poligráfico que nos permita la competencia en el mercado nacional e internacional; ello, con independencia de la cantidad de libros a producir según la demanda.
En la presente Feria Internacional del Libro, en el ámbito de La Cabaña, resultaba llamativo ver cómo un sector del público adquiría a precios elevados en divisas para la población cubana, libros infantiles, cuyo mérito mayor, me atrevería a decir, era solo su impresión, probablemente, más que su contenido literario, artístico o didáctico, terrenos a los que con talento han aportado autores, ilustradores y pedagogos cubanos.
¿Se producen suficientes exposiciones de nuestros ilustradores? Según Ares, y algunos de los que opinamos en el diálogo, harían falta más. En la propia FAC en un reducido espacio se hallaba la muestra que citamos al inicio. También en la Vitrina de Valonia en la Plaza de Armas se atiende esta manifestación, pero este arte está demandando una atención curatorial que premie la investigación de curadores, el talento de los artistas y permita a la crítica de arte su análisis.
Durante el coloquio, Ares aquilató el papel pionero y cardinal que desempeñó la Doctora Adelaida de Juan, iniciadora en Cuba de los estudios sobre el humor gráfico, a la vez que mencionó la necesidad de convocatorias desde el departamento de Historia del Arte de la Facultad de Artes y Letras a investigaciones y posibles eventos.
De forma general, en Fábrica de Arte, el 31 de marzo se abordaron algunos aspectos que están incidiendo en la ilustración gráfica, a los que he sumado mis propias inquietudes como editora, autora, crítica e investigadora de esta expresión. Es una problemática que no se agota en estas escasas líneas, mas que es merecedora de la atención de todas las instituciones implicadas y de quienes participamos en cualquiera de las etapas del sistema del libro y/o del arte.
Nunca estará demás recordar que ha sido la riqueza conceptual y estilística la que ha marcado el sello de una gráfica producida por diseñadores, artistas visuales e ilustradores. Expresión reconocida no solo en nuestro país, sino también en el mundo, cuyo desarrollo en la Isla ha sido posible también gracias a la política de subsidio del Estado Cubano. Incentivar la producción en papel y digital de ilustradores cubanos y estimular la calidad de la imagen gráfico-artística deberá ser una realidad alcanzable en nuestros días tanto en el ámbito de las publicaciones en papel y digitales, como en el del sistema del arte.
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