Maestra de las distorsiones a través de las nuevas tecnologías, Regina Silveira ha revolucionado con su obra la concepción de los espacios en que se ubica el espectador, a partir de manipular la percepción óptica. Uno de sus temas recurrentes es: la ausencia, de objetos o seres que ya no están y las huellas que estos dejan. Marcas, pasos, rastros reflejados en paredes y espacios abiertos, bajo una técnica (anaformosis) empleada ya desde el Renacentismo, es retomada por la Silveira con un hacer mucho más contemporáneo. Esta práctica que consiste en deformar la imagen, desde la perspectiva en que se coloque el espectador, es utilizada con pericia por la artista.
A partir de la segunda quincena de mayo, en que La Habana se convertirá en un gran museo abierto al arte contemporáneo, la obra de Regina Silveira estará presente para dejar su huella. Natural de Porto Alegre, la artista graduada en el Instituto de Arte en 1959, más tarde se especializaría en pintura y grabado.
Realiza sus primeras series entre las que se destacan Trampa para ejecutivos, Class & Co. Media, pero donde define su mayoría de edad en las artes plásticas es con Anamorfas, de 1980 que formó parte de su proyecto de doctorado en Artes, de la Universidad de São Paulo. Es una de las pioneras en Brasil en el empleo de la multimedia y el videoarte como formas expresivas. Trabaja mucho con vinilos adhesivos a los que imprime sus creaciones mediante el trabajo con un ordenador.
En 1990 se inicia en obras de gran formato e intervención en espacios públicos, mediante el uso de códigos gráficos empleados en la comunicación de masas. A partir de aquí, comienza su obra a recorrer el mundo y es significativa su participación en las Bienales de Sao Paulo, en la del Mercosur, la de Taipei, Nueva York, Filadelfia y más recientemente, en 2012, la de Poznan, en Polonia.
Sus piezas están pensadas para lugares concretos ya sean públicos o fachadas de edificios e interiores, en los que juega con las sombras y la luz. Esto le sirve para desde su acción plástica, inquietar, abrumar con imágenes cargadas de fuerza, como sacadas de lo onírico.
Pero, a pesar que la obra más conocida de la Silveira son estas grandes intervenciones muy apegadas a lo arquitectónico, ella también reproduce muchos de estos efectos en objetos totalmente utilitarios, como platos, tazas y pozuelas.
Una de las exposiciones que le han dado a la artista un gran reconocimiento internacional fue la exposición Regina Silveira: el sueño de Mirra y otras constelaciones, presentada en el estado mexicano de Puebla. Para esta muestra ella recorrió por dos años las calles de la sociedad poblana y la impresionó el colorido de sus textiles y los animales en ellos representados. Se inspiró y en un vinil de más de 600 metros cuadrados, reprodujo el bordado a punto de cruz para reproducir la vida de la ciudad colonial. Sobre esta intervención que ubicó en el Museo del Amparo, la artista expresó: “el artista hace trasposición poética; no me interesa escribir la historia del lugar, sino actuar poéticamente en el espacio y crear un conjunto visual… En general ha sido un reto entender los símbolos para poder utilizarlos para recubrir y resignificar este espacio. Me venían a la mente los motivos populares que encontré en los bordados de punto de cruz. Concretar mi idea me llevó dos años. El resultado es un enorme bordado incompleto, es decir, en elaboración, con agujas gigantes e hilos sueltos, con motivos populares de esta región.”
No sabemos qué sorpresas traerá para la Duodécima Bienal de La Habana una artista de tan altos quilates como la brasileña Regina Silveira, esperamos que sea una de sus intervenciones públicas, pues serán numerosos los espacios de la ciudad que estarán abiertos a los artistas para ubicar sus obras, pero seguir su itinerario en los programas del evento será la posibilidad de interactuar con una obra que sugestiona los sentidos.
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