Premio Lorna Burdsall, reverencia, impulso


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Desde el año 2010 y con el objetivo de corresponder al significativo quehacer cotidiano de creadoras y creadores cubanos de la danza, a propuesta de la Asociación de Artistas Escénicos, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) entrega el Premio Lorna Burdsall. Reconocer a quienes, desde ocupaciones distintas, han labrado una obra importante en el desarrollo de la manifestación, es tributo a una de nuestras maestras históricas de la danza.

Lorna, estadounidense de nacimiento y formación al lado de lo más encumbrado de la danza moderna universal: Martha Graham, Doris Humphrey, Alwin Nikolaïs, José Limon, antes de 1959 decide instalarse entre Matanzas y La Habana, siguiendo los edictos de su corazón de joven mujer enamorada. El amor hacia un gran hombre de nuestra historia hace que la bailarina, estudiante de Psicología, viaje de Norte a Sur para quedarse por siempre en esta tierra y ser fundante de hermosos proyectos.

Lorna fue una de esas madres que junto a Ramiro Guerra aseguran a la danza cubana no ignorar las aportaciones de los principios de las técnicas Graham, Humphrey o Limon, al tiempo que se tendían puentes creativos con ciertos modos de la creación latinoamericana y la vanguardia estadounidense. Para Burdsall, discípula del sistema calidoscópico de concebir la construcción e imaginería coreográficas que patrocinara Alwin Nikolaïs, es quien concreta espectacularmente esas relaciones entre cuerpo y subjetividad como protocolo escritural de lo danzario dentro de la danza moderna/contemporánea cubana que, en 2024 festeja sus primeros sesenta y cinco cumpleaños.

Lorna y su concepción iconoclasta, irreverente, antinómica y total de entender la danza espectacular, sería quien nos acercaría a nociones de “danza alternativa”, manera nombrante que ella encontrara para singularizar aquella colectividad creacional que, con Así Somos, su laboratorio de pesquisa permanente, posibilitaba inhabituales formulaciones escénicas. Burdsall, bailarina, coreógrafa, educadora de exquisita y enérgica metodología, logra transitar de manera orgánica de lo más coercitivo de las enseñanzas técnicas a modos nada restrictivos ni unidireccionales.

De ahí que el Premio Lorna Burdsall recibido por gente de danza que hoy construyen y modelan la pluralidad de nuestros modos expresivos de ser, es en principio, merecimiento para celebrar las enseñanzas directas o indirectas, bebidas de la maestra. Todavía, muchas deudas y culpas ha de cargar la historiografía de la danza cubana mientras el hacer de Lorna siga siendo un referente lejano y no siempre recurrente al volver sobre las coordenadas de nuestro imaginar más reciente. El Así Somos que ella creara, fue uno de los grupos de danza menos visto y reconocido por el público y la crítica. Tal vez la naturaleza extrañante, muy próxima al estatismo y la quietud cinética de las propuestas coreográficas donde Lorna resguardaba (como devolución absorbida) todo lo aprehendido de sus tutores; posiblemente el escenario habitual, sede de la agrupación, enclavado en la sala de su domicilio, fuera de los circuitos teatrales establecidos. Quizás, su transitar discreto, aunque rotundo, pero sin ganas de recibir elogios que ella creía inadecuados.

De ahí que el Premio Lorna Burdsall concebido y entregado por la UNEAC, se sienta con el peso simbólico y gran responsabilidad que implica el otorgarlo y tenerlo. Artistas de la trayectoria de la bailarina, maître y ensayadora Svetlana Ballester que permanece dadora como el primer día dentro del Ballet Nacional de Cuba; de Lilliam Chacón, decana de la Facultad Arte Danzario de la Universidad de las Artes, pero que fuera discípula de Lorna y aprendiera mucho de ella para guiar los procesos de gestión educativa en nuestro sistema de enseñanza artística; de la bailarina y maître Linnet González quien habiendo tenido una corta, pero muy exitosa carrera internacional, aporte hoy en el Ballet Nacional de Cuba sin presumir de sus glorias; del bailarín Yoerlis Brunet, maître y ensayador en la compañía Danza Contemporánea de Cuba donde ha bailado todos los repertorios y es hoy reservorio y transmisor fundamental de lo allí bien aprendido; de la primera bailarina Patricia Hernández quien dentro del Ballet Laura Alonso y el Centro Prodanza ha sabido vincular su obra interpretativa con la formación vocacional y accionar dentro de la comunidad; o del joven y prometedor Leiván García Valle, actual director del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba, bailarín y coreógrafo que viene con pie firme en su tramar espectacular entre tradición y contemporaneidad para seguir esas marcas que, indirectamente en él y otras, pero medular por continuidad propia en la danza cubana del presente donde se inscriben premiadas y premiados.

Hoy, después de tanto tiempo, ojalá no nos sea suficiente y vayamos por más al reconocer el empeño iniciático de Burdsall dentro del entonces naciente Conjunto Nacional de Danza Moderna, sus montajes de piezas coreográficas del repertorio de la danza norteamericana (Estudio de las aguas y La vida de las abejas, de Humphrey) o sus originales creaciones (Concerto Grosso, Ritual primitivo, Fruta extraña o Suite campesina) para la compañía. Retornar a su impronta pedagógica en la Escuela Nacional de Danza, donde contribuyó a configurar y definir la llamada “técnica cubana de la danza moderna”; la grandeza de su hacer está en la visión tan desprejuiciada del arte, de la danza y el rol del creador como movilizador de atenciones y plataformas expresivas para hacer de la danza una convicción raigal de existencia.

En consecuencia, para premiadas y premiados, como para quienes en la Habana y en otros sitios de Cuba también pudieran recibirlo; no olvidar que Lorna, su danza y subjetividad inmediata, el carácter lúdico en la percepción del cuerpo, de lo espacial, de la quietud, del movimiento, de lo objetual y visualidad asociada a lo danzable, es acción. Para Lorna, acción de cuerpos que comparten la danza en la medida que construyen en y sobre ella un tránsito indisciplinar y espontáneo de todo lo culturalmente aprendido y que solo desdibujando lo “formal pudiera ofrecer nuevos contenidos”. Compromiso del sujeto danzante para concretar su estar presente en el aquí y ahora, de la escena, del salón de clases, de la danza como reafirmación de todo lo que somos.

Dentro del panorama diverso de la danza contemporánea cubana de estos sesenta y cinco años, la obra creativa de Lorna Burdsall seguirá siendo vehículo provocador de contaminación y performance.  Aquellos cuerpos mutantes, pos-humanos e inciertos que, como suerte de otra piel, se guardaban en los barriles, telas, linternas, tubos, transparencias o artefactos de “dudosa” eficacia coreográfica, reafirman la escena como materialidad conflictual para la transfiguración corporal, contextual y espectacular de la danza.

Al presente, tras las modulaciones que ha tenido la impronta quebrante de la obra de Lorna en la memoria de nuestra danza, vale agradecer aquellos reservorios de su legado. Gabriela Burdsall y Adolfo Izquierdo, quienes en dupla o en solitarios siguen los trayectos antinómicos de la maestra. Videodanza, danza instalativa, performance, fashion show, registro o documentación, les ha servido a estos creadores como espacio que, al recuperar la obra de su guía, amplifican sus intensidades creativas y emociones mixturadas. Por otra parte, Lourdes Cajigal, quien con su Así Somos infantil, insiste en la expansión hacia el trabajo con niños, adolescentes y jóvenes artistas. Ha sabido Lourdes mantener vivaz los modos convocantes de su mentora.

Después de tanto tiempo, seguirá el recuerdo de aquellos cuerpos mutantes, pos-humanos e inciertos de Lorna, siendo ruido para la casta escena, el dócil cuerpo y el impávido sujeto. Su modo de hacer, de entender la danza y el sentido de lo coreográfico, catapultaban al creador de un medio a otro, de lo gravitacional a lo líquido, de lo físico-orgánico a lo tecnológico, de la presencia a la proyección, del aforo teatral a la intervención callejera. Su noción anticipada de “danza alternativa” puso, frente a frente, al cuerpo del momento y al cuerpo pretérito registrado desde la tecnificación corporal. Su arte se acercaba y se distanciaba con la bondad de la pregunta y la desconfianza permanente sobre los compromisos de nuestro cuerpo-sujeto coreográficos. Su Greta, es garbo elocuente en el panorama de la danza cubana contemporánea de ayer, hoy y de siempre. Gracias a la UNEAC por volver sobre su huella indeleble, felicidades a quienes guardarán el Premio como recompensa y desde él continuarán su obra necesaria.


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