En la primera mitad del siglo XX cubano nuestra Industria Cultural fue básicamente electrónica. En este ámbito se concentró el mayor volumen de la producción cultural del país y a ella tributaron los más importantes escenarios, actores y gestores sociales.
El magno proyecto cultural de la Revolución transformó positivamente las prácticas culturales y las representaciones sociales de los públicos. No obstante, generó tendencias nocivas como la generalización casi absoluta de una visión peyorativa de las funciones comunicativas-mercantiles de la creación artística —o de sus herramientas o técnicas—, de la historia o del patrimonio acumulado durante la llamada República, que lastró la investigación histórica y social.
También el fortalecimiento de feudos independientes y divorciados frenó la continuidad del flujo histórico, artístico, comunicativo y mercantil y dispersó a un sistema cultural que por mucho tiempo obvió la fortaleza y ventaja competitiva descomunal que le proporcionaba la pertenencia de la mayoría de las instituciones o empresas al Estado. Nos ha costado mucho tiempo y esfuerzo recobrar el engranaje de los eslabones de esta cadena.
Ni las limitaciones inherentes a nuestro peculiar entorno han impedido que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación —con la informática y la digitalización— democratizaran y ampliaran los horizontes creativos, el acceso a los contenidos y a la producción audiovisual, y que se retomara en otro nivel algunas de las prácticas mediáticas-culturales relacionadas con los flujos simbólicos-culturales.
Hoy nuestra radiodifusión organiza la programación y emite los contenidos hacia el éter y el espacio virtual, pero la producción audiovisual se comparte con otros agentes institucionales, e incluso con algunos gestores privados.
La estética de la postmodernidad tiende a la ruptura comunicativa-cultural de los modelos, patrones, formatos, géneros, fronteras, lenguajes y códigos establecidos en la creación y producción de productos comunicativos o en la realización de producciones culturales en otros espacios. Para el sector cultural cubano —incluidos los medios de comunicación— estos flujos integradores han sido positivos. Veamos solo algunos ejemplos.
Actualmente la visión de sistema audiovisual permite que un producto televisivo se comercialice en DVD, se estrene en una sala de cine, compita en festivales cinematográficos internos o foráneos como largometraje y que sus realizadores, actores o actrices acumulen numerosos premios fuera de nuestras fronteras geográficas. Conducta —escrita y dirigida por el guionista, documentalista y director televisivo Ernesto Daranas—, es solo la punta del iceberg.
Lucas, programa de televisión creado para difundir video clips, devino promotor original de este tipo de producto: creó sus propios espectáculos teatrales, impulsó la discografía nacional y generó un catálogo de productos; incluso plegables impresos o libros editados por el Instituto de radiodifusión que lo gesta. Como versátil movimiento mediático-cultural, impacta a disímiles soportes y espacios de nuestra sociedad.
Cuerda viva, otra propuesta musical televisiva, potenció una zona de la música casi subterránea y también se extendió hacia los teatros y gestó su propio festival.
Cubadisco comenzó a promover la actividad de las disqueras cubanas y estimuló la sana competencia entre ellas, la fundación de nuevas empresas, entidades, actores y gestores, potenciando la creación musical, el espectáculo y el rescate de la memoria colectiva y patrimonial nacional e internacional.
La Bienal de La Habana desde hace varios años salió a las plazas, y hoy nos muestra polifacéticas y gigantescas instalaciones que colman las calles de nuestra capital y otras provincias cubanas.
Desde hace mucho tiempo, la Feria del Libro, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y otros eventos culturales habituales, como exposiciones y conciertos, convocan junto a sus propias disciplinas artísticas o ámbitos, un amplio muestrario de expresiones del arte, la comunicación y el mercadeo de la cultura nacional.
Ya es común que en estas acciones tradicionales se potencie la mixtura de géneros o manifestaciones y desplieguen acciones comunicativas-mercantiles y en suma, un espectáculo inclusivo que integre múltiples expresiones de la cultura. Lo mismo sucede en la producción mediática.
Las ferias de artesanía han multiplicado prácticas culturales y modos de hacer olvidados sin desconocer los mas novedosos, logrando una polifacética aplicación de las artes aplicadas que alternan el vestuario, el calzado, la orfebrería, la decoración y el mobiliario con otras como la música.
Pese a la depresión económica, disímiles productos audiovisuales y culturales —y sus creadores e intérpretes— triunfan en el exterior, incluso en mercados internacionales vetados durante décadas.
Como nunca antes circulan por nuestras bibliotecas virtuales, universidades y redes del Joven Club de computación productos audiovisuales, libros, reproducciones de obras arquitectónicas, plásticas, piezas de orfebrería y fotografías.
No obstante, aún falta mucho para afirmar que contamos con un frente cultural común que enriquezca la cantidad y calidad de las ofertas televisivas y permita retomar proyectos ambiciosos a los que renunciamos por la depresión económica.
¿Por qué no aunarnos para realizar nuevas versiones de nuestras mejores zarzuelas, obras teatrales y novelas literarias y que las nuevas generaciones las conozcan como representaciones mediáticas que complementen sus planes de estudio?
¿Por qué no establecer una línea de telenovelas basadas en parejas de nuestra historia como Ignacio Agramonte y Amalia Simoni, donde además de la historia de amor se potencien los valores de las gestas patrias?
¿Cuándo nuestros estudios televisivos tendrán las condiciones objetivas necesarias para que nuestros mejores pianistas hagan música en ellos, los coros sean visita habitual y nuestro ballet vuelva a hacer sus interpretaciones?
La verdadera integración comunicativa, cultural y mercantil de la cultura cubana se logrará cuando los flujos sean en todos los sentidos. Mientras tanto, recordemos que la mayoría de los cubanos tenemos en la televisión cubana nuestra fuente de cultura más importante.
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