En el ámbito de la trigésima novena edición del Día Internacional de los Museos, fiesta a la que convoca el Consejo Internacional de Museos (ICOM) cada 18 de mayo, y en correspondencia al sostenido enriquecimiento experimentado en Cuba en relación con la protección de todo documento histórico cultural que permita comprender el pasado y presente, urge pensar en una historia nacional de los museos, en una obra que desde mirada totalizadora permita reconocer en el plano de las ideas, la economía y la política los acontecimientos que marcaron pautas en el devenir del modo en que se ha asumido en Cuba el arte de coleccionar, custodiar, investigar y exponer las evidencias no solo del acontecer en el contexto insular, sino también —como otra forma de entendernos— las de otros espacios geográficos.
Urge, de forma particular, porque el origen y comportamiento de los museos, y las colecciones que en ellos se atesoran, puede revelar una historia cultural en la que converjan buena parte de los pueblos y ciudades del archipiélago, máxime si a priori se reconoce que pocas han sido las comunidades al margen de la conservación de su patrimonio. Mas, ¿cuáles criterios habrían de tenerse en cuenta para una historia nacional de los museos en Cuba?, ¿qué elementos tomar como punto de partida si las coordenadas contextuales que posibilitan su origen difieren de forma considerable entre las regiones y localidades del país?, ¿qué jerarquía otorgar a la historia local y cuál a la política cultural a instancia nacional?
En mi criterio, la historia nacional de los museos en Cuba sigue los derroteros de la historia de la nación, esencialmente en un proceso de cristalización de continua participación de las historias locales, producciones materiales y espirituales que no pueden ser reducidas a periodos históricos concretos por el hecho de manifestar una sostenida relación con el espacio geográfico en el que encontraron cimiento sus sociedades. La tesis inicial para esta historia ha de ser entonces la de entender los museos como expresión local de una cultura cuyos cimientos se enraízan en los tiempos prehispánicos, se fundamentan en las patrias chicas de los primeros siglos del periodo colonial y se enriquecen a partir de la interrelación e integración de villas y ciudades en un concepto tan real como inefable. Ni las instituciones de la red de museos del Ministerio de Cultura, ni aquellos que organizan su actividad de forma privada o bajo la dirección de otros organismos, escapan a la tesis Criollidad y patria local en la nacionalidad cubana, desarrollada por la doctora Olga Portuondo Zúñiga.
Los museos, al menos los más genuinos, son signos de patriotismo en el concepto utilizado por Félix Varela, para quien “la sociedad es una madre común que sustenta y protege a sus hijos, dándole perfección en el espíritu y auxiliándolos a través de la conservación de la vida y otras utilidades que les proporciona”. “Esta madre común —asegura— recibe el nombre de patria y el hombre tiene contraída la obligación de protegerla y defenderla, en tanto ella es su benefactora”. En consecuencia, Varela define al patriotismo como el “amor que tiene todo hombre al país en que ha nacido, y al interés que toma en su prosperidad”.
Si tomamos en consideración que la génesis y desarrollo de la cultura constituye también la del patrimonio cultural y, de hecho, la identidad de los habitantes con la región, es preciso entonces tener en cuenta que lo que defiende en primer orden un habitante de un lugar es el derecho a ser parte de él, lo cual resulta solo válido si se tiene participación en el presente y futuro de la comunidad. Como ha demostrado la investigadora Portuondo Zúñiga: la defensa de la tierra y de los bienes es una de las primeras expresiones de identidad cultural.
En el Día Internacional de los Museos, ilustremos con ejemplos algunos acontecimientos que no habrá de olvidar la historia nacional de los museos en Cuba, entre ellos, por ocupar un primerísimo lugar en una historia oficial, la fundación de los museos municipales a partir de 1899 a iniciativa cargo del patriciado local y con sede en el propio Ayuntamiento —integrado por miembros de ese mismo patriciado y, quizás por eso mismo, muestra de patriotismo local.
Ocupan la primacía en este acontecer tres instituciones entre finales del siglo xix y la década del 20 de la centuria siguiente: primera, el Museo Municipal de Santiago de Cuba a partir de 1899, el mismo que junto a la Biblioteca ocupó las casas 17 y 17½ de la calle de las Enramadas de esa ciudad entre 1903 y 1927, año este en que ocupará el ecléctico edificio construido por el arquitecto Carlos Segrera Fernández bajo el nombre de su más auténtico promotor: Emilio Bacardí Moreau; segunda, el Municipal de Cárdenas en 1900, abierto al público en una de las salas de la antigua Casa Consistorial y residencia del Teniente Gobernador en el inmueble edificado entre 1859 y 1861 por el agrimensor y maestro de obras catalán don José Roselló y Prats en el callejón de Rojas Cachurro, el mismo que a partir de 1970 legitimará con su nombre, Oscar María de Rojas, el patriotismo local que le dio origen y; tercera, el Museo Provincial de Camagüey. En 1920, con sede en el Cabildo en la casona de la calle Cisneros esquina a Martí, aquel que cotidianamente la historia local reconoce por el nombre Museo de Marianita Betancourt Garay, la principal promotora de la conservación de las reliquias históricas de la región agramontina y otros lugares del mundo.
En pos de un patrón modélico de alcance nacional no habrá de subestimar la historia de los museos en Cuba el decreto alcaldicio elaborado en 1944 a partir de la experiencia de Emilio Roig en el municipio de La Habana como proyecto que devino instrumento para el fomento de una trilogía institucional de suma importancia en la protección del prístino testimonio cultural de la nación: el archivo, la biblioteca y el museo en el término municipal. Merece espacio en el campo de las investigaciones museológicas los resultados de este instrumento en Cuba y su alcance en relación con la gestión de la construcción de edificios propios, adecuados y permanentes para la instalación y funcionamiento de esas instituciones y, según el caso, la debida adaptación de edificios ya existentes. El Municipio de Marianao y el de Matanzas, por solo citar algunos ejemplos, materializaron este proyecto entre 1959 y 1960 respectivamente.
Desde esas perspectivas la mirada al sistema legislativo relacionado con la protección del patrimonio cultural de la nación ha de entenderse en dos direcciones según el estudio de caso que se trate; en unos, a modo de conclusiones de un período, en otros, como premisa o apertura de nuevos procesos. El otorgamiento de la categoría de Monumento Nacional a la Casa Natal de Martí mediante el Decreto nro. 602, del 5 de febrero de 1949, a propuesta del Ministro de Educación Dr. Sánchez Arango, según el diario El Sol en la edición correspondiente al 29 de enero de ese año no solo otorgó legitimidad a sus innegables valores, sino también al sentir patriótico de los cubanos por el Maestro desde 1901, año en que la casa fue adquirida por la Asociación de Señoras y Caballeros “Por Martí” y entregada en usufructo a la madre del Apóstol hasta que a la muerte de esta se destinó a Museo, Biblioteca y Galería Iconográfica en 1923, al cuidado del Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes. La Ley 106/2009, Del Sistema Nacional de Museos de la República de Cuba”, que deroga la Ley 23/1979, De los Museos Municipales, si bien interactúan con la realidad contextual de los museos en sus localidades, no ha de entenderse como punto de continuidad o ruptura en su organización, función y legitimidad a instancias locales, provinciales o nacionales.
Solo una investigación de profundo carácter empírico, en el que interactúen los análisis en el plano de las ideas, la economía y la política cultural, permitirán comprender una polifonía patrimonial en Cuba en la que convergen notas tan singulares como la colección de arte egipcio del conde de Lagunilla o Emilio Bacardí, la napoleónica de Julio Lobo o la de profundo carácter latinoamericano de la que se exhibe en la Fundación Núñez Jiménez; posibilitará reconocer y defender las ideas perpetuadas en obras como el Rincón Martiano Masónico inaugurado por la logia Fernando Figueredo Socarrás en el patriótico acto del 10 de octubre de 1956 en el parque central de la ciudad de Nuevitas; así como entender la inauguración del Museo Memorial Antonio Guiteras Holmes el 22 de noviembre de 1974 a pesar de no contar con una sólida colección para ello, la del Museo Comandancia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) el 19 de abril de 1981 por el Ministerio de Cultura en las antiguas oficinas de la administración del central Australia construidas en 1916 en el Municipio Jagüey Grande y penetrar en los factores históricos que hicieron posible la apertura del Museo Municipal de Regla el 29 de diciembre de 1982, el Museo de Arte Cubano Contemporáneo de Topes de Collantes el 15 de julio del 2008 a cargo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en el antiguo chalet del senador Alfredo Hornedo que data de 1943.
Ha de ser esta una historia que conlleve a comprender la responsabilidad para con el futuro de los museos en Cuba, tanto en su relación con la comunidad como en tareas tan tradicionales como el enriquecimiento de sus colecciones, la investigación y la conservación, pilares que avalan las sillas expuestas en el Museo de Arte Sacro de la Habana Vieja como evidencias del encuentro entre el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y Su Santidad el Papa Juan Pablo II en 1998, de la visita pastoral y oficial a Cuba de Su Santidad el Papa Benedicto XVI del 26 al 28 de marzo de 2012 y su diálogo con el Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, General de Ejército Sr. Raúl Castro Ruz el 28 de marzo de 2012, así como aquellas que el 12 de febrero del 2016 sirvieron al Papa Francisco y el Patriarca ruso Kirill en La Habana en el primer encuentro oficial entre líderes de ambas iglesias desde el año 1054 d. n. e.
Una historia que amplíe los horizontes hacia una percepción del patrimonio cultural en bienes muebles que desde su potencialidad pueden enriquecer nuestro presente, como en el caso de la cafetería La Máquina, en la calle Muralla nro. 209 entre Aguiar y Cuba, donde sus propietarios otorga vital protagonismo a la máquina de coser Singer, ese artefacto fabricado en 1851 por Isaac Merrit Singer en la ciudad de Nueva York que se adueñó de una importante porción de los hogares cubanos y persiste en mantener su latir en no pocos de nuestros pueblos y ciudades.
Pensar en una historia nacional de los museos en Cuba es, en el día Internacional de los Museos, es atender a uno de los más sustanciales reclamos de la museología contemporánea, una obra de todos aquellos que desde la academia o la cotidianidad agudizan su mirar al patrimonio cultural cifrado en bienes muebles.
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