De seguro, esto aconteció de madrugada.
Sí, porque la alta noche siempre ha sido cariñosa, cómplice de los seres superiores. (¿Acaso el más grande no dijo, en sus versos, “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche”?)
Y de seguro fue en la madrugada bayamesa del 9 de julio de 1847, entre los espasmos paritorios de doña María del Carmen de Céspedes y del Castillo, cuando vino a este mundo tridimensional y despiadado Amado Oscar.
Fue hijo del abogado y hacendado Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo.
La familia se trasladó a residir en Manzanillo -por destierro interno- en 1852, y Oscar cursó sus primeros estudios junto al Golfo de Guacanayabo. Luego pasó, en 1863, al Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, donde se graduaría de Bachiller.
A continuación, siguiendo la huella paterna, ingresó en la Facultad de Derecho de la universidad habanera.
Resuena el clarín de la Guerra del ´68 –convocada por su padre en el ingenio Demajagua—y Oscar parte inmediata y clandestinamente de La Habana hacia los Estados Unidos, ansioso por enrolarse en la primera expedición que partiera hacia la patria.
El padre ordena a su ministro plenipotenciario, José Morales Lemus, que retuviese a Oscar a su lado, pues mucho confía en la inteligencia de su descendiente, que podía ser muy útil agente en la vecina nación.
Pero el joven está loco por partir, con rumbo sur, acompañado por un Remington y 300 tiros.
Así, el 23 de enero de 1869 se enroló en la expedición del vapor San Jacinto que lo traslada a Jacksonville, y el 2 de febrero llega a Nueva Orleans, donde se suma a la expedición del vapor Henry Burden, capitaneada por Charles Campbell.
Llegan a Bahamas y allí abordan el bergantín Mary Lowell. Pero la marina de la Metrópoli les impide llegar al litoral cubano.
Tiene que regresar a Nueva York. Allí, contacta con Francisco Javier Cisneros, quien fue un mago organizando expediciones independentistas. (Brillante ingeniero, a él se debe el primer ferrocarril que tuvo Colombia).
El 29 de diciembre de 1869 parte en el yate Anna, que transporta a una veintena de expedicionarios. En el trayecto, tienen que hacer frente a un temible temporal.
El día 19 arriba a costa tunera, en Covarrubias, entre Manatí y Puerto Padre.
Pronto tienen que enfrentar a las tropas colonialistas, que les hacen algunos muertos.
A los pocos días llegaron al campamento del presidente Céspedes, situado en La Caridad, en las cercanías de Guáimaro.
En la manigua, contrae matrimonio con su prima Manuela Rita de Céspedes y López Chávez.
En el potrero La Caridad, cayó prisionero de una fuerza española.
Enterado de su identidad, el capitán general Antonio Caballero de Rodas exige a Oscar que, para salvar la vida, le escribiera a su padre, pidiéndole que renunciase a continuar la contienda independentista.
El íntegro joven le responde: “Yo jamás traicionaré a mi Patria y tampoco a mi padre.”
Es fusilado en la ciudad de Camagüey, el 29 de mayo de 1870.
Aquel generalote Caballero de Rodas -no “caballero”, sino un ser degenerado, hijo de… quien usted sabe-, a los tres días de haber ejecutado al muchacho, le envía un mensaje a Carlos Manuel, ofreciéndole la vida de Oscar si deponía las armas.
Es bien conocido cuál fue la respuesta: “Oscar no es mi único hijo, lo son todos los cubanos que mueren por las libertades patrias”.
Así, el prócer bayamés se consagraría, para la posteridad, como El Padre de la Patria.
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