¿Por qué cada 7 de junio celebramos el día del bibliotecario?


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Con este artículo escrito por  Roig de Leuschering publicado en la Revista Carteles, 3 de enero de 1937, y perteneciente a los fondos de la Colección Cubana, BNCJM queremos,  hoy recordar el a Antonio Bachiller y Morales, El Patriarca de las Letras Cubanas, considerado el padre de las investigaciones bibliográficas en Cuba, su fecha de nacimiento, 7 de junio, sirve de recordación y jornada de júbilo dedicada al Día del Trabajador de la Información Científica en la mayor de las Antillas. En él tienen los bibliotecarios  cubanos una figura digna de remembranza y admiración. Su impronta se alzó en hito y señaló un camino que hoy tiene prestigiosos continuadores de su legado, la salvaguarda y difusión del acervo universal atesorado en las bibliotecas cubanas, patria de nuestro insigne literato, investigador y bibliógrafo, Antonio Bachiller y Morales.

 

Antonio Bachiller y Morales, El Patriarca de las Letras Cubanas

 

“Este 10 de enero se cumplen 48 años del fallecimiento de uno de los más esclarecidos habaneros: Antonio Bachiller y Morales. Es tanta y tan trascendente la significación de Bachiller en el desenvolvimiento de nuestra cultura que bien merece el nombre que sus contemporáneos le dieron de Patriarca de las Letras Cubanas.

En efecto, de cultura vastísima, grande amor a los estudios y laboriosidad incansable, Bachiller, poeta en sus mocedades, fue autor dramático, historiador, periodista, crítico, costumbrista, filósofo, jurisconsulto, economista, agrónomo, antropólogo, arqueólogo, profesor y hombre público.

Nació en esta capital el 7, de junio de 1812 e hizo sus primeros estudios en el Real Seminario de San Carlos, y los de la carrera de abogado en la Universidad, graduándose en 1837.

Colaboró asiduamente en casi todos los diarios y revistas cubanos de su época, desde el Nuevo Regañón de La Habana, de Ferrer, en 1830, hasta la Revista Cubana, de Varona, en 1885, pudiendo afirmarse que no es posible, sin mencionarlo, escribir la historia del periodismo cubano desde esa primera fecha hasta 1887 en que, por sus achaques, se alejó de toda clase de trabajo.

De sus numerosas producciones sobresalen, por su mérito intrínseco, como acopio insuperable de datos de primera mano, y por la utilidad extraordinaria que han prestado a posteriores investigadores y críticos, sus Apuntes para la Historia de las Letras y de la Instrucción Pública de la Isla de Cuba, en tres tomos, publicados, respectivamente, en esta ciudad los años de 1859, 1860 y 1861; obra de la que, agotada por completo hace ya mucho tiempo, acaba de aparecer una segunda edición, en tres tomos también, en la Colección de Libros Cubanos, que, dirigida por Fernando Ortiz, viene publicando la Cultural, S. A.

Esta nueva edición constituye un verdadero acontecimiento literario para los cubanos, porque ese libro había pasado ya a la categoría de obra curiosa y rara, cotizable por libreros de viejo, de Cuba y de España, a precios elevadamente prohibitivos. Así, Figarola-Caneda en su Revista de la Biblioteca Nacional, de 1909, cita el anuncio hecho por una importante librería de Leipzig, ese año, de los dos primeros volúmenes de los Apuntes al precio de 36 marcos, estando entonces el marco a 25 centavos. Y en 1930, tenía el precio, en un catálogo de un librero de viejo habanero, de $20; y en otro catálogo de 1933 aparece tasada en $25.

Francisco González del Valle, en el breve pero sustancioso prólogo de esta segunda edición de los Apuntes, sitúa certeramente a Bachiller, en la historia de nuestras letras y nuestra cultura, como el continuador de la obra de iniciación cultural y educativa que realizaron durante el feliz gobierno de don Luis de las Casas, Caballero, Mendoza, Romay, Arango y Parreño, Nicolás Calvo y otros.

En una época en que, al decir del citado historiador, «[…] brillaban como astros de primera magnitud Varela, Saco, Luz y Caballero, Escobedo, Del Monte, Echeverría, Morales Lemus, Pozos Dulces, Jorrín, Poey y algunos más", el nombre de Bachiller "estuvo a igual altura que la de esos preclaros compatriotas", lo cual valoriza justamente su mérito. Y sin exageración ni apasionamiento, puede afirmarse, como lo hace González del Valle, que Bachiller "fue el cubano más erudito de su tiempo y el que más escribió, y no hay quien haya laborado tanto como él por la ilustración de Cuba».

La vida toda de Bachiller fue una consagración absoluta y total a la causa nobilísima de la educación y la cultura cubanas.

Su erudición no estaba, como la de tantos otros eruditos cubanos, egoístamente limitada al acopio —almacenaje— de datos, documentos y libros, para simple recreo de sus gustos y aficiones, sino que este insigne habanero puso siempre su gran saber al servicio .y provecho de su país y de sus compatriotas. Fue trabajador incansable, actuando de manera efectiva y constante en las más importantes sociedades culturales de la época, y escribiendo a diario sobre las más disímiles materias para los periódicos de Cuba y en libros y folletos, revelando una pasmosa fecundidad.

Realizó profundas Investigaciones históricas que se transformaron en sus ya mencionados Apuntes y en sus libros Cuba Primitiva y Cuba: Monografía Histórica que comprende desde la pérdida de La Habana hasta la restauración española, y otros trabajos menores.

Su entusiasmo por los estudios históricos lo llevo a escribir numerosos trabajos sobre costumbres cubanas antiguas y de su época, y al publicarse en 1881 la obra Colección de Artículos, Tipos y Costumbres de la Isla de Cuba, por los mejores autores de este género, Bachiller la prologó, haciendo en la Introducción una sucinta historia del origen y desenvolvimiento de la literatura de costumbres en Cuba. Se insertaron, además, en dicha colección cuatro artículos de Bachiller: Ogaño y Antaño, Articulo de otro tiempo, Las Temporadas y Las Modas al principiar el siglo XIX.

Las cualidades singulares de investigador, las destaca González del Valle afirmando que «[…] no hay una obra suya donde no estén de manifiesto su capacidad, lo bien enterado que estaba de las materias de que escribía, la fuente pura de sus pesquisas y la exactitud de sus investigaciones"; agregando: "es tan cierto lo que decimos, que siempre tendremos que consultar los libros en que recogió lo más importante de su labor histórica, porque ellos constituyen la fuente de nuestra historia literaria».

Se ha acusado por algunos de sus contemporáneos —Suárez y Romero y Vidal Morales y Morales, entre otros— y por pseudo-estilistas de nuestro tiempo, le descuidado del estilo de Bachiller Y, con perdón de aquellos dos ilustres críticos, juzgamos que esa falta que se quiere señalar a Bachiller constituye uno de sus mayores méritos, porque es hija de su anhelo jamás satisfecho de difundir la educación y la cultura en este país, no perdiendo el tiempo, que necesitaba para leer y escribir, en pulir el estilo, sino en leer y escribir más y más.

Vidal Morales reconoce, en efecto, que si « […] descuida algo el estilo y no vuelve a leer lo que sale de su pluma», se debe a que Bachiller « […] siempre está estudiando… devorando incesantemente cuantos libros se publican sobre antropología y prehistoria... nos da cuenta exacta de las obras que se dan a luz sobre América y no tiene tiempo para leer todo lo que desea». Y en cuanto a 'los pseudo-críticos de nuestros días, sus censuras al descuidado estilo de Bachiller se deben a una pretensa justificación de los saqueos que realizan en las obras del gran polígrafo, sin citarlo siquiera y aparentando desdeñarlo para no confesar que cuanto escriben sobre nuestro pasado es de segunda mano, basándose, no en propia investigación, sino en lo ya investigado por Bachiller y dado a conocer en sus tres citadas obras de carácter histórico y literario-Pero aunque Bachiller descuidase el estilo, no es, ni mucho menos, rebuscado, confuso y atrabiliario, como sus vanguardistas enjuiciadores, sino claro, sencillo, conciso, cualidades indispensables y las más valiosas que puede poseer quien se consagra a los estudios de investigación histórica y literaria.

Sobre agricultura publicó Bachiller en 1856 un Prontuario para el uso de los labradores y hacendados de la Isla de Cuba, juzgado con encomio por Álvaro Reynoso, Manuel Fernández de Castro y Felipe Poey. Este último en su informe a la Sección de Agricultura y Estadística de la Sociedad Económica señala dicha obra como ejemplo revelador de los conocimientos enciclopédicos de Bachiller.

Sus Elementos de Filosofía del Derecho o Curso de Derecho Natural, que sirvieron de textos en la cátedra de esa asignatura, desempeñada por Bachiller, merecieron los más cálidos elogios de José Manuel Mestre y Enrique José Varona; y al conocer esa obra, el eminente profesor de la Universidad Libre de Bruselas, M-Tiberthien, manifestó su admiración de que en la isla de Cuba «[…] se cultivasen las ciencias morales con la profundidad filosófica con que se cultivan en Europa», según hizo público en su discurso inaugural de 1858, en nuestra Universidad, el profesor León y Mora.   

Los Apuntes para la Historia de las Letras y de la Instrucción Pública en la Isla de Cuba, considerada por el eminente bibliógrafo norteamericano Henry Harrisse, como una de las más valiosas contribuciones al estudio de la bibliografía hispanoamericana, comenzó a publicarse en el Faro Industrial y la Revista de La Habana, continuándose en la Revista de España, de Indias y del extranjero, de Madrid, editándose, completa, en tres volúmenes, según ya expusimos, de 1859 a 61.

El primer volumen contiene el estudio más original, amplio y estimable realizado hasta la fecha de su publicación sobre la historia y desenvolvimiento, entre nosotros, de la educación primaria, secundaria y facultativa profesional, literaria y universitaria, poniendo al descubierto el atraso horroroso que padeció esta colonia por la hostilidad manifiesta de los gobernantes metropolitanos para todo lo relacionado con la educación y la cultura, no ya populares —que jamás fueron atendidas oficialmente— sino también las de carácter técnico profesional y universitario; haciendo resaltar los nobilísimos esfuerzos realizados desde 1793 por eminentes cubanos que echaron sobre sus hombros la ímproba tarea de civilizar a este pueblo para sacarlo de la triste condición de colonos ignorantes y esclavos, que, según afirma González del Vallé, «[…] era lo que convenía tener a la Metrópoli», empeñada en mantener inalterable aquella tristemente famosa Real Cédula de Carlos IV, que mandaba que « […] no se hiciera general la ilustración en América».

El volumen segundo ofrece interesantísimos datos sobre la introducción  de  la  imprenta  en Cuba, relación de los primeros periódicos y libros publicados hasta 1840, y sendos y notables estudios sobre la poesía lírica y los primitivos historiadores de la isla, así como valiosos apéndices relacionados con materias educativas y culturales.

El tercero y último volumen está consagrado a las biografías de Luis de las Casas, Francisco de Arango y Parreño, Juan Díaz de Espada y Landa, Luis Peñalver y Cárdenas, Rafael del Castillo y Sucre, Alejandro Ramírez, Félix Várela, José María Heredia, Pablo Veglia, José de Arango y Castillo, Anastasio Carrillo y Arango, Pedro A. Auber, José del Castillo y José de la Luz y Caballero, patricios eminentes que supieron ser útiles a Cuba por su ilustración y sus servicios, tan desinteresados como eficientes, a la causa de nuestro mejoramiento cultural y educativo. Al final de este volumen se encuentra un catálogo de libros y folletos publicados en Cuba desde la introducción de la imprenta hasta 1840, el más completo trabajo bibliográfico hecho hasta entonces por un cubano.

Esta consagración a los estudios no impidió a Bachiller sentir inmensamente las injusticias, los atropellos y los abusos que a diario realizaba la Metrópoli en esta isla, y cada vez que se le presentó la oportunidad supo adoptar la más noble y levantada actitud cíyica. Así se pronunció en el seno de la Sociedad Económica, en unión de Saco, Luz, González del Valle, Delmonte, Poey, Costales, Martínez Serrano y otros, en favor de la abolición total y definitiva del tráfico de esclavos. Siendo secretario de la Sociedad Económica, en época en que Luz era director, inició la protesta contra la separación del ex cónsul inglés Mr. Davis Turnbull, de significado abolicionista, acordada por un pequeño grupo de antiguos complacientes a los deseos del capitán general. De ideas liberales, defendió siempre los derechos de los antillanos a gozar de vida humana, civilizada y culta; mantuvo en memorable discurso del Liceo de Guanabacoa la unidad moral de las razas y en otro trabajo no menos notable abogó por el Gobierno autonómico para Cuba; y, ya en plena revolución de Yara, cuando, como dice González del Valle, «[…] fue necesario definirse y escoger entre los opresores o los oprimidos, se puso al lado de éstos, y abandonando su cátedra de , Segunda Enseñanza del Instituto de La Habana, emigró a los Estados Unidos de América, estableciendo su residencia en Nueva York". Esta patriótica actitud de Bachiller la ha dejado Martí glorificada en estas palabras: "Dejó su casa de mármol con sus fuentes y sus flores, y sus libros, y sin más caudal que su mujer, se vino a vivir con el honor, donde las miradas no saludan y el sol no calienta a los viejos, y cae la nieve».

Este destierro, que duró hasta la terminación de la Guerra Grande, fue aprovechado por Bachiller para realizar nuevos estudios e investigaciones en la Biblioteca Pública de Nueva York. Ya en Cuba, continuó trabajando, por Cuba, hasta que los años y las enfermedades lo rindieron, en 1887, falleciendo, en esta capital, el 10 de enero de 1889.”  

 

 

 

 

 

 


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