Un plagio conocido a principios del siglo XX
Voy ahora a referirme a un caso ocurrido en otro país, que fue tratado con la acusación de plagio, en su acepción de ‘copia de una obra ajena’.
De él da fe José Zacarías Tallet en su trabajo “De lo que es capaz el odio”, en el libro Curiosidades de la historia (1983), quien se basó en el libro Quimeras y verdades de la historia (1945), una recopilación de trabajos del mexicano Carlos Pereyra, y este tituló su artículo “Un plagio a la inversa”. Tanto Pereyra como Tallet abundan en datos, pero aquí resumiré lo más importante.
Se trata del escritor francés Ludovic Marcieu, quien en los finales del siglo XIX publicó la novela Amour vainqueur (en español: Amor victorioso), libro premiado por la Academia Francesa, y consagrado por el público, pues se vendieron ciento cincuenta mil ejemplares en seis meses. Sin embargo, un tiempo antes Marcieu había traicionado a un amigo y lo había herido en duelo. El “amigo-enemigo” fue Philibert Destaing, quien se vengó —sabía el inglés a la perfección desde pequeño, y además era hijo de una norteamericana— traduciendo al inglés la novela escrita por Marcieu e imprimió secretamente —cosa que se supo después— unos doce ejemplares en Suiza, con el título Love’s joy, y la edición aparecía en los créditos como impresa en Australia, en 1875 (fecha anterior a la publicación de la novela de Marcieu). El supuesto autor de esta novela en inglés era Lewis Jones. Así que, de acuerdo con tal noticia, Amour vainqueur era un plagio literal de Love’s joy. La noticia apareció publicada en la Westminster Gazette, de Londres.
Ante este hecho Emil Faguet, a pesar de sentir un gran afecto y admiración por Marcieu, afirmó en un artículo al respecto que se trataba de un plagio, y el público acató la sentencia. Faguet había recibido un ejemplar de la novela supuestamente original, esto es, de Love’s joy.
Ante la situación creada, Ludovic Marcieu entró en un estado de locura tal, que tuvo que ser hospitalizado en un manicomio.
Pero no todos se habían atrincherado contra Marcieu, pues en medio de esta tragedia que atravesaba Marcieu, el escritor Maurice Maeterlinck apeló a la prudencia y planteó que se debía investigar quién era el tal Lewis Jones.
La investigación duró buen tiempo, y, dio por resultado que en la dirección de la imprenta, según rezaba en el libro Love’s joy, de Lewis Jones: en Selvin Place, número 19, en Melbourne, Australia, jamás había habido imprenta, y nadie recordaba que entre los inquilinos de tal dirección hubiera habido un Jones; además, la prensa de Melbourne intervino en la investigación con avisos pagados, para que alguien informara acerca de Lewis Jones, también se preguntaba al público lector si alguna persona particular o una biblioteca tenía ejemplares del libro referido, y nunca apareció quien conociera de tal obra. Después, algunos periodistas australianos tomaron para sí la investigación de forma gratuita, intrigados por el asunto que tenía revuelta a Francia, pero nunca se halló una respuesta positiva.
Como antes dije, Emil Faguet había recibido un ejemplar de Love’s Joy. El ejemplar le llegó en un sobre con sello postal de Inglaterra, enviado por un tal Albert David, la misma supuesta persona que había mostrado la “obra plagiada” y dejó el artículo delator al secretario de la Westminster Gazette, y nunca fue a cobrarlo. Gracias al espíritu que se impuso Maurice Maeterlinck por lograr la verdad, espíritu que ya había cobrado nuevos adeptos por esclarecer este criminal entuerto, pudo averiguarse que era la misma persona, pues la letra del artículo manuscrito era la misma de quien puso las señas en el paquete en que se le envió la novela a Faguet.
Por su parte, en Australia se encontró a un Lewis Jones, pero nunca había escrito una novela y, además, se dedicaba a asuntos de conejos, según se pudo averiguar y él mismo aseguró.
Se continuó investigando y se comprobó que el tipo de papel en que fue impreso Love’s joy, era de una calidad que se empleaba mucho en Suiza, entre otras cosas por su gramaje, además, no podía ser de 1875, sino que era de fabricación reciente. Posteriormente, se comprobó que la impresión fue hecha en Suiza, se logró dar con la casa impresora; se supo que se imprimieron solamente doce ejemplares, pero interrogado el impresor, o hizo un pacto de silencio o sinceramente expresó que ni se acordaba quién hizo el encargo. Realmente, ya habían pasado algunos años desde que se había iniciado la investigación.
La prensa francesa tuvo sospechas de que el tal Albert David fuera Philibert Destaing, ya que este fue el primero que dio la noticia del plagio —según él dijo, cuando vio lo publicado en la Westminster Gazette—, pero Destaing rechazó siempre la acusación.
Pero todo fue quedando así, y nadie podía descubrir el enigma. Lo que sí estaba claro era que se trató de desprestigiar a Marcieu, y este nada podía hacer, pues estaba totalmente fuera de sí en un manicomio, y a poco murió.
Philibert Destaing llegó a ser capitán del Ejército francés y obtuvo tres menciones de honor en la lucha contra los invasores alemanes a Francia en la Primera Guerra Mundial, pero ?en un acto de conciencia? escribió una carta a los periódicos franceses en la cual confesaba su acción refinadamente perversa: haber sido el autor de toda la trama que costó la locura de Marcieu y después su muerte. El mismo día que la prensa publicaba el escrito, la confesión alevosa de Destaing, este murió despedazado por los obuses alemanes en las trincheras de Verdún.
Hasta aquí el resumen de lo principal narrado por José Zacarías Tallet, en 1983, en su trabajo “De lo que es capaz el odio”, que se basó, como antes dije, al tomar datos del trabajo original del mexicano Carlos Pereyra, de 1945, titulado “Un plagio a la inversa”.
Ahora voy a agregar algunos datos del plagio francés, acerca de Emil Faguet y de Maurice Maeterlinck, que no obraban en los trabajos anteriormente señalados y para ello consulté diferentes fuentes con la finalidad de poder conocer más datos acerca de estos autores y poderlos ofrecer a nuestro público.
Emil Faguet (La Roche-Sur-Yon, 1847-París, 1916), fue un destacado profesor de la Facultad de Letras de París y crítico literario del Journal des Débats, que escribió varias obras y ensayos, principalmente relacionadas con la historia de la literatura francesa. Su literatura está llena de espiritualidad, ingenio y brillantez. Fue admitido en la Academia Francesa de Letras en 1903.
Por su parte, Maurice Maeterlinck, conde de Maeterlinck (Gante, Bélgica, 1862-Niza, Francia, 1949), escritor, poeta y dramaturgo, fue un destacado representante del simbolismo teatral. El misticismo en su literatura se ha atribuido a la educación jesuita que recibió en su juventud. El rey Alberto I de Bélgica concedió a Maeterlinck el título de conde, y recibió honores de belgas y franceses por sus servicios prestados durante la Primera Guerra Mundial. En 1911 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura “como reconocimiento a sus polifacéticas actividades literarias, y especialmente a sus trabajos dramatúrgicos los cuales se han distinguido por una riqueza de imaginación y fantasía poética, que revelan, en ocasiones, semejante a un cuento de hadas, una profunda inspiración, mientras que de una misteriosa manera atraen los sentimientos de los lectores y estimulan sus imaginaciones”.
Sin embargo, traté de hallar las fechas exactas en que se publicaron Amour vainqueur y el artículo delator en la Westminster Gazette, pero no lo logré; hasta busqué en fuentes de finales del XIX y comienzos del XX, Además, me puse a buscar en internet... y, aunque no se pueda creer, hallé un artículo totalmente igual al trabajo de Carlos Pereyra.
Está escrito por un periodista retirado, según se asegura, nombrado Juan Marguch, en una publicación digital de La Voz del Interior, fechado en Córdoba, Argentina, el miércoles 11 de julio de 2001, que se titula “El que a plagio mata...”. En ese trabajo se comienza hablando que han sido muchos los escritores famosos que han cometido plagio... ¿Y esto mismo qué es?, me dije. En ningún momento se cita en cuál trabajo se basó Marguch, de quién, de cuál fecha. Nada de esto se consigna, ninguna fuente... Es más, el trabajo de Marguch es idéntico al de Pereyra y, entre otras cosas, no aclara los datos que no tiene el trabajo original de Pereyra y que yo estuve tratando de hallar.
Pedí ayuda a mi hermano Jorge Carr, y él hizo una investigación plena con la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, con la Biblioteca Nacional de Francia, con la Bibliothéque Royale de Belgique, con la British Librery y se consultaron también los libros premiados por la Academia Francesa. En todas estas instituciones aquí citadas no hay nada registrado acerca de un libro que se titule Amour vainqueur o L’ amour vainqueur; tampoco por los nombres de Ludovic Marcieu ni Albert David.
De todo esto se colige que el trabajo del mexicano Carlos Pereyra, del cual tomó datos nuestro querido amigo José Zacarías Tallet, y que copió casi idénticamente el argentino Juan Marguch, o fue un invento del propio Pereyra o de cualquier otra persona de quien este último pudiera haber tomado los datos como cosa curiosa, pero cierta, sin tener en cuenta que todo era una burda invención.
En el argot periodístico, claro está, usado hace mucho tiempo y quizás hoy pocos lo empleen, todo esto se trata de un canard, es decir, de un invento plasmado en un periódico o publicación con vistas a crear un estado de opinión expectante. A lo mejor fue el propio Pereyra el autor del presente canard.
La voz francesa canard, que significa ‘pato’, no está incluida en el diccionario académico.
Por cierto, hace por lo menos un par de años publiqué, en el periódico digital La Jiribilla, un trabajo acerca de un canard bien simpático.
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