Si de pronto comenzamos a hablar en el barrio sobre los cambios para impulsar el crecimiento de la Economía en Cuba, del desarrollo local y del papel medular que puede tener la Economía de la Cultura en el país, quizá muchos no asocien que aquel espacio habilitado en un garaje en medio de la cuadra donde vivimos, la pequeña “Casita del amor”, es precisamente un ejemplo de lo que estamos hablando.
Esa tiendecita del barrio tiene ya categoría y estilo propio. Los que la encuentran por primera vez en su transitar la visitarán tanto como los que ya la buscan para obtener ese artículo especial. Ha logrado ser así de importante para la gente este lugar que lleva más de tres años en servicio y creciendo en influencia y beneficios económicos. Es pues exactamente una de las salidas que tiene ese concepto vital de economía de la cultura, en interés para el desarrollo local.
¿Y por qué? Pues porque La Casita… es un discreto negocio que involucra a una familia de artesanas y artistas, con productos culturales apegados a tradiciones artesanales domésticas y que ya va formando parte de la fisonomía del barrio para el mejor ambiente de todos.
¿Pero quiénes son sus creadoras? “Es una idea de María Esther –nos cuenta María, la abuela- que es graduada de la Academia de Artes plásticas desde hace varios años y aún sueña con poder cursar estudios en la Universidad de las Artes”… “pero también de mi hija Damaris que es artesana y de sus manos proceden muchos de los pequeños objetos de regalo que se expiden en la tiendecita”. Ella, la abuela María es la anfitriona del espacio, la que recibe a los visitantes atenta y elegante, con su gran capacidad comunicativa y te ofrece la sugerencia adecuada a lo que buscas. Da gusto realmente disfrutar de su trato cálido y respetuoso.
La Casita del amor, es el lugar más personal y atractivo del barrio, que no solo favorece la economía, sino la creatividad y la calidad de vida. Las ofertas siempre dependen de por dónde ande el mundo creativo de las artistas: pañitos de cocina decorados, quincallerías, simpáticos recuerdos de Santa Fe, cajas de regalos, adornos diversos y útiles para el hogar que también las distinguen y sobre todo educan a la población en el buen gusto. Aquí llegan los jóvenes y adolescentes en busca del sabio consejo de María de qué comprar y cómo llegar al alma de una enamorada, y todos a ver de qué manera adornar un rinconcito especial de la casa. Por eso allí crece la imaginación popular con las miles de ideas que se pueden apreciar en la ambientación creativa del lugar. Es sin dudas La Casita… un lugar cultural, un punto de referencia y hasta de encuentro; es un espacio recreativo para quien solo pasa a mirar y ver qué de nuevo se expone en esta caja de sorpresas permanentes.
Qué maravilla sería el que florecieran estos espacios por toda la ciudad, promoviendo las tradiciones y las manualidades. U otras ideas, como la que nos cuenta María, del señor que vendía dulces en conservas en un carrito por el barrio. Habrá que desempolvar el entusiasmo y dar rienda suelta a la invención, siempre que prime el buen gusto y el apego a las leyes. Cuánto de bueno puede lograrse con esta apertura del trabajo por cuenta propia en aras del desarrollo del país, para continuar fomentando la defensa de la identidad, la conservación del patrimonio cultural, la creación artística y la capacidad para apreciar el arte. Una buena manera de enriquecer la vida cultural de la población y potenciar los valores sociales.
Cuando la comunidad local es capaz de liderar el proceso de cambio, aun sea desde propuestas mínimas, es innegable convenirlo como desarrollo, sobre todo a partir de ese proceso participativo que desde la familia va a lo social y promueve el aprovechamiento sostenible de los recursos locales.
Es así que se gesta el desarrollo económico local, como reactivador y dinamizador, que con el uso eficiente de los recursos endógenos que existe en una determinada zona, es capaz de estimular el crecimiento económico, y mejorar la calidad de vida.
Tales iniciativas harán mejores nuestros barrios. Como dice José Martí: “Es doble manera de hacer el bien dar pan al cuerpo y darlo al alma”. Para mañana podrá quizá articularse con otros actores claves del territorio, generar más empleos o ser más rentable, pero es ya lo que se conoce como, un agente de cambio.
Hoy, cuando la gente busca nuevas vías para emprender y prosperar con servicios que brinden mejor calidad de vida a todos, La Casita del amor es una hermosa experiencia a socializar, que nos hace preguntarnos: “Y yo, …¿qué más puedo hacer?”…
¡Hagamos entonces, por la utilidad de la virtud!
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