Año nuevo, vida nueva es frase reconocida desde el Primero de Enero de 1959 con el advenimiento de la Revolución cubana, a la vez que rememorada año tras año. No dirigiré mi pensamiento al recuerdo de fiestas sagradas y consagradas a ese mes de diciembre que todos aguardan para realizar votos felices o anularlos también al fenecer aspiraciones y deseos producto de una espera prolongada de doce meses.
Durante casi cuatro siglos la Nación ibérica colonizadora dominó buena parte de este hemisferio, al igual que a este Archipiélago antillano donde, a partir de inicios del siglo XX, se produce en el ser y sentir de su pueblo —irredento de tres contiendas independentistas—, una de las frustraciones más oprobiosas que jamás conociese la historia universal a partir del tremolar de otra bandera y la entronización neocolonial de otro poderío en su territorio: el de Estados Unidos.
Así, durante décadas, las grandes Metrópolis continuaron lucrando con nuestras riquezas, mas no con el imaginario de fuerza, dignidad y valentía que siempre ha conformado la Cubanidad y la aspiración de seguir siendo una nación libre, soberana e independiente.
En este otro lado del mundo formamos también parte de una estirpe de naciones y pueblos decidida a sacudirse del yugo malsano de lo europeo o de todo aquello heredado y estereotipado por parte de nuestra porción norte continental. Como bien expresase Simón Bolívar, “somos afro-latinoamericanos”, al igual que somos mestizos y, si cualquier otro pueblo de cualquier rincón del mundo nos necesitase, siempre estaremos dispuestos a ser apoyo, mensaje de justicia y amigo solidario.
Propiciar a la vez un acercamiento a la historia, la memoria, los saberes, la espiritualidad y los actuales desafíos de los pueblos indígenas del continente, o como bien expresase el intelectual guatemalteco Manuel Galich, “a nuestros primeros padres” dando a conocer sus realidades y su producción cultural, constituyen paradigmas de las que secularmente han debido ser voces fundamentales a tener en cuenta como forma de hacer justicia para el bien común.
El sabio cubano Fernando Ortiz escribió que “La cultura, no es un lujo ni un ornamento, es una energía y una necesidad”. A una amplia gama de culturas afro-indígenas-latinoamericanas y caribeñas pertenecemos. Esta es a la globalización a la cual pertenecemos: a la de la unidad, comprensión y diálogo entre pueblos, no así a la imposición de una globalización extraña, externa repleta de violencia, racismo, totalitarismo y xenofobia.
Estos son momentos de análisis profundos, de dormir con los ojos bien abiertos y de despertar con la pupila siempre insomne. Actualmente, algunos gobernantes, serviles al Imperio actual —como lo pudieron haber sido de otros anteriores si la Historia descorriese cortinas en tiempo y espacio—, no vacilan en continuar atemorizando y de poner en práctica políticas de demagogia y hasta de alta retórica en sus discursos.
Sin embargo el ejemplo de Cuba continúa vivo —nunca exento de errores y la historia es la vida misma, pues todo es posible cuando de humanos se trata dentro de un proceso legítimamente reivindicador—, y continuará siéndolo al recabar en sus más legítimos legados y, muy a pesar de la política de tergiversación de la realidad de la Isla llevada a cabo por el capital monopólico e imperialista de los medios de comunicación. Como describiese, en fecha reciente, el analista cubano José Pérez Novoa: “La unidad, el debate ideológico, la información clara y orientada, el ejemplo son fortalezas imprescindibles en este escenario de guerra política e ideológica que Estados Unidos ha priorizado para derrotar a la Revolución cubana”.
Nuestro Héroe Nacional José Martí, en su artículo “Los Códigos Nuevos”, escribió en 1877: “Toda obra nuestra, de nuestra América robusta tendrá, pues, el inevitable sello de la civilización conquistadora, pero la mejorará, adelantará y asombrará con la energía y el creador empuje de un pueblo en esencia distinto, de nobles ambiciones y aunque herido, no muerto”.
El sueño martiano de Nuestra América despertó desde hace más de medio siglo para el pueblo cubano, para este continente y para los pobres y desposeídos de todo el mundo. Brindemos por otro año nuevo, por otra vida nueva y, a la vez, por hacer de esta América un territorio de paz para los latinoamericanos, caribeños y pueblos indígenas. Así somos, así nos expresamos.
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